Los muertos del cementerio, de fiesta
El desplazamiento de Franco reactiva tensiones en España
Justo una semana antes de la noche de los muertos, el jueves 24 de octubre, el cuerpo de Francisco Franco era exhumado de su mausoleo. El Valle de los Caídos fue proyectado en su memoria, construido a la gloria del dictador con trabajo esclavo de presos políticos. Ellos, los compañeros de los que murieron en su construcción, algunos enterrados allí por decisión del antiguo régimen, llamaron Cuelgamuros a aquel monumento. El lugar sobrevivió con dinero público, consecuencia del acuerdo de 1979 con la Santa Sede todavía vigente.
Ha sido en octubre, mes de las movilizaciones antineoliberales en América Latina. Al que recordaremos como un octubre contra el olvido, dada la memoria presente en el masivo despertar del pueblo chileno, en la práctica de la huelga y la movilización que iniciaron “hasta que valga la pena vivir” contra el modelo neoliberal, impuesto a sangre y fuego por otro ‘caudillo’ militar, Augusto Pinochet, acompañado de las oligarquías y de las cruces eclesiásticas. Quito estuvo antes. Y luego las elecciones en Argentina que parecen haber puesto un punto final al gobierno de las élites.
Del otro lado del charco, en Cataluña, también fue un mes de movilizaciones, huelgas y enfrentamientos con la policía, detenidos, heridos, maltratados y tuertos por el uso de pelotas de goma en las cargas policiales. Fue la reacción popular de sectores independentistas ante la sentencia del juicio al llamado Procés, que concluyó con una vergonzosa condena por sedición a dos presos políticos, los Jordis, y a siete de otros diez presos de conciencia, cargos promovidos por el anterior gobierno catalán, que —no debemos olvidar— eran acusados, por parte de la fiscalía y abogacía del Estado central, también de rebelión.
La acusación fue sostenida durante dos años por las tres derechas tras apropiarse de los sentidos de la Constitución. La Constitución consagró un modelo de Estado autonómico con fuerte descentralización. Existe un bloque, que se llama así mismo bloque constitucionalista, que insiste en hablar del proceso independentista como golpe a la democracia y contra el Estado.
Pero ese proceso independentista está centrado en el referéndum del 1 de octubre de 2017, un referéndum ilegalizado. No ha parado de oírse desde entonces, con aval de los grandes medios de comunicación, una suerte de banalización del mal discursiva sobre el uso del término golpe de Estado.
Esos intentos consagran la idea de una vieja España. A comienzos de año, fue el 82 aniversario de La Desbandá — el desplazamiento masivo de población de Málaga ante la entrada del Ejército franquista, con éxodo de miles de personas que en la carretera fueron masacradas; con asesinados que se calculan en entre 3.000 y 5.000 y cálculos de 8.000 fusilados. Durante ese aniversario, y a un mes de los 80 años del inicio de la dictadura franquista, la plaza Colón de Madrid reunió al tridente de la derecha “españolista” con una movilización de números pinchados de acuerdo a sus expectativas. La concentración reprodujo la matriz de apropiación de España, que el pasado imperialista y colonial del reino castellano y la Corona enraizaron en el franquismo heredero directo de un pacto de sangre: primero del ejército colonial en Marruecos y, después, de la Guerra Civil. Una idea de España que impregnó estructuras históricas del país a través del ejercicio de la victoria como una práctica celebrada y festejada durante 40 años.
Son claras las palabras que pronunció Franco al ser consultado en 1936 por el periodista Jay Allen. La conocida entrevista se realizó después del fracaso parcial del golpe de Estado militar que dio lugar a la guerra civil.
—¿Ninguna tregua, ningún acuerdo es posible?
—No, no, decididamente, no —dijo Franco—. Nosotros luchamos por España. Ellos luchan contra España. Seguiremos cueste lo que cueste.
Ellos eran los que apoyaban la Constitución republicana de 1931 y el gobierno del Frente Popular victorioso en las elecciones del 36.
—Tendrán que fusilar a media España —le dijo entonces el periodista.
Franco contestó sonriendo y mirando fijamente.
—He dicho cueste lo que cueste.
Pues bien, el Tribunal Supremo que juzgó a quienes participaron del proceso independentista condenó por sedición a quienes participaron, pero desestimó la rebelión. Y dio a conocer esa noticia, la "verdad jurídica", diez días antes de la exhumación del cuerpo de Franco. La fecha no era casual. Y tampoco la mención sobre la intervención de este Tribunal. El traslado de Franco se hizo porque existió un permiso de una sala de ese Tribunal, después de la aprobación por mayoría en el Congreso y tras la decisión de la familia de Franco de paralizarlo.
Sin embargo, el contexto no acompañó ese proceso producto de la aplicación de la ley de Memoria Histórica, aprobada por el PSOE de Zapatero en 2007. Las derechas mediáticas estuvieron trabajando tanto sobre el sentido común en contra de lo que llaman disturbios en Cataluña y contra el autogobierno y abogan por la aplicación de la ley de seguridad nacional. Una exageración permanente que acompañó las imágenes de las últimas protestas y enfrentamiento.
Los responsables no ordenaron sacar ni camiones hidrantes. Las órdenes de dispersar se daban ante corte de ruta que los Comités de Defensa de la República mantuvieron como medida de fuerza. Como guinda, la Vicepresidenta en funciones hablaba de reconciliación nacional transicional mientras presentaba como víctima al fascista Primo de Rivera, asesinado durante la guerra y enterrado en Cuelgamuros. Una víctima, dijo, cuando la consultaron sobre los 33.000 enterrados en el lugar, de los cuales se calcula que unos 5.000 eran republicanos, y cuyos cuerpos fueron trasladados sin avisar a las familias.
“Mil años tardó en morirse, pero por fin la palmó”, cantaba Sabina con letra de Krahe en la transición. Otros 44 años han pasado para la realización de una medida reparatoria tan fundamental como no tener un monumento nacional-católico y fascista en honor al dictador. Pero una vez más, el logro de las organizaciones memorialísticas ha sido doloroso porque estuvo mal contextualizado y ejecutado. Como ocurrió durante el primer funeral del 24 de noviembre de 1975, cuando Franco murió en la cama, este 24 de octubre volvimos a cantar que “los muertos del cementerio están de fiesta mayor”. Y es que:
"Nunca enterrador alguno conoció tan alto honor,
dar sepultura a quien era sepulturero mayor.
Ese día, en el infierno hubo gran agitación,
muertos de asco y fusilados, bailaban de sol a sol,
siete días con siete noches duró la celebración (…)
combatientes de Brunete, braceros de Castellón,
los del exilio de fuera y los del exilio interior,
celebraban la victoria que la historia les robó,
más que alegría la suya era desesperación”.
(Adivina, adivinanza.)
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