LIBRE IGUALDAD

La propiedad privada no es una verdad eterna, la justicia tampoco

 

Las ideas de la clase dominante se expresan antes que nada como modelo económico. Y por eso mismo en la Argentina los factores de poder dominante y sus intelectuales esperpénticos se expresan en contra de la cuarentena, cuya acción política complementaria sintetiza la defensa de la vida que coarta por un momento las libertades individuales en pos de las libertades colectivas futuras. Luego de las manifestaciones económicas, las ideas de la clase dominante se expresan en la lengua de la normalización de los medios y de la televisión sobre todo. Entre 1994 y 2011, en Italia Berlusconi fue cuatro veces primer ministro, en parte gracias a la televicio. Il Cavaliere fue el principal responsable de la desintegración cultural italiana activada por medio de una “política televisiva”. Y además, su acción preparó el terreno para el ascenso de un Bolsonaro italiano como Matteo Salvini. Por otra parte, las ideas de la clase dominante se expresan también en sus valores (in)morales, en sus leyes, en sus accionares –donde hay que situar el espionaje de estos últimos días– y en su concepto de libertad, por cierto.

La libertad no es una verdad eterna. En las actuales relaciones de producción (capitalistas-neoliberales) cuando hablamos de libertad entendemos el libre comercio, la libre compraventa, la libre circulación de mercaderías. Esa libertad no expresa en absoluto la de las personas o su libre deseo de igualdad o de redención. Cuando Dante y Virgilio zafan de las fauces de Satanás y salen del infierno a través de la natural burella (una especie de túnel) para llegar al purgatorio, ahí se encuentran a Catón el Joven, custodio del acceso al monte del purgatorio. Virgilio le presenta a Dante como un “buscador de libertad” con un preciosismo lingüístico: Or ti piaccia gradir la sua venuta / libertà va cercando, chè sì cara, come sa chi per lei vita rifiuta. Mitre tradujo así estos versos: “Que tu valer en su favor acuda: busca libertad, que sabe cara, quien por ella de vida se desnuda”. Marco Porcio Catón se suicidó en el 46 A.C. para sustraerse a la tiranía de César, quien había declinado las libertades republicanas. La Commedia remite a ese suicidio como un gesto de excepción, de extrema coherencia ideal y moral, pues sintetiza la elección de la libertad política que se cifra en la muerte cuando la república es forzada a convertirse en una dictadura. El viaje de Dante tiene que ver con la libertad y la liberación de sus pecados, y –tras la explicación de Virgilio– Catón le permite proseguir su viaje. La libertad de mercado tiene que ver con la libre competencia y carga con los “pecados” propios del capitalismo: desigualdad, desesperación, hambre, explotación. Esto es más que visible en la desmoronada Unión Europa (cuya estructura mínima se mantiene “unida” por el mercado, y no por la cooperación o la solidaridad o la ayuda mutua de los Estados que la integran), en crisis, como todxs, a causa de coronavirus, en especial en Italia. Lugares donde se combate –tomando vidas– la libre circulación de migrantes provenientes de África, por ejemplo. Por eso el Mediterráneo es una suerte de gran “campo concentracionario” del siglo XXI. Ese concepto de libertad es el producto de las relaciones capitalistas-neoliberales de producción y propiedad que tiene correlato en una disciplina como el derecho; de ese derecho que no es más que la voluntad del capitalismo-neoliberal convertido en ley. De esto se desprende que la justicia no es una verdad eterna. La propiedad privada tampoco, pues es la privación de la propiedad de las grandes mayorías; puesto que se concentra en poquísimas manos: capitalistas y empresariado transnacional. De la propiedad comunal, constituida alrededor de bienes sociales, emana la igualdad.

La idea de libertad que defienden lxs anticuarentena es aquella de la libre circulación individual, de la libre circulación de mercancías, del dominio de la libre competencia y del descuido de la vida de las grandes mayorías. Por eso mismo acuñaron una palabra ignominiosa: “infectadura”. Ahí se concentran dos sentidos en una palabra, dirigidos al gobierno del Frente de Todxs, y las grandes mayorías sociales que lo sostienen. “Infección” y “dictadura”, al ser cruzadas, crean una expresión intolerable menos para el adversario conjeturado que para quienes la emitieron, pues la infección de cuadros civiles de la última dictadura estuvo enquistada en el Estado hasta el momento prepandémico; cuando fuimos destinatarixs de mensajes simples balbuceados, respuestas fáciles, violencia colectiva y explotación, cuyo contrafrente fue una fuga brutal de capitales y cerebros.

Elaborar una crítica desde el campo popular a estos emergentes es necesario. La crítica, en tanto intervención organizada y popular, es motor de fuerza organizadora en pos de la igualdad y las libertades colectivas, contraria a los factores de poder dominante, a sus valores (in)morales, a sus leyes, a su sentido de la economía, y a sus propagandistas socialmente irresponsables y nocivos para la vida de las grandes mayorías.

 

 

 

  • Universidad Nacional de General Sarmiento/CONICET

 

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