Latinos y pandemia en NY
La cantora Isabel de Sebastián, describe lo que padece la minoría más afectada
-Empujados por la pobreza, la mayoría quizás no tuvo una opción. Entraron en una jaula dorada donde podían ganar en un mes lo que en su país les hubiera llevado años. Venían del desempleo y el hambre. En unos meses se compraban una televisión gigantesca con una parte del sueldo, y más adelante hasta un auto en cuotas. Pero, por sobre todo, podían enviar dinero a su casa, donde tanto se necesita. Los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos transfieren unos 25.000 millones de dólares a su país, y constituyen una de las fuentes de ingreso exterior más altas de México. La población hispana fue especialmente afectada durante la crisis del 2008, y le llevó mucho tiempo recuperarse. Hoy, como en el cuento de la lechera y el cántaro, los sueños de estos inmigrantes están rotos, incluido el que más duele: no poder ayudar a sus familias allá lejos, del otro lado de un muro que es cada vez más alto.
-Hay 2.500.000 hispanos en la ciudad de Nueva York. Han traído sus costumbres y su música, que ha creado aquí maravillas como la salsa, ese ritmo latino con energía neoyorkina. Han traído su idioma, y lo han conservado: el 90% de ellos habla español con su familia. La gran mayoría hace los trabajos más duros y menos remunerados del país. En el estado de Nueva York los hispanos perciben el salario más bajo comparado con todo el resto de los grupos raciales o étnicos. Los jóvenes latinoamericanos empleados en pequeñas compañías de construcción conforman el grupo con más alta tasa de mortalidad entre todos los trabajadores a nivel nacional. En general, trabajando a destajo logran salir adelante, pero lo pagan con su cuerpo. Ahora, con la pandemia, la pregunta es si podrán seguir haciéndolo. Intento hablar con Delfino, trabajador de la construcción, conocido en el barrio por ser habilidoso y responsable, para preguntarle cómo la lleva. Me contesta que no puede hablar, que está con fiebre y mucha tos. Trabajó hasta que se enfermó. Es ilegal. No le llegarán los U$S 1.200 del estímulo, ni cobrará desempleo. Delfino tiene dos hijos con su mujer, que limpia casas. Bah, limpiaba. Hoy cuida a Delfino y cruza los dedos, con los ahorros no llegan a fin de mes.
-Hay más de medio millón de indocumentados en Nueva York, y más de la mitad de ellos provienen de Latinoamérica. Los inmigrantes ilegales constituyen el 10% de los trabajadores de esta ciudad, y son los que menos ganan. “Está claro que los más pobres deben salir a trabajar aunque se enfermen, para ellos es el dólar o la vida, están en modo supervivencia”, me dice mi amiga Helena, una psicóloga argentina que trabaja con chicos hispanos referidos por el distrito escolar por problemas de conducta. “Yo, cuando empecé aquí, le decía a todo trabajo que sí, con esta lógica del inmigrante que necesita sobrevivir. Me llevó un tiempo poder elegir”. Helena cuenta que la problemática familiar de sus pacientes es muy compleja y difícil: muchos de los padres no hablan el idioma de los maestros, no entienden los requerimientos de la escuela ni las consignas, y no pueden pedir asistencia psicológica porque, aunque sus hijos son legales porque nacieron aquí, ellos no lo son. Viven al margen y con miedo. Estas familias presentan una tasa de violencia doméstica elevada, la misma violencia, que, según el New York Times, está creciendo en estos días de encierro. La ONU acaba de hacer un llamado urgente a los países para tomar medidas sobre el abuso de género durante la pandemia. Pienso en las mujeres indocumentadas en NY y pienso que estos platos rotos los pagarán los inmigrantes, dentro de ellos, aún más, los ilegales, y dentro de estos últimos, las más damnificadas serán las mujeres, lo que definitivamente no sería una sorpresa.
-New York es la ciudad estadounidense con más turismo del país, recibiendo unos 65 millones de visitantes por año. Los trabajadores latinos conforman un tercio de los trabajadores de la industria de la hospitalidad, el mayor porcentaje. En los restaurantes de la ciudad pueden verse mozos de todas las etnias, pero en la cocina, lavando los platos y fregando los pisos, la mayoría es hispana. El 49% de los latinos en el país declara en estos días que ellos o un miembro de la familia con la que viven, o ha sido despedido, o ha recibido un recorte de sueldo. Dos tercios declaran que no van a recibir ninguna remuneración si pierden más de dos semanas de trabajo. Los restaurantes y los hoteles que eran, hasta hace unas pocas semanas, los símbolos más evidentes de la vitalidad de esta ciudad, hoy son un decorado fantasma. No se sabe aún los meses o años que pasarán hasta que los miles y miles de restaurantes cerrados abran. Es inimaginable la cantidad de despedidos que dejará el coronavirus en esta industria. Aún más inimaginable es qué harán los millones que se están quedando sin ingreso en un país donde la precarización del trabajo, la desaparición de los sindicatos y la disminución de derechos sociales vienen creciendo exponencialmente, año tras año.
-“Esta pandemia podría haber sido prevenida” dice Noam Chomsky. “La información estaba allí, se la conocía bien, en octubre de 2019 hubo una simulación de gran escala en Estados Unidos”, refiriéndose al ejercicio titulado Event 201 que realizaron el Centro Johns Hopkins, el Forum Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates. Una de las noticias de esta semana es que el Centro Nacional de Inteligencia Médica (NCMI) generó un informe el pasado noviembre asegurando que “el virus puede convertirse en un evento cataclísmico”, y que el documento fue enviado repetidas veces al Pentágono y a la Casa Blanca. Se ve que el gobierno de Trump, infectado por el triple virus del narcisismo, la ceguera y la ignorancia, no quiso escuchar las advertencias. Estamos en los primeros días de abril y los números son escalofriantes. En la ciudad de Nueva York ya hay 9.000 muertos. El miércoles 8, durante su diaria conferencia de prensa, el gobernador Andrew Cuomo se preguntó: "¿Por qué son siempre los más pobres los que pagan el precio más alto?" Señalando la desproporción de muertos afroamericanos e hispanos que está dejando la pandemia, mencionó varias cifras, entre ellas el porcentaje de latinos, que constituyen el 29% de la población de la ciudad de nueva York y el 11% del estado, pero representan el 34% y el 14% de las muertes, respectivamente. Cuomo se comprometió a elevar la cantidad de tests en las comunidades más afectadas y a abrir una investigación sobre las causas de la disparidad. ”Los expertos nos señalan las condiciones subyacentes que afectan a estas comunidades y su falta de acceso a la medicina. Debemos aprender de esto, y debemos hacerlo ahora”. Steven Brown, investigador del Urban Institute, lo explica así: “Cuando la América blanca se resfría, la América de color se agarra una pulmonía”. Y es así, la pobreza dibuja coordenadas con tinta indeleble y crea los mayores caldos de cultivo ahí donde donde viven los que menos pueden defenderse. Sí, ya sé, no estoy diciendo nada nuevo. Pero hablamos del país más rico del mundo, un lugar donde este estado de cosas es completamente indefendible.
-Mientras esto sucede, el gobierno de Trump, movido por el pánico a la falta de alimentos, está reconociendo de alguna manera a los trabajadores agrícolas ilegales: seguirán siendo indocumentados, no recibirán ningún tipo de seguridad, pero han recibido una “carta de trabajo esencial”. Aún podrán ser deportados, pero no serán arrestados por romper cuarentenas en los estados donde son obligatorias. También se ha suspendido la feroz caza de inmigrantes ilegales desatada por el Presidente, enfocado desde el 18 de marzo en la detención de los que sean sospechados de actividad criminal o que representen una “amenaza para la salud pública”. Es difícil imaginar una mayor amenaza a la salud pública que la de un gobierno que llegó tan tarde y mal a la posibilidad de contención de esta pandemia. En estos días, al caer la tarde, las sirenas se vuelven constantes, no hay respiro. Se van mezclando, aúllan con un canto urgente y desesperado, como si salieran de los cuerpos de los miles que viajan, solitarios, hacia un hospital. La banda de sonido de una película que, con más responsabilidad y tino, podría haber sido quizás un drama, pero no una de terror.
-Una buena: aunque la lógica inmigrante empuje hoy a muchos trabajadores a exponerse al virus, el crisol de países latinoamericanos en Nueva York tiene algo que lo caracteriza, lo ennoblece y lo protege: la prevalencia de los lazos familiares y afectivos. En momentos como estos nos damos cuenta hasta qué punto eso es todo, o casi todo. Sabemos que sentirnos solos nos debilita. En la comunidad hispana uno jamás está solo, aunque viva en el país donde todo invita a la soledad. Cuando termine la pandemia, se volverá a escuchar salsa en esas discotecas latinas del Harlem hispano, donde la sección de vientos, afiladísima, corta el aire, las botellas de Coca Cola y ron brillan en las mesas y las parejas se mueven con una gracia imposible. Volverán las rancheras y los corridos a esas fiestas familiares de Queens donde se ofrecen platos que llevan días de cuidadosa preparación. Volverá el alma a los cuerpos y los cuerpos a las calles, volverá el “azúcar” latino a brindar y a brindarse esa celebración comunitaria, esa necesidad tan nuestra de compartir, la que se evidencia con tanta fuerza en estos tiempos de aislamiento que nos toca vivir.
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