La última colonia y la doble vara

El gobierno británico debió devolver las islas Chagos, un precedente fundamental para el caso Malvinas

 

 

Mis ancestros, los habitantes de Malvinas

Marcelo Vernet

 

La disputa sobre las islas Chagos comienza a mediados de la década del '60, cuando los británicos expulsaron a los habitantes del lugar para mantener el control del territorio del Océano Índico con fines militares, junto a los Estados Unidos. Entonces se creó la base en la isla Diego García, que Gran Bretaña conservó a pesar de que Mauricio consiguió la independencia en 1968.

Esta es la historia que cuenta el escritor y jurista Philippe Sands en su última novela, La última colonia (Anagrama, 2023), que acaba de llegar a las librerías de la Argentina y que —en vistas a la reciente resolución del caso— tiene la virtud de contar el litigio desde adentro, a partir de la pluma del abogado que intervino.

Sands, de quien ya hemos hablado en Un profeta tolstoiano, es autor de Calle Este-Oeste (Anagrama, 2016) y Ruta de escape (Anagrama, 2021), y ha abordado temas como el nazismo, los juicios de Núremberg, el desarrollo del concepto de genocidio y el devenir del derecho tras-nacional. Su capacidad es la de hacer didáctico aquello que es alambicado y leguleyo.

En la nueva publicación retoma inquietudes similares, pero esta vez tiene la virtud de narrar el abordaje de un litigio internacional que lo tiene como protagonista y que decide trasladar como trama de la novela contando el pasado (como parte de la historia de la liberación colonial de los pueblos) y su posible desenlace jurídico.

Ya desde el primer capítulo asistimos a la descripción de la gran sala del Tribunal Internacional del Derecho del Mar (en Hamburgo-Alemania), en la que eminentes jueces con toga, detrás de una larguísima mesa, escuchan a los contendientes alegar y a los testigos contar su historia. Allí está Sands, enfundado bajo los mismos atuendos, manteniendo idéntica solemnidad junto a las víctimas, a las que su propia nación —no es un detalle la nacionalidad de este escritor abogado— ha condenado al ostracismo.

Se trata de la historia del colonialismo mundial, pero también la forma en que son elegidos los jueces internacionales, sus cambios de postura en función de los poderes fácticos y los tiempos. Aquellos que han sido manipulados y los que han sabido mantener su dignidad.

La novela es la historización sobre cómo se gestó y cuáles fueron los actores determinantes en la trascendente resolución 1.514 de la ONU, que en un momento bisagra de la Historia abrió el periodo de descolonización que rige hasta hoy, y que muchas potencias se rehúsan a cumplir, según los casos.

Quizás uno de los momentos más emocionantes del libro ocurra cuando una testigo isleña cuenta cómo fue expulsada cuando adolescente, y se convierte en la voz de todos los isleños expulsados del archipiélago de Chagos.

Allí están todos los despojados, sus hijos y los hijos de sus hijos que debieron emigrar. Quitados de su origen y su tierra ancestral. Del lugar donde están enterrados sus muertos. Y Sands, este abogado inglés —insisto que no se trata de mero detalle, pues queda claro que hay ingleses de distintos tipos— apasionado, escritor y docente, está allí, a su lado, tomándole la mano, para darle fuerzas.

La mujer, Madame Elysé, ya tiene más de 60 años y ha viajado desde Mauricio para contar su historia ante los estrados. Los magistrados escuchan sobre los primeros años de su vida, la forma en la que sin previo aviso en una mañana de primavera fue acorralada por las autoridades británicas, que le ordenaron subir con una sola maleta a un barco que la llevaría a miles de kilómetros de distancia.

“La isla está siendo cerrada”, le dijeron a Elysé. Pero nadie explicó por qué. Nadie mencionó la nueva base militar que los británicos habían permitido instalar a los estadounidenses en la cercana isla de Diego García, que será tristemente conocida como un lugar de torturas y de extracción de información a supuestos miembros de Al Qaeda. Después media el relato sobre sus padres que han muerto y no han podido regresar a su tierra, como tampoco las aproximadamente 1.500 personas que formaban la comunidad a la que pertenecía —casi todas de color y en su mayoría descendientes de antiguos esclavos de las plantaciones—, que fueron obligadas a abandonar sus hogares y deportadas.

Hay un momento de la narración en que la testigo rompe en llanto, mientras los catorce jueces presentes en la gran sala de Hamburgo la observan atónitos. También están todos los isleños conectados por zoom, que la escuchan en vivo y en directo en la pantalla grande y se sienten parte de su voz. La sensación en la sala de audiencias es que algo va a suceder. Todo es expectativa. La resolución de la opinión consultiva fue dictada a fines de 2019 y le dio la razón a los pobladores. Pero Inglaterra, una vez más, no cumplió.

 

Non fiction del derecho internacional

El libro que escribió Philippe Sands es una pieza didáctica e ilustrativa para abogados que creen en la lucha por el derecho, pero también para lectores de todo tipo que quieren conocer la historia de las conquistas populares transformadas en actos de soberanía política. La forma del relato es en un registro poco común, sencillo y claro, donde se despliega la historia del derecho internacional y cómo las potencias hacedoras son muchas veces las que escamotean las reglas, principios y votaciones establecidas por la Asamblea de la ONU, a la luz de las pautas que consensúa la mayoría de los países más débiles.

 

 

 

Pero, además, el autor/actor logra hacer literatura (y no mera academia) desde la crónica de un caso que lo tiene como principal protagonista (mientras escribo-litigo-me involucro en la historia). De ese modo se va generando el toque de suspenso o el thriller legal de lo que va pasando o puede ocurrir con aquellas familias desesperadas y sin su tierra.

Y en esto se demuestra el impacto que tiene la literatura como elevación de conciencia pública ante el derecho (el Primer Ministro de Mauricio decidió solicitar los servicios legales de Sands después de leer uno de sus textos). La última colonia es el resultado de ese proceso de ida y vuelta entre la crónica literaria y el caso jurídico aplazado (Kafka decía, “la prórroga indefinida” es en el fondo la trama que da suspenso al proceso). Un experimento que, a diferencia de sus anteriores novelas más históricas, lo acercan más al non fiction que a una narración convencional.

Cuando a mediados de 2022 se publicó la novela en Inglaterra, quedaba pendiente el acuerdo sobre el caso. El tema estaba abierto en un abanico de negociaciones ante el gobierno de Mauricio y el gobierno inglés. La trama literaria estaba latente, o subordinada a la jurídica, con la esperanza en el medio de los pobladores expulsados, que —recién ahora— se acaba de concretar.

 

La doble vara y Malvinas

Imagino que Philippe Sands estaba esperando un final para su novela, y este último jueves lo ha logrado. Es un moño perfecto. Es su consagración como cronista-abogado y viceversa. Un punto final que lo tiene como ganador de una causa demasiado justa.

 

Philippe Sands, en su faceta de abogado.

 

A la luz de esta decisión de acatar el proceso de descolonización de Chagos, que representa en cierto punto un hito en la diplomacia, muchos se han preguntado en estos días cuánto de ese movimiento no debería incidir sobre el proceso de Malvinas tal como lo reclama la Argentina.

Es decir, hasta qué punto no se trataría de una doble vara interpretativa de las reglas del derecho internacional, pues no es —ni más ni menos— que el quiebre de los mismos principios que están en disputa en el reclamo de soberanía territorial de las islas del sur, tal como expusiera la Argentina ante la comunidad internacional y fuera resuelto por la Asamblea General de la ONU en la histórica Resolución 2.065.

Esta doble vara por parte del gobierno británico frente a la nueva situación de Chagos y Malvinas abre —claramente— una de las paradojas del derecho internacional, en tanto el avance del reconocimiento del nuevo estatus de los isleños chagosianos (cuando hasta hace poco era absolutamente inflexible, como con Malvinas) no sería extensible a otros isleños o habitantes desplazados. Tal es la posición comunicada por la gobernadora de las Malvinas, Alison Blake, ni bien se supo del acuerdo: “los habitantes de las Malvinas secundaron por un 99,8% en un referéndum en 2013 su estatus como Territorio Británico de Ultramar”.

Es decir, la posición inglesa exhibe cumplir el derecho internacional ante el caso Chagos, en el sentido de la opinión consultiva emanada del Tribunal Internacional del Mar de 2019, pero en términos de procesos de descolonización ante otros casos expone la discrecionalidad como potencia colonial, dependiendo de las circunstancias y ponderaciones estratégicas ante esas reglas de derecho que dice reconocer.

¿Los casos no serían similares o el ejercicio de la fuerza según cada momento determinaría la hermenéutica de la regla? Por supuesto que a ello debe agregarse la actitud del país reclamante y la sagacidad de los términos diplomáticos en juego.

Varias veces Philippe Sands menciona el caso Malvinas como equivalente al de Chagos, pero asumido desde una posición distinta desde Inglaterra, más allá de las particularidades. Allí donde Chagos era litigio en avance y conquista ante los tribunales internacionales, aunque también un mecanismo de sensatez diplomática sostenido en el tiempo por los gobernantes de Mauricio, Malvinas era como un punto muerto, en el que el vaivén de los gobiernos de turno exponía ventajas al ocupante.

Pues si bien se trata de casos históricamente distintos, presentan características o parámetros de derecho similares, desde que se trata de territorios usurpados por la corona británica a otro Estado (Mauricio y la Argentina), y porque Malvinas fue (también) desalojada ilegítimamente en 1833, tal como hemos contado aquí en El tesoro y las islas, implantando isleños con ciudadanía británica que nunca constituyeron pueblo originario con el sentido de autodeterminación (resolución 1514 de la ONU).

Es claro que Chagos y Malvinas son dos caras de la misma moneda. Mientras el gobierno argentino actual se apresta a revalidar los términos del pacto Fordadori-Duncan, bajo la (nueva) versión Mondino-Lammy, el gobierno británico se atreve a exponer esa doble vara gracias al contexto concesivo que así se lo facilita.

 

 

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