LOS ALPES GIRAN A LA DERECHA
Suiza fue a las urnas el 22 de octubre para elegir diputados y senadores, con resultados conservadores
Entre las masivas movilizaciones en defensa del salario y por el clima, ambas en septiembre pasado, y el resultado de las elecciones nacionales del 22 de octubre, parecen existir dos Suizas diferentes. Una es el país de las movilizaciones sociales que repuntaron significativamente en la segunda mitad del año con la Huelga Feminista del 14 de junio que movilizó 300.000 personas. Movilizaciones que reunieron en Berna, el 16 de septiembre, a 20.000 personas en defensa del salario y las jubilaciones. Y el 30 del mismo mes, a 60.000 manifestantes que le exigieron al gobierno aplicar medidas urgentes y más comprometidas contra el calentamiento global. La otra es el país que fue a las urnas el 22 de octubre para elegir diputados y senadores, con resultados que empujan a la Suiza institucional un poco más hacia la derecha.
Ese día votó solamente uno de cada dos empadronados. Los suizos no se desesperan por visitar el cuarto oscuro, especialmente debido a que cuatro veces por año son convocados a pronunciarse sobre iniciativas populares, referendos, nuevas leyes, presupuestos municipales, etc. La participación electoral suiza, que no es obligatoria por ley, sigue siendo muy baja. En esta contienda participó el 46.6% (un leve aumento con respecto al 45.1% de hace cuatro años).
Votos son amores
Casi uno de cada tres votantes helvéticos eligió a la conservadora Unión Democrática de Centro (UCD) que ganó 9 escaños para llegar a 62 curules, consiguiendo un poco menos del 29% del electorado. La segunda fuerza, que también experimentó un leve ascenso, fue el socialdemócrata Partido Socialista que contará con 41 bancas (+ 2), el 18% de los votantes, en la próxima legislatura. La misma comienza el 10 de diciembre y funcionará hasta 2027.
El Partido de Centro (ex demócrata cristiano) consolidó su fuerza con 29 curules, en tanto los liberales radicales (partido de la gran empresa) contarán con 28 diputados. Los grandes perdedores fueron el progresista Partido de los Verdes que logró 23 curules (-5) y los centristas Verdes Liberales, que deberán contentarse con 10 bancas (-6).
Aunque la distancia entre la extrema derecha y los socialistas no es tan grande, la realidad global es otra. Sobre las 200 bancas, los 64 curules de socialistas y verdes seguirán significando una minoría en el Consejo Nacional (Cámara de Diputados). El resto del espectro político, del centro a la extrema derecha, controlará más de las dos terceras partes del poder en la Cámara Baja. Ese mismo abanico de centro-derecha asegurará para 2023-2027 una cómoda mayoría en el Consejo de los Estados (Senado), a pesar que la composición definitiva del mismo de 46 curules, se definirá, en detalles, a mitad de noviembre, cuando se realice la segunda vuelta en varios de los Cantones (provincias, Estados) donde en la primera ronda ninguna fuerza política logró alcanzar una mayoría absoluta.
Adicionalmente, este nuevo Parlamento elegirá el próximo 13 de diciembre el Ejecutivo colegiado de siete miembros para los próximos cuatro años. Siguiendo la lógica de la “fórmula mágica” que impera y regla la vida institucional helvética desde la Segunda Guerra Mundial, no se presagian cambios significativos en la composición del Ejecutivo. Dicha fórmula establece que cada uno de los tres partidos con más porcentaje de votos cuenta con dos consejeros federales (por el momento UDC, socialistas y liberales radicales). En tanto la cuarta fuerza tiene solamente uno.
Agenda de sociedad, motivaciones del voto
El tema de la migración tuvo un peso decisivo en las recientes elecciones tal como lo confirma una encuesta post-electoral realizada por la prestigiosa firma Sotomo, con sede en Zurich.
El 26% de los encuestados reconoció que esa temática jugó un papel clave para definir su voto. Muy cerca, en un segundo lugar, el aumento del seguro médico, que hace solo unas semanas sufrió un incremento para 2024 de casi un 10% también tuvo una importancia significativa.
Tal como afirman analistas de Sotomo, no es de extrañar que la ultraderechista Unión Democrática de Centro haya sido la fuerza claramente triunfante en los comicios del 22 de octubre, ya que en toda su campaña electoral puso su énfasis en la denuncia de la “actual migración excesiva”. Para ello empleó un discurso nacionalista, rayando con la xenofobia y el racismo, en el que acentuó su rechazo a los refugiados y demandantes de asilo.
Con particular habilidad electoralista, en junio pasado, la UDC lanzó la iniciativa popular federal "¡No a una Suiza de 10 millones!" o “Iniciativa de sostenibilidad”. Según la misma, “la población residente permanente en Suiza no debe exceder los diez millones de personas antes del año 2050” (actualmente la población supera los 8.7 millones).
A partir de esa fecha el Consejo Federal, es decir el ejecutivo colegiado, podrá, mediante ordenanzas, adaptar cada año este valor límite en función del crecimiento demográfico natural. La población permanente incluye a todas las personas de nacionalidad helvética que tienen su residencia principal en Suiza, así como a todas las personas de nacionalidad extranjera que poseen un permiso de residencia de una duración mínima de doce meses.
Según la encuesta promovida por la firma Sotomo, al centrar su discurso en la necesidad de un control rígido de la migración, la UDC logró movilizar no solo a su propio electorado sino ganar nuevos seguidores. La UDC se pronuncia desde años contra la adhesión de Suiza a la Unión Europea. Argumenta que el desarrollo helvético es mucho más alto y significativo que la compleja situación que vive el resto de Europa. A pesar de la enorme dependencia comercial de Suiza con respecto a sus vecinos continentales, la ultraderecha sostiene que “Europa va mal y Suiza va bien”. Simplificando realidades la ultraderecha argumenta, complementariamente, que los problemas actuales de Suiza, como la inflación, el aumento de los costos sociales y de la salud, se deben, fundamentalmente, a la excesiva presencia de extranjeros en el país, muchos de los cuales, insiste, “vienen para aprovechar del Estado social” vigente.
Si bien sobre el candente tema de la explosión de las tarifas del seguro de enfermedad –otro motivo esencial de la preocupación del electorado—, son varios los partidos que se han pronunciado críticamente, ninguno logra hacerlo con la “atractividad” que la extrema derecha consigue tematizar el tema migratorio.
Por otra parte, dicha encuesta constata que si bien la crisis climática constituye el tercer tema de más interés –casi el 23% de los encuestados—, no tuvo su correspondiente expresión electoral. El sector de los verdes (tanto el Partido de Los Verdes como los Verdes liberales), que son los más fervientes defensores de la lucha contra el calentamiento global, fueron los principales perdedores en las urnas el 22 de octubre.
¿Cómo explicar esta incongruencia entre la real preocupación climática de un parte importante de la población suiza y la sanción en las urnas a las fuerzas políticas que con más energía promueven esta temática y reivindican soluciones concretas y a corto plazo? Una primera respuesta es que Los Verdes pagan el precio de su propio éxito. En los últimos años lograron introducir la crisis climática en el debate nacional con tanta trascendencia que la misma fue incorporada en los programas de prácticamente todas las fuerzas políticas nacionales. Ya no es más el tema exclusivo de un solo partido. Adicionalmente, en 2018-2019, previo a las elecciones anteriores donde las fuerzas verdes vivieron un crecimiento explosivo, se habían dado constantes manifestaciones y eventos por el clima en toda Europa (y en el mundo entero). El ambiente político fue entonces más propicio que el actual. Adicionalmente, una franja significativa de jóvenes que con relativa radicalidad se movilizan en las calles a favor del clima, descreídos por la lentitud del Estado, prefieren no concurrir a las urnas, aunque podrían hacerlo.
En la actual elección, el impacto de la pandemia, el recrudecimiento de los conflictos (Rusia-Ucrania, y desde el 7 de octubre el de Israel-Palestina) así como la crisis del Credit Suisse, principal entidad bancaria del país, redefinieron los ejes políticos electorales predominantes. Y si bien la crisis climática está presente, la preocupación por la situación económica diaria ocupa un espacio mucho más importante. Y en ese terreno, la ultraderecha se mueve con más habilidad, con un discurso más directo y seductor, y con propuestas concretas como la “de reducir la migración para asegurar un mejor bienestar de la población suiza”.
Casi toda Europa va hacia la derecha
La realidad política suiza no es una excepción en una Europa donde la derecha experimenta un permanente afianzamiento.
En Hungría, el predominio ideológico de Víctor Orban ha sido desde su primer mandato como Primer Ministro en 2010 un referente para esta consolidación. Que se viene expresando también en la consolidación de Marina Le Pen en Francia, con posibilidades de reemplazar a Macron al final de su mandato. Y la llegada al Gobierno de Italia en septiembre del 2022 de Giorgia Meloni y los sectores más ultras del espectro político peninsular. En esa dirección Suecia, Finlandia, Grecia y Eslovaquia, entre otros países, ven consolidarse fuerzas conservadoras en el Gobierno o en sus parlamentos. Casi milagrosamente el socialismo español –aliado a otras fuerzas de izquierda y autonomistas— ha podido, hasta ahora, evitar la las instalación del derechista Partido Popular con su aliado ultra, el Partido VOX. Sin embargo, hasta fines de octubre, las fuerzas de izquierda y autonómicas no han logrado confirmar todavía un gobierno progresista.
Escenario complejo de un continente en zozobra. En el cual la guerra Rusia-Ucrania y el nuevo conflicto que estalló en sus puertas orientales, en el Medio Oriente, no hacen más que reforzar las fuerzas más ultras y reaccionarias en cada país. El impacto de las guerras cercanas no hace más que reforzar los altos presupuestos militares; los recortes paulatinos de los Estados sociales; el miedo a lo “diferente” expresado en los extranjeros y el autoprotegerse ideológicamente en las posiciones más cerradas y nacionalistas, promotoras de un conservadurismo en alza.
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