Una semana de turbulencia y volatilidad económica ininterrumpida acaba de concluir. La corrida cambiaria sin freno llevó a un aumento del dólar del 24% en ocho jornadas consecutivas, revolcando al mismo tiempo a Macri y a su gobierno en el barro de la realidad, exponiendo a los mil vientos sus mentiras y manipulación institucional, erosionando la capacidad del Presidente para conducir la economía del país y precipitando los tiempos de una crisis institucional de resultados impredecibles.
¿Crisis de confianza?
Para contener la corrida cambiaria iniciada el 24 de agosto pasado, el lunes 27 se difundieron rumores tendientes a asegurar al “mercado” la existencia de fondos disponibles —del Tesoro norteamericano, entre otros— para cubrir los vencimientos de deuda hasta fines del mandato presidencial. Al mismo tiempo se concretó una visita meteórica de Macri a Vaca Muerta acompañado por el dueño de Techint, Paolo Rocca, con el supuesto objetivo de inaugurar una planta de gas de dicha empresa. El viaje fue utilizado para recordarle al “mercado” que la Argentina tiene ahora recursos equivalentes a un "nuevo campo” capaz de producir al infinito exportaciones y divisas para pagar el endeudamiento. A pesar de ese esfuerzo mediático, las acciones de las mayores empresas argentinas profundizaron la caída en Wall Street con pérdidas acumuladas en lo que va del 2018 entre el 70 y el 80% de su valor en el caso de los bancos, y golpeando fuertemente también a las compañías energéticas. Se consolidaba así un proceso de derrumbe del capital impulsado en los últimos tiempos por los riesgos de juicios y posible pérdida de financiamiento de estas empresas como consecuencia del escándalo de la corrupción empresaria desatado por los cuadernos Gloria. Esta tremenda desvalorización del capital empresario local, sumada al masivo desprendimiento de bonos de la deuda argentina, puso en evidencia que lo que estaba en juego era algo más que una corrida cambiaria: la posible adquisición hostil del capital accionario de las principales empresas del país, entre ellas algunas del corazón de la patria contratista.
Seguramente este fue el ultimo envión que Macri necesitaba para salir públicamente a “calmar al mercado” anunciando el miércoles, y sin dar precisión alguna, un adelanto de los fondos del préstamo del FMI. La respuesta no se hizo esperar. Ese día el peso se devaluó un 7,3% y esa misma noche el FMI se encargo de aclarar que no había nada concreto y que cualquier adelanto de fondos tendría que ser rubricado a su debido tiempo por el directorio del FMI. El desaire y los rumores de cambios en el gabinete dieron impulso a la corrida cambiaria, aumentando el valor del dólar cerca de un 16%, llegando a 40$ al final del día jueves y obligando al Banco Central a subir las tasas de interés al 60% hasta fin de año y a aumentar nuevamente los encajes bancarios. Para el viernes, el dólar fluctuaba cercano a los 38$ y el desabastecimiento y la ruptura de la cadena de pagos se empezaban a sentir en el sector alimenticio.
Desde los inicios de la corrida cambiaria en el mes de abril, esta ha sido atribuida a una “crisis de confianza del mercado” en el equipo económico del gobierno. Ahora el destinatario de esa desconfianza parecería ser el propio Macri. Sin embargo, hablar de crisis de confianza no aclara el panorama. Implica meterse en el terreno subjetivo y resbaloso de las intenciones y motivaciones de un personaje inasible y vaporoso: “el mercado”, que actúa como si fuera de carne y hueso y “naturalmente” rige los destinos de la humanidad. En lugar de ello, preferimos buscar la explicación de lo ocurrido en la trama de intereses de poder económico que se oculta detrás de las políticas que se implementan. Las sociedades, sin embargo, no son entidades aisladas. Se encuentran desde hace mucho tiempo inmersas en relaciones de poder más amplias, que las incluyen y las sobredeterminan de distinta manera. De ahí que los últimos episodios de esta corrida adquieren su dimensión más profunda cuando se conectan con la coyuntura económico y financiera internacional.
La coyuntura económica internacional
En el marco de una creciente integración económica y financiera mundial, dominada por grandes bancos, fondos de inversión y corporaciones de Estados Unidos, la política financiera y comercial norteamericana se resignifica incorporando la dimensión geopolítica. Es decir, se transforma en un instrumento del capitalismo global monopólico para consolidar su dominio tecnológico y militar sobre el mundo y controlar las fuentes de energía y recursos no renovables en vías de extinción, sus mercados, las rutas e infraestructura de distribución, las reservas actuales y potenciales. Dos acontecimientos ocurridos esta semana contribuyen a arrojar algo de luz tanto sobre la estructura de poder mundial y el enorme tembladeral económico y financiero que ha engendrado, como sobre la “militarización” de la política económica y financiera de la administración Trump, con el objetivo de imponer control geopolítico sobre vastas regiones del mundo.
El 25 de agosto pasado se realizo en Jackson Hole la conferencia anual organizada por la Reserva Federal de Kansas para analizar los problemas económicos más importantes que enfrentan los Estados Unidos y el resto del mundo. Esta conferencia cuenta tradicionalmente con la asistencia de las autoridades de los Bancos Centrales y Ministros de Finanzas del mundo, académicos y miembros de fondos de inversión, bancos y entidades de las finanzas internacionales. En esta ocasión, el Gerente General del BIS (Bank of International Settlements, el Banco que monitorea y define la política monetaria internacional y las relaciones entre los Bancos Centrales del mundo) no encontró nada mejor que alertar sobre el peligro mundial que plantea el supuesto proteccionismo económico y financiero de la administración Trump.
Su exposición se centró en una critica radical al uso de la presión financiera y comercial como arma para obtener concesiones entre países, en la medida en que estas políticas pueden dar lugar a “una tormenta perfecta” derivando fácilmente en aumentos de precios, desempleo, disminución del crecimiento de la economía norteamericana y aumento de la inflación, forzando a la Reserva Federal a aumentar las tasas de interés, con el consiguiente impacto sobre el dólar, las exportaciones y las economías de los países emergentes. Estas políticas potencian tanto los peligros que amenazan a la economía real como los que tienden a desestabilizar a las finanzas internacionales. La existencia de trillones de deuda denominada en dólares al mismo tiempo que existe una falta de liquidez en dólares constituye el principal riesgo al hacer posible una interrupción del comercio internacional y el desencadenamiento de guerras de monedas. (bis.org, 25 8 2018 )
En este contexto convulsionado, los ministros exteriores de Alemania y Francia objetaron con dureza la política financiera y económica norteamericana, y convocaron a la constitución de un sistema global de pagos y transacciones financieras alternativo al SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication), sistema que rige actualmente las transacciones financieras del mundo. Estados Unidos controla el sistema SWITF y lo utiliza para aplicar sus leyes extraterritorialmente e imponer sanciones a otros países, (i.e: Irán, Rusia, la comunidad europea entre otros) que resisten imposiciones de la política norteamericana o que se relacionan económicamente con países que han sido sancionados por los Estados Unidos. Asimismo, Alemania y Francia convocaron a fortalecer la independencia financiera europea creando un Fondo Monetario Europeo independiente del control norteamericano (Ft 21 8 2018; zerohedge 27 8 2018).
Esto nos devuelve a lo ocurrido esta semana y al rol jugado por el acuerdo con el FMI en el desarrollo de la actual corrida bancaria.
Qué tipo de ajuste
El acuerdo firmado por el gobierno de Macri con el FMI constituye un intento de imponer una relación de fuerza favorable a la expansión del capital monopólico global en nuestro continente, y mas específicamente en nuestro país. Así, la política de ajuste del FMI tiene una lógica perversa: es una política que desencadena una sucesión de hechos que adquieren coherencia a la luz de las relaciones de fuerza que imperan en la estructura de poder que domina a nivel internacional. Esta lógica es perversa porque impulsa la concentración creciente del poder económico y político de los más poderosos en desmedro del interés general de la sociedad, provocando transferencias masivas de ingresos desde los países periféricos al centro dominante y desencadenando en el proceso una creciente inestabilidad política e institucional.
El FMI pretende reducir el déficit fiscal de nuestro país a partir de un brutal recorte del gasto público. Esto implica, en esencia, una enorme apropiación y transferencia de los ingresos de los asalariados y de los más pobres entre los pobres hacia el capital financiero internacional a través del endeudamiento externo y el pago de los intereses de esa deuda. Este recorte del gasto publico se complementa con la imposición de altas tasas de interés (las mas altas del mundo) conjuntamente con flotación libre del tipo de cambio. El objetivo de estas dos políticas es crear un estado de recesión y devaluación permanentes a lo largo de los tres años que dura el acuerdo. El resultado de esta recesión acompañada de devaluación permanente no puede ser otro que un mayor peso de los intereses de la deuda externa en el gasto fiscal y el creciente endeudamiento en dólares para enfrentarlo.
Esto ocurre porque la licuación de los gastos en pesos producida por la devaluación permanente se acompaña de una correlativa licuación de los ingresos en pesos, situación que se agrava por el impacto negativo de la recesión sobre los ingresos fiscales recaudados. Así, el ajuste contínuo no soluciona el déficit fiscal: sustituye el peso del gasto social expresado en moneda nacional por el peso creciente de los intereses de la deuda expresados en dólares. Esto condena al país a un creciente endeudamiento (por contracción de nueva deuda y capitalización de los intereses) acompañado de un empobrecimiento de la población y el saqueo de la riqueza acumulada en el país. Este saqueo se complementará –como ha ocurrido en otros países— con la apropiación de los recursos naturales con el objetivo de saldar una deuda externa imposible de pagar.
Sin embargo, el ajuste, la recesión y el endeudamiento sin fin solo son posibles si existen condicionamientos explícitos que tienen por objetivo impedir que el Estado nacional utilice las herramientas de política monetaria y económica que tiene a su disposición para capear la crisis y estimular el crecimiento económico. Estas herramientas van desde la implementación de regulaciones en los mercados hasta el uso de las Reservas Internacionales, pasando por la utilización de subsidios y otras formas de intervención en la economía. De este modo, los condicionamientos impuestos por el acuerdo con el FMI aumentan la vulnerabilidad de la economía argentina a los ataques especulativos contra nuestra moneda, el principal instrumento de soberanía nacional. Esto es lo que ocurre actualmente con la corrida cambiaria y el uso increíblemente irracional durante este periodo de las reservas del Banco Central para contenerla.
Según el acuerdo stand-by, solo en circunstancias especiales y con autorización del FMI puede el gobierno puede usar las reservas conjuntamente con una parte mínima del préstamo del FMI, en licitaciones diarias en el mercado de cambios destinadas a contener el alza del dólar. Esta práctica devino en un aliciente para que la corrida cambiaria se transformase en un fenómeno imparable. A esto también contribuyó probablemente el accionar de un Banco Central cuyo presidente ha sido un conspícuo ”mesadinerista” de grandes bancos extranjeros y su vicepresidente un representante de uno de los fondos buitres más poderosos. Este accionar del Banco Central, cada vez mas caracterizado como “mala praxis cambiaria” en los círculos financieros, parece haberse guiado por la lógica de la especulación financiera. Si bien el registro de operaciones financieras diarias del Banco Central no es accesible al público, la forma y ritmo de la intervención en la venta de divisas desde que asumió Caputo la presidencia de esta institución, generan sospechas respecto a los resultados obtenidos. Esta secuencia ha sido sistemática y parece haber definido quién ganó y quién perdió diariamente en un universo de “clientes” constituido en el mes de agosto en un 80% por operaciones de mas de dos millones de dólares diarios (Clarín, 20 8 2018). No es de extrañar entonces, que estas operaciones con divisas del Banco Central se hayan dado paralelamente a una fuga de capitales de intensidad y volumen parecidos a las perdidas de reservas del Banco Central.
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