Las chispas y la pradera
Negligencia empresarial y amparo estatal en los incendios del noroeste de Chubut
Chispazos en las líneas eléctricas combinados con viento, sequía, altas temperaturas y falta de mantenimiento de las forestaciones desataron incendios en el noroeste de Chubut que tomaron características nunca antes registradas en la Patagonia, coincidieron numerosas fuentes consultadas, a pesar de que sectores de gobierno lo nieguen y se haya desatado la cacería de los supuestos pirómanos. El fuego consumió la vida de tres personas, la vivienda y pertenencias de al menos 350 familias, chacras en producción, bosque nativo, las mejores tierras de engorde y la hacienda de comunidades mapuche-tehuelche y pequeños productores. En tres horas, la tormenta de fuego del 9 de marzo devoró más de 14.000 hectáreas de los ejidos municipales de Lago Puelo y El Hoyo y avanzó sobre el brazo sur del cordón montañoso Piltriquitrón. Mientras un fuerte movimiento social inició la reconstrucción de los barrios urbanos, al cierre de este informe las brigadas oficiales y voluntarixs sostenían la vigía de los puntos calientes. Varias lof (comunidades) combatieron el fuego en sus territorios, tanto como a la campaña de invisibilización de los focos cercanos a El Maitén. El fuego seguía en el territorio de la lof Quilodrán hasta el viernes, cuando un documento interno del INTA contabilizó 35.000 hectáreas afectadas en dos meses.
Desde hace diez años acechaba el fantasma del incendio en poblamiento urbano inserto en bosque nativo y forestación con especies exóticas, llamado “de interfase”. Ahora un frente llegó a metros de una turbera (formación natural altamente combustible) y de una estación de servicio sobre la ruta 40. Los estragos del fuego en los parajes Cerro Radal y Golondrinas se combinan y potencian con los que se produjeron pocos kilómetros al norte, en la misma comarca del paralelo 42. El 24 de enero se inició un foco en Cuesta del Ternero (al noreste de El Bolsón, ladera norte del cerro Piltriquitrón) que consumió casi 7.000 hectáreas en varias semanas. Uno de los focos no extinguidos se reavivó el 7 de marzo, afectó más de 10.000 hectáreas y continuaba ardiendo bajo tierra cerca de El Maitén al cierre de esta nota.
El mismo día 9 otros focos pudieron agravar la situación. Frente a la comisaría de Epuyén chispazos en la línea eléctrica iniciaron un fuego rápidamente sofocado, según relató un vecino de esa localidad. Por las mismas horas se prendió fuego un pinar frente a un nodo de gas en Cholila, apagado por los propios pobladores. La falta de mantenimiento de las líneas de alta y media tensión es un problema recurrente tanto en verano como en invierno con las nevadas, señalaron numerosas fuentes consultadas. Una cañería rota liberó gas durante horas en Puelo, agregó un profesional que sigue los procesos de incendios en el país desde hace años. A la vez, en todo el desarrollo de estos focos y frentes hay situaciones dudosas, por lo que no se descartan intencionalidad(es), cuestión que no es el eje de esta nota y que no debería ocultar fallas estructurales del proceso de urbanización en área de montaña y de infraestructura básica, así como el modelo de económico de las forestaciones.
Resistencia en el campo
Una lengua de fuego trepó por el cauce del arroyo Pedregoso, en la ladera sur del cordón Piltriquitrón, atravesó el cerro León (o Azul) en dirección al paraje Buenos Aires Chico. Ahí quemó los puestos de veranada de varias familias y tierras de las lof Sepúlveda, Cañío Pangui Wingkul y Rincón de Buenos Aires Chico, explicó un vecino de Bariloche que acudió a dar una mano. En esa zona perdió la vida Sixto Garcés Liempe, quien cuidaba una punta de animales. Faltaban dos caballos y un recado, indicó el jefe de Defensa Civil de Chubut cuando todavía existía la posibilidad de encontrarlo con vida. Días después, sus propios lamngen (hermanos, en sentido amplio) encontraron su cuerpo, su caballo y el piño de ovejas que intentó salvar del corral. En diez días terminaba el tiempo de veranada y bajaba al pueblo.
Ardió un lengal de profundo valor espiritual y reserva genética. Las tres comunidades perdieron gran parte de sus tierras de buenas pasturas naturales y gran disponibilidad de agua dulce superficial. Todavía no pudieron constatar ni cuantificar las pérdidas de ganado (ovino y bovino) porque el fuego les impedía ingresar. Los mallines secos y las raíces ardieron por debajo de la superficie. Al pisar la tierra quemada, se resquebrajaba y brotaba el fuego de las brasas. No hay calzado ni pie que lo soporte. Perros y caballos también sufrieron quemaduras. Por eso llamó la atención que el gobierno provincial diera a conocer cifras de las pérdidas y daños cuando no están completos los relevamientos.
Técnicos de organismos nacionales presentes en el lugar indicaron que las familias de la lof Rincón –en proceso de constitución– perdieron 400 ovejas, casi la totalidad de la majada; Sepúlveda ocho vacas y ocho terneros; Cañío había alcanzado a bajar sus animales. Todos perdieron las rukas que se usan los meses de verano, las que reclaman sean reconocidas como viviendas a reconstruir en el plan que anunció el gobierno nacional.
Al este de El Hoyo, trepando el extremo sur del Piltriquitrón, después de arrasar la zona urbana un frente consumió la ocupación de muchas familias de pequeños productores que convergen en la laguna Espejo. Cerca, sobre el cauce alto del Pedregoso, el fuego alcanzó el territorio de la comunidad Quilodrán mientras se desplazaba en dirección a la laguna Las Mercedes. Animales quemados se refugiaron en la costa de la laguna y tuvieron que ser sacrificados, relató Nelson Avalos, periodista que vive en esa misma zona.
Se quemó la abundante pastura natural; ya falta forraje para la hacienda rescatada. Todas estas comunidades y varios pobladores con permiso precario de ocupación tienen conflictos territoriales con la provincia, los municipios y capitales privados, por lo que el cerrojo político se agudizó en su contra, al igual que durante la última nevada grande, coincidieron numerosos testimonios recogidos. Recién esta última semana Chubut pagó aportes por pérdidas en el invierno. Tarde, poco y discrecionalmente llegaron 40.000 pesos para la gente de Vuelta del Río, que soportaron más de dos metros de nieve, y 75.000 para los de Maitén, más afines al poder local.
Megapinería
En Puerto Patriada, en la costa norte del lago Epuyén, ejido de El Hoyo, ya emerge un desierto verde de un pinar quemado hace pocos años. Crecen 2.000 plantitas de pino por metro cuadrado, haciendo casi imposible erradicar por medios mecánicos ese desierto verde que avanza sólo con las plagas. Ni un pájaro, ni un hongo, nada más vive, confirman estudios científicos. Ese horizonte ya probado le espera a buena parte de las plantaciones quemadas esta temporada.
A fines del año pasado una tormenta eléctrica originó el fuego en el área rural cercana a Loncopué (Neuquén), avisó un poblador que buscaba sus animales ahuyentados por el humo. Ardieron 760 hectáreas de la Corporación Forestal Neuquén (CORFONE), estatal. Allí se registró tormenta eléctrica de cenizas, fenómeno poco frecuente que se da en incendios de mucha severidad, precisó un investigador referente para la Patagonia.
El 17 de enero sobre el río Alto Chubut, un incendio afectó 3.000 hectáreas (según INTA) incluyendo la forestación de pino ponderosa de la Cooperativa de Obras y Servicios Públicos, Sociales y Vivienda de El Bolsón (Coopetel Ltda). A dos días de finalizado, se inició otro en el barrio Mirador que se expandió por Cuesta del Ternero donde quemó plantaciones de privados y de la estatal Empresa Forestal SA (EMFORSA), que ya habían sufrido incendios hace diez años. En un momento, un rayo habría originado un foco en el cuadro Puesto Chapa de la estancia El Maitén del grupo Benetton, como informó el Servicio Provincial de Lucha contra Incendios Forestales (SPLIF) en sus reportes.
Ese frente permaneció contenido pero activo en el extremo oeste, como corroboramos en una recorrida a fines de febrero con testimonios e imágenes satelitales de investigadores independientes. Se mantuvo y reactivó con fuerza desde las forestaciones de Establecimiento Mallín Cumé SA y Estancia El Boquete (en RN) el 7 de marzo, desplazándose al sur del paralelo hacia Buenos Aires Chico y El Maitén. El ingeniero Guillermo Tamburini Beliveau, doctor en geomática e investigador del Grupo ESTEPES (CIT Santa Cruz - CONICET), analizó imágenes satelitales que confirman la simultaneidad de los focos desde el interior de los pinares de propiedades privadas en Río Negro.
Golcu Investment SA, radicada en Uruguay, inscribió en 1986 una filial en la Argentina con la que compró cuatro fracciones que suman casi 6.000 hectáreas. Luciano Carlos Cieza era el administrador. En 2005 se disolvió la firma y las propiedades pasaron a Mallín Cumé SA, con Cieza como presidente. Pocos kilómetros al sur está el establecimiento del mismo nombre, que en 2015 consiguió una autorización estatal de uso de agua del arroyo Blanco para sistematizar 80 hectáreas de mallines cerca de El Maitén. Cieza viene del mundo de las finanzas, según documentación del Banco Central que acredita investigaciones por irregularidades en Interbonos Capital Markets SA y Compañía Financiera Argentina SA, donde era socio minoritario.
Además integró los directorios de la agropecuaria La Deheza SA y El Zonote SA, dedicada a la administración de bosques, forestación y reforestación de tierras e instalación y explotación de aserraderos, entre otros objetos. Aunque su inserción en el conflicto por el control del territorio se advierte en su condición de presidente de Lago Vinter SA, firma propietaria del campo y lodge de pesca en Chubut del grupo belga BURCO.
En Río Negro es vecino de la estancia El Boquete propiedad de Diego Guillermo Pedro Klöckner, directivo de Dekaprint SA. Atravesado por el arroyo Pantanoso, El Boquete en 1998 plantó casi 400 hectáreas de pino ponderosa, proponiéndose llegar a 10.000, proyecto iniciado por la Empresa Forestal Bariloche S.A., firma de la Cooperativa de Electricidad de Bariloche (CEB).
En toda la Cuesta hay otras forestaciones de menor envergadura, plantaciones sin proyecto industrial que lo justifiquen, prácticas empresariales totalmente subsidiadas por el Estado que casi no generan puestos de trabajo; combo que el activismo social crítico llama “megapinería”. El incendio en ese frente arrasó con el territorio de la lof Kelluve, que solamente salvó las rukas. Pocos kilómetros al este, Néstor Anticura vio llegar el fuego en horas a la porción en la que vive desde que su familia fue desalojada hace décadas de la ocupación tradicional. Ahí eliminaron trigales para plantar pinos. Con el suelo aún caliente analizó el papel de las forestaciones en la destrucción de la naturaleza y el despojo del wallmapu (territorio ancestral). Sostuvo que el pueblo mapuche debe oponerse a la continuidad de la forestación, una de las formas del extractivismo, en testimonio que circuló por las redes sociales.
Negligencia empresarial, amparo estatal
“Este incendio demostró los alcances de la invasión del pino sobre el ecosistema nativo, haciendo que ni las rutas sirvieran como cortafuegos. La falta de raleo y mantenimiento de las plantaciones favoreció la velocidad del fuego que, además, tomó las copas propagándose por arriba. Una plantación bien mantenida hace que el fuego corra por abajo, mientras el viento pasa por encima de la copa. Los privados no asumen ningún costo, es una actividad totalmente subvencionada por el Estado”, indico en una primera evaluación un investigador. Hay una tensión que no se discute abiertamente entre la política de promoción forestal y la de defensa del bosque nativo, añadió.
El incendio Radal/Golondrinas consumió en tres horas la misma superficie que el de Cuesta del Ternero en tres semanas, lo que se explica tanto por las condiciones climáticas extremas (vientos, sequía, altas temperaturas que caracterizan el cambio climático) como por los pinares de exóticas. “El bosque nativo se quema, el ecosistema acumula combustible y cíclicamente se quema y renueva, pero de otra manera”, insistió un biólogo.
El mismo fuego genera sus condiciones de propagación, de acuerdo a su material combustible y las condiciones climáticas. En este caso, se registraron explosiones y llamas que los expertos califican como tormentas de fuego. Un análisis posterior determinará la severidad de estos incendios. Cuando es rápido a baja temperatura actúa de un modo; cuando es lento calcina, esteriliza la capa superior del suelo matando microfauna y microflora. En ese caso es muy difícil de recuperar, explicó el experto.
Cortinas de humo
Numerosas causas judiciales se abrieron a raíz de estos incendios y la protesta social a las políticas públicas que los atraviesan, cuyos expedientes merecen un seguimiento y debate. La penalización a seis turistas que hicieron un asado en el barrio Mirador, que supuestamente inició foco en Cuesta del Ternero, no puede eximir a Mallín Cumé y Estancia El Boquete por la ausencia sistemática de los trabajos en las plantaciones, por los que recibieron subsidios acreditados en registros públicos. Ellos solos prometen, al mediano plazo, por lo menos mil hectáreas de desierto verde, según la superficie identificada por el INTA sobre imágenes satelitales del 16 de marzo.
Además, si sólo la naturaleza apaga incendios como éstos, si no hay equipamiento ni tecnología capaz de controlarlos –como insisten los especialistas–, el Estado debe trabajar antes con el conjunto de la sociedad, no confrontarla en medio de la devastación. Los cuerpos especiales de combate contra incendios no saben trabajar en diálogo con la población directamente afectada, cuya exigencia técnica requiere también de espacios de formación e información previos. El Estado desconfía de todo acto de autonomía popular, como se vio en El Bolsón cuando el municipio cuestionó al movimiento de brigadistas autoconvocadxs. Ese malestar y tensión se reavivaron en Puelo y El Hoyo, el mismo espacio social y político de El Bolsón. El paralelo 42° solamente divide las responsabilidades institucionales de Arabela Carreras (gobernadora de Río Negro) y de Mariano Arcioni (Chubut).
* Voluntarixs de Villa La Angostura y Bariloche aportaron las fotografías. Javier Grosso, geógrafo investigador de la UNC realizó la cartografía. Las ubicaciones y alcances de los incendios son reconstrucciones aproximadas a partir de relatos de pobladores ya que al cierre no había ningún mapa oficial actualizado de acceso público.
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