Las resistencias
Historias de las mujeres que denunciaron los aportes truchos de Cambiamos
Noemí Viera tiene 30 años. Nació en 1988 en villa Itatí, una de las barriadas de Quilmes, en una familia de seis hijos, madre en casa y padre proveedor, egresado en técnica electromecánica en la UOM, con trabajo estable hasta 2001 como supervisor de montacargas en el supermercado Disco. Hasta entonces en la casa hacían las cuatro comidas. Noemí y sus hermanos viajaban en micro escolar. Con la crisis, el padre perdió el trabajo, los seis hermanos comenzaron a ir en colectivo a la escuela y a comer una sola vez al día de una olla que proveían ellos mismos con su trabajo porque era eso, dice ella, o llorar en casa por el dolor de la panza, de hambre.
"Si a mí me hubieses cruzado en ese momento, no me reconocías", dice. "A nosotros, sobre todo en los barrios, nos criaron las políticas de Estado. Antes, la política no era para nosotros. No teníamos alternativas. No había capacidad de nada porque los que nacimos acá, estábamos destinados a vivir acá. Ahora cuando discuto, me dicen: vos sos fanática del kirchnerismo, pero no. A mi lo que me pasó es que si en ese momento hubiese existido una política de Estado, nosotros no hubiésemos pasado un montón de situaciones. En estos años nos atravesaron todas las políticas públicas: desde la Asignación Universal por Hijo (AUH), el Centro de Acceso a la Justicia, hasta el Ellas Hacen o la universidad. Yo empiezo a ver la realidad diferente y a ver que hay otra esperanza, que hay otra vida. Que hay otra realidad".
Hoy es una de las mujeres de Itatí que lleva adelante una denuncia contra Cambiemos porque detectó su nombre en un listado de 4.800 aportantes de la campaña 2017 de la Provincia de Buenos Aires. Con su nombre encontró a la presidenta de su cooperativa. Compartió los datos con la investigación que llevaba adelante el periodista Juan Amorín de El Destape cuando emergían los primeros resultados de una mecánica de blanqueo millonaria para financiar la campaña electoral encabezada por María Eugenia Vidal, para la elección de la lista de diputados que encabezaba Graciela Ocaña y de senadores con Esteban Bullrich. Esa dinámica que incluyó afiliaciones fraguadas de personas que tampoco pertenecían al PRO comenzó a salir a la luz no sólo por la gran investigación, sino porque detrás hubo mujeres y varones que se plantaron, como dice ella, como ciudadanos con derechos. Ante las cámaras de El Destape, Noemí fue a la sede central del PRO a preguntar por su afiliación. Y luego entró a la Cámara Nacional Electoral para pedir sus datos. Primero se los dieron escritos a mano y en un papel. Nuevamente se plantó para exigir una impresión que pudiera servirle de prueba para lo que ellos y ellas estaban denunciando.
Durante la crisis de 2001, el intendente radical de Quilmes Fernando Geronés había fraguado licitaciones con empresas fantasma creadas a partir del robo de identidad de los vecinos más pobres de la zona. Una dinámica que ahora parece repetirse pero a gran escala. Cuando en aquel tiempo las cámaras entraban a cualquiera de esos barrios para desenmascarar las supuestas empresas importantes, las personas no tenían ni la remota idea de qué se les estaba hablando. Pero en sus casas, o en los fondos de un pantano de cartones donde también vivían hombres y mujeres, lo que aparecía eran respuestas y personas estructuralmente desarmadas. Por caso, en aquel momento la investigación por las empresas fantasma se abrió por una denuncia de los concejales. Aquí, la historia del robo de identidad de Cambiemos comenzó con un correo enviado por uno de los habitantes de esos barrios.
Noemí cursa tercer año de una Licenciatura en Justicia y Derechos Humanos de la Universidad Nacional de Lanús. Tiene cinco hijos que no sólo se preguntan por la universidad sino que discuten dónde van a hacerla. O se paran a explicarle a ella cuándo se usa la "e" de género. Y ahí mismo, en ese territorio, ella observa otra vez el comienzo del repliegue del Estado. Desde fines de 2015 cerró el Centro de Acceso Local (CAL) y el Centro de Acceso a la Justicia (CAJ), con abogados y psicólogos que atajaban los problemas de mayor vulnerabilidad sobre todo de mujeres en emergencia por situaciones de violencia. Desaparecieron los programas Ellas Hacen y Argentina Trabaja, trasformados ahora en un sólo programa llamado Hacemos Futuro, con un recorte de los 500 pesos de viáticos que tenían las mujeres para los traslados a los centros de estudio, con obligación para ellas de estudiar sin miramientos, con lo cual muchas mujeres lo están perdiendo. Y desapareció sobre todo la dinámica de organización. A diferencia de lo que sucedió hasta 2015, comenzó a diluirse la exigencia de producción o de organización de las cooperativas. Muchas de las estructuras siguen pero atravesadas por una lógica que dejó de acentuar lo colectivo. En el medio, las mujeres estudiantes comenzaron a ir caminando a la escuela para no gastar dinero en la SUBE.
—Pero eso en la mejor de las situaciones —dice Noemí.
¿Cómo está la cosa?
"El otro día lo explicaba una de mis compañeras, Sonia Villán. Ella está embarazada de su sexto hijo y cuenta que pasó de levar a su familia de vacaciones a tener que ir a un comedor porque no puede garantizarles la comida. Va al comedor al mediodía y a la noche cenan en la casa. Otra compañera me contaba que al marido lo echaron de la fábrica. En estos dos años, su marido entró a cinco trabajos diferentes por tres meses cada vez. Otro de los vecinos volvió a sacar el carro. Y otra parte empezó a hacer changas, porque también tenés eso: vos salís a rebuscártelas y acá se quedan los pibes porque nosotros no le pagamos a alguien que los cuide. Yo tengo a mi suegra que me da una mano, pero no todas tienen esa posibilidad. Después están las que van los domingos a la Feria del Triángulo, a vender algo, y ahí sabés que para uno o dos días seguro de comida vas a tener y después, es pensar hoy que van comer mañana. Eso se escucha. Y no te voy a decir que nosotros estábamos en la clase media, porque no. Pero sentíamos que teníamos estabilidad. Que podíamos llevar a los pibes al cine o a comer una vez cada dos meses, y hoy te pagan la AUH y el Hacer Futuro pero ni eso ni la changa te garantiza la comida".
¿Qué pasó cuando se enteraron de los aportes truchos?
Al comienzo hubo mucho miedo. Nos juntamos a hablar y trasmitir. Me acerqué a Juan Amorín para decirle que yo misma estaba en esa situación. Pero muchas todavía están preocupadas porque esta línea de subsidio es el único ingreso que tienen. Pero aún así me puse orgullosa porque salieron a hablar. Dos de ellas, durante la semana, tuvieron a los chicos internados, pero me escribían para decirme: Noe, mirá, estoy con los chicos en el hospital, pero manteneme al tanto. Si necesitan algo contá conmigo. Creo que a todos nos pasó algo parecido. No elegimos estar en ese lugar.
¿Qué pasó con vos?
Mis hijas cumplen años el 25 de octubre y el 22 de noviembre. En 2015 salí a las 7 de la mañana y volvimos a cualquier hora, justamente para que no gane el macrismo. Y de repente, cuando pasa todo esto mi grupo de amigos se reía: Así que vos eras una infiltrada, me cargaban. Yo me reía, pero también me dio mucha vergüenza. Tal vez creyeron que nunca íbamos a darnos cuenta. Pero si hay algo que aprendimos en todos estos años fue a decir que no. Si no me gusta, si me hace mal, no. Si está mal, no. Y aprender a decir ese no y plantarse, no es lo mismo. Y no es lo mismo hacerlo sola, porque asusta, pero cuando estamos todas juntas, en la misma, pasan otras cosas. No sé qué es, pero es así.
Desde 2003, Itatí estuvo atravesada por diversas políticas públicas. Además de la AUH, el Centro de Acceso a la Justicia tramitó documentos y partidas de nacimiento a quienes nunca los habían tenido. Tenía psicólogos y abogados que articularon políticas con La Casita en el Centro de Quilmes y el Centro de Acceso Local, destinado específicamente a quienes padecían problemas de violencia. En la capilla de la villa se dictaban clases del secundario para adultos. En la universidad de Quilmes, una diplomatura de operador social. Se abrieron el Argentina Trabaja y Ellas Hacen, con el que las mujeres podían disponer de algo de dinero con independencia del proveedor varón.
¿Quién sos?
Yo nací, crecí, viví siempre en Villa Itatí. En 2001 vivíamos con mi mamá, mi papá y éramos seis hermanos. Hasta ahí mi viejo tenía un trabajo estable. Vivíamos en Itatí, pero bien: nunca nos había faltado nada. Mi papá era egresado de la UOM, técnico electromecánico. Estábamos acá pero no teníamos mucha conciencia de vulnerabilidades. En 2001, íbamos en micro a la escuela. Y pasamos del micro al colectivo. Nos llevaba mi mamá que era la que estaba en casa. Pero para nosotros era una aventura porque no nos dábamos cuenta de lo que pasaba. A mi papá no lo dejaron sin trabajo pero empezaron a recortarle horas o el sueldo. Me acuerdo que una vez cobró un peso. No sé por qué, pero me acuerdo clarito. Empezamos a ir caminando a la escuela. Y evidentemente, la cosa en casa no se podía sostener. Mi viejo se va, yo tendría 12 o 13 años. Pasamos dos años difíciles, con hambre. O sea, ¡yo sé lo que es el hambre! Y muchos años después, muchos años después, me di cuenta por qué mi mamá decía que nunca tenía hambre. Hoy yo puedo darme cuenta.
¿Por qué?
Mi papá no estaba. Yo tendría 13 ó 14. Iba a octavo y noveno grado. Fueron esos dos años. Tuvimos que salir nosotros porque no teníamos otra alternativa. Era eso o quedarnos a llorar en casa de dolor de panza, de hambre. Pasamos de desayunar, almorzar, merendar y cenar, a comer una sola vez al día. Y mi mamá no comía. Le decía: Ma, vení, sentate a comer. Pero ella respondía: No, no tengo hambre. Siempre era así. Tomaba te o mate. Literalmente no comía. No sé como habrá sobrevivido, pero hoy entiendo y me doy cuenta que ella elegía eso para que comamos nosotros.
¿Qué pasó después?
Como mi papá trabajaba en blanco, mi mamá no tenía ni idea de nada. Nosotros éramos chicos, no teníamos cómo reclamar. Pasamos dos años sin ningún ingreso, y tuvimos que recorrer nosotros, traer la comida. Por eso digo que si en ese momento hubiese existido una política de Estado, no hubiésemos pasado un montón de situaciones.
¿Qué registro vas teniendo de los cambios?
Al comienzo participé en centros para chicos y chicas del barrio. Me gustaba. Empecé con una biblioteca, apoyo escolar, lugares muy adentro de Itatí. Y cuando quedé embarazada, me dediqué absolutamente a mis hijos. Cinco hijos entre 2006 y 2011, a razón de uno cada año y medio. Y si bien siempre decía que quería estudiar porque sabía que era la única forma de salir adelante, en casa nunca se había mencionado esa opción. En 2008 arranqué con un merendero porque se había puesto duro. Yo tenía dos nenas y el varón bebe. Después paramos. En 2010 falleció un hermano en un accidente de tren. Eso me metió para adentro. No la estaba pasando bien. Y en 2011, mi marido fue y me anotó en el FINES (Bachillerato para adultos) como para que yo salga un poco. Y arranqué. Empecé en agosto de 2012. En tercer año abren diplomaturas en Quilmes como una instancia de capacitación extra para trabajar en los barrios. A mi me gustaba eso, pero el día que entré en la Universidad fue...
¿...Increíble?
Creo que nos pasó a todas. Eramos un curso de 30 ó 40 titulares de Ellas Hacen. Todas madres, y la que no era mamá estaba atravesada por una situación de violencia. Fue fuerte el vínculo que se generó adentro del aula. Y desde lo individual, dije: ¡Estoy acá! ¡Se ve que podíamos ir! ¡No era como nos enseñaron que acá el domicilio no se da para buscar un trabajo! Yo hoy escucho a mis hijos decir no sé a qué universidad voy a ir. A mi jamás de chica se me cruzó por la cabeza la palabra universidad, porque yo sabía que no era para nosotros. Nos criaron así.
¿Qué carrera?
Me anoté en la UNLA a mediados de 2016. Y estoy cursando el tercer año de una licenciatura en Justicia y Derechos Humanos, la primera a nivel nacional. No es derecho, pero se parece. El mundo no necesita más abogados sino que necesita más justicia. Tenemos muchas materias de derecho, muchísimas, pero todo lo que hacemos está atravesado por los derechos humanos. No sólo está en el plan académico. En la UNLA, si sos de Itatí, más te abrazan todavía. Ahora, lo siento como mi lugar, un espacio muy cercano.
¿Que pasó con el Ni una Menos, o las articulación con el mundo feminista?
Participamos del primer Ni Una Menos. Acá sabíamos cuáles eran las compañeras en esas situaciones. En un momento parecía que el Programa quería separar a todas las mujeres, pero no era así. El tema es que llegó un punto en que ellas pudieron identificar las violencias en cada capacitación. Hubo procesos individuales e internos, y luego también estuvo el coraje que tienen las mujeres, ese coraje y valentía, para querer salir de ahí. Y tomar la decisión. Nos pasó el 13 de Junio. Yo corría, estaba pasada de energía. Y cuando caminábamos al Congreso, una compañera rompe en llanto. Los que conocíamos la situación, entendimos que ella nunca se había imaginado nada de todo eso: primero, nunca había movilizado; segundo, dejó a los chicos, logró organizarse para ir. Y tercero, me decía que lo que le pasó a ella, a su hija no le iba a pasar. Mi hija nunca se va a despertar durante la madrugada con una amenaza, alguien que le diga: te voy a matar. En fin, pasaron un montón de cosas. Acá no teníamos alternativas. Y hubo una decisión política. Acá, los jardines los arreglábamos nosotros con trabajos comunitarios, laburaba todo el barrio; al camión de documentos lo cuidábamos nosotros. Si llegaba temprano, a las seis de la mañana, estábamos ahí porque sabíamos que no era sólo para nosotros.
A la hora del retiro del Estado, lo que aparece son ustedes asumiendo lugares que el Estado ya no ocupa. ¿Es así?
Fue raro pero en 2016 vinieron a las reuniones de las cooperadoras para decirnos que no era necesario el trabajo. Y hoy hay pocas cooperativas haciendo producción o proyectos productivos. Y yo te digo que entre las capacitaciones, una vez las llevaron a una de Mercado Libre. Es re-triste.
Te desactivan grupalmente. ¿Volvió la lógica del plan?
Antes hacíamos feria de economía social y solidaria. Cada cooperativa exponía en Quilmes, y armábamos nuestras propias ferias. Eso era muy bueno pero además era un ingreso. Hoy hay cooperativas armadas que siguen trabajando pero por decisión propia y no porque haya un acompañamiento del Ministerio (de Desarrollo Social de Nación). Las capacitaciones que quedan no se pueden comparar, y directamente fueron al hueso del Programa. Yo estuve en el operativo ANSES. Se acercó una mujer con un bebe a pedir un formulario para presentar en el organismo. Le dijeron que no había. Que vaya al ANSES. Volvió. Y preguntó cómo hacia para conseguir uno. Le dijeron que si no estaba estudiando, no iba a cobrar más. Yo les dije: ¡Pero cómo! ¿Cómo les decís eso? Si ella puede acercarse al FINES con el formulario. Y presentarlo. Y eso es lo que te está pidiendo. Pero ellos no tienen información. Son las cosas que pasan. Y entonces, lo que hacemos es rastrear viejos compañeros que ahora pueden estar en el ministerio o en el ANSES. Para resolver problemas puntuales, pero estamos como a la deriva, resolviendo los temas entre nosotros. Y si alguna compañera le llega una suspensión de pago, vamos viendo dónde están los compañeros para darle una mano.
¿Qué pasó cuando la gobernadora dijo lo de las universidades del Conurbano?
Creo que esa misma semana (Horacio Rodríguez) Larreta también dijo que sin cartones en la calle, no iba a haber cartoneros. Cuando los escuché yo decía: ¿Esa semana les faltó el asesor? ¿El que les dice lo que tienen que decir? ¿O derraparon? Yo soy primera generación universitaria y la generación que viene va a llegar a la universidad. Que sepan que los pobres sí vamos a la Universidad. Es mas, somos los preferidos. Y eso habla del desconocimiento de ellos y del cinismo. Siempre dicen que hablan con la verdad. Yo estoy esperando que den la cara en este caso. Que den explicaciones. Al comienzo, te juro esperaba que dijeran que había sido un error de carga de los datos. Pero el silencio hace mas ruido. Es como ningunearnos, despreciarnos, como si no nos mereciéramos explicaciones. Habrán pensado que en unos días se iba a pasar, pero si algo nos sobra es paciencia. Hay mucha gente que nos acompaña, personas que no se pueden exponer porque pueden perder el laburo.
Da la sensación de que los barrios son otros.
A raíz del programa, yo vi mujeres analfabetas que ahora están en la universidad, ¡pero duras, duras, eh! Que decían que eran grandes y que no podían. Todo les costaba más porque no sabían ni leer ni escribir. Hicimos ese acompañamiento. Hice alfabetización. Y esa mujer hizo alfabetización primaria, secundaria y hoy está diciendo que quiere ir a la universidad. Y además, lo que recibían económicamente era un incentivo básico. No es un sueldo, pero esas personas dependían del hombre para todo. Compañeras con cuatro o cinco hijos que venían a cursar o a la cooperativa con la cara con marcas o sin dormir. Y el programa les daba una base económica de alguna manera, estable. No estaban garantizadas todas las necesidades básicas, pero una podía escuchar que el sábado alguien se había tomado un colectivo, agarrado galletitas, jugo, mate y se había ido a pasear con los chicos.
Esa era una sensación de libertad. Y ahora nos da mucha esperanza.
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