Las obreras de las fiestas

Esta semana feminista la noticia es que nos invitan a las fiestas para que trabajemos

El barrio entero escuchó los gritos. “Auxilio, auxilio, auxilio”. A las 9 de la mañana la jornada laboral está en su albor y las ciudades funcionan como máquinas aunque sea fines de diciembre. “¡Acá, en la pileta, auxilio!”. La mujer pedía ayuda, ¿se había ahogado un niño? ¿la habían golpeado? De a poco empezaron a aparecer las cabezas, primero llegaron dos mujeres, después fueron manos ofreciendo ayuda, más mujeres. “¿Te sacamos de la pileta? ¿Dónde te duele? ¿Llamamos a una ambulancia?” Había caído accidentalmente a la pileta y en el camino se fracturó un hueso del brazo. En pocos minutos eran cerca de 20 las mujeres que custodiaban la experiencia, dueñas de casa, empleadas domésticas, todas acodadas en la tarima. ¿Por qué serían mujeres? ¿Se tratará de un efecto del azar que nada tiene que ver con la sociología? 

Estamos en período de entre fiestas —o de entreguerras—, como dijo una lectora de El Cohete, momento del año en el que se produce un pico de trabajo doméstico. Las mujeres organizan el menú, los regalos, tapan los huecos, embellecen lo feo. Compran los huevos, los ponen a hervir, los dejan en remojo, los rompen, pelan y reservan para el 31 rellenarlos con pasta de huevo. Las ricas no por ricas dejan de ocuparse de la labor, pasan el barrefondo a la pileta mientras piensan en regalos (caen accidentalmente al agua, se fracturan) y tienen un ejército de mujeres que las socorren, mujeres que trabajan por hora, la mayoría de ellas migrantes, la mayoría madres que tienen también en sus casas un trabajo extra en el período de entreguerras.

María le llevó un té caliente a su jefa mientras esperaban la ambulancia, como ella, usa el 20% de su tiempo en tareas que tienen que ver con mantener el hogar disponible para que la vida siga reproduciéndose, que haya comida en las alacenas, un ambiente acondicionado, que haya afecto, atención en salud y un largo etcétera. A este procentaje de atadura, en las fiestas hay que sumarle un gran caudal de actividades extras. Pero además María, como la mayoría de las mujeres que espiaban esta mañana, trabaja limpiando casas ajenas y es una de las 3 de 4 trabajadoras domésticas que no tienen obra social, aportes, ni ningún tipo de seguridad social. 

Una lectora de la Semana Feminista de El Cohete explica su rutina en este período del año: en las fiestas “estoy a cargo logística y monetariamente de la cena, los obsequios, la casa y la animación de la fiesta. Sacar la cuenta de las horas extras se mide en días, no lo hago porque me impresiona. La parte más densa es que soy consciente de la asimetría, pero por ahora es la forma más amable para el colectivo familiar de pasar las fiestas. Así que reincido en la elección”. La lectora así realiza otra de las grandes dotes de las mujeres: la amabilidad.

Mientras las madres y abuelas pliegan servilletas de papel, preparan la expo de platos adornados con mayonesa y aguantan hasta el final para relajarse, beber y festejar, “los tíos, primos, todos los tipos están sentados escabiando, divertidos, hablando de pavadas”, retrata otra lectora. ¿Alguien puede creer que esto les guste a las mujeres? Sí, claro, hay satisfacción en mantener las piezas del rompecabezas todas pegadas. Pero no solo eso, en la cocina se produce una conspiración, como sugería la filósofa Silvia Federici en 1974 en su artículo Conspirando desde la cocina:  “Nos negamos a aceptar que, mientras un trabajador de Detroit debe luchar contra la cadena de montaje, nuestra meta deba ser que esa misma fábrica funcione, desde nuestras cocinas metropolitanas”. Y entonces las mujeres en la cocina conspiran por mejores vidas para todxs.

Se abre una lata de conserva reservada hace meses en la alacena y también se abre la oreja para oír el quejido de la cuñada, se pone el último huevo en el pionono y la prima trae info de la tarjeta alimentaria. Si nos van a confinar a la cocina haremos de ella un reino, o haremos un alfabeto, como en la Semiótica de la cocina, de Martha Rosler. Esta semana la presión callejera logró que se derogara la reforma de la Ley 7722, que daba libertad a la minería contaminante, también la nueva Ministra de Seguridad derogó la llamada doctrina Chocobar y la Corte Suprema de Justicia de la Nación, por unanimidad, absolvió a Cristina Liliana Vázquez, presa 12 años por un crimen que no cometió. La cocina puede ser un lugar donde la información se trafique.

 

Durante todo el año en La semana feminista hablamos de mujeres abusadas, de niñas madres, lesbianas perseguidas, mujeres dictadoras, grandes acontecimientos políticos donde las feministas atizan el fuego, esta semana, la noticia es que en las fiestas están todos de fiesta menos las mujeres, las obreras de las fiestas.

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