La trama energética

La elite argentina y sus vínculos con las empresas que controlan la energía del país

 

La Argentina posee una infraestructura energética extensa y diversificada que incluye la generación eléctrica a través de represas hidroeléctricas y centrales térmicas basadas en petróleo, carbón y gas natural; la extracción de hidrocarburos convencionales y no convencionales, con epicentro en la formación de Vaca Muerta; el desarrollo incipiente de energías renovables como la solar y eólica; y la participación en el sector nuclear a través de centrales de generación, tecnología de reactores y enriquecimiento de uranio.

 

 

Generación: represas hídricas del sur y centrales térmicas del litoral

La electricidad en la Argentina se genera a través de centrales hidroeléctricas, térmicas y, en menor medida, nucleares. Las principales represas hidroeléctricas se ubican en la región patagónica, entre las que destacan El Chocón, Planicie Banderita, Alicurá y Piedra del Águila. Mientras que varias de las centrales térmicas de mayor envergadura están situadas en torno al litoral fluvial, por la provisión de gas natural y agua. Sobresalen Puerto Norte y Costanera (Ciudad de Buenos Aires); Central Dique (Entre Ríos) y Sorrento (Santa Fe).

 

 

Petróleo y gas: de la Patagonia a los mega yacimientos del norte

En petróleo, las principales áreas productoras se sitúan en Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Los pozos marítimos de la Cuenca del Colorado, en el mar argentino, a la altura de Comodoro Rivadavia, extraen más de 100.000 barriles diarios de crudo ligero y gas. Otros grandes yacimientos son Cañadón Seco y Cerro Dragón, en Chubut; El Trébol, en Santa Cruz, y Cuenca del Golfo San Jorge.

Mientras, la formación no convencional de shale gas y tight gas de Vaca Muerta, ubicada en Neuquén, es considerada la segunda reserva más grande del mundo, con capacidad de colocar a la Argentina como exportador neto de energía. Pero su explotación, concentrada en YPF y Chevron, aún enfrenta desafíos de competitividad.

El gas natural tiene como principal punto nodal al mega gasoducto de TGS que corre paralelo a gasoductos de Transportadora Gas del Norte. Estos entramados transportan gas desde el sur y Bolivia hacia Buenos Aires y el litoral industrial. Otros conductos estratégicos son el del noreste argentino (NEA) y el entrerriano.

En cuanto al hidrógeno verde, el gobierno impulsa un ambicioso plan de producción en Bahía Blanca a partir de 2026 vía electrólisis del agua con energía eólica y solar para exportar a Alemania, apuntando a ser un jugador global.

Por el lado de los biocombustibles, la Argentina es el primer productor global de biodiésel, con epicentro en Santa Fe, Buenos Aires y Córdoba, donde la industria está liderada por renombradas firmas como Renova y Molinos Río de la Plata, con las exportaciones creciendo fuerte en los últimos años hacia los mercados europeo y estadounidense.

 

 

Sector nuclear: reactores de potencia y enriquecimiento de uranio

La tecnología nuclear local, desarrollada desde los años '50, a través de la estatal Comisión Nacional de Energía Atómica y la altamente calificada ingeniería doméstica, permite a la Argentina poseer importantes reactores de potencia como el de Atucha, en Buenos Aires, y el emblemático reactor de agua pesada diseñado nacionalmente de Embalse, en Córdoba.

En tanto, en uranio el país también cuenta con capacidad de enriquecimiento de concentrados para combustible nuclear en la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) en Buenos Aires. Y está desarrollando con Rusia centrales de nueva generación en Formosa y otras provincias.

 

 

El estratégico y polémico sector nuclear local

La Argentina cuenta con un desarrollo nuclear propio de avanzada que se remonta a la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en 1950 bajo la presidencia de Perón. Inicialmente orientado a fines médicos y científicos durante los gobiernos de Frondizi e Illia; el sector derivó decididamente hacia la generación eléctrica y propósitos militares durante la dictadura de Onganía, cuando se construyeron las primeras centrales nucleares.

Actualmente, las principales instalaciones nucleares con fines de generación energética o investigación científico-tecnológica pertenecen a firmas estatales como la CNEA, NASA, INVAP e INVAM. Entre ellas se destacan:

. Central Nuclear Atucha I (Buenos Aires): pionera en el país desde 1974, tiene un reactor presurizado de uranio natural PHWR de diseño alemán de 357 MW, provisto históricamente de uranio por la empresa brasileña INB y combustible nuclear de la firma canadiense Cameco.

. Complejo Fabril Barras Blancas (Córdoba): Planta industrial de agua pesada operada por la CNEA; produce agua pesada como moderador de neutrones para los reactores de generación nacional.

. Centro Atómico Ezeiza (Buenos Aires): Investiga y desarrolla tecnología nuclear de avanzada, incluido un reactor experimental propio (RA-10) y laboratorios de alto nivel de complejidad en física, química y nuevos materiales nucleares.

 

  

Los grupos empresariales y élites que lucran con la trama energética  

Más allá de los entramados técnicos de generación y distribución analizados, es claro que detrás de esta enorme trama energética subyacen poderosos intereses económicos privados que han sabido capitalizar su posición estratégica para obtener enormes beneficios, muy a menudo en connivencia con sectores políticos.

Diversos grupos empresariales, principalmente de capitales nacionales, pero también con participación de firmas extranjeras, han tenido un ascendente histórico que se remonta incluso a principios del siglo XX, manejando los hilos del negocio energético y asegurándose una influencia corporativa determinante en las políticas públicas del rubro, gracias a vínculos de proximidad con la función pública.

. Pérez Companc: Grupo empresario que fue construyendo un imperio energético desde los años ‘40, expandiéndose agresivamente durante la ola privatizadora de los ‘90 en el upstream petrolero, transporte de gas, generación y distribución eléctrica en varias regiones del país, incluso con inversiones en Brasil y Bolivia.

. Techint: El holding industrial de la familia Rocca, con orígenes en la construcción de oleoductos y gasoductos desde los ‘50 y ‘60, también aprovechó las privatizaciones de los ‘90 para hacerse con el negocio del transporte de gas natural vía compañías como TGS, convertida en virtual monopolio privado del transporte troncal de gas.

. Bulgheroni-Bridas: El emporio de la familia Bulgheroni, iniciado en el negocio petrolero de la mano de Bridas Corporation en la Patagonia en los años ‘80, hoy expandido a nivel global con Pan American Energy, se convirtió en el mayor productor privado de hidrocarburos del país, con explotaciones en las principales cuencas.

. Grupo Eurnekian: El holding liderado por la familia Eurnekian ingresó en los ‘90 al sector eléctrico con Edenor y Edesur, las distribuidoras energéticas de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, controlando el flujo hacia millones de usuarios cautivos, con un récord en quejas por mal servicio e interrupciones.

. Grupo Mindlin (Pampa Energía): Con origen fundacional en el 2005, se convirtió en uno de los mayores holdings energéticos del país, con participaciones en exploración y producción de petróleo y gas natural, generación, transporte y comercialización de electricidad, incluyendo hidroeléctricas, centrales térmicas y más recientemente en el sector de renovables.

. Grupo Albanesi: El conglomerado del empresario Armando Losón posee diez plantas generadoras de energía eléctrica, con más de 1.600 MW instalados, y comercializa electricidad y gas en el mercado hace más de 20 años.

. BP: La petrolera anglo-holandesa, una de las siete hermanas históricas del crudo, desembarcó en la Argentina en los ‘90 y rápidamente se posicionó como líder en producción y exploración off shore en Cuenca del Golfo San Jorge y mar argentino, disputando reservas fósiles y más recientemente apuntando a Vaca Muerta, siempre con fuerte respaldo diplomático del Reino Unido.

. Chevron: La gigante estadounidense Chevron se asoció con YPF luego de su renacionalización en 2012 para explotaciones masivas no convencionales en Vaca Muerta, con compromisos de inversiones billonarias, y se convirtió en socio estratégico y jugador de enorme peso e incidencia tecnológica y comercial en el actual boom de shale oil y shale gas neuquino.

Como observamos, el “club energético” local tiene nuevos socios corporativos igual de influyentes, con vínculos fluidos con las estructuras de decisión política, reforzando el fenómeno de captura institucional que urge desarticular para garantizar una política energética al servicio de las necesidades populares.

Más allá de los grandes grupos empresariales históricos y las petroleras y eléctricas extranjeras que han dominado el mercado energético local, existen otros actores relevantes que ejercen una gran influencia en las decisiones estatales del área, estos son los grupos tecnológicos nucleares y los que interceden en comercialización minorista.

 

 

Grupos tecnológicos nucleares

Cabe también destacar el rol de ciertas figuras empresariales energéticas que trascienden sus propios negocios para convertirse en actores de alto impacto mediático y político en el debate nacional.

El locuaz CEO de Vista Oil & Gas, Miguel Galuccio, de amplia trayectoria en Schlumberger e YPF, se erige continuamente como una suerte de gurú del shale oil ante cada anuncio triunfal sobre el potencial de Vaca Muerta, overbook mediático que oculta las dificultades reales que atraviesa la aún poco rentable formación neuquina.

Si bien el entramado de compañías privadas nacionales y los vínculos estatales-corporativos en la trama energética doméstica analizados previamente han conformado un ecosistema altamente endogámico, destinado sobre todo a dar ventajas de mercado a selectos grupos económicos vernáculos; lo cierto es que el sector también cuenta con múltiples conexiones con actores foráneos, a nivel empresarial pero también geopolítico.

El emblemático emporio familiar de los Bulgheroni, controladores de  Pan American Energy que llegó a estar en el cuarto puesto de las mayores petroleras latinoamericanas, ha cultivado un vínculo estrecho con la firma británica British Petroleum (BP): desde 1997 como socia subsidiaria en el bloque productivo de Cerro Dragón en el extremo sur patagónico; y más recientemente codeándose también en los mega-proyectos de shale oil y shale gas de Vaca Muerta. Un claro ejemplo de cogollos corporativos transfronterizos.

Los Rocca, propietarios del colosal conglomerado industrial Techint, aprovecharon su relación cercana con la política menemista en los ‘90 para asociarse también con la puntera europea Tenaris (controlante italiana de tubos de acero sin costura), conformando un oligopolio binacional que pasó a controlar prácticamente todo el troncal sistema de gasoductos y oleoductos del país.

Otro ejemplo relevante: la firma nacional Pampa Energía del empresario Marcelo Mindlin expandió sus tentáculos eléctricos al calor de la era macrista para comprar la filial en la Argentina de la gigante estadounidense Duke Energy, creando un monopolio virtual de generación y distribución energética en vastas áreas del interior argentino, en connivencia con los gobernantes PRO de provincias como Salta, Jujuy o Neuquén.

Mientras, desde hace décadas, los contactos orgánicos entre la Embajada Británica, las cancillerías argentina y británica de turno, y firmas petroleras anglosajonas como la BP vienen dando sus frutos a la oligarquía energética al momento de “destrabar inversiones” extractivas en zonas sensibles como Malvinas o el Atlántico Sur, en un tire y afloje diplomático donde el Foreign Office ha sabido imponer sus fichas en el desarrollo de los vínculos de la oligarquía energética local con grandes corporaciones internacionales en cada área de la cadena de producción, distribución y comercialización energética en la Argentina.

Un dato: la mitad del shale oil que se extrae actualmente del yacimiento Vaca Muerta en Neuquén está en manos de la dupla YPF-Chevron. En tanto, en distribución de derivados refinados, grandes jugadores internacionales como Glencore, Vitol y Trafigura controlan más del 30% del mercado de importaciones mayoristas de combustibles líquidos.

 

 

Comercialización minorista

Las reducidas empresas distribuidoras monopólicas, algunas bajo control de capitales extranjeros como Enel o de fondos de inversión, están obligadas por ley a comprar electricidad mayorista a un ente con participación estatal, solo el 20% conformado por las acciones clase A (CAMMESA), donde las grandes generadoras extranjeras y locales (AES, Genneia, Pampa, Albanesi, Sadesa) imponen condiciones, en un sistema dual de rentas cautivas para todos.

En gas natural, los mega comercializadores Metrogas (controlada por la británica BG Group) y Gas Natural Fenosa de España definen tarifas de distribución minorista, fijando márgenes de beneficio garantizado exorbitantes, al amparo de un ente regulador cooptado como el ENARGAS

 

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