Como cualquier programa económico, el que lleva adelante el gobierno de Mauricio Macri con el auspicio del Fondo Monetario Internacional genera ganadores y perdedores. En número y variedad, los segundos son muchos más que los primeros. Una lista larga y previsible que comprende, a mero título ilustrativo, operarios industriales y docentes universitarios, fabricantes textiles y choferes de taxi, agentes inmobiliarios y vendedores de electrodomésticos, empresarios teatrales y editores de libros, millones de jubilados que cobran la (cada vez más) mínima y cientos de miles de trabajadores que perdieron su empleo en blanco.
Pero la enumeración de los perdedores del modelo también incluye algunas víctimas inesperadas, como los especuladores incautos que hace un año compraron acciones de empresas argentinas que cotizan en Wall Street, convencidos de que el ascenso de nuestro mercado de capitales a la categoría “emergente” dispuesto por la calificadora MSCI les garantizaba una ganancia fácil y rápida. Quizás sería más preciso decir que son los “suicidas” del modelo, porque reúnen la doble condición de víctima y victimario.
MSCI anunció su decisión de recalificar al mercado argentino el 20 de junio del año pasado, pero aclaró que la elección de las empresas cuyas acciones integrarían el nuevo Indice MSCI Argentina y la inclusión de dicho índice en el Indice MSCI Mercados Emergentes recién ocurriría en mayo de 2019. Entretanto, MSCI difundió como ejemplo una lista “simulada” de 16 compañías que podrían llegar a ser incluidas en la versión definitiva del índice. Además resaltó que el ascenso de categoría no entraría en vigor si “las autoridades argentinas adoptaban cualquier clase de restricciones de acceso al mercado, como controles de capital o cambiarios”. Es decir, MSCI le recordó a Macri que en 2009 había rebajado al mercado argentino de emergente a “fronterizo”, en respuesta a la regulación del flujo de inversiones financieras extranjeras de corto plazo adoptada por los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, y le advirtió que no debía aplicar ninguna medida que se le pareciera. Dirigida a Macri, la admonición suena redundante.
El mismo día que se conoció la novedad de MSCI, el directorio ejecutivo del FMI aprobó concederle a la Argentina el préstamo stand-by de U$D 50.000 millones solicitado por Macri. En ese momento la coincidencia fue celebrada por muchos analistas como un punto de inflexión que le permitiría al gobierno recuperar la confianza de los mercados y controlar la corrida cambiaria, que había elevado la cotización del dólar de $20 a $28 en los dos meses anteriores. También auguraban que los fondos de inversión internacionales especializados en mercados emergentes deberían aumentar su tenencia de acciones argentinas y las empresas locales podrían conseguir financiamiento más barato. ¿Hace falta agregar que ninguna de esas profecías se ha cumplido?
Un informe del banco de inversión Morgan Stanley distribuido unas pocas horas después del anuncio explicaba que, históricamente, el valor de las acciones de las empresas del país reclasificado tiende a apreciarse 40% más que el promedio de los demás mercados emergentes durante los doce meses entre el anuncio inicial y el debut del nuevo índice. En consecuencia, estimaba que el precio de las acciones favorecidas por MSCI aumentaría un 42% medido en dólares para mediados de 2019 y sugería comprar títulos de Grupo Financiero Galicia, Grupo Supervielle, Pampa Energía y Loma Negra. También calculaba que las empresas cotizantes locales recibirían un flujo neto de inversiones de U$D 3.400 millones durante el mismo período. La evaluación de los analistas de Morgan Stanley no difería materialmente de las de sus colegas de otros bancos.
Un inversor que hubiera seguido ese consejo, repartiendo su inversión por partes iguales entre los títulos American Depositary Receipts (ADRs) que representan en Wall Street las acciones de las cuatro empresas recomendadas, hoy estaría perdiendo el 40% de sus ahorros, en lugar de haber ganado el 42% pronosticado. No le habría ido mucho mejor a quien hubiese optado por la opción más pedestre de invertir sus ahorros en un fondo que replicara el índice MERVAL de la bolsa local, cuyo valor en dólares ha caído 30% desde junio.
En el comunicado de prensa difundido por MSCI el lunes pasado que ratificó el ascenso de la Argentina a mercado emergente y comunicó que el nuevo índice de ADRs locales debutará el 29 de mayo, se cuelan dos datos que evidencian el desengaño de la calificadora ante la performance decepcionante de las acciones argentinas. El Indice MSCI Argentina contendrá sólo ocho empresas de las dieciséis que habían sido incluidas en la lista preliminar porque las restantes no alcanzan la capitalización necesaria. Y el índice argentino representará apenas el 0,26% del índice general de mercados emergentes de MSCI, menos de la mitad de la ponderación que se consideraba adecuada un año atrás.
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