Las muertes de las FFFAA Argentinas
El desafío para la política de defensa nacional y su Instrumento Militar en el Siglo XXI
Algunas religiones sostienen que existen varias vidas y, por lo tanto, varias muertes; o más bien, que la muerte es seguida por la reencarnación. Las Fuerzas Armadas que conocimos murieron durante el Terrorismo de Estado y en la Guerra de Malvinas –de hecho, una de las causas de la derrota en la segunda se debe al adiestramiento recibido para el primero—, pero gran parte de la dirigencia política y de la academia las hemos condenado a la peor de las muertes, la que cualquier de nosotros no quisiera sufrir: a una lenta degradación que no tiene cura. Por eso no tiene sentido hablar de reconstrucción, modernización o, como en el actual gobierno, la reconversión. La pregunta, más bien, debería centrarse en: ¿cómo deberían reencarnar las Fuerzas Armadas en el Siglo XXI?
Tanto el gobierno de Carlos Menem (1989-1999), Fernando de la Rúa (19992-2001) y Mauricio Macri, es decir, el neoliberalismo democrático –permítaseme el oximorón— jugaron con nuestros ciudadanos de armas: el juego del tero, una palmada acá, otra allá, pero el ahogo presupuestario ha conducido a que durante el año 2019 la Armada Argentina no navegue y a que en la Fuerza Aérea solo vuelen los aviones de adiestramiento y los de transporte, que empezaron a ser recuperados durante la gestión anterior. También el gobierno de Mauricio Macri jugó con las Fuerzas Armadas de la mano de los carapintadas de Gómez Centurión, bancados por la UCR-M y por el milico Oscar Agüad. En primer lugar, la evolución del presupuesto de la función defensa durante el gobierno de Cambiemos cayó estrepitosamente, como puede observarse en el siguiente gráfico.
Luego de leve recuperación destinada a aumentos de sueldos y al blanqueo de sumas fijas, Mauricio Macri no tuvo intención de recuperar a las Fuerzas Armadas. En segundo lugar, el gobierno también mintió en el objetivo de reconvertirlas a los efectos que pudieran colaborar en la lucha contra el narcotráfico. Pese a que la experiencia comparada y la literatura especializada que sostienen que la “Guerra” contra el Narcotráfico fracasó y que las Fuerzas Armadas no sirven para esta misión; se les prometió que de esta manera serían reequipadas. El gobierno compró los aviones Texan para luchar contra el narcotráfico, autorizando a la Fuerzas Aérea a derribar aviones con droga a través del decreto ilegal 228/2016. Pero, pequeño detalle, estos aviones no están artillados, no tienen armas. Solo sirven para aprender a volar. Es decir, los pilotos solo van a la frontera norte a realizar horas de vuelo: algo es algo decía mi abuelo. Pero, por otro lado, si estuvieran artillados tampoco serían de utilidad porque los Radares Primarios Argentinos, fabricados por INVAP, son radares militares y no detectan aviones con drogas que vuelan a baja altura. No se detectan esos vuelos; no se los puede derribar; y, según datos oficiales, los vuelos con droga que se pudieron detectar solo representan aproximadamente el 0,02% del total de procedimientos que realizan las Fuerzas de Seguridad Federales. De más está decir, como hemos repetido infinidad de veces, un piloto que derribe un avión ilegal iría preso porque no han sido modificadas la Ley de Seguridad Interior, el Código Penal y el Código Procesal Penal. Esto mismo sucedería con los menos de 300 efectivos del Ejército Argentino – y no 1.500 militares como dijo el Presidente y se informó en otro medio recientemente— que, pese a la oposición de la cúpula de esta Fuerza, están en la Frontera Norte, pero que tienen la cautela de no quedar involucrados en un enfrentamiento con narcotraficantes.
La tercera muerte por inanición
De haber ganado Macri no hubiera habido nirvana para las Fuerzas Armadas, tal vez con mucha suerte se hubieran reconvertido en un apéndice de las Fuerzas de Seguridad Federales. A causa de esta lenta tercera muerte por inanición, hoy no tenemos manera de vigilar y controlar el espacio aéreo y el extenso litoral marítimo contra la pesca ilegal y contra la presencia militar del Reino Unido.
En un mundo cada vez más incierto, en el marco de una creciente puja entre los Estados Unidos y China, con Rusia como socia de esta última (aunque con sueños distintos, como se planteó en el IV Foro Rusia e Iberoamérica realizado a principios de octubre en San Petersburgo), no se puede tener política exterior sin Fuerzas Armadas. Es imposible que nos tomen en serio sin ellas. América Latina y la Argentina no podrán escapar a esta puja global. La Argentina tiene que practicar el multilateralismo, pero sin ofender a ninguno de los grandes jugadores y esta práctica, este truco, en las actuales condiciones, lo haríamos con el ancho de espada que son las Fuerzas Armadas.
¿Cuál sería el nirvana o una reencarnación de las Fuerzas Armadas para el Siglo XXI? En primer lugar, resulta necesario contar con un Ministerio de Defensa con personal profesionalizado que implemente el PLANCAMIL 2011, con las correspondientes actualizaciones, a través de la creación de un fideicomiso que posibilite la adquisición de equipamiento que hoy resulta urgente, como los aviones de combate y los submarinos, y para sostener las operaciones de adiestramiento. Este fideicomiso puede ser integrado por la renta propia que generen las Fuerzas Armadas por el uso de sus propiedades (no venta necesariamente) y por una tasa a rentas extraordinarias.
Nuestras Fuerzas Armadas realizan muchas operaciones secundarias como en la frontera norte, en las operaciones de paz y realizando ayuda humanitaria luego de desastres naturales y/o antrópicos. Así, y en segundo lugar, de la misma manera que la ONU financia la utilización de ese equipamiento y recursos humanos, las agencias del Estado que requieran el equipamiento de las Fuerzas Armadas para dichas operaciones secundarias deberían financiarlas.
En tercer lugar, y no es lo más urgente, no solo hay que adecuar las normas que nos deja el carapintadismo radical que no solo desviaron a las Fuerzas Armadas de su rol de preservar la integridad territorial; de vigilancia y control del espacio aéreo y del mar; y de apoyo a la política exterior; sino que también hay que corregirlas. Por ejemplo, han sido tan ineptos que al día de la fecha existen dos resoluciones en el Ministerio de Defensa que definen ciberdefensa porque se olvidaron de derogar la aprobada en el año 2014.
El Presidente Macri, el jefe de gabinete Marcos Peña, Oscar Agüad y la ex cúpula de la Armada son presuntamente responsables, penal, civil y políticamente (lo dirá la Justicia), de la muerte de 44 hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas. El ARA San Juan fue reconstruido a nuevo, pero como todo equipamiento nuevo tendría que haber ido a Tandanor a efectuar reparaciones menores y no a participar de un ejercicio de adiestramiento militar.
Este hecho terrible que generó preguntas en mi presentación en el IV Foro Rusia e Iberoamérica: ¿cuál fue la reacción del gobierno? ¿Se recompuso el presupuesto? Mi respuesta fue el gobierno no hizo nada y que la agonía de las Fuerzas Armadas continuó. El estado de los sistemas de armas y del adiestramiento de los hombres y mujeres hace que lamentablemente haya muchos potenciales ARA San Juan en las Fuerzas Armadas. Por ello, nuestros hombres y mujeres de las Fuerzas no pueden estar sometidos a estos potenciales peligros.
Argentina no debe quedar estrangulada en el Nuevo Gran Juego de las Potencias. Nuestro país no está en condiciones de seguir perdiendo dinero por la pesca ilegal en el Atlántico Sur. Tampoco puede dejar sin vigilancia y control los espacios aéreos, terrestres y marítimo, que ahora se extiende hasta la milla 350 desde el límite exterior del Río de la Plata, pasando por las Islas Malvinas, y llegando al Polo Sur. En síntesis, la Argentina no podrá ejercer su libertad de acción, apostando al multilateralismo y ejerciendo una política exterior, basada en la autonomía heterodoxa, porque su ancho de espada agoniza desde el 2015 bajo las manos del yugo neoliberal.
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