QUIEN PAGA LOS PLATOS ROTOS

Los países más empobrecidos y las consecuencias económicas del coronavirus

 

Desde fines de diciembre hasta ahora el coronavirus ha golpeado fundamentalmente el Hemisferio Norte, arrancando en China, devastando parte de Europa y ampliándose mortíferamente en los últimos días en el este norteamericano. Sin embargo, las consecuencias futuras más nefastas las pagará el Hemisferio Sur.

Los costos principales serán asumidos por los sectores más desfavorecidos de los países más empobrecidos, en lenguaje de la ONU, las “naciones en desarrollo”. Ese “sur” global al que se refiere la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), cuando la última semana de marzo llamó a apoyarles con un paquete de 2,5 billones de dólares estadounidenses.

Dos tercios de la población mundial viven en países “no industrializados” —según la terminología onusiana—, y afrontarán un daño económico sin precedentes debido a la pandemia del Covid-19, mayor incluso que el ocasionado por la crisis financiera global del 2008, subrayó el organismo internacional en un documento público.

2.000 millones de trabajadores (de los cuales más de la mitad en el desempleo), según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), pertenecen al sector informal. Que será el más golpeado por esta crisis. Los que sentirán el mayor impacto serán las mujeres y los migrantes.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo estima que las pérdidas en ingresos en los países en desarrollo superarán los 220.000 millones de dólares. Considerando que el 55 % de la población mundial no tiene acceso a una protección social, esas pérdidas tendrán repercusiones directas en la educación, en los derechos humanos esenciales e incluso en la seguridad alimentaria y nutricional.

Si ya antes de la pandemia los organismos internacionales calculaban que 100 millones de personas caen anualmente en la pobreza, debido fundamentalmente a gastos de salud desmesurados, el futuro será todavía más desesperante.

En una realidad planetaria de por sí dramática, donde solo el 20% de la población vive en las naciones denominadas ricas pero son estas, sin embargo, las que controlan el 80% de la inversión mundial en salud, según el informe publicado por la Organización Mundial de la Salud en febrero del 2019 – retomando datos del 2016.

 

 

 

Audacia para confrontar la crisis

Para hacer frente a este tsunami socio-económico-sanitario mundial, la UNCTAD propone cuatro puntos, que de ser asumidos por la comunidad internacional podrían significar el inicio de un cambio de paradigma en las relaciones internacionales.

Un billón de dólares destinados a asegurar la liquidez de los países en desarrollo, a través de la reasignación de los Derechos Especiales de Giro existentes en el Fondo Monetario Internacional (FMI).  Consistiría en una partida mayor a la que se implementó en el 2009 para responder a la crisis financiera mundial.

 

 

 

 

Otro billón sería destinado a parar inmediatamente los pagos de las deudas nacionales actuales de los países más afectados, permitiendo condonar una “porción significativa de esos compromisos”. Argumenta el organismo internacional que se podría establecer como parámetro la condonación de la deuda alemana luego de la Segunda Guerra Mundial, que entonces significó la mitad del monto total.

Los 500.000 millones de dólares restantes permitirían diseñar una especie de Plan Marshall para la recuperación sanitaria, destinados a servicios de salud de emergencia y programas de asistencia relacionados con la contingencia.

Y como cuarta propuesta, la UNCTAD sugiere establecer políticas de control de salidas de capital, reducir la falta de liquidez – dado el cierre de empresas en los mercados en desarrollo— y frenar la caída de los precios, de las divisas y activos.

¿Paquete astronómico y desmesurado? Para nada, enfatiza el organismo internacional, que considera que ese monto proyectado es el equivalente a lo que los países ricos hubieran debido invertir para la cooperación al desarrollo, si en los últimos 10 años hubieran destinado a ese renglón el 0.7% de su Producto Interno Bruto. Coherente con lo establecido por los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

 

 

 

Fin de sanciones

En un contexto de pandemia mundial, “las medidas que obstaculizan la atención médica en cualquier país incrementan el riesgo que todos afrontamos”, enfatizó el 24 de marzo Michelle Bachelet, Alta Comisionada de los Derechos Humanos.

Las sanciones sectoriales de amplio espectro que sufren países que enfrentan la pandemia del coronavirus, como Cuba y Venezuela, deben ser reevaluadas de manera urgente, argumentó. De igual manera que aquellas contra Irán, Corea del Norte o Siria.

Según Bachelet, dichas sanciones podrían tener una repercusión negativa sobre el sector de la salud y los derechos humanos. “Es fundamental que se evite el colapso de los sistemas sanitarios nacionales, teniendo en cuenta la explosiva repercusión que eso podría tener en término de muerte, sufrimiento y ampliación el contagio”.

Concepto anti-sanciones ratificado en los últimos días en declaraciones a swissinfo.ch por Alfred Maurice de Zayas, escritor, jurista y experto independiente de las Naciones Unidas, analizando la necesidad de la promoción de un orden internacional democrático y equitativo.

“Las sanciones y los bloqueos financieros ya han matado a miles de seres humanos, mucho antes de la aparición del Covid-19, debilitando los servicios de salud en Irán, Venezuela, Corea del Norte, Siria, Cuba, etc., cuyos hospitales e infraestructuras carecen de medicinas y equipos adecuados para asegurar el control de enfermedades y pandemias”, explicó el experto independiente.

Con respecto a Cuba, la Asamblea General de Naciones Unidas “ha adoptado 27 resoluciones condenando el embargo. La resolución de noviembre 2016 fue casi unánime: 191 votos a favor y solamente 2 abstenciones (Estados Unidos e Israel), de manera que es una expresión del opinio juris universal”. Sin embargo, los Estados Unidos no solamente no han levantado las sanciones, sino que las han intensificado con consecuencias criminales, concluye de Zayas.

En pocas semanas, al ritmo de la pandemia, aspectos esenciales de las democracias nacionales; de las fronteras y la libre circulación de personas; de las sanciones y bloqueos; así como del mismo andamiaje internacional, sufren el impacto del cimbronazo planetario. Y ante la emergencia se refuerza una preocupación y el peor de los escenarios: que las naciones más fragilizadas y amenazadas paguen, injustamente, el precio más caro de esta nueva crisis global.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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