Tal vez una definición sustancial del discurso de Cristina Fernández de Kirchner en el acto de cierre de campaña del Frente de Todos en Tecnópolis fue que “la vocación política es la de la trascendencia”. Sostener esta convicción implica desmentir la idea gris y falsa de los liberales y neoliberales respecto de la política, que entienden que los gobernantes de turno tienen como misión administrar lo existente.
El concepto de grieta que popularizó la Alianza que cambia de nombre, se construyó con esa matriz del pensamiento neoliberal de administrar lo existente, es el espíritu de un conservadurismo extremo. Un paradigma de un régimen con un solo proyecto, donde las elecciones definen quienes lo administrarán. Las fotos reemplazan las consignas, las frases despolitizadas y vacías de un contenido real reemplazan a los programas y los ideales. “Sí, se puede” tal vez sea una expresión típica que representa esa concepción, también la suelta de globos y los bailes descafeinados de los bunkers cambiemitas.
La aparición de un proyecto de transformación, que implica modificaciones institucionales que se persiguen para llevar a cabo reformas económicas apuntando a construir otro diseño de sociedad, son inaceptables para los “republicanos” del statu quo. El Presidente Alberto Fernández terminó su discurso repitiendo el objetivo de igualar, una meta peliaguda para un país donde AEA, la UIA, la Mesa de Enlace y todo el empresariado concentrado antagonizan irreconciliablemente contra ese fin humanista. Los neoliberales niegan que la igualdad sustantiva sea inseparable de la libertad –más aún, proclaman que la socava—, y la oponen a la igualdad de oportunidades. La igualdad ante la ley y los contratos es, así, lo único que reivindican y las conciben como contrarias a las políticas públicas de igualdad, como la de redistribución progresiva del ingreso. Por eso se oponen a la cupificación de las exportaciones de carne, porque es una regulación que apunta a lograr mayor igualdad en los regímenes alimentarios de distintos sectores sociales.
En realidad la conquista de la igualdad siempre recorta ganancias, mientras el capitalismo neoliberal pregona que esa reducción atenta contra la propiedad privada, entendida por la ortodoxia derechista como natural e irregulable. Esta concepción llevada al conflicto cárneo, produce lo que marcó la lideresa del Frente de Todos: que en el país las mayorías populares dejen de comer carne vacuna. Porque si los precios locales se alinean con los internacionales no habrá poder de consumo. La cupificación y las medidas de comercialización interna apuntan a garantizar el derecho a la alimentación. Para los neoliberales ese es un falso derecho, como todos los derechos económicos, sociales y culturales. Sin embargo, el Estado argentino debe garantizarlos, porque adhirió a pactos internacionales que fueron constitucionalizados. No regular el mercado de carne vacuna, con la dinámica actual del comercio mundial de ese producto, es violatorio de la Constitución Nacional.
La “vocación política”, en esa noción de trascendencia concebida por la Vicepresidenta, manifiesta la voluntad de llevar a cabo políticas que no se entregan al devenir de los acontecimientos del orden establecido. Por ejemplo en temas económicos, plantearse el objetivo democrático de que el proyecto de sociedad sea definido por la ciudadanía y sus representantes, aun torciendo el devenir mercantil, resulta una acción política trascendente en una economía concentrada, con formadores de precios que tienen vínculos con los poderes fácticos.
Cristina Fernández también planteó construir un país diferente para todos. Sin duda es un enfoque crítico respecto de la Argentina para pocos en que se ha convertido el país en las últimas décadas. La propuesta se sale del carril de la política de Estado pregonada por la Alianza que cambia de nombre (porque no construye identidad sino que hace marketing electoral), que es la de la conservación y profundización de una Argentina neoliberal, desigual y reprimarizada. Por eso la Vicepresidenta destacó su acuerdo con el Presidente en que hay en discusión dos modelos de país. Dar cuenta de esa existencia es la cuestión esencial de la “creación” del concepto de grieta. Los medios hegemónicos y el poder económico usan y replican permanentemente ese concepto. Esa grieta convertida en el mal supremo se la imputan al populismo, porque tienen el objetivo de destruir cualquier opción al modelo único de sociedad que promueven”.
Lo inmediato en el proyecto político del FdeT
La lideresa del Frente de Todos enunció los objetivos futuros que se debería plantear la fuerza política en la segunda mitad de su mandato, concibiéndola con vocación de trascendencia:
- Reivindicó la emergencia tarifaria. No más tarifazos. Lo ejemplificó con el derecho del acceso a la calefacción que no puede ser limitado por la lógica mercantil. Esta mención resulta un tema fundamental en las negociaciones con el FMI, organismo que históricamente incluye los grandes saltos tarifarios en sus condicionalidades.
- Destacó el programa de medicamentos gratuitos para todos “nuestros viejos y viejas”. La gratuidad resulta rechazada por la lógica mercantilizadora de liberales y neoliberales.
- Advirtió ante el futuro postpandémico, frente al que ya hoy se verifica un retorno del crecimiento económico, que no se podrá admitir que de éste se aprovechen “cuatro vivos, mientras los demás se queden con la ñata contra el vidrio”, como ha pasado en otras épocas del país.
- Valoró que la existencia de los ATP y del IFE impidió que reinara la lógica del telegrama de despido, refiriéndose a los altos costos que implica la recomposición de la relación salarial luego de una ruptura generalizada de la misma. Se puede argüir, como nosotros también pensamos, que esos programas merecían un esfuerzo presupuestario aun mayor, pero la justeza de esos programas y el rol indispensable que jugaron son indiscutibles.
- Señaló el retraso salarial importante, haciendo mención a que en 2015 su gobierno finalizó con los salarios, medidos en dólares, más altos de América Latina, mientras que Macri los dejó en uno de los lugares más bajos de la región. Por eso planteó que no hay que tenerles miedo a las paritarias y reivindicó su plena vigencia, a la vez que promocionó la suba del salario mínimo, vital y móvil por decreto.
- Rechazó cualquier proyecto de eliminación de la indemnización por despido. Sostuvo que una decisión de ese tipo trascendía la incumbencia del Congreso, pues la indemnización por despido arbitrario estaba garantizada por el artículo 14 bis de la Constitución Nacional. El Presidente Alberto Fernández también fustigó ese tipo de proyectos, criticando al emprendedurismo monotributista como una velada forma de precarización laboral. Esta lógica mostró haber sido el modo de viabilizar la transición a la marginalidad de los trabajadores formales. La lideresa del Frente de Todos apuntó que durante el período kirchnerista la tasa de desocupación descendió del 24% al 5,9%, sin modificación flexibilizadora alguna de las leyes laborales, y sostuvo con ese ejemplo histórico que los empresarios que promueven la quita del derecho de los trabajadores a percibir la indemnización por despido sólo perseguían abultar sus ganancias y no la consecución de condiciones que supuestamente conducirían a aumentar la demanda de empleo
Una apertura de debates
La política como vocación de trascendencia fue explicitada cuando la Vicepresidenta caracterizó que antes que un cierre de campañas este era un momento para una apertura de debates en el país. Le asignó una importancia clave a abordar la reflexión sobre las negociaciones con el FMI. Cristina Fernández argumentó sólidamente respecto del significado del uso de divisas para pagarle al organismo multilateral. Lo hizo al marcar que cada dólar que se le pagará al Fondo será uno que se le reste a los importadores industriales que necesitan de insumos para poder producir. También advirtió que Argentina enfrentará un momento complicado en la postpandemia porque deberá pagar la deuda, crecer y subir los salarios simultáneamente.
La introducción de este debate conduce necesariamente a realizar una evaluación seria de la estructura de plazos, el nivel de tasas y el período de gracia que requiere la refinanciación con el Fondo. Esa será la gran discusión poselectoral. Porque los salarios de los trabajadores y los ingresos fijos de los sectores vulnerabilizados, requieren de una enérgica recuperación. Esa recuperación unida al estímulo del Gasto Público son los ejes para revitalizar la demanda, imprescindible para la recuperación económica y la reanimación del mercado interno. Esta revitalización requerirá de dólares. A su vez, con un decidido y ampliado proyecto de desarrollo científico y tecnológico, el país podrá en el mediano plazo ampliar las exportaciones, fruto de la diversificación de la matriz productiva.
Esto recién empieza
Una salida de este carácter es posible pero requiere un papel decisivo del Estado, que incluye una ruptura con la lógica del FMI, que supone que nos avengamos a acordar dentro del ordenamiento y normativas que ese organismo hoy tiene. La corresponsabilidad del Fondo con el endeudamiento macrista hace necesario que reordenen sus normas, su lógica de condicionalidades y la modalidad estructural de sus créditos. La Argentina podría volver a acudir a la ONU para revitalizar las gestiones y logros institucionales del fin del mandato de Cristina Fernández en 2015. Se debe tomar nota del señalamiento de la Vicepresidenta cuando, también en su discurso de ayer, mencionó el daño que significó el pago a los Fondos Buitre aceptando las condiciones exigidas por el funcionamiento institucional de las finanzas mundiales. Adoptar el mismo espíritu en la actualidad sería toparse dos veces con la misma piedra, pero en esta oportunidad con una más grande.
Las negociaciones deben llegar a un acuerdo que suponga poder cumplir con los objetivos que planteó Cristina Fernández. Eso requerirá plazos mucho más extensos que el del crédito de facilidades extendidas y la reserva del diseño de la política económica para el gobierno argentino, sin condicionalidades que recorten las posibilidades de crecimiento. Los servicios anuales no deben obstaculizar el crecimiento potente y el desarrollo del país. Tampoco el diseño del plan de pagos debe conducir a que una necesidad apurada de divisas conduzca a la renuncia a una política dirigida al desarrollo, sustituyéndola por otra de crecimiento reprimarizado, basada en ventajas comparativas naturales articuladas con producciones con lógicas de enclave y financiadas por una inversión extranjera directa que conlleve una pesada carga sobre el balance de pagos de la remisión de utilidades futuras.
La lideresa del Frente de Todos dijo que es época de apertura de debates y que esto recién empieza.
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