La unidad obrera desde abajo
Las piedras parecen desaparecer con la marea, pero reaparecen en la bajante
Son muchas las peleas por reincorporación de despedidos, por aperturas de paritarias o por condiciones de trabajo que se vienen incorporando en las últimas semanas a la agenda pública y al paisaje urbano. Acampes, permanencias pacíficas, ocupaciones, marchas y todo tipo de protestas han creado un sonoro fondo urbano que sólo el gobierno parece desconocer. La estrategia aplicada es llevar los conflictos a la invisibilidad y el desgaste en el tiempo. Cuando crece la protesta viene la represión y todo parece comenzar de nuevo.
La primera semana de agosto todo se potenció con la enorme marea verde que se convocó en las inmediaciones del Congreso para exigir que el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) se transforme en ley. A lo largo del debate se pudo advertir el escaso nivel de la mayoría de los oradores, que negaron obstinadamente cualquier salida que diera respuesta a la reivindicación de las miles de mujeres que permanecían bajo la lluvia y el frío exigiendo que aprobaran la media sanción de Diputados. Tanta gente movilizada ha superado los registros en lo que va de este gobierno y tal vez desde el comienzo de esta etapa democrática. Torrentes que no encuentran respuesta en el sistema de la representación política y no se detienen. El movimiento generado tiene seguramente mucho más futuro que el oscuro poder que lo frenó con el voto de rechazo. Se discutió todo. La religión, el cuerpo de la mujer, las libertades individuales, los prejuicios, y como resultado final quedó como nunca en tensión la necesaria separación de la Iglesia y el Estado.
El gobierno de Macri ha lanzado una ofensiva sobre los grupos económicos buscando la ruta de la financiación de las campañas electorales del gobierno anterior. No se recuerda otra situación en que se encarcelaran prominentes cuadros de la Patria Contratista. Esto recién empieza y no será apenas un episodio de coyuntura. El batir de los bombos que acompañan las movilizaciones se empieza a mezclar con el redoble de los tambores de guerra. Se abrió una puerta que difícilmente se cierre con suavidad.
Como telón de fondo, continúa latente el impacto de la muerte de Sandra Calamano y Rubén Rodríguez, producto de la negligencia planificada del gobierno bonaerense, sucedido en la castigada comunidad de Moreno. La soberbia y el destrato con que responde la Provincia a los reiterados reclamos de los trabajadores entran en agenda cuando suceden episodios no accidentales de esta dimensión. El silencio posterior también resulta insultante. No es lo mismo hacer mohines para una campaña electoral que gobernar una provincia como Buenos Aires. María Eugenia Vidal lo está aprendiendo en su propia carne. Nadie duda que la denuncia de la fuga de gas se había reiterado varias veces y que el intervenido Consejo Escolar no daba respuesta ni a este ni a otros reclamos similares. La explosión hizo visible la miseria reinante en Moreno y la inmensa tarea solidaria que realizan los propios vecinos en cabeza de los docentes. Tal vez ahora el gobierno entienda que el escarmiento que busca producir sobre los sindicatos no lo podrá lograr contra Suteba ni los otros gremios docentes, porque además de enseñar son los maestros quienes dan alimento y son parte de la vida cotidiana de los más desposeídos.
Los trabajadores de la Agencia Télam han empezado a ver algunos frutos de su persistente reclamo de reincorporación de todos los despedidos. Por un lado la justicia nacional del Trabajo intimó al directorio de la agencia por incumplimiento del fallo judicial que determinó el 13 de julio último que debía reinstalarse a los despedidos y, previo a todo trámite, comenzar el Procedimiento Preventivo de Crisis en el Ministerio de Trabajo. El juez Ricardo Tatarsky estableció una multa de $5.000 por cada trabajador y por cada día de incumplimiento. La poca preocupación de Hernán Lombardi y Rodolfo Pousá por el efecto económico de la sanción da cuenta del carácter público de la agencia. No es plata de su bolsillo lo que está en juego.
La agencia presentó un recurso de revocatoria que fue rechazado y otro de apelación tras el fallo cautelar dictado el 13 de julio. La justicia del Trabajo determinó que mientras se tramita la apelación, la sentencia debe ser cumplida. Esto tiene mucho que ver con la profunda molestia que siente este gobierno con toda la legislación laboral que custodia los derechos individuales y colectivos, que fuera construida a lo largo de más de un siglo de historia del derecho laboral. Tras 45 días de paro, una masiva asamblea realizada el martes último en el edificio de Avenida Belgrano ratificó la medida de fuerza. Por otro lado, en una audiencia del Ministerio de Trabajo las autoridades de la agencia manifestaron voluntad de reincorporar unos 40 cesanteados como comienzo de una negociación para destrabar el conflicto. Pablo Ciarliero, miembro del directorio, se hizo presente en el edificio, manifestando que “venía a normalizar la agencia”. Ambos gestos: la provocación y la voluntad de negociar son caras de una misma moneda cuando un atropello como este se empantana y no logran doblegar la voluntad colectiva.
El acampe en el puerto de Buenos Aires sigue firme a pesar de que está vigente la conciliación obligatoria. Pese a que el campamento está reducido a la zona portuaria no pasa desapercibido. Se prevé que al finalizar la conciliación obligatoria se retomarán las medidas de fuerza y se verá muy afectada la operatoria. El convencimiento de los trabajadores y sus dirigentes es que el destino de sus puestos de trabajo se define ahora. Este es un hecho incontrastable que no se resuelve con promesas futuras porque la actividad tiene una tradición internacionalista y lo que se pretende hacer aquí ya sucedió en otras ciudades del mundo, con los resultados a la vista. El liderazgo de Juan Carlos Schmid, hombre que integra el triunvirato de la CGT, abre las puertas a la confluencia de esta lucha con otras que están resistiendo en el tiempo, como la de Luz Fuerza de Córdoba o la de los Astilleros Río Santiago en Ensenada. La etapa siguiente será seguramente la expansión de la resistencia. Frente a un gobierno que en cada ofensiva sobre los trabajadores intenta ganar posiciones, van surgiendo liderazgos dispuestos a llevar la pelea hasta las últimas consecuencias. La única forma de entender el proceso actual del movimiento obrero es de abajo hacia arriba. En la superestructura todo es confusión. El triunvirato no está logrando consenso para llegar hasta el final de su mandato y el 29 de agosto puede haber importantes novedades. Las elecciones de la CTA autónoma se empantanaron en un cruce de impugnaciones y le dieron al ministro de Trabajo las herramientas para hacer lo único que sabe: anular, intervenir y vaciar organizaciones sindicales. Mirados desde abajo, los procesos unitarios son cada vez más vigorosos y las referencias que generan están destinadas a corto plazo a representar al conjunto.
El vértigo es el signo de los tiempos. La simultaneidad de las contradicciones que atravesaron la etapa en tan pocas semanas preanuncian un tormentoso futuro inmediato. Son tiempos de resistencia y de unidad. Las piedras que se afirman en el fondo de la lucha de nuestro pueblo volverán a emerger como garantía del futuro. Habrá ley. Habrá democracia. Habrá movimiento obrero organizado para rato.
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