Más vuelos de la muerte
El método argentino para asesinar disidentes fue exportado a Sudáfrica por esbirros de la ESMA.
El método argentino para asesinar disidentes fue copiado en Sudáfrica justo después de que allí recalaran los esbirros de la ESMA Chamorro, Acosta, Astiz, Perren…
Los detalles están en una investigación firmada por Miriam Lewin y Facundo Fernández Barrio, nominada tras su publicación en la revista Anfibia, hace cinco meses, y finalista al True Story Award, un premio global a instancia de periodistas independientes de Colorado. La historia se destaca por su relevancia social, profundidad y calidad, en competencia con 35 nominados de dos docenas de países, cuya resolución se conocerá horas después del 25 de mayo.
El trabajo de Lewin-Fernández Barrio relata que después de que Jaime Dri fugara de la ESMA, la Armada sacó de circulación a los principales integrantes de ese centro represivo, que ya había estado en boca de muchos durante el Mundial ‘78 en un país que sería auscultado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al año siguiente. En ese 1979, hicieron volar por sobre el Atlántico a los represores Rubén Chamorro, Jorge Acosta, Alfredo Astiz y Jorge Perrén hasta la Sudáfrica hundida en el Apartheid.
Estos enviados por decretos confidenciales habrían de participar en la SA Naval Staff College, donde uno de ellos ascendió a profesor. Los represores argentinos pasaron a ser ponderados por el régimen discriminador sudafricano al punto de aplicar el mismo sistema represivo contra los disidentes: arrojarlos vivos al mar.
Si bien Lewin no tiene por qué decirlo en su nota, había conocido en tiempo real el refugio sudafricano de uno de estos marinos. Dio cuenta de ello en 1985, durante el juicio a las Juntas, al declarar como sobreviviente de la ESMA: “Tanto efecto como [Víctor] Basterra con sus fotos, produjo Lewin al entregar una servilleta con letra de Astiz: sus teléfonos en Mar del Plata y Sudáfrica”, escribió Horacio Verbitsky en su cobertura semanal para la revista El Periodista.
A lo largo de años, el ahínco en pos de que la memoria tuviera correlato concreto sobre la realidad llevó a Lewin a trasuntar los registros aéreos de las naves comandadas por los asesinos, de lo que dio cuenta en un envío televisivo de Telenoche (2010). Ubicó aviones, consiguió los nombres de sus pilotos y contribuyó así, hacia 2011, a la detención de Enrique José De Saint Georges, Mario Daniel Arrú y Alejandro Domingo D'Agostino, quienes figuraban al mando del Skyvan PA-51 la noche del 14 de diciembre de 1977 en que arrojaron a Madres de Plaza de Mayo y a monjas francesas. Saint Georges murió en las instancias finales del juicio de la Megacausa ESMA mientras que el 29 de noviembre de 2017, Arrú y D'Agostino fueron condenados a cadena perpetua.
Lewin detalló esa investigación en el libro Skyvan, aviones, pilotos y archivos secretos (2017), donde da cuenta de la iniciativa del fotógrafo italiano Giancarlo Ceraudo, otro protagonista de estas travesías en busca de la verdad, autor del libro Destino final y de una muestra interactiva en el CCK, el año pasado, con imágenes documentales junto a textos de Verbitsky y el juez Baltasar Garzón, entre otros.
Estos hitos de resistencia, que comenzaron desde el momento de los secuestros durante la dictadura, acaban de lograr un nuevo eslabón al documentar el paso de la “valiente muchachada de la Armada” en su refugio al otro lado del hemisferio.
No tan solos
El texto nominado contiene una referencia a la fuga del secuestrado en la ESMA, grabado bajo el título “Nadie se escapa solo”, frase sucedánea del “nadie se salva solo” que guió las luchas contra el neoliberalismo y otras. En esa línea puede colegirse que nadie investiga solo, ni sabe todo, ni gana nada en soledad.
Al respecto, cuando Verbitsky ganó un premio académico acerca de su continua investigación de largo plazo, a lo largo de dos décadas, sobre la dictadura, dijo que su trabajo era el resultado de una “construcción colectiva”, concepto que ha repetido con las reediciones de sus libros, que incluyen El vuelo, la confesión de un oficial de la Armada que participó de asesinatos masivos, lo que devino en una condena en España para Adolfo Scilingo y una inquietud internacional que se verifica en la traducción del libro al inglés, italiano, francés y alemán, además del interés de un estudio de Hollywood.
Tampoco nadie se refugia solo. Pero ya se sabe cómo paga el capitalismo: te usa y te descarta. Hacia 1982, los marinos pasaron a incomodar en Sudáfrica. Astiz regresó a su país; estuvo al frente de una isla durante la guerra de Malvinas y, tras su famosa rendición sin disparar un tiro, quiso regresar a la tierra de los “negros” dominada por blancos, donde había pasado "los días más felices de mi vida", según descubrió el diario local Pretoria News en una de sus cartas.
Su pedido de visa fue rechazado: "Solicitudes que involucran implicancias potencialmente delicadas a nivel internacional y local no pueden procesarse a corto plazo".
Nadie aísla solo. La presión de otros países contribuyó a que los reflectores apuntaran bien, gracias a las sociedades civiles que sostienen formas de gobierno consecuentes con su historia, con la memoria de la ocupación nazi en Europa, o conscientes de que una vida equivale a la Humanidad, como fue el caso de Dagmar Hagelin y el incesante reclamo del gobierno sueco contra Astiz.
Para el final del trabajo de Lewin-Fernández Barrio, hay una historia muy concreta de otro marino, Jorge Vildoza, segundo del grupo de tareas de la ESMA y piloto de la muerte, a partir de un Hijo apropiado por él, que declaró haber estado viviendo –por decirlo de algún modo– en Sudáfrica.
La nota puede leerse aquí Los días más felices de los represores: de la ESMA a Sudáfrica - Revista Anfibia
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A la memoria de Melanie Safka, fallecida esta semana, “libertaria” de veras, de las que cantó en Woodstock y en todos lados contra los poderes establecidos e hizo frente a la censura cantando a voz en cuello cuando les cortaron la electricidad a quienes enfrentaban al autoritarismo. Porque somos muchos los que escuchamos música mientras escribimos, ya que el arte puede ser un bálsamo en tiempos de represión.
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