LO BUENO DE LAS CRISIS

Un cura en opción por los pobres insta a quedarnos con lo bueno, como dijo un santo

 

Krisis, en griego, alude a un juicio; es decir, una serie de cosas o circunstancias que nos llevan a desbrozar, sacar lo que vale y descartar lo inservible, o valorar aquello que “está ahí” en su justa medida.

Por supuesto que a nadie le gusta vivir crisis, y mucho menos permanecer en ellas. Pero las crisis son muy buenas e importantes si las sabemos aprovechar para “quedarnos con lo bueno”, como dice San Pablo. O reconocer lo valioso. Porque antes de las crisis es frecuente que “todo vale” y recién cuando las superamos podemos dar pasos firmes. Se suele decir, por ejemplo, que la crisis adolescente es el momento en que el ex niño empieza a buscar quién es, quién no es, a cuestionar a su padre y a su madre, sus metas, sus cosas. Al principio –y es el paso primero y necesario– todo está mal, mis papás no entienden nada, me quiero ir de casa, no quiero estudiar, mi vocación es la música, los únicos que me comprenden son mis amigos, etc. Con el tiempo –y en ocasiones muy largo– se van acomodando los melones.

El gobierno está en crisis. Y nadie quiere estar en ella. Hay quienes quieren poner blanco sobre negro para que se pueda valorar lo valorable, relativizar lo relativo y descartar lo descartable. Razonablemente. Hay quienes niegan todo. Hay quienes quieren hacer leña del árbol caído… Hay de todo. Hay quienes quieren aprovechar y organizan una marcha en favor de uno (es decir, contra otra), hay quienes renuncian, y también hay quienes –metafóricamente– se suben al Clío para empezar de nuevo.

Creo que es bueno desensillar hasta que aclare, como decía uno. Pero en ese desensillar, hay que pensar, evaluar, pesar… Por ejemplo, ¿qué es lo peor que podría pasar? Perder todo. ¿Qué sería ese perder todo? Diputados y senadores. Es decir, no tener posibilidades de sacar leyes sin, o bien con mucha negociación, o con decretos. Esos decretos que la Corte, luego, derogará. Si eso es lo peor que puede pasar, pues ya lo vivimos (fue el “Grupo A”). El Presidente seguirá siendo el mismo, la Vicepresidenta también. ¿Qué se puede hacer? Lo que mejor saben: justicia social, soberanía política, independencia económica, para empezar. ¿Qué más? Aprovechar para reconocer bien al enemigo, al adversario, al traidor, al cómplice… Darle pauta a Clarín es suicida, mantener funcionarios que no funcionan es torpe, ignorar traidores, que operan en contra desde adentro, es absurdo (y suicida también). Apoyar al que te critica en la cara, buscando lo mismo que uno, es sabio. Galeano decía que el amigo “es ese que te critica muy duro en la cara, y habla muy bien de vos a tus espaldas”. Es exactamente lo contrario de “los otros”. Cambiar de caballo en la mitad del río es imprudente, decía el mismo uno; pero si el caballo te hunde es insensato seguir montado.

La unidad, esa de la ley primera, es fundamental. Urgente. Pero teniendo claro quién es cada quien, para que, si no funciona, se vaya a no funcionar a otro lado. Y tener bien cerca a los que, aunque te critiquen (y no te guste), busquen lo mismo que busca uno.

Una vez, una maravillosa actriz francesa decía: “no tengo ningún problema en hacer de fascista en una película anti-fascista; jamás haría de anti-fascista en una película fascista”. Ese es el punto: el objetivo, la meta, ese que una tal Evita llamaba “la felicidad del pueblo”.

 

 

 

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