LOS FANTASMAS DEL PAPA FRANCISCO
Con esta edición, el eBook de "Los fantasmas del Papa Francisco"
Mañana se cumplirán diez años de la elección de Jorge Mario Bergoglio como Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Recuerdo tanto el momento en que un anciano cardenal chileno pronunció su nombre en latín, como el mail de Graciela Yorio que recibí ese mismo día. “No lo puedo creer. Estoy tan angustiada y con tanta bronca que no sé qué hacer. Logró lo que quería. Estoy viendo a Orlando en el comedor de casa, ya hace unos años, diciendo ‘él quiere ser Papa’. Es la persona indicada para tapar la podredumbre. Es el experto en tapar. Mi teléfono no para de sonar, Fito me habló llorando”. Se refería a sus dos hermanos, parte de una familia destrozada a partir del secuestro de uno de ellos, el teólogo y sacerdote tercermundista Orlando, quien había sido maestro de Bergoglio en la Compañía de Jesús.
En ese mismo marzo de 2013 comencé a trabajar en una biografía, titulada Piel de Cordero, el lado oscuro del papa Francisco. Mientras avanzaba con ese libro, no quise que el material de mis notas posteriores a la publicación en 2010 de La mano izquierda de Dios, último tomo de mi Historia Política de la Iglesia Católica Argentina, sirviera para los fast books que en todo el mundo se dedicarían a él. Si alguien se interesaba, debería rastrearlos en hemerotecas, no con la facilidad de un clic.
Un infotainer ingenioso pero trivial dijo que era un servicio a Cristina Fernández de Kirchner, quien procuraba un acercamiento con Francisco. No resiste el análisis: fueron sólo ocho artículos sobre centenares que permanecieron donde siempre habían estado y por otra parte luego agregué más de 40 nuevos, tan críticos como los anteriores.
A su regreso del primer viaje al Vaticano cuando asumió Bergoglio, Cristina me preguntó qué me parecía lo que había hecho. Le dije que era un control de daños inobjetable. Ella me respondió que también estaba de acuerdo con lo que yo hacía. Cada uno siguió su camino y nunca volvimos a tocar el tema.
No terminé esa biografía porque, en términos generales, aprecio las posiciones políticas que Francisco comenzó a sostener desde el Vaticano y no me atrae alinearme con sus detractores de la derecha confesional. Pero la reconstrucción de su virginidad política contó con todo el aparato poderoso del Vaticano, que ya había probado su eficacia con Pío XII, a quien el historiador católico John Cornwell llamó en un libro muy bien documentado El papa de Hitler. Con Bergoglio se pasaron de la raya. No sólo negaron las denuncias en su contra, sino que llegaron a presentarlo como un héroe de la resistencia a la dictadura, organizador de una red de auxilio a los perseguidos tan secreta que ni siquiera sus propios integrantes lo sabían (!). Incluso hubo dos películas, que no se centran en su desempeño como Papa sino en sus años en la Argentina, por su necesidad de blanquear ese periodo. Los dos papas lo hace con una inteligencia notable: es el personaje que representa a Bergoglio el que se reprocha no una acción sino una omisión, dice que no los defendió lo suficiente. Y el personaje que retrata a Ratzinger lo consuela. Le dice que usó su autoridad para salvar decenas de vidas, esconder familiares, llevar a otros hasta la frontera. “Todas las dictaduras nos quitan la libertad de elegir, los dos lo sabemos”, dice el ex miembro de las juventudes hitleristas.
En 2005, cuando Ratzinger pasó a ser Benedicto XVI y Bergoglio fue el segundo más votado en el cónclave de ese año, la revista humorística Barcelona le dedicó una tapa, en la que Bergoglio decía: “Es muy difícil competir con un nazi alemán. Apenas delaté a algunos subversivos”.
Además, la Conferencia Episcopal ha publicado en estos días el primero de tres tomos dedicados a blanquear el rol institucional en lo que genéricamente llaman "la violencia". Para ello, un grupo de teólogos de confianza accedió a los archivos que el ex presidente de la Iglesia argentina, Estanislao Karlic, me dijo por escrito que no existían. Yo ya había conseguido consultar una parte de ellos, que utilicé en mis libros. Les llevó más de una década elaborar una respuesta, hipócrita pero documentada.
La edición de 2010 de La mano izquierda de Dios concluyó con un párrafo que los años transcurridos validaron: “Volver al Concilio y abandonar los combates por el control del Estado es, antes que una alternativa, el único camino que la Iglesia católica tiene para frenar su lento pero constante descenso hacia la irrelevancia. Excede el alcance de esta obra vaticinar si lo seguirá”. Sin embargo, no fui capaz de predecir quién seguiría ese rumbo. Durante una década señalé que la ambición cada día menos secreta de Bergoglio era sentarse en la silla apostólica, como se le llamó por siglos al máximo sitial de su Iglesia. Incluso en abril de 2010 anticipé la posible renuncia de Benedicto XVI, tres años antes de que se produjera.
Pero cuando llegó el día sobrevaloré un detalle burocrático que no lo merecía: en diciembre de 2011 Bergoglió cumplió 75 años, que es la edad del retiro. Por eso en el momento decisivo me había distraído con otros temas.
A partir de 2013 la editorial que publicó los cuatro tomos de mi Historia Política de la Iglesia Católica argentina cedió a las presiones que antes había resistido. Mientras los pedidos de libreros y lectores recibían la respuesta de que todos los tomos de la obra estaban agotados, la editorial escondía miles de ejemplares en un depósito que me llevó tiempo encontrar. Por eso rompí el contrato y recuperé los derechos.
El cuarto tomo, La mano izquierda de Dios, que cubre el periodo que se abre con el golpe de 1976, se publicó en 2010, cuando Bergoglio sólo era arzobispo de Buenos Aires. Por eso, para su reedición una década después, escribí una introducción dedicada a él. Pero a falta de un editor riguroso que moderara mis demasías le agregué 200 páginas a un libro que ya tenía 500. Ese disparate coincidió además con el comienzo de la pandemia, que en los meses del aislamiento obligatorio sumó obstáculos a la circulación del libraco. Cuando ya era tarde, me di cuenta de que Los fantasmas del Papa Francisco eran una obra autónoma, que debería haberse publicado como tal. Es el error que hoy intentamos subsanar con esta publicación como eBook, de acceso libre, que integra la edición de El Cohete a la Luna. Las referencias que hay a “esta obra”, son en realidad a los cuatro tomos de la historia, o a La mano izquierda de Dios.
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