Desde Nueva York*
Aunque en estos momentos ya la crisis parece muy oscura, la realidad es que podría empeorar aún más. Primero, el virus golpeó a China. Después se extendió por Europa y Norteamérica. Pero la tercera gran ola, cuando llegue o se intensifique en países pobres de África, Asia y Latinoamérica podría ser la más letal. Y sin la condonación de deudas, la ola podría convertirse en un tsunami.
Los países ricos están sintiendo el efecto devastador del coronavirus: poblaciones saludables, economías fuertes y sistemas de salud avanzados y mejor financiados han sido puestos de rodillas en cuestión de semanas.
Imaginemos entonces qué podría pasar si esto penetra en países plagados por la malnutrición, el VIH/SIDA, el desempleo y la pobreza; en donde 3 mil millones de personas ni siquiera pueden lavarse las manos con agua y jabón, según la UNICEF.
El cambio es urgente. Países como Jamaica gastan más dinero en deudas que en la inversión en salud y educación juntos. El endeudamiento de algunos países en la región supera el 70% del PBI: con la Argentina a la cabeza con una deuda del 90%, Brasil, Ecuador, Colombia, Costa Rica, Honduras, El Salvador, México, Nicaragua y Bolivia son algunos con las mayores obligaciones. La comunidad internacional no puede pretender que estos gobiernos detengan una pandemia mientras desangran todos sus recursos.
Y no solo las naciones latinoamericanas podrían estar a pocos días del desastre. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, dijo: “Las próximas dos semanas determinarán el futuro del continente africano con respecto al Covid-19.”
No tiene ningún sentido que países con sistemas de salud débiles, que se están preparando para una pandemia inminente, se vean paralizados en estos momentos por deudas impagables. Lo que necesitan es poder inyectar efectivo a sus sistemas de salud, y ayudar a su gente a quedarse en casa para detener la propagación del virus. Esto no es solo lo moralmente correcto en una pandemia global: es lo más efectivo.
Pakistán y Etiopía ya hicieron un llamamiento para la condonación de sus deudas. Por eso necesitamos mas paises que digan basta. La Argentina, por ejemplo, puede ser una voz poderosa y valiosa y puede abogar por el Sur Global, no solo por pertenecer al G20, sino por experiencia propia: no hay otro país que pueda atestiguar los sufrimientos impuestos por las deudas externas, la perversidad de sus mecanismos y sus profundas injusticias. Por eso, las medidas tomadas por Buenos Aires este lunes de posponer el pago de la deuda hasta el 2021 van en la dirección de lo que es hoy correcto y necesario.
Pero el presidente argentino Alberto Fernández puede hacer más: necesitamos que la Argentina se sume al pedido, cada vez más creciente, de cancelar todos los pagos de las deudas para los próximos doce meses. La Argentina, en el actual contexto político internacional, se encuentra en una posición única en la historia para abogar por los que no tienen voz ni voto en el G20. Los otros países de la región en el G-20, Brasil y México, más allá de las diferencias políticas o de opinión, deberían apoyar este pedido.
De hecho, este es precisamente el tipo de catástrofes inesperadas para la que se diseñó la condonación de deudas. Los países ricos tienen una oportunidad para luchar pero los países más pobres están frente a un abismo si no reciben ayuda ahora.
No debemos olvidar que las potencias mundiales y los organismos financieros ya han accedido a esto antes. En 2005, el G8 condonó 40 mil millones de dólares a los 18 países con mayor deuda externa del mundo. Y después del brote del ébola, el FMI canceló 100 millones de dólares de deudas de los países más afectados.
Esta catástrofe lo justifica y ya varios organismos están abogando por ello. Por ejemplo, el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, le ha pedido a los líderes del G20, quienes habían tomado medidas para proteger a la ciudadanía y la economía de sus respectivos países renunciando al cobro de intereses, a que apliquen “esa misma lógica a los países más vulnerables de nuestra aldea global y aliviar la carga de su deuda”.
No es el único. El mismo Fondo Monetario Internacional, en un tono inédito, indicaba en un comunicado que le preocupaba “especialmente la situación de los países de bajo ingreso agobiados por la deuda”, e incluso el Banco Mundial fue más allá en una declaración exhortando a los líderes del G20 que ofrezcan un “alivio de la deuda”, de modo que “puedan concentrar sus recursos en la lucha contra la pandemia” a través de una “reestructuración de deuda integral y justa”.
¿Escuchará el G-20? El presidente Fernández dijo en una entrevista que “el mundo está prestando la atención a la dimensión de la crisis”. Tal vez el momento de abrir esta discusión es este 15 de abril, en la teleconferencia de ministros de Hacienda y gobernadores de Bancos Centrales del G20: la Argentina tiene la oportunidad de hacerse escuchar, no solo para alzar la voz en nombre de la región, pero también de los más desfavorecidos de todo el Sur Global.
La sociedad civil, forzada por el aislamiento a usar los espacios de la web, se ha congregado en una petición mundial que se está acercando al millón de firmas de ciudadanos, tanto de países desarrollados como en desarrollo, y esperan del G-20 una respuesta acorde a nuestros tiempos. Pero en el canal de la teleconferencia donde se toman las decisiones, lejos de la “calle digital”, solo un gobierno tiene la legitimidad que le da la historia para darle voz a este pedido, y esa voz está ahora en Buenos Aires.
Los países ricos han enfrentado esta crisis con todo lo que tienen, solo para mantenerse a flote. Sin condonación de deuda, dejaremos hundir a las personas más vulnerables del mundo. Alrededor de los países desarrollados hemos visto el congelamiento de pagos de hipotecas y alquileres, paquetes de rescate para empresas y corporaciones, y cheques dirigidos a individuos que enfrentan el desempleo. Estas son estrategias esenciales para todos los países que buscan frenar el virus y contener un colapso económico.
Pareciera que los países ricos ya tienen suficientes problemas por resolver. Muchos de ellos ya están teniendo dificultades para detener el virus internamente como para ofrecer asistencia en el extranjero. Pero esto es una pandemia global. O la vencemos juntos, o todos perderemos esta batalla.
Oscar Soria es un activista argentino, director de campañas e incidencia política del movimiento cívico internacional Avaaz, una comunidad online sobre derechos humanos, equidad social, ambiente, que aboga por la condonación de la deuda.
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