Los muertos vivos
Condenados por delitos de lesa humanidad buscan cobijo en el nuevo gobierno
Los represores presos en la Unidad 34 de Campo de Mayo llevan a Internet sus planteos reivindicatorios.
El título en mayúsculas de su perfil guarda relación con una carta dirigida al titular del Poder Ejecutivo Nacional: “En su discurso en el Honorable Congreso de la Nación, usted dijo que nos encaminamos a ser el país con mayor Libertad del mundo. Los Ciudadanos que defendieron esa Libertad siguen presos secuestrados por la Justicia y próximos a morir”.
Resulta llamativa la evolución que los lleva a reconocer como “Honorable” al Congreso que cerraron en 1976, o que se consideren a sí mismos ya no militares sino “Ciudadanos”, aun con mayúsculas.
Fijaron al tope de su muro, como lo más importante, la carta que titularon “Generales reunidos en Campo de Mayo. ¡¡¡Bravo!!!”. Allí, sin dar precisiones, dicen que oficiales superiores llevaron la cárcel VIP de la mayor unidad del Ejército su solidaridad y disponibilidad. Como no dan nombres, habrá que ver si son tantos y reales o si se trata de una operación de imagen. Les haría mucha falta, salvo para los jóvenes que no han oído hablar del Indio Castillo, ni del cura Christian von Wernich, ni del partícipe de los vuelos de la muerte Chispa Sánchez o de Juan Amelong, destacado por Victoria Villarruel.
Quién es quién
En los dos años previos al golpe de Estado, Carlos Ernesto Indio Castillo operaba a la cabeza de una célula ultraderechista de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), que sumó más de 60 crímenes en La Plata y el sur del Conurbano, y actuó también en Mar del Plata y Bahía Blanca. Aunque los contemporáneos pudieron haber vivido esa etapa como de confrontación entre la derecha y la izquierda peronista, bandas como la CNU mantenían fuertes vínculos con militares, a quienes les resultaba funcional el clima de violencia para justificar el golpe de Estado, después del cual sumaron a varios de sus miembros a los grupos de tareas.
En abril de 1976 “el coronel Presti le hizo una curiosa advertencia al Indio: ‘Castillo, haga desaparecer a este Castillo de una vez. Al Castillo que se vaya a su casa, lo vamos a dejar tranquilo’”, relataron Alberto Elizalde Leal y Daniel Cecchini en su libro sobre la CNU. El terrorismo de Estado antes del golpe. “El jefe de la CNU desoyó la advertencia. Gran parte de la banda pagó las consecuencias, el 29 de abril. Esa noche –en una cama tendida por la Policía y el Ejército– muchos de sus miembros fueron detenidos cuando intentaban secuestrar a su último blanco”.
En este siglo, Castillo fue identificado por el gerente comercial del Banco Fabril donde aquel tenía cuenta, al igual que Gigli, otro asistente a las torturas, de acuerdo al relato de Luis Farina en las audiencias filmadas por La Retaguardia y difundidas por Pulso Noticias:
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Christian von Wernich era el confesor del coronel Ramón Camps, a cargo de la Policía Bonaerense. Actuaba con una ligereza impropia de su presunta vocación, se daba gustos mundanos, como vestir bien y manejar a alta velocidad. Cuando empezó a ser mencionado como asistente a tres centros clandestinos de detención en el Conurbano, escapó a Chile, donde ofició con un nombre falso hasta su detención en 2003. Cuatro años después fue hallado culpable de haber participado en siete homicidios, 34 secuestros y 41 privaciones de la libertad, además de 31 casos de torturas físicas y psicológicas. Su condena a reclusión perpetua e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos fue por haber cometido delitos de lesa humanidad en el marco del genocidio, estableció el Tribunal Federal de La Plata.
Gonzalo Chispa Sánchez fue parte de la célula de la ESMA que en 1977 secuestró al escritor Rodolfo Walsh. Algunos recuerdan que el joven presumía sus métodos de incineración o los vuelos de la muerte. Se refugió como ingeniero naval en Río de Janeiro, hasta su arresto en 2013, con prisión domiciliaria; pero cuando se aprobó la extradición, se fugó. Cayó otra vez hacia 2020 y desde entonces está preso.
El teniente coronel Juan Daniel Amelong es hijo del ex gerente de Acindar Raúl Amelong, acribillado por Montoneros en 1975. En 1978 formó parte de la Operación México, adonde fue enviado para matar al líder montonero Mario Firmenich (historia que fue llevada al cine y puede verse en Cine.ar). Acumula cinco condenas: tres a prisión perpetua, una a diez años y otra por la sustracción de los mellizos hijos de Raquel Negro. Como oficial de Inteligencia del Cuerpo II de Ejército, prestó una quinta familiar para alojar a detenidos-desaparecidos, según recordó Horacio Verbitsky aquí.
Cuando el periodista declaró en 2013 ante el Tribunal Oral Federal 1 de Rosario, Amelong estuvo entre los dos represores que asistieron a la audiencia, en la que lo oyó hablar de la complicidad empresarial y eclesiástica con la dictadura. Amelong dijo que, si hubiera sabido el contenido de tal declaración, lo hubiera ofrecido él como testigo. Cuando iba por su sexta causa en instrucción, fue mencionado por la titular del Senado, Victoria Villarruel, quien pidió su libertad.
Esos son quienes se quejan de ser víctimas de un injusto trato por parte del sistema democrático que contribuyeron a menoscabar. En uso de su derecho humano a las nuevas tecnologías, convocan a integrantes de las fuerzas armadas y de seguridad para un acto en la base donde están presos. En esa línea, esta semana postearon una esquela para la periodista Luciana Bertoia:
La comunidad lo interpretó como una amenaza, que motivó la rápida solidaridad de diputadas, periodistas y organismos de derechos humanos. Desde la Radio Provincia de Buenos Aires, su director Marcelo Figueras posteó:
Para que se entienda mejor: los autodenominados "Muertos Vivos" que se dirigen a @LucianaBertoia son los convictos de la Unidad 34 de Campo de Mayo, conocida como "la cárcel VIP". O sea, genocidas condenados. Criminales de lesa humanidad que nunca expresaron arrepentimiento. https://t.co/JMZI9H9QUf
— Marcelo Figueras (@MarceloFigueras) September 30, 2024
El Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) repudió el amedrentamiento y la provocación de los condenados por delitos de lesa humanidad:
Repudiamos el amedrentamiento y la provocación a @LucianaBertoia, compañera de @delegadesp12, por parte de represores condenados por delitos de lesa humanidad. Toda nuestra solidaridad, preocupación y estado de alerta para que pueda seguir realizando su trabajo sin amenazas. https://t.co/NhdZZZ31nj
— SiPreBA - Sindicato de Prensa de Buenos Aires (@sipreba) September 30, 2024
La organización internacional Women Press Freedom condenó “el hostigamiento y las amenazas por el grupo criminal Los Muertos Vivos. Sus miembros encarcelados recurrieron a las redes para amenazar a Bertoia. Pedimos que se mejoren las salvaguardias para los periodistas e instamos a que se rindan cuentas de quiénes están detrás de la intimidación”.
Luciana leyó sarcasmo y cinismo en la invitación, aunque reconoció que las entrevistas a represores pueden ser útiles, como demostrara Verbitsky:
"Si ellos quieren dar información sobre las víctimas, nosotros queremos escuchar", dice Luciana Bertoia (@LucianaBertoia) en @NoDejes899. "Lo que yo no quiero es dar un debate con ellos, no me parece que tenga interés periodístico"
Escuchá la entrevista en nuestro canal de YT pic.twitter.com/u4Eq738Xb6
— Radio Con Vos 89.9 (@radioconvos899) October 1, 2024
Entrevista con el diablo
Aunque no sea éste el caso, muchos asesinos necesitan hablar porque enloquecen o son perseguidos por la culpa, que les impide dormir o vivir con felicidad. A veces tardan tres décadas en estallar. Conozco en Berazategui el caso de un ex chofer de una procuradora que se emborracha con frecuencia y obliga a su familia a pasar jornadas infernales. Un ex miembro de la patota del Pozo de Quilmes regresa cada tanto desde la Patagonia a su antiguo destino para proferir los recuerdos de los que no habla cuando esta sobrio. Pasa en todo el mundo, de distintas maneras, como prueba el film El acto de matar:
En los juicios, además de Amelong, también hubo cuadros bajos que aportaron información relevante sobre el funcionamiento del aparato represivo, como se cuenta en el artículo Cuando los represores hablan.
En el periodismo, hubo entrevistas con suerte dispar: Para conocer el destino del cadáver de Evita, Rodolfo Walsh lo intentó con el teniente coronel Carlos Moori Koening (Esa mujer, 1965). Horacio Verbitsky lo logró con el capitán Adolfo Scilingo para su libro El vuelo (1995). Martín Sivak logró impacto con las declaraciones de Mohamed Alí Seineldín sobre lo impropio del sexo anal y otras sandeces (2002). Walter Goobar recabó del ex funcionario Juan Alemann la admisión de que hubo algunos robos de bebés aunque se escudó: “Hay que tener estómago para hacerse cargo del hijo de un guerrillero” (2005).
La adolescente Vanessa Cerone, de Quilmes, sorprendió con una tarea escolar que incluyó largas charlas ante Jorge Videla, a quien le preguntó qué leía. “Borges”, respondió. Cuando las conversaciones pasaron del domicilio a la guarnición de detención, reparó en datos más interesantes, como las visitas de Manuel Solanet y otros economistas agradecidos.
Mientras escribía El silencio (2005), Verbitsky entrevistó al prefecto Héctor Febres, quien tres años después, en su lugar de detención, terminaría envenenado en el día de los derechos humanos de 2007, la jornada de asunción de CFK. Según la jueza Sandra Arroyo Salgado, fue asesinado para que no implicara a oficiales de la Armada en el robo de bebés en la ESMA.
En varias notas de El Cohete se ha dado cuenta de las operaciones para financiar las defensas de los represores y sus pactos de silencio, que acordaron mantener hasta que no quede ninguna anciana de pañuelo blanco. Eso explica la lógica respuesta de Bertoia: “Acepto con gusto la invitación si pueden aportar información sobre qué hicieron con los desaparecidos y con los bebés apropiados”.
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