La trayectoria de cada una de las revoluciones industriales nunca ha sido fácil ni directa. Pero esta es mucho más compleja. Las implicaciones de la cuarta revolución industrial son numerosas. Muchas de ellas ya nos afectan. Grandes mayorías viven altamente digitalizadas y no ven diferencias entre sus vidas físicas y digitales. Sus nociones acerca de la privacidad son muy distintas de las de las generaciones anteriores. Han crecido compartiendo en las redes sociales sus vidas, su localización, lo que les gusta y lo que no, sus rutinas, sus amistades, sus momentos más personales, sus datos biométricos. Creen que compartir estos datos sirve para mejorar el mundo, hacerlo más abierto. A veces, que sumándose a olas de odio serán ellos mismos expresándose en libertad. Tal vez no han visto el capítulo "Odio Nacional" en Black Mirror, tal vez sí. Es que, en las anteriores revoluciones, la mecanización y la producción en masa trasladaron a millones de personas de la producción agrícola y el campo al trabajo en fábricas y ciudades. Pero los que vinieron a construir esas ciudades quedaron en sus márgenes; sus hijos nacieron en ellos con deseos de acceder, muchos sin recursos para hacerlo. Los ordenadores y el desarrollo de los medios de transporte hicieron posible la construcción de cadenas de abastecimiento más extensas y flexibles, que han atravesado fronteras y convertido los mercados locales en mercados globales. Las aspiraciones también en consecuencia se han vuelto globales. En realidades diferentes, pero más interdependientes que nunca. La esperanza de vida al nacer aumentó en un 50% o más en solo dos siglos y en los últimos 70 años la población mundial pasó de 2.500 millones a más de 7.700. La población urbana que era de 750 millones es ahora de cerca de 4.300 y se espera sea de 6.700 en 2050 para un total de aproximadamente 9.800 millones según las Naciones Unidas. La tecnología ha co-evolucionado con la humanidad y los dispositivos para mejorar la organización de este mundo y sus oportunidades lo ha hecho tanto de un modo positivo como negativo; como cada aspecto de la realidad. Con su reverso y su dualidad.
Se nos dice que esta revolución generará millones de nuevos empleos para aquellos que posean las capacidades y la formación adecuadas. Pero al mismo tiempo el fantasma de un mundo más robotizado suma angustias a cientos de miles o millones de jóvenes que ni siquiera vislumbran cómo insertarse hoy en un mundo tan incierto. ¿Qué si no son aptos para estos empleos?
Por otra parte, esta expansión del tamaño de los mercados y las cadenas globales de valor están reestructurando el mapa de un modo concreto. Traspasan fronteras nacionales, provinciales y municipales no solo en las redes del ciberespacio, sino a través del acopio de tierras o land grabbing. Ello va de California a Chile, a Uruguay, a los valles de Etiopía o de la selva amazónica, pasando por la Patagonia, por Asia, por doquier. Para muchos los grandes incendios se relacionan con este fenómeno, sea para ampliar tierras cultivables — para luego sembrarlas, reforestarlas, para construir infraestructura u otro propósito. Pero si bien no hay prueba de ello lo cierto es que una misma compañía puede poseer grandes extensiones de tierra en países vecinos que conforman un corredor con fronteras propias, o bien manchas articuladas en red entre continentes. En este contexto se han acentuado las progresivas críticas al Estado Nación como forma de organización incapaz de liderar este nuevo mundo; a las clases políticas por no saber gobernarlos y —para colmo— cuando los propios hombres de negocios asumen presidencias (o sin hacerlo se hallan envueltos en actos de corrupción, por caso Odebrecht, IBM, Enron u otras) la sensación de vacío de poder crece. ¿Quién nos gobernará? Y es en este contexto de amarga incertidumbre; de necesidades reales y virtuales insatisfechas, cuando entran también en acción nuevas tecnologías. No solo las redes sociales agudizan visiones contrapuestas del mundo, sino que las simulaciones obtenidas de modelos matemáticos de laboratorios pueden decirnos cuándo se alcanzan masas críticas de movilizaciones que superan a las fuerzas del orden. Entonces el caos deja de ser imaginario. Y mientras muchos creen que de este caos nacerá más justicia social, muchos temen que es probable que no. Que el anticapitalismo sea parte indisoluble del capitalismo como mero imaginario y que su próxima etapa sea un refinado retorno a la Edad Media. Guerras de palos, piedras, fuego; de armas e ideas, que conduzcan a un neofeudalismo. Que esta sea la explicación de por qué pudiendo ser mejor, la vida sea peor.
* Experto en escenarios, desarrollo económico y energía.
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