LOS CAMINOS DEL HOSPITAL
La decisión entre tragedia y justicia
El jueves 10, día de los Derechos Humanos, se presentó el libro Los caminos del Hospital Posadas, Justicia y Derechos Humanos. Si bien fue doloroso escuchar los testimonios sobre los once detenidos-desaparecidos y los relatos sobre la represión de los trabajadores del hospital durante los años de la dictadura cívico-militar y el Terrorismo de Estado, fue a la vez vivificante el ver en la pantalla a ese mosaico de imágenes de decenas de mayores y jóvenes entrelazados en un compromiso de generaciones para la defensa del hospital y la salud pública en medio de un contexto de pandemia.
Un cambio de época
A fines de 1950, la Fundación Eva Perón tomó la iniciativa de construir el hospital proyectado y diseñado por Ramón Carrillo como Hospital de Clínica y Cirugía del Tórax, que hoy lleva el nombre de Alejandro Posadas. Su finalidad primaria, entonces, se dirigía a la atención de pacientes afectados de tuberculosis. Pero tenía un importante matiz diferencial con otro megaproyecto hospitalario proyectado para la misma enfermedad mucho antes, en 1923, y que llegó a conocerse como "Elefante Blanco".
El hospital de Villa Lugano, cuyas obras se iniciaron en 1938, tenía como modelo a una de las dos corrientes asistenciales que habían dominado la respuesta a esa epidemia en el siglo XIX: los centros especializados para dar hospedaje y tratamiento a los pacientes en régimen de internación con los modestos recursos de que se disponía hasta entonces.
La otra gran corriente para el tratamiento de la tuberculosis que progresivamente se había ido desarrollando era la de los sanatorios en localidades con características climáticas especiales para la recuperación de la enfermedad. El paradigma de ese ideario lo habían alcanzado los de la localidad de Davos, en Suiza, que no era conocida entonces por sus foros económicos sino por sus bondades para la tisis.
Los sanatorios antituberculosos de Mar del Plata (1893) y de las sierras de Punilla en Córdoba (1910) siguieron entre nosotros al modelo de Davos. Pero en 1950, cuando Carrillo diseña al Hospital de Clínica y Cirugía del Tórax, la vacuna BCG (1921) y la estreptomicina (1944) ya habían dado lugar a un nuevo paradigma sanitario que se consolidaría en 1952 con el descubrimiento de la isoniacida como segundo gran medicamento para tratar la enfermedad. Y a la vez, la cardiología había tenido avances muy importantes que hacían de ella una nueva disciplina como quedó reflejado en los frescos que Diego Rivera pintó en 1944 en el Instituto Nacional de Cardiología de México sobre la historia de esa especialidad.
Por eso es que entonces se comienza a pensar en hospitales complementarios al modelo tradicional de sanatorio antituberculoso, poniendo el foco en los últimos avances científicos en neumonología y cardiología. Así es como en La Plata, al antiguo Hospital San Juan de Dios, antituberculoso, se le suma en 1949 el Instituto del Tórax con ese nuevo paradigma. En ese contexto se proyectó el que hoy es Hospital Posadas y en 1952 se iniciaron las obras.
El odio en acción
En su Teoría del Hospital, Carrillo defendía el principio de la previsión como base de la asistencia médica: "Los problemas de la medicina, como rama del Estado, no podrán ser resueltos si la política sanitaria no está respaldada por una política social". Y aseguraba el derecho a la salud: "Hoy no se pueden afrontar los problemas de la medicina de las masas sin un criterio político y económico, sin un criterio de justicia social". Ese derecho comportaba, a la vez, un deber social de autocuidado y solidaridad social al no violar los principios sanitarios por ignorancia, descuido o despreocupación: "Hasta sería aceptable la sanción de un Estatuto de la Salud, que todos los ciudadanos contraeríamos el compromiso moral de respetar".
La construcción de hospitales y centros sanitarios entre 1946 y 1955, bajo la idea de un sistema nacional de salud pública, no tenía antecedentes: el Hospital de Niños de Villa Lugano; el Hospital de Clínica y Cirugía del Tórax en El Palomar (Morón); el Policlínico Ferroviario “Presidente Perón”; los hospitales Eva Perón de San Martín, Avellaneda, Lanús y Ezeiza; el Hospital Escuela “Eva Perón” del Gran Rosario; la Clínica de Recuperación Infantil en Termas de Reyes (Jujuy); los policlínicos de Salta, Mendoza, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, Corrientes y Entre Ríos, y el Hospital de Niños de Baigorria (Catamarca).
Con el derrocamiento de Perón, la dictadura militar de Lonardi y Aramburu coincidió en una estrategia común que tenía en Isaac Rojas a su mayor ideólogo: disolver toda memoria del peronismo y sus obras, incluyendo su política de salud pública. Carrillo fue perseguido y tuvo que exiliarse. Política sanitaria y política social se disociaron, y el que luego de ser pensado como antituberculoso iba a ser el complejo pediátrico más grande de Sudamérica, en Villa Lugano, cuyas obras se habían retomado en 1948, fue abandonado cuando faltaban 12 meses para terminarlo y pasó a ser el Albergue Warnes.
Una semana después del golpe de septiembre, la dictadura ocupó militarmente la Fundación Eva Perón y disolvió todos sus proyectos, entre ellos la Escuela de Enfermeras 7 de Mayo que había profesionalizado el trabajo de enfermería y prestaba cooperación internacional. Las enfermeras Amanda Allen y Lucía Komel, pioneras de esa iniciativa, habían muerto el 27 de septiembre de 1949, cuando Evita las esperaba en la Base Aérea de Morón, al incendiarse el avión en el que regresaban de una de esas misiones por un terremoto en Ecuador. En Aeroparque se conserva el monumento a su memoria con sus cuerpos emergiendo de las llamas.
Y así como las enfermeras fueron perseguidas, en los Policlínicos de la Fundación se quemaron libros, colchones, sábanas y frazadas, se destrozó o robó vajilla y también cubiertos, se confiscaron los muebles de los hospitales y los pulmotores de la Fundación que tenían grabadas las iniciales FEP fueron destruidos aunque pocos meses después los "libertadores" tuvieron que comprar veintiuno de ellos en el exterior porque estalló una epidemia de polio. Los frascos con sangre para transfusiones en los hospitales fueron destruidos por contener "sangre peronista" y la Clínica de Recuperación Infantil en Termas de Reyes (Jujuy) fue transformada en hotel y casino.
Veinte años después
Las obras del Hospital de Clínica y Cirugía del Tórax proyectado por Carrillo se salvaron de aquella ola destructiva. En 1958, Aramburu inauguró lo que pasó a ser el Instituto Nacional de Salud con diversas especialidades médicas. En 1968 pasó a ser Hospital Nacional de Agudos y en 1972, otro dictador, Alejandro Agustín Lanusse, lo reinauguró con el nombre de Policlínico Profesor Doctor Alejandro Posadas. En esos años, sin embargo, una camada joven de trabajadores de salud compartía las teorías de Carrillo sobre el derecho a la salud y la función social del hospital.
En ese contexto, la represión militar de los años anteriores, que no había logrado disolver los ideales de justicia social en salud, encontró en el Informe "Proceso en el Policlínico Posadas" del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército, los fundamentos para escalar en la estrategia sanitaria represiva. El 28 de marzo de 1976, el Posadas fue ocupado militarmente por fuerzas que incluían soldados, tanques, cañones y helicópteros a cargo de Reynaldo Bignone.
La dictadura nombró interventor entonces al coronel médico Agatino Di Benedetto, que en los cuatro días siguientes detuvo a unas 40 personas de las que figuraban en un listado de 61 trabajadores del hospital. El 13 de abril Di Benedetto fue a hacerse cargo del Hospital de Campo de Mayo y se designó como Director al coronel médico Julio Ricardo Esteves. El coronel conformó un grupo de más de diez personas, denominado "SWAT", que actuó entre julio de 1976 y enero de 1977 con funciones de vigilancia, secuestro y tortura, operando en el Centro Clandestino de detención instalado en la vivienda asignada por el hospital al Director y conocida como "El Chalet". Once trabajadores fueron detenidos-desaparecidos.
El caso del Hospital Posadas fue parte de un plan sistemático. Di Benedetto pasó a ser Director del Hospital Militar Campo de Mayo a cuyo servicio de Ginecología y Obstetricia a cargo del Mayor Julio César Caserotto se llevaban prisioneras embarazadas para realizarles una cesárea y luego entregar al recién nacido a militares que se lo apropiaban. Este hospital y "la maternidad" de la ESMA a cargo de Jorge Magnacco, fueron los centros más activos de los nacimientos en cautiverio y la apropiación de niños. Pero también hubo partos clandestinos como el de Isabella Valenzi que fue llevada desde el Pozo de Quilmes a parir al Hospital Municipal Isidoro Iriarte. La partera María Luisa Martínez de González y la enfermera Genoveva Fratassi, que se solidarizaron con Valenzi, fueron detenidas y continúan desaparecidas. Y hubo otros hospitales que sufrieron una fuerte represión como el de Florencio Varela por el interventor del municipio teniente coronel Pascual Muñoz, con su antecedente de ejecutar personalmente a prisioneros desarmados y de rodillas capturados en el ataque al cuartel de Monte Chingolo, y ahora obsesionado con la "limpieza" de médicos y enfermeras.
Dos por uno son cuarenta
El 24 de mayo de 1984, la CONADEP realizó un procedimiento en el Hospital Posadas y una de las víctimas, Gladys Cuervo, reconoció las dependencias de El Chalet en las que había sido detenida y torturada. Con la Ley de Punto Final de Alfonsín, Di Benedetto quedó libre pero en 1998, al ser llamado a declarar como testigo, admitió que entre 1977 y 1979 se habían realizado varios partos y nacimientos clandestinos en el Hospital de Campo de Mayo.
A partir de la restauración de la democracia, sin embargo, el fortalecimiento y la defensa, o el debilitamiento y el ataque al hospital público, representado por el caso paradigmático del Hospital Posadas, siguieron caminos divergentes. Algunos gestos políticos simbolizaban todo un itinerario. Así fueron el encuentro entre el Presidente Menem y el dictador Isaac Rojas, o la degradación del Ministerio de Salud y los despidos de más de un centenar de trabajadores del Hospital Posadas por Macri.
El primer juicio Hospital Posadas se desarrolló entre agosto y noviembre de 2011. Agostino Di Benedetto fue eximido entonces por insania. El coronel médico Julio Estévez falleció antes que se iniciara el juicio. Fueron condenados: el brigadier Hipólito Mariani, jefe del área militar a cargo del Hospital a partir de junio de 1977, a 8 años de prisión e inhabilitación absoluta y perpetua, por privación ilegítima de la libertad e imposición de tormentos; Luis Muiña, miembro del grupo SWAT, a 13 años de prisión e inhabilitación absoluta y perpetua, por privación ilegítima de la libertad e imposición de tormentos; y Reynaldo Bignone, a 15 años de prisión e inhabilitación especial por el doble de la condena, por privación ilegítima de la libertad agravada por el uso de violencia y amenazas.
El 3 de mayo de 2017 un fallo de la Corte Suprema admitió que en los criminales condenados por delitos de lesa humanidad se pudiera computar doble el tiempo que hubieran estado detenidos sin sentencia firme. La sentencia beneficiaba a Luis Muiña. Pero si el paso de una dictadura fusiladora a una dictadura genocida había tomado veinte años, ahora había hecho falta el doble de tiempo para el salto cualitativo de que un poder de la democracia impusiera con la pluma la impunidad antes impuesta con las armas. Inmediatamente estalló una multitudinaria reacción masiva en contra del fallo. Hubo una demoledora movilización histórica en todo el país convocada por los organismos de derechos humanos y el Congreso sancionó la Ley 27.362 considerando inaplicable el dos por uno a casos de lesa humanidad.
En diciembre de 2017 se identificaron los restos de Jorge Roitman, uno de los once desaparecidos del Posadas y entre mayo y septiembre de 2018 se desarrolló el juicio Hospital Posadas II. Bignone falleció antes del juicio, pero Muiña fue condenado entonces a prisión perpetua como partícipe necesario del delito de homicidio calificado por su comisión con alevosía, con el concurso premeditado de dos o más personas y para procurar la impunidad para sí o para otro en perjuicio de Jorge Mario Roitman.
Quedan así dos caminos divergentes al dirigirse hacia el hospital público. Uno es aquel que proyectó Carrillo con sabiduría y persiguiendo la justicia social. Otro es el que han proyectado las dictaduras con la violencia y persiguiendo privilegios de minorías. Como en los antiguos tríodos, al elegir cuál de los dos caminos seguir se decide entre tragedia y justicia.
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