Entre los historiadores prácticamente ya nadie pone en duda que el peronismo transformó para mejor la vida cotidiana de los trabajadores. Si de todas esas transformaciones, la democratización del acceso a los lugares de veraneo fue la política que quizás dejó la huella más profunda en la memoria colectiva, el complejo turístico de Chapadmalal fue uno de los íconos principales de ese turismo social puesto en marcha durante la presidencia de Juan D. Perón.
Es cierto que las fronteras del público veraneante venían ampliándose en la década del '30. La pavimentación de la ruta nacional N° 2 que conecta Buenos Aires y Mar del Plata, y las reformas urbanas también llevadas adelante por el gobernador de la provincia de Buenos Aires Manuel Fresco, daban cuenta de los cambios producidos en la villa balnearia de la elite social argentina.
Pero no es menos cierto que el peronismo aceleró abruptamente esta tendencia. Los pilares del turismo social fueron colocados en 1945. El decreto que creó el aguinaldo estableció un descuento del 5% (2% de aporte obrero y 3% de la patronal) destinado a la promoción del turismo entre los trabajadores y a la construcción de colonias de vacaciones. Otro decreto generalizó al conjunto de los asalariados las vacaciones anuales con goce de sueldo, un beneficio que hasta entonces solo accedían pocos gremios. Cuando tres años más tarde la Fundación Eva Perón se hizo cargo de esos fondos, comenzó a promover políticas de acceso a los centros vacacionales ciertamente inéditas, políticas que fueron reforzadas por sindicatos y gobiernos provinciales. El gobernador de Buenos Aires Domingo Mercante, por ejemplo, impulsó su propio plan de turismo con una consigna de gran impacto: “Usted se paga el viaje, la provincia el hospedaje”.
Mar del Plata fue sin duda el caso paradigmático que ilustró tanto la democratización del acceso al turismo como la pérdida del monopolio de las elites sociales sobre los lugares de esparcimiento. Los 380.000 turistas que arribaron a la ciudad en la temporada de 1940 aumentaron diez años después a un millón y en 1955 crecieron aún más, sumando 1.400.000. Las estadísticas parecen justificar la sensación de “invasión” que percibió dicha élite, y que fue tan bien retratada entonces por el cuento de Julio Cortázar Casa tomada. De allí en adelante las familias más tradicionales se recluyeron en el barrio Los Troncos y en sus balnearios exclusivos como Playa Grande, para luego migrar a otros lugares de veraneo.
Así, con el peronismo la piel bronceada de los sectores populares dejó de asociarse exclusivamente con el trabajo para vincularse también con el ocio. Una marca a ser exhibida con orgullo y hasta un símbolo de ascenso social, como lo fueron por aquellos años la adquisición de las cocinas a gas y las heladeras eléctricas Siam, o el acceso a pizzerías y cines del centro porteño.
La Unidad Turística Chapadmalal, ubicada a 23 kilómetros de Mar del Plata, fue junto al complejo Embalse, en Córdoba, uno de los emblemas del nuevo turismo social. En mayo de 1946, durante la presidencia de Edelmiro J. Farrell, se inauguran los primeros hoteles, los actuales 5 y 6, construidos por el Ministerio de Obras Públicas a cargo de Juan Pistarini y destinados en un comienzo a obreros y empleados públicos. Durante la primera presidencia de Perón se construyen los demás edificios. Para llevar a cabo el proyecto se expropiaron 687 hectáreas a Eduardo Martínez de Hoz, dueño de la Estancia Santa Isabel, quien a pesar del juicio iniciado al Estado nunca recuperó los terrenos.
Finalizadas las obras en 1948, la Unidad Turística quedó conformada por 9 hoteles –bautizado cada uno de ellos con el nombre de un ave autóctona– y 19 bungalows, con capacidad para 4700 pasajeros. El proyecto que ocupó unas 165 hectáreas se completaba con un centro de asistencia a la salud, un cine-teatro, galerías comerciales, una confitería bailable, centros recreacionales y una capilla.
Por allí circularon familias de todo el país que jamás habían vacacionado ni conocido el mar. Un espacio de esparcimiento, intercambios culturales y experiencias de vida; un ámbito de sociabilidad popular pocas veces visto. Para 1954, por ejemplo, el Hotel Infantil “Los teritos” –actualmente el Hotel N° 3– albergaba en forma anual unos 4000 niños de 6 a 12 años, en su mayoría provenientes del interior del país.
Como sabemos, los números y las estadísticas poco reflejan las experiencias de vida y la felicidad de quienes pasaron por allí. Entre esos miles de niños, por ejemplo, se encontró Luisa L., nacida en Santiago del Estero, quien visitó el Complejo cuando tenía 12 años, y ya jubilada aún recordaba: “¡Nos cuidaron muchísimo! Vinimos 15 días y al principio extrañábamos mucho. Vinimos en ‘bañaderas’ con maestras especiales de la Fundación. Veníamos solamente con un bolsito. Aquí nos daban todo que luego quedaba acá. Me acuerdo cómo me divertí. No conocía el mar y quedé para siempre enamorada del mar”. O María M., cuya familia emigró de España luego de la Guerra Civil y con su escuela viajó desde Rosario al egresar de 6° grado: “Fue mi único viaje turístico de niña. Nos alojamos en los pabellones y todo el día lo teníamos ocupado. Al que cumplía años le hacían una fiesta y nos llevaban a pasear. ¡Esa experiencia no la olvidé nunca!”
Estas memorias individuales se fundieron en una memoria social de larga duración. Parte de ella busca conservar el Museo Eva Perón que hace unos años se inauguró en el Hotel N° 5. Allí se conservan fotografías que inmortalizaron estos momentos de felicidad, como la de Edith Irene Ocaña, que también viajó con su escuela en 1948 desde la provincia de Salta.
Tras el derrocamiento del peronismo en 1955 el proyecto turístico de Chapadmalal sufrió los avatares de la historia reciente de nuestro país. La Revolución Libertadora se encargó de borrar toda huella peronista conservada en el Complejo, una muestra más de las políticas de desperonización, de revancha clasista, que por entonces desplegaba a nivel nacional. Así, para “exorcizar” las instalaciones se quemaron las sábanas, los manteles, la vajilla importada, y todo cuanto llevara el logo de la Fundación Eva Perón.
En la década de 1970 el sector de los bungalows pasó a la jurisdicción de Presidencia de la Nación, fue cercado y destinado a residencia de veraneo presidencial, utilizada por primera vez por Jorge R. Videla. Como sucedió con las políticas neoliberales el ciclo se completó en la década de 1990 durante la presidencia de Carlos S. Menem, cuando los hoteles se tercerizaron a empresas privadas, que cobraban las tarifas pero no invertían en el mantenimiento de los mismos, que fueron deteriorándose, y algunos de ellos cerrados y vandalizados.
A partir de 2003 los hoteles comenzaron a ser recuperados por el Estado, refaccionados y abiertos al público. Estudiantes de escuelas secundarias de todo el país son alojados sin costo alguno en el marco de programas educativos como el de “jóvenes y Memoria” o para que concreten su viaje de egresados. También fueron destinados a los afiliados del PAMI, la obra social de los jubilados; durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, Luisa, María y Edith arribaron en estos contingentes de jubilados por segunda vez en sus vidas. Así, una vez más, fueron las políticas públicas las que permitieron conocer el mar a nuevas generaciones de jóvenes, y a otras retornar luego de décadas de no poder hacerlo, revitalizándose, y resignificándose, una memoria social que muchas veces intentó ser clausurada.
Luego de revertir la decisión del Presidente Mauricio Macri que cedió parte del Complejo para la instalación de una escuela de formación de Gendarmería Nacional, el gobierno de Alberto Fernández aceleró la puesta en valor de los hoteles aún abandonados. Con la re-inauguración del Hotel N° 4, y el inicio de las obras en el N° 3, la Unidad Turística Chapadmalal, declarada Monumento Histórico Nacional en 2013, va camino a recobrar su esplendor de antaño.
Testimonios: extraídos del Archivo de la Palabra y la Imagen, CeHis, UNMDP, 2012 y del Museo Eva Perón (Unidad Turística Chapadmalal).
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