La desazón sacude al país: un video casero muestra a un Presidente arrugado por la derrota y mordiendo el polvo de un hogar humilde. Su ofensiva contra el populismo ha fracasado. Ahora promete medidas para aliviar a los que menos tienen. Este es el nuevo marketing electoral. El cinismo se cuela por los poros de un “plan de alivio” que tiene por único objetivo llegar a las elecciones de octubre. Después de eso, el alivio caerá en el agujero negro que tan laboriosamente ha construido el FMI.
Por primera vez el Presidente olfatea que puede perder el sillón de Rivadavia. Esto desata su furia: sus amigos de antaño, aquellos que desde siempre han formado los precios en el país, se han rebelado. No acatan sus directivas. No creen más en el “¡sí, podemos!” ni apuestan a las reformas estructurales que erradicarán al populismo de la faz de la tierra argentina. Simplemente han acorralado al Presidente. Se rehusan a compartir ganancias y rentas con banqueros que les chupan la sangre con tasas de interés desmadradas. Tampoco quieren absorber una dolarización de combustibles y tarifas que beneficia en forma prioritaria a las empresas del Presidente, de sus amigos y entenados. Peor aún, defienden sus feudos ante el viento de la desgracia que, soplando con fuerza desde el norte, pretende encuadernarlos por corruptos y sustituirlos por capitales que vienen de aquellas lejanas y frías latitudes. Encrespados ante un plan de ajuste que busca imponerles la paz de los cementerios, los que fueron sus amigos pelean ahora con uñas y dientes por mantener sus ganancias amenazadas por la recesión y el peligro de una devaluación permanente.
El lunes el gobierno desembolsó por primera vez los 60 millones de dólares diarios destinados a satisfacer las demandas de esa entelequia que muchos llaman mercado. Como se esperaba, el dólar retrocedió sesenta y cinco centavos para cerrar a 42, 64 pesos en el promedio minorista. Al día siguiente, sin embargo, rompía una racha de seis bajas consecutivas y levitaba con fuerza hasta llegar a los 43.37 pesos, promedio minorista. Esta vez los hilos invisibles que mueven al mercado cambiario quedaron expuestos. Un poderoso fondo de inversión decidió dolarizar el cobro de la renta obtenida con inversiones en BOTES y se alzó con la friolera de 12.000 millones de dólares (cronista.com 16 4 2019). La mayor tenencia de estos BOTES está en manos de Templeton, uno de los fondos de inversión mas poderosos del mundo. Templeton apareció a principios de 2018, luego de una misteriosa conversación telefónica entre Macri y Trump y en medio de una corrida cambiaria. A contramano de la corrida, se fue a los BOTES. Desde ese entonces Gustavo Cañonero, ex socio de Templeton y ex funcionario del FMI, ocupa la vicepresidencia del BCRA. Ahora Templeton decidió huir. No es el único que anda en esos menesteres. Esta es una tendencia últimamente de moda entre los grandes inversores extranjeros. A medida que vence el plazo en que han sido colocadas sus inversiones, se dan a la fuga. La incertidumbre política corroe la confianza en el gobierno.
Sin embargo, eso no explica todo. En efecto, el mismo martes Macri había advertido a la población sobre un “pico de inflación”. Pocas horas después, el Indec transformaba al pico inflacionario en un índice del 4.7% para el mes de marzo. Al mismo tiempo, el aliento de la inflación empujaba al BCRA a introducir correcciones en su política cambiaria que tendrán que perdurar hasta fin de año. Por ese entonces caerán, conjuntamente con la política de precios, en el agujero negro pergeñado por el FMI.
Las nuevas correcciones fijan la banda de no intervención en la flotación del dólar en un espacio comprendido entre los 39,75 y los 51,45 pesos. Su techo será inamovible hasta las próximas elecciones. Durante ese periodo, y mientras el dólar se mueva dentro de esa banda, el gobierno venderá diariamente los 60 millones de dólares del préstamo del FMI y los que obtenga del campo. Esta estrategia busca provocar un cierto atraso cambiario que permita contener a la inflación y al mismo tiempo incentivar al carry trade con el dólar durante el periodo electoral. Apunta así a calmar a los formadores de precios y a propulsar la bicicleta financiera con un dólar relativamente estable y con tasas de interés que superan lo que se conoce en el mundo.
Estas correcciones, sin embargo, no alejan el peligro de una corrida y mantienen la apertura total a la salida de capitales. En esa banda tan ancha, cualquier movimiento del dólar hacia el techo puede desatar la corrida. Si esto ocurre, los 60 millones de dólares del préstamo del FMI que el gobierno puede vender diariamente son una gota de agua en un océano. La corrida de 2018 lo demuestra. Por otra parte, si el dólar supera al techo los 150 millones del préstamo que el FMI permite usar en estos casos también serán insuficientes.
Tampoco se podrá parar una corrida cambiaria usando las reservas de libre disponibilidad del BCRA (un 20% del total de las reservas actuales) pues “después de tirar algunos tiros se agotan las balas” y el país cae en un caos que se deriva del endeudamiento contraído por este gobierno. El mismo revela un plan de guerra: el próximo gobierno tendrá que enfrentar inmediatamente vencimientos de deuda de magnitud grotescamente enorme, imposibles de pagar, con reservas del BCRA exhaustas y una sociedad carcomida por la destrucción de su tejido social y productivo.
En tres años y medio el gobierno de Macri ha endeudado al país en 187.000 millones de dólares. La mayor parte de este endeudamiento vence en los próximos tres años. Así, un collar de alambre de púas asfixia al pueblo argentino. El FMI aprieta ese collar otorgándole graciosamente un préstamo por 57.000 millones de dólares que, utilizado prácticamente en su totalidad para financiar la campaña electoral de este gobierno, deberá ser pagado íntegramente en los próximos dos años. Así se configura una arquitectura diabólica cuyo objetivo ultimo es asegurar el ajuste permanente y el endeudamiento ilimitado.
No hay nada en el plan de ajuste del FMI que permita reactivar la economía y empezar a crecer para salir del endeudamiento. Por el contrario, mantiene un estado de profunda recesión económica, impide la recaudación y conduce a la incapacidad de pago de los intereses de la deuda externa. Esto deriva en una reestructuración de deuda con capitalización de intereses. Así, por arte de magia entramos en el circulo vicioso del endeudamiento al infinito, empobrecimiento y canibalismo social creciente. La usura conduce a la desintegración social. Este es el dilema que hoy enfrentamos.
La usura ha sido condenada desde siempre. Hoy sin embargo se ha naturalizado. En esta fase del capitalismo global monopólico, el FMI es el caballo de Troya que, insertándose en las economías emergentes, reproduce a la usura por todos los intersticios de la sociedad. En vísperas electorales y en condiciones de creciente crisis de legitimidad, la usura desnuda sus dientes y nos muestra sus distintas caras. No se limita al campo de las finanzas y del endeudamiento. Aparece en un fenómeno despiadadamente natural: la inflación.
El día miércoles Macri anuncio su plan para combatirla: un rejunte de medidas cosméticas entre las cuales se cuentan el congelamiento de precios de 60 productos cuya índole todavía se desconoce. Este acuerdo es, según Dujovne, el resultado de un “pacto de caballeros” entre funcionarios del gobierno y dieciséis empresas del sector alimenticio. En el ultimo año el aumento de los precios de los alimentos ha liderado la estampida inflacionaria. En los últimos días la remarcación de precios ha sido frenética. Sin embargo, mas allá de la política de precios y sus múltiples detalles, el “espíritu” de la nueva política se sintetiza en el otorgamiento de créditos a tasas del 50% para “facilitar” el consumo de jubilados y beneficiarios de la AUH. Así se busca atrapar a los más pobres entre los pobres con un endeudamiento para comprar alimentos, pagar servicios básicos, y deudas ya contraídas. Esta es la perversa cara de la usura.
Pero no es la única. Hay otra que se agazapa bajo el mordisco despiadado de precios en estampida que chupan la sangre de los que menos tienen para recuperar la rentabilidad de los formadores de precios, perdida por la recesión y la caída del consumo. Así, mas allá de las distintas caras que asume la usura, sus filosos dientes atacan a distintos segmentos de la sociedad: desde los más vulnerables hasta fracciones de las clases medias cada vez más perjudicadas por el ajuste del FMI.
La usura no busca sólo apropiarse de los bolsillos de la población. Es también parte de una guerra abierta que busca apropiarse de la identidad nacional. Esto es lo que pretende concretar el FMI, una organización que responde a una estrategia geopolítica.
Coyuntura económica internacional y usura
Datos recientes muestran que en los últimos tres meses el volumen del comercio internacional ha caído un 1.8%, registrando la peor caída desde la crisis financiera de 2008 (telegraph.co.uk 15 4 2019). Esta evolución es consecuencia del crecimiento económico global más débil de los últimos diez años, un crecimiento afectado negativamente por la evolución de la producción industrial en China, Alemania, Italia y varios países europeos y asiáticos ( IMF, World Economic Outlook, Growth Slowdown, Precarious Recovery April 2019). En los Estados Unidos, el estímulo dado por Trump a la economía norteamericana con el aumento del gasto militar y la disminución de impuestos —a los más ricos y a las corporaciones— se esfuma rápidamente.
En este contexto económico global, las burbujas especulativas son cada vez más peligrosas. Hoy hay 11 billones de dólares (trillions) de deuda global en bonos con tasas de interés negativas. Esto implica que un cuarto de la deuda global en bonos tiene rendimientos negativos. A este problema global se suma el desbordante desarrollo de la banca en las sombras (shadow banking), constituida por instituciones financieras no bancarias que, con escasa o ninguna regulación, operan con derivados e instrumentos financieros altamente complejos. Esta banca en las sombras ha dado origen a una burbuja financiera con activos que ascienden a los 52 billones de dólares (trillions) (cnbc.com 11 4 2019). Un 29% de este total pertenece a los Estados Unidos y un 16% a China.
Si los bancos centrales del Primer Mundo aumentan las tasas de interés, este endeudamiento global corre peligro de estallar. Sin embargo, si las tasas de interés permanecen cercanas a cero, la banca central de los países mas desarrollados se queda sin instrumentos para reactivar la economía en caso de recesión. Esto es lo que ocurre actualmente. Esta situación ha desencadenado una ardua discusión respecto a las políticas que la Reserva Federal debe seguir para evitar una recesión sin que estallen las múltiples burbujas financieras.
La situación se complica cada vez más debido a la enorme deuda corporativa no financiera que ha llegado a niveles insostenibles en caso de recesión (R. Kaplan, Dallas Federal Reserve, bloomberg.com 5 3 2019). Esta deuda ha crecido un 86% en relación al tamaño que tenía en 2008. Con 9 billones de dólares (trillions), representa casi la mitad del PBI norteamericano. De este total, 4.88 billones de dólares (trillions) vencen entre 2019 y 2023 (Forbes.com 8 4 2019). Este endeudamiento de las corporaciones ha tenido por objetivo la compra de sus propias acciones, impulsando hacia arriba su valor. La producción ha sido sustituida por la especulación y las corporaciones consideradas zombies (muertos vivos, porque en los últimos tres años sus ingresos operativos no han podido cubrir las tasas de interés de sus deudas) representan un 14% del índice S&P 1500 (zero hedge 14 4 2019).
Esta especulación financiera tiene una contracara: el empobrecimiento de la población, los salarios estancados o a la baja y el consiguiente crecimiento de la desigualdad económica y social en los Estados Unidos. En las ultimas tres décadas, el 1% de la población con mayores ingresos aumentó su participación en el total de la riqueza en más del 14%. En el mismo periodo, el 90% de la población con menores ingresos vio caer su participación en el total de la riqueza en una proporción semejante. Esta situación se ha agudizado en los últimos tiempos por el creciente endeudamiento de los individuos. El total del endeudamiento para el consumo (autos, préstamos personales, estudio y tarjetas de crédito) asciende a 4 billones de dólares (trillions). Es el nivel más alto de endeudamiento para el consumo en la historia norteamericana (usatoday.com 12 3 2019). En este contexto, el 78% de la población vive al día, de lo que gana cada mes y sin poder enfrentar emergencias (Forbes.com 11 1 2019).
Estas circunstancias han llevado a Ray Dalio, presidente de Bridgewater —uno de los fondos de inversión mas poderosos del mundo—, a advertir que el capitalismo norteamericano es insostenible porque no redistribuye oportunidades y genera una creciente brecha entre los que más tienen y los que tienen menos. Para Dalio, "el sueño norteamericano se ha perdido… Si fuese Presidente de los Estados Unidos, reconocería que esta es un emergencia nacional”. Si esto no se reconoce, se arriesgan a terribles turbulencias institucionales “porque la desigualdad económica al final se va a resolver. La cuestión es si la solución implica reformas o si se desciende en el autoritarismo”. Para Dalio, la historia demuestra que “cuando hay tanta desigualdad económica y hay recesión, estallan los conflictos sociales… El capitalismo norteamericano es insostenible”.
Aconseja entonces reformarlo antes de que sea tarde (zerohedge.com 8 4 2019). Poco tiempo antes había advertido sobre la inminente recesión mundial y el desarrollo del populismo (zerohedge.com 22 1 2019).
Estas advertencias, que surgen de observar la descomposición social en el centro del capitalismo global monopólico, ocurren al mismo tiempo que la política exterior de Trump busca imponer el dominio hegemónico de los Estados Unidos en el mundo a partir de la generalización de la usura y de la proliferación de los conflictos sin salida que la misma engendra.
Así, las paradojas permean nuestra realidad inmediata y el mundo que nos trasciende. Las posibilidades que tenemos por delante son infinitas. Esto nos obliga a enfrentar las circunstancias que vivimos, cuestionando la desinformación, la fragmentación y el canibalismo que engendra la usura y creando espacios de interacción y articulación de intereses comunes que permitan desenmascarar las múltiples formas que la misma adopta. Solo así podremos acercarnos a ponerle un punto final.
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