La vida reclama

Mensaje final del 35° Encuentro Nacional de los Curas en Opción por las y los Pobres

 

Curas y diáconos de distintas regiones del país nos hemos reunido en nuestro 35º encuentro anual. En estos días compartimos la vida de nuestro pueblo, haciéndonos eco de sus malestares, de sus empeños por sobrevivir y de sus avances y retrocesos en el camino del “buen vivir”, con los demás y con la madre tierra. Como cada año, nos convoca nuestro deseo de tener un oído puesto en el corazón del pueblo y otro en el Evangelio. Esta vez nos preguntamos por nuestro ser y estar como servidores de los preferidos de Jesús. Somos testigos de su fe y de su capacidad de vida, y también de lo que les cuesta en el día a día mantener la alegría y la esperanza.

Sabemos que el mundo entero está convulsionado, no solamente por guerras e injusticias estructurales, sino también por diferentes modelos: unos de injusticia, individualismo, opresión e indiferencia, y otros de solidaridad, de lucha persistente por la justicia y la paz, incluso entre nuestros países vecinos; no es lo mismo lo que se vive en Perú, Ecuador, Paraguay, Uruguay o El Salvador que lo que vemos en Colombia, México, Brasil o Chile, por citar algunos ejemplos. Sabemos que por muchas partes campea una derecha que odia, reprime y manipula, pretendiendo someternos de una manera dócil y disciplinada al imperio. Al mismo tiempo, se van sosteniendo y ampliando alianzas alternativas y multipolares de países —como ocurre con los BRICS— que desafían a la voracidad del neocolonialismo imperial.

Evocando la sabiduría ancestral del Martín Fierro, sabemos que, para dominar, nada es más conveniente que la división y fragmentación de los hermanos para que los dominen los de afuera. Este dominio imperial, a través de quienes detentan el poder económico y político local, nos quiere hacer creer que nada puede cambiar, con el habitual respaldo de un Poder Judicial cómplice y unos medios de comunicación que narcotizan las resistencias populares, y nos impiden ver lo fundamental: ¡la situación actual de injusticia y de muerte tiene responsables!

Reconocemos que mucha de la actual desesperanza proviene de la desilusión cierta, provocada por quienes prometían “volver mejores”, pero se fueron desentendiendo de los compromisos asumidos escudados en un permanente “no se puede” porque supuestamente las relaciones de fuerzas no lo permitían. También hubo quienes confiaron, o al menos pusieron cierta esperanza, en el actual gobierno del cual ahora son víctimas. 

Acompañada por un discurso de odio y racismo sistemáticos, La Libertad Avanza —con el permiso de su “oposición amigable”— hace retroceder las expectativas de vida y de justicia, guiada por una cruel inhumanidad. La transferencia de riqueza de los pobres a los ricos es día a día más patente: mientras les bajan los impuestos a los más ricos, sacan los remedios gratuitos al PAMI, vetan el aumento a los jubilados y siguen sin entregar alimentos a los comedores. Mientras crece el desempleo, se alienta la mano de obra esclava en el marco de una reforma laboral antisindical y escandalosa; es evidente que los ricos son cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres; se destruye el Estado, que debería garantizar un mínimo de vida, de salud, de educación, de esperanzas para todas y todos priorizando la niñez y la ancianidad. La propuesta de la baja de edad de punibilidad es expresión evidente de un Estado que se desentiende de la niñez y solo busca penalizarla. Niñez que, dolorosamente, se va a la cama sin comer; ¡no puede faltar el pan en nuestro país, no puede faltar el trabajo digno que lo provea! La violencia, generada desde los mismos discursos oficiales, no contribuye en nada a la edificación de una patria de hermanos y hermanas, y se envalentona como violencia represiva contra los justos reclamos sociales, para sostener este modelo de injusticia, de crueldad y de muerte. Hay cacería de manifestantes y transeúntes, hay presos políticos, sigue sin tener justicia Milagro Sala y la investigación judicial por el atentado a Cristina sigue encubriendo a sus mandantes y mentores. Tenemos un gobierno que desprecia la educación pública, recorta el salario docente, desfinancia las universidades y, en particular, persigue a la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo. La negación de toda verdad y justicia se hace patente en la visita impune de diputados a genocidas condenados por crímenes de lesa humanidad; delitos que para la justicia internacional son imprescriptibles, no indultables, sin posibilidad de conmutación de penas, visita que fue alentada y acompañada por un autodenominado “Padre Javier”. Visita que hace pocos años también protagonizaron —vaya a saber con qué fines— algunos obispos.

Como curas que queremos caminar con los pobres de la Tierra, sabemos quiénes son las víctimas y quiénes los victimarios; y, de las víctimas, no nos toca saber a quién votaron, sino ser solidarios con su dolor; nos toca ser un corazón pensante en medio de la injusticia y el odio. Por otro lado, los victimarios nos quieren divididos y fragmentados, el dios en el que creen es un dios que se alimenta de muerte. Nosotros, creyentes en el Dios de la vida, soñamos encontrarnos para llorar y festejar juntos, aunque seamos distintos; para ser comunidad y pueblo. 

Carlos Mugica, de quien conmemoramos 50 años de su martirio, manifestaba: “Por el Evangelio, por la actitud de Cristo, tengo que mirar la historia humana desde los pobres”, y rezaba: “Sueño con morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos”. Aprendemos de él, que Jesús es un amigo “que no nos dejará en la estacada”; que tenemos que “estar junto al pueblo”, que no queremos ser “cadáveres vivientes” y por eso somos idealistas. Idealistas de un mundo nuevo de amor, justicia y paz; idealistas sensibles al clamor de los pobres y de la Tierra; idealistas de un mañana mejor; idealistas de que pronto podremos volver a mirarnos como hermanas y hermanos sin que las redes y los medios de comunicación e inoculación de odio nos hagan sentir enemigos.

Sabemos que hay muchos y muchas, en las comunidades cristianas y fuera de ellas, que en el día a día le ponen el hombro a la crisis con ollas populares, apoyo escolar, tratamiento de las adicciones, las luchas campesinas e indígenas por la Tierra y contra el extractivismo. Adherimos a todas las iniciativas para resistir a tantos atropellos en las calles, plazas y rutas, que ojalá se articulen y confluyan y que nos inviten a soñar con un mañana que vendrá. Un día que con Jesús, la Virgen, y el pueblo fiel sabemos que llegará y esperamos pronto celebrar.

 

 

 

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