La toldería tupaquera
Crónica del acampe en Plaza de Mayo por la libertad de Milagro Sala
Es jueves, ha salido el sol.
Dos mil días de Milagro Sala detenida en Jujuy, lejos de esta Plaza de Mayo que sin embargo la nombra, la multiplica en banderas y en discursos bajo un cielo al fin limpio, capaz de entibiar los cuerpos que soportaron el frío del martes a la noche y la lluvia del miércoles.
La plaza es una toldería, una carpa por cada día de Milagro presa. Y si no llegó a tanto qué importa. Ya viajaron más de 20 horas en colectivo, estiraron las lonas, clavaron estacas, hicieron filas para retirar la porción de guiso y también para usar los baños (químicos).
Y cantaron.
Somos la verdadera revolución
que pelea por el trabajo, la salud y la educación
porque quiero una vida digna, qué lo parió
y voy a dejar la vida luchando de corazón
quiero a mi familia, quiero a mi país, por eso yo lucho matar o morir
vamos los pibes, vamos a luchar
soy un tupaquero soy de la Tupac.
Porque enfrente está la Casa Rosada. Y seguro que ahora que nos escuchan, que nos ven durmiendo sobre el pasto recortado, se les da por pasar del señalamiento a la acción, debieron pensar.
Y antes también pensaron que el silencio nunca es neutral, que siempre es cómplice, por eso este acampe de cuatro días: una acción política poderosa para recordar el escándalo –en democracia e instigado por su adversario político, una líder social fue sometida a un proceso judicial sin garantías que culminó con su encarcelamiento – y exigir su reparación.
Cayó la noche y Alejandro Coco Garfagnini no sabe cómo seguir sin luz. El coordinador de la Tupac Amaru y del Frente Milagro Sala por el Trabajo y la Dignidad ya encabezó la conferencia de prensa junto a referentes sindicales y diputados, firmó libros y se sacó fotos, participó de cinco paneles de debate, acordó presencias y términos de la proclama final, pero todavía le queda pendiente formar una comisión que atienda la persecución a compañeros en Mendoza. Mientras ve cómo resolverlo, analiza el saldo de lo que él define como el reencuentro del movimiento popular.
“El acampe fue imponente y nos rebasó la cantidad de militancia que circuló por la plaza durante las cuatro jornadas. Se notó que había mucha necesidad de discutir. Esa concentración genera poder para seguir luchando por la libertad de nuestros compañeros y también para construir un país donde se distribuya la riqueza. Desde nuestro lugar de militantes pudimos meterle a nuestro espacio político una inyección porque estaba adormecido, anestesiado. Espero que el efecto haya llegado a la Casa Rosada”.
Dos mil días antes, el 16 de enero de 2016, un grupo comando de la Policía de Jujuy irrumpió en la vivienda de Milagro y la detuvo por “instigación a cometer delitos” y “tumulto en concurso real”, las figuras del Código Penal que usaron para castigarla por el acampe frente a la Casa de Gobierno en una protesta contra el flamante gobernador –no había pasado un mes de su asunción– Gerardo Morales.
El entonces ministro de Seguridad, Ekel Meyer –hoy miembro del Superior Tribunal de Justicia de Jujuy– avaló que Milagro fuera paseada con las esposas en sus muñecas y exhibida como un trofeo. Lo que siguió después fue una ingeniería judicial dedicada a sostener su encarcelamiento, aun cometiendo violaciones a los derechos humanos en contextos de ejercicio de la protesta social y estropeando ante los ojos del mundo la reputación de nuestras instituciones.
Graciela busca a la flaca entre sus contactos de WhatsApp, le manda fotos y videos, algún audio pícaro que revela la confianza. La flaca es Milagro y Graciela algo así como su mano derecha. Empezaron juntas en la Túpac apilando ladrillos, haciendo el fino, levantando casas, construyendo barrios.
“Al principio me ponía a llorar porque no sabía ni agarrar la pala”, cuenta Graciela bajo el gazebo blanco que la organización desplegó sobre las baldosas de la plaza a modo de bunker. “Todas las obras que hicimos se las ha quedado el gobierno de Morales o las han destruido. Es muy triste. Necesitamos recuperarlas para el pueblo”.
Desde Jujuy llegaron junto a Graciela unos 50 compañeros y compañeras. Salieron en micros desde distintas localidades –Humahuaca, Ledesma, San Salvador, Perico– con la excepción del grupo de Libertador General San Martín, que pudo viajar haciendo dedo en un camión. También se sumaron delegaciones de Chaco, Salta, Misiones, Corrientes y Mendoza.
Para los propios promotores fue una sorpresa y los obligó a una organización rigurosa. Las carpas se montaron sobre el pasto, alrededor de las fuentes, y se dejó despejada la zona de la Pirámide de Mayo para la conferencia de prensa y los paneles de discusión. Desde la Túpac Buenos Aires se encargaron de tener listo el desayuno a las nueve de la mañana, de repartir viandas al mediodía y de cocinar un plato caliente en las noches.
“Vinimos para visibilizar la detención arbitraria de Milagro y también la de otros nueve compañeros de la Túpac que continúan presos. Queremos contarles a los que son de otras provincias lo que está pasando en Jujuy”, dice Claudia, hija de la líder social y una de las oradoras del acampe.
“En Jujuy –explica– tenemos un gobierno nefasto que pone los jueces a dedo, y los que no son puestos juzgan con miedo, no les dejan hacer las cosas dentro de la ley. El caso de Milagro es extremo porque hay odio hacia ella. Gerardo Morales no la quiere por ser mujer, negra e indígena y por reivindicar a la clase obrera. Al gobernador sólo le importaba que los pobres estuvieran listos para trabajar para él, pero Milagro hizo que estudiaran, que terminaran la secundaria, que pensaran que sus hijos podían ir a una universidad y no tuvieran que vivir sólo del tabaco, de la cosecha o la construcción”.
El 22 de junio de 2017, la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal, integrada por los jueces Gustavo Hornos, Mariano Borinsky y Juan Carlos Gemignani confirmó el fallo dictado el 3 de febrero del mismo año por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Jujuy, que había condenado a Milagro Sala a la pena de tres años de prisión en suspenso por resultar instigadora y coautora del delito de daño agravado, en referencia a un escrache ocurrido en 2009 contra el entonces senador jujeño Gerardo Morales.
Dos años antes, el 13 de marzo de 2015, la misma sala de Casación revocó los procesamientos de Carlos Pedro Tadeo Blaquier, dueño del ingenio Ledesma, y Alberto Lemos, el ex administrador general, por delitos de lesa humanidad durante la última dictadura, más precisamente por su participación en los secuestros de personas ocurridos entre marzo y julio de 1976 en el marco de un operativo represivo conocido luego como “La Noche del Apagón”.
Más allá del cuestionable criterio de los jueces, Sala había sido una fervorosa denunciante de la impunidad de Blaquier, lo que le deparó un nuevo enemigo poderoso.
El azar, o eso que algunos llaman justicia poética, quiso que el viernes, al cumplirse los dos mil días de la detención de Milagro, la Corte Suprema anulara aquel fallo de la Cámara que había favorecido al empresario y le ordenara dictar una nueva resolución acorde a derecho, que dejaría a Blaquier al borde del juicio oral.
“Estábamos reunidos con los compañeros en la carpa del padre Paco Olveira –dice Garfagnini–. También estaba Eli (en referencia a Elizabeth Gómez Alcorta, ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad y ex abogada de Milagro) y nos pusimos a charlar de todo el trayecto que hicimos hasta llegar acá, de cuando fundamos el Comité, de las recorridas por las universidades, de la huelga de hambre que hicimos con Paco, del periplo que pasamos en los cuatro años de macrismo. Y justo la noticia de Blaquier nos encontró ahí. Fue muy emocionante, lo festejamos fuerte, nos abrazamos, hasta brindamos con café. Lo tomamos con una gran victoria”.
Es el cuarto día, es el acto de cierre y también es 9 de Julio. Llegan más columnas, aparecen los bombos y redoblantes, las carpas ya no están. Pablo Moyano prestó el camión, que es al mismo tiempo escenario y amplificador de sonido. El Cabildo de fondo vuelve todo más patriótico.
“Allá, en San Nicolás, está la minoría que se cree dueña del país”, dice uno de los oradores, enterado de la protesta de los productores rurales aunque incapaz de imaginar a Patricia Bullrich emponchada y a caballo.
Los Curas en Opción por los Pobres ensayan una misa interreligiosa, entonan canciones, aseguran que Dios liberaría a Milagro y azotaría a Morales.
Queda tiempo para la proclama final, que es más un deseo: “Ojalá nuestro gobierno incorpore esta energía militante para recuperar la agenda de los humildes”.
Después, con el escenario desmontado y en retirada, Garfagnini lo suelta más claro: “El Presidente se equivocó en no venir, hubiera recibido el cariño y la fortaleza necesaria para tomar las medidas que tiene que tomar. Creo que perdió una oportunidad”.
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