Los trabajadores vencimos al gobierno
El sentido profundo de la elección de autoridades de la CTA de los Trabajadores
La elección de la CTA se convirtió en un potente acto de legitimación de nuestra Central. Es un hecho que, mirando los desafíos que vamos a enfrentar en este turbulento tiempo de despidos, de hambre y de ataques al Movimiento Obrero, se constituye en una bocanada de oxígeno imprescindible para hinchar nuestros pulmones y fortalecernos frente a lo que viene. Decenas de miles de trabajadores y trabajadoras pertenecientes a organizaciones sindicales, a movimientos barriales, a cooperativas de trabajo, a empresas recuperadas, cuentapropistas, desocupados y jubilados, hicieron de este acto electoral un episodio de participación y compromiso con la construcción de esta herramienta de lucha que mostró a las claras la voluntad férrea de los trabajadores y trabajadoras argentinos de defender la CTA como un instrumento imprescindible para las luchas de este tiempo. Se convirtió además en un hecho político a escala nacional, puesto que el padrón de la CTA se despliega prácticamente en todo el territorio del país. Es un hecho incontrastable el alto grado de participación cuya dimensión verdadera la da el hecho que más del 40 por ciento de quienes estaban en condiciones de votar efectivamente concurrieron a las urnas. Organizar y llevar a la práctica una elección por voto directo en todas las provincias, en los territorios más alejados, ahí donde existe representación, entraña un enorme esfuerzo para las organizaciones sindicales y mucho más para las organizaciones sociales que deben afrontarlo en base al compromiso de su militancia. Sin embargo ese esfuerzo se asumió con un grado de mística y con una alegría que le dio a la jornada del jueves 6 un color intenso y una temperatura alta. La elección de la CTA constituyo un acto de participación, un ejercicio puro y directo de la democracia sindical pero también una expresión de lucha.
Esto lo decimos porque en los actos previos, que fueron multitudinarios y tuvieron escenarios diversos —en algunos casos la sede de los sindicatos, en otros los clubes de barrio, en otras ocasiones los lugares de trabajo, en ocasiones las mismas calles donde se desarrollaba el conflicto—, lo que quedó claro fue que esta elección no era una elección más, que no estábamos disputando contra la lista 6 ni contra los representantes de los sectores de la oposición de algunos de nuestros sindicatos. Nada de eso: lo que primó en todos esos actos fue la conciencia clara y absoluta de que esta elección también era una forma de enfrentar y de luchar contra la política de la clase dominante expresada en el gobierno que preside el ingeniero Mauricio Macri.
Cada uno de esos actos dejó claro que enfrentábamos a este gobierno de ricos para los ricos también desde la elección de la CTA. Eso hizo que los compañeros y las compañeras asumieran la militancia para garantizar la elección con los puños apretados, con el corazón caliente y también con la templanza de saber que en un país donde el ajuste se convierte en política de Estado, donde la derecha empieza a cumplir su sueño erótico de hacer desaparecer el Ministerio de Trabajo, el Ministerio de Salud y después seguramente arremeter contra la justicia laboral y las leyes laborales en un país donde la disputa entre los intereses de los trabajadores y la clase dominante llega al punto de tensión en el que estamos actualmente, reivindicar la autonomía de clase con un acto de democracia directa, convertir a una Central en una herramienta del conjunto, se convierte en un acto de lucha y también en un grito de combate contra los que quieren hacer desaparecer el movimiento sindical, destruir nuestra conciencia de clase y denigrar a los trabajadores para que agachemos la cabeza y perdamos la autoestima.
Ese grito se repitió una y otra vez en los barrios, en las barriadas pobres, en las fábricas en los locales de los sindicatos y en todo lugar donde en el marco de la campaña recorríamos la geografía del país. La consigna: Unidad de los Trabajadores, y al que no le guste, se jode, se repitió incansablemente. Es una consigna que nos enaltece y que marca claramente aquello que ha hecho de la CTA un instrumento volcado a la construcción de la articulación de las luchas de los distintos sectores del movimiento sindical y de los movimientos sociales. Originalmente, durante la primera etapa de nuestra Central, cuando necesitábamos desde la trinchera que habíamos cavado frente a los que hablaban de la unidad monolítica de la CGT en los '90, esa consigna era: CTA de los Trabajadores, y al que no le guste, se jode. Hoy el canto es: Unidad de los Trabajadores, y al que no le guste, se jode, y esto sin lugar a dudas habla del crecimiento, de la madurez y de la lectura correcta del tiempo político que estamos viviendo como clase trabajadora por parte de nuestra Central.
Está claro que una votación de la que salimos con el respaldo de casi el 90 por ciento de los afiliados y con una participación que ha sido inusual, aun más si se tienen en cuenta las dificultades del presente que estamos viviendo, representa un generoso reconocimiento del papel que ha desempeñado la CTA, fundamentalmente a lo largo de tiempos muy distintos que recorrimos con una línea de absoluta coherencia con la defensa de los intereses de los trabajadores, las trabajadoras, los jubilados, las jubiladas, los docentes y todos los que componen esta clase trabajadora en la que los que no tienen sindicato y no tienen convenio hoy son más que los que lo tienen. Ese reconocimiento también implica el apoyo a aquellos dirigentes sindicales que han estado al frente de las luchas y que hoy forman parte para orgullo de todos nosotros de esta conducción de la CTA.
El Tano Catalano, el compañero que recorre las calles ya no de Buenos Aires sino de todo el país poniendo la lucha de los trabajadores estatales como emblema de este tiempo difícil que vivimos; Edgardo Llano, el representante del principal sindicato de la actividad aeronáutica; los compañeros de los gremios de educación Sonia Alesso, Yamile Socolovsky, Roberto Baradel, Eduardo López; los compañeros del SUBTE que acaban de salir airosos de un conflicto en el que tuvieron que enfrentar todas las trampas y las zancadillas y la represión para tratar de hacerlos desaparecer con Beto Pianelli, con Segovia; los compañeros de los movimientos sociales y emblemáticamente una que vamos a nombrar porque habla de la autonomía de nuestra clase, porque habla de nuestra rebeldía: la compañera Milagro Sala, presa política pero liberada como integrante en nuestra Central en el cargo de Secretaria de Pueblos Originarios.
En un momento en que las luchas del Ni UnaMenos, la presencia de las mujeres sindicalistas oxigenando la vida de nuestras organizaciones, la marea verde de los pañuelos que pusieron en jaque a la derecha, al oscurantismo, a los que quieren atrasar el reloj de la historia, adquieren relevancia las presencias de Estela Díaz, nuestra Secretaria de Genero; de Lola Berthet, nuestra Secretaria de Cultura; y de cientos de mujeres que en todas las listas provinciales y locales aparecen ganando el espacio de un nuevo protagonismo. Todo eso se expresó en la fortaleza que exhibió a lo largo de todo el país este hecho político que viene a contramano de las defecciones, de los traspiés y de los golpes que van recibiendo nuestro movimiento sindical y nuestra clase trabajadora.
Está claro que lo que viene son momentos en los que se nos va a poner a prueba y se van a tensar nuestra fuerza, nuestras convicciones, nuestra coherencia y nuestra decisión de luchar para ponerle límite a esta brutal avanzada de una clase dominante que, con el apoyo de los sectores más reaccionarios de los Estados Unidos, pretende convertirnos en el patio trasero y desterrar para siempre de esta región lo que ellos denominan los gobiernos populistas.
Pero está claro también que después de esta elección estamos parados en un terreno más firme, estamos más fuertes, tenemos la legitimidad, no solamente otorgada por quienes nos votaron sino por quienes desde distintos sectores —aún desde los que nos confrontan, aún desde los que nos ocultan, aún desde los que nos ningunean— saben que solamente desde una central que ha tenido la vocación de lucha y la decisión y la voluntad de construir unidad y más unidad del campo popular en cada convocatoria y cada lucha, es posible afrontar una elección con la decisión con que lo hicimos nosotros de convertir esto en un acto colectivo de conciencia y de construcción de una herramienta imprescindible para este presente de la clase trabajadora argentina.
Esto no nos obnubila ni quita de nuestro horizonte la necesidad de avanzar hacia un mayor grado de unidad, hacia una mayor articulación. Por el contrario, este aval recibido en la elección nos encamina con mayor convicción a la búsqueda de la unidad para intentar ser parte de la construcción de un reagrupamiento del movimiento sindical que en la Argentina permita tener una central obrera enriquecida, con el aporte de los movimientos sociales, con un programa de la clase trabajadora para salir de esta crisis y para transformar la pobreza, la desigualdad y el desamparo de las políticas de la clase dominante que hoy habita en la Casa Rosada en un proyecto con inclusión con derechos sociales, con salario digno, con producción nacional, con autonomía, con soberanía nacional y con vocación de construcción y con vocación de reconstitución de la unidad de América Latina.
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