El ascenso de la calificación de la economía argentina, de fronteriza a emergente; el primer desembolso de stand-by firmado con el Fondo Monetario Internacional y el ascenso de la desocupación son la última ficha que le queda al presidente Maurizio Macrì.
Su problema es que ni los aportes escalonados y condicionados del Fondo ni lo que puedan aportar los inversores financieros debido a la recomendación de la calificadora de Morgan Stanley puede incidir en el problema central de la economía argentina: la escasa generación de dólares genuinos para pagar los insumos imprescindibles para la industria y/o el consumo suntuario de los sectores privilegiados, el turismo al exterior, y la formación de activos externos. La televisación del partido de fútbol desde Niznhy Novgorod mostró un estadio colmado de argentinos. Esas decenas de miles de personas que hicieron parecer visitante a la cercana Croacia gastaron alrededor de 200 millones de dólares para compartir la fiesta con Gustavo Arribas, cuya misión secreta fue traerle suerte al equipo de Sampaoli. La flotación del dólar impuesta por el FMI sólo les hará más oneroso ese tipo de lujos pero no los impedirá porque a Macrì lo ilumina la lámpara de la libertad y porque su base electoral no se lo perdonaría.
Las decisiones que el Fondo exige para no cerrar el robinete del oxígeno con el que socorrió al paciente, y el dinero que entrará siguiendo la señal de MSCI no modifican el cuadro de la restricción externa. Es decir, los problemas reales que el gobierno se negó a ver y que en el fatídico mes de mayo se agravaron, con el resultado negativo del comercio exterior, que superó los 1.300 millones de dólares, una tendencia intimidatoria. Aunque el veredicto de Morgan Stanley permitiera sentir las primeras gotas de la presunta lluvia de inversiones, estas no penetrarían en el reseco suelo del comercio exterior. La producción de bienes y servicios exportables requiere un lapso de maduración mucho más largo que la paciencia de los especuladores financieros que juegan en el escenario global. Macrì repite que la Argentina ha vuelto al mundo, pero ignora cómo funciona. Lo único que conoce a fondo es la trampa personal, como volvieron a poner en evidencia los Panama Papers, de lo que se informa en la nota Fue mi papá.
El mito que pervive
En ese mundo que Macrì desconoce, la financierización es el enemigo principal del capital productivo, como han explicado en las pantallas de El Cohete Mónica Peralta Ramos y el Experto que lo Ha Visto Casi Todo, en artículos arduos pero imprescindibles. Los grandes inversores escanean el planeta para detectar dónde se ofrecen ventajas que la desregulación que imponen les permite aprovechar al instante con un mero click.
La ineptitud del equipo económico obliga a repetir una y otra vez conceptos elementales: la deuda se justifica si está destinada a incrementar la producción de bienes exportables que mejoren la balanza, cosa que hasta ahora no ha sucedido, ni es previsible que ocurra en adelante.
Los grandes fondos de inversión en activos de renta variable que necesitan del sello de calidad que ellos mismos han delegado en las calificadoras, sólo han recibido ese visto bueno para adquirir acciones de las empresas que cotizan en la Bolsa de Nueva York y que integran el denominado Índice Argentina de MSCI, pero no a sus avatares locales. Todo bajo su control.
La sigla ADR que las identifica quiere decir que las acciones están depositadas en un banco de Estados Unidos. Las principales están en los sectores financiero y energético, es decir la fracción del capital que gobierna desde diciembre de 2015, en la que está sobrerrepresentado el círculo íntimo presidencial, que es una luz para los negocios más oscuros. Pero también están allí los Grupos Económicos Locales que intentan camuflarse como burguesía nacional, que luego de su desaparición como fenómeno socioeconómico pervive como categoría mítica. Telecom es desde hace poco más de un año parte del Grupo Clarín, Pampa Energía y Edenor son Mindlin, que es Macrì; Central Puerto es Nicky Caputo; Edesur es John Lewis. En forma articulada con el FMI, también MSCI puso como condición para su gracia que no volvieran a imponerse controles ni regulaciones al libérrimo flujo de capitales. Vienen cuando ven condiciones de superganancias y emigran al primer temblor. O al segundo, si el primero lo provocaron ellos mismos. La recomposición del gabinete sugiere que hay otros protagonistas que quieren sentarse a la mesa de las decisiones, comenzando por Paolo Rocca, de la siderúrgica transnacional italiana Techint, con sede central en Luxemburgo, que pone expectativas en el nuevo ministro Dante Sica. La última crisis acortó la brecha entre las distintas fracciones del capital. Rocca es un eterno partidario de la devaluación y coincide con el gobierno en un punto central, que es bajar el salario y disciplinar a los trabajadores.
Lo que las finanzas internacionales exigen del mejor equipo de los últimos 50 discursos es que aplique sin dilación el ajuste que prometió y que hasta ahora no ha podido llevar a cabo en la proporción requerida por la fuerte resistencia social que encontró. Que el FMI pretenda que el programa es del gobierno argentino muestra que la posverdad es ciudadana del mundo y no afecta la fuerte condicionalidad que impondrá de ahora en adelante para soltar cada cuota del crédito. La misma que padeció Grecia y que estrangula ahora a Kenia, Jamaica e Irak. Lo que la dupla FMI-Morgan Stanley han hecho es asegurar que el carry trade o bicicleta financiera continúe en la habitación contigua a la que se está quemando y que el gobierno pueda arrojar al paño su última ficha, con la esperanza de que la próxima vez sea distinta. Pero ahora las pérdidas no se pagarán con reservas del Banco Central sino con fondos del Tesoro, lo que hará volar el dólar. Luego de desmontar todas las regulaciones y permitir que los exportadores mantengan fuera del país el tiempo que quieran las divisas que perciben por sus ventas, el gobierno les pidió que ingresaran en las próximas semanas al menos 4.000 millones de dólares. Esto refuerza la posición del sector agropecuario que junto con los bancos y las empresas de energía forman el corazón de la alianza gobernante.
La desocupación, como problema y recurso
A su vez esto plantea nuevos dilemas al gobierno, que no tiene cómo ocultar que la inflación de este año pasará del 30% y que la única forma que le queda para contenerla es sumir la economía en una recesión profunda, como vaticina el flamante ministro encargado de lidiar con el problema, Dante Sica. Esto a su vez impactará en el empleo. El INDEC acaba de difundir un presunto descenso de la desocupación del 9,2% en el primer trimestre de 2017 al 9,1% en el mismo periodo de este año. Pero no resaltó el dato más significativo: que había bajado al 7,2% en el último trimestre del electoral año 2017. Ese salto de casi 2% en el trimestre previo a la corrida, es nada en relación con lo que se viene. No menos del 25% de la fortísima devaluación se trasladará a los precios en promedio, pero los bienes de la canasta alimentaria no crecerán menos de un 40%, aún por debajo de la tasa de interés con que debutó Caputo en el Banco Central. Esta será la señal de largada para un reacomodamiento general de precios. Pulverizadas todas las metas, el gobierno debe prepararse ahora para la reapertura de las paritarias, atizadas tanto por la necesidad como por el ejemplo de los camioneros, que sumando porcentajes y bonos pasaron del 27% que reclamaban. Como aún esto quedará bien por debajo de la inflación del año (en sus negociaciones más sinceras con Madame Lagarde, el gobierno admitió que oscilará entre 27 y 32%), los tironeos serán constantes. La caída del salario en los primeros dos años de Macrì osciló entre el 6 y el 10% según los sectores y los quintiles. La pérdida de poder adquisitivo y de derechos estimula la rebeldía. La desocupación en cambio es el gran disciplinador en el que Macrì confía, pero sin exagerar. La Alianza Cambiemos la pasó mal en el último timbreo y debió suspender los siguientes. Que el propio presidente haya cancelado la visita a Rosario en el Día de la Bandera es más grave, y no se atenúa por la argucia de atribuir preparativos de agresión a “los violentos”, que identifica con el kirchnerismo y la izquierda. La construcción de un enemigo es imprescindible a los fines del control social, pero plantea otro problema al que el gobierno no le ha encontrado solución. La represión funciona ante individuos aislados, como Rafael Nahuel, o conflictos focalizados, como los despidos de Cresta Roja o Lear. Pero es impotente cuando debe enfrentar actos masivos, como los del 21F, el 8M, el 25 de Mayo o la tsunami verde durante el debate legislativo por la abolición del aborto clandestino. Reprimir en esas condiciones expondría al gobierno a un colapso como el que barrió con los gobiernos de la Primera Alianza y su sucesor interino. En uno más de los golpes de ciego con que enfrenta sus miedos, el gobierno medita ahora crear una "fuerza de despliegue rápido de 10.000 hombres de las tres fuerzas armadas" que podrán intervenir en todo el país para "combatir y detectar el ingreso de drogas a gran escala" a través de "nuevas bases estratégicas para permitir su desplazamiento en pocas horas", según le confió una fuente oficial al diario cooperativo Tiempo Argentino. Macrì lo anunciaría el 9 de julio, junto con un decreto modificatorio del que Néstor Kirchner y Nilda Garré firmaron en 2006, que sólo habilitaba la intervención castrense ante un ataque armado de una Nación extranjera. Macrì tiene facultades para desechar aquel decreto por otro, pero no para modificar la ley de Seguridad Interior, que desde 1992 prevé el apoyo militar a las operaciones de seguridad interior, pero lo condiciona en forma estricta. Podrá hacerlo únicamente con “sus servicios de arsenales, intendencia, sanidad, veterinaria, construcciones y transporte, así como de elementos de ingenieros y comunicaciones” (artículo 27). El 32 requiere que antes de emplear “elementos de combate de las Fuerzas Armadas para el restablecimiento de la normal situación de seguridad interior” deberá declararse el estado de sitio. Como se trataría de “una forma excepcional de empleo, que será desarrollada únicamente en situaciones de extrema gravedad, la misma no incidirá en la doctrina, organización, equipamiento y capacitación de las Fuerzas Armadas”. Esta es la restricción que Macrì quiere pero no puede superar.
Fuego amigo
La resistencia colectiva frenó el avance de las políticas oficiales y fue reduciendo sus opciones. Esto fue manejable para el gobierno mientras su frente interno se mantuvo unido y esto duró tanto como la voluntad de los prestamistas de renovarle el crédito. Todo cambió en mayo, cuando a la mayor manifestación de repudio que se congregó en el Obelisco, se sumó la desconfianza del sector financiero internacional y de los grupos económicos locales, que se lanzaron en estampida hacia el dólar.
El contexto internacional se volvió hostil a partir del aumento de la tasa dispuesto por el Banco Central de los Estados Unidos, pero el plus local fue decisivo para que las golondrinas verdes levantaran vuelo hacia su San Juan de Capistrano de Wall Street. Aquella decisión de la FED se aguardaba desde hace al menos un año y el propio gobierno estaba advertido. No tiene que ver con la Argentina sino con las condiciones del capitalismo global. Pero aquí pegó más duro que en cualquier otro lugar, por mérito propio del gobierno. El entonces ministro de Endeudamiento y Comisiones, Luis Caputo, apuró en enero la emisión de 9.000 millones de dólares de nueva deuda. Pero en mayo vio que además de conseguir más fondos también debía atajar la estampida en la dirección opuesta. Los BOTES permitieron sortear el primer supermartes de renovación de LEBACs, a un costo y en condiciones de legalidad que alguna vez deberán ser evaluadas, pero como la dirección del viento se invertía, en vez de la inundación del Sudeste comenzaba a soplar del Oeste y dejaba desnudas las costas financieras, con toda la suciedad a la vista. Macrì pidió el auxilio de los helicópteros del Fondo Monetario, que acudieron al rescate. No vinieron solos, ya que al mismo tiempo la calificadora de riesgo Morgan Stanley Capital Investment (MSCI) decretó que la Argentina dejaba de ser un mercado de frontera y emergía a la luz de un radiante nuevo día. El chiste fue inevitable. Cuando aún no había terminado la paliza de Croacia, comenzó a circular una foto que unió ambos escenarios, de lo cual en estos días se ha hecho uso y abuso.
La calificación, que se presenta como un misterio de la divinidad, es la decisión de media docena de hombres (algunos de los cuales pasaron por Buenos Aires en los días previos) que dirigen los mismos fondos de inversión que luego aprovecharán la oportunidad. En cada una de estas movidas hay buenos negocios (para ellos) cuyas consecuencias suelen ser ruinosas (para los desprevenidos). El lunes 18, sin citar fuente alguna, el matutino Clarín informó que “la Argentina no pasará la revisión y seguirá siendo mercado de frontera”. Bajo ese título apodíctico aseguró que “MSCI determinará que el mercado local deberá esperar un año más para ser una economía emergente”. El Mercado de Valores se derrumbó hasta el miércoles, cuando los bombos y platillos oficiales diseminaron la buena nueva, lo que dio lugar a un fuerte repunte. Quiénes vendieron y quiénes compraron en esas 48 horas decisivas es un dato protegido por el secreto fiscal, pero un juez dispuesto a investigar podría obtener el listado.
La alegría inocultable y los mensajes optimistas que transmitieron Macrì y sus allegados en el acto de asunción de los nuevos ministros se explica por su distancia insalvable con las necesidades y los sentimientos populares y por la sensación que todos ellos tenían de que sin el F.M.I. estaban a un paso del F.I.N.
Agua bendita
La resistencia social es más fuerte que la contestación política, pero ambas adolecen de problemas similares de organización, ya sea para la movilización o para el acuerdo electoral. En un caso y en otro, la única esperanza del gobierno es mantener y profundizar esa división. La dureza de las medidas que viene adoptando y que anuncia el gobierno pudo más que la reticencia de una conducción sindical que aborrece los ruidos de la calle, donde se les vuelan los papeles con palco y todo, de modo que el lunes 25 habrá un nuevo paro general, que se hará sentir en todo el país. A lo sumo el triunvirato cegetista consiguió que no vaya acompañado por una convocatoria a tomar las calles. No es lo que ellos se proponían, pero a veces el silencio absoluto es más elocuente que los sonidos de la furia. En los últimos días ha habido movimientos tendientes a unificar propuestas en torno a la futura conducción que la CGT prevé elegir dentro de dos meses. Por un lado, los secretarios generales de los dos grandes gremios industriales golpeados por la crisis (Antonio Caló de la UOM, Ricardo Pignanelli de SMATA), junto con el gráfico Héctor Amichetti de la Corriente Federal, el piloto de aviones Pablo Biro, el electricista Guillermo Moser, el capitán de ultramar Marcos Castro y el ferroviario Sergio Sasia, se proponen apoyar una conducción que endurezca sus posiciones ante el gobierno, que incluya tanto a los denominados Gordos como a los Moyano pero que esté en manos de otros dirigentes, como Sasia o Moser. Por ahora esa idea no convence a Pablo Moyano, que es quien lleva las conversaciones pero tampoco a Hugo Yasky y Pablo Micheli, de la CTA o el bancario Sergio Palazzo, cuyos planteos no parecen compatibles con los del sector que escudado detrás del triunvirato demoró hasta último momento cualquier medida de fuerza contra el plan económico y el acuerdo con el FMI. Incluso la fijación del paro para el lunes 25, un mes después de la concentración que los arrancó de su posición contemplativa, abrió margen para una nueva negociación, que la dureza de la política oficial y la torpeza de los operadores de la Jefatura de Gabinete dificultaron. Los trolls presidenciales difundieron una foto del triunviro Héctor Daer en las escaleras mecánicas del aeropuerto londinense de Heathrow y afirmaron que allí cambiaría de avión para seguir a Moscú para ver el campeonato de fútbol. En realidad Daer se dirigía a Liverpool para intervenir en el congreso mundial de sindicatos. Por su parte los movimientos sociales de inspiración pontificia reclaman su ingreso a la CGT, que siempre fue reacia a admitir que junto con el pleno empleo entró en crisis el modelo de representación nacido con el primer peronismo. Teóricamente todos coinciden en la unidad, pero este último sector también está decidido a romper si la nueva conducción intenta desescalar la movilización en respuesta a las políticas oficiales. Hace apenas cuatro meses, en febrero, al menos tres ministros le dijeron a Clarín que Macrì valoraba como “nuevos sindicalistas”… a Pignanelli, Sasia, Moser y Daer, los que hoy fungen de duros opositores.
Un jugador activo en este tablero es la Iglesia Católica, Apostólica Romana, que pone fichas en cada casillero y tiene su propia agenda. El presidente del Episcopado, Oscar Ojeda, recibió a Yasky, Micheli y Pablo Moyano con críticas a las políticas de ajuste. La estructura episcopal en pleno participó en un hotel de Mar del Plata de la denominada Semana Social, con las consignas “Democracia: Un camino de servicio a los pobres” y “Memoria agradecida: 35 años de vida democrática”, como si nada hubiera tenido que ver con lo ocurrido en los 35 años previos. La primera jornada, el viernes 22 fue abierta por el jesuita Jorge Lugones, obispo de Lomas de Zamora y encargado del ministerio político de la institución, que ellos llaman de “pastoral social”. Lo acompañaba el propio Ojeda, la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, la ministra de Desarrollo Social Carolina Stanley y el ubicuo electricista Moser, que aparece en todas las combinaciones del oficialismo y la oposición. Para el cierre, el domingo 22, con las consignas “La relación entre el trabajo y la pobreza” y “Contra la pobreza, más trabajo y menos limosna” fueron convocados la diputada Graciela Camaño, el dirigente de una reducida fracción de ATE, Hugo Godoy, Daniel Menéndez, de Barrios de Pie, Gildo Onorato, de la CTEP y otro obispo pastor de ovejas sindicales y políticas. Mientras crece la desocupación, hay hospitales construidos en la gestión anterior que permanecen cerrados por falta de los insumos esenciales y se empecina en negar cualquier negociación con los gremios docentes, la gobernadora habló de la asistencia a personas en situación de calle junto con Stanley y los obispos. La concepción de Lugones sobre la justicia distributiva se expresó en una frase en defensa de los maestros a quienes se les ofrece un aumento del 15% en cuotas mientras otros gremios reciben un 25%. Sólo le faltó carraspear Bahrrrdal, Bahrrrdal, porque nombrar a los Moyano no hubiera sido elegante. Pero también ellos tienen su obispo, Marcelo Sánchez Sorondo, quien participó en una conferencia de prensa en la biblioteca de Camioneros con Pablo Moyano, luego de presentar la encíclica Laudato Si.
María E. Vidal en olor de santidad
Vidal y Stanley venían de un sigiloso encuentro con el Papa Francisco en el Vaticano, y esto se reflejó en las constantes críticas al proyecto de derogación del aborto clandestino, presentado como una alternativa a la atención de los problemas sociales. Fueron las menciones más aplaudidas. Entre quienes aplaudieron a Vidal estaba el actual presidente del justicialismo Gustavo Menéndez, impulsor del Grupo San Antonio de Padua. Su idea, que el papado fomenta es una combinación entre Vidal y la dirigencia justicialista no kirchnerista que suceda a Macrì. El problema es que si el presidente se hunde, como señaló la última encuestra de Hugo Haime para Sergio Massa, el vuelco de campana succionará a todo lo que tenga cerca.
Vidal dijo que los igualadores sociales son el salario, la salud y la educación y tuvo su réplica en las calles. La organización de las mesas no incluyó a nadie vinculado con la CTA o con los Moyano, que no aceptaron asistir como claque. Algunos de sus integrantes, del Frente de Unidad Docente de la Provincia se animaron pese al imponente dispositivo de seguridad y marcharon hasta el hotel donde sesionaban los invitados para reclamar que entre discurso y discurso contra la pobreza y sobre la importancia de la educación los convoque a negociar paritarias y cese el ajuste contra sus salarios. Como patronal del sector educativo, el Episcopado católico es siempre el negociador más mezquino con sus empleados docentes.
Agüita fresca
El gobierno dirigió varios mensajes a la oposición, tanto en público como a solas, alegando que la sociedad esperaba que actuara con responsabilidad. Esto quiere decir, que diera apoyo legislativo a los acuerdos con el FMI o que al menos no apoyara el reclamo del Frente para la Victoria, que sesionó en minoría exigiendo que se remitiera al Congreso lo firmado. Su confianza está puesta en el peornismo opoficialista, y específicamente en el diputado Diego Bossio y el senador Miguel Pichetto. El miércoles 20 de junio, Bossio estaba con dos personas en el restaurante del Museo Evita sobre la calle Lafinur. Bossio dijo que no tenía sentido pasar por el Congreso el endeudamiento con el FMI así como Néstor Kirchner no lo había hecho con la cancelación de la deuda previa con el organismo y agregó que Cristina “se hace la rata cruel para volver como el ave Fenix”. Desde una mesa contigua, una mujer se levantó, le vació una copa de agua entre la nuca y la espalda, mientras le decía traidor y salió del lugar. La acompañante de Bossio la persiguió y le dijo que era policía pero no pudo mostrar la identificación.
—Tenés que pedirle disculpas— la intimó.
—De ninguna manera, él tiene que pedirles perdón a quienes lo votamos y nos traicionó.
Cuando Bossio dirigió la ANSES, uno de sus principales colaboradores fue Juan Manuel Pichetto, hijo del senador, quien estuvo a cargo junto con Luis María Blaquier (h) del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. En cuanto Macrì asumió la presidencia, dispuso que la Auditoría General de la Nación abriera una investigación sobre el desempeño de Bossio y Pichetto. Dos años después, no se conocen sus conclusiones.
Bosio y Juan Manuel Picheto. La carpeta olvidada.
La música que escuché mientras escribía esta nota
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