La territorialidad se defiende

De la visita de la generala Richardson a la Ley Bases

 

Que Javier Milei, Presidente de la Argentina, haya sido “recibido” por la generala del ejército estadounidense Laura Richardson no es un hecho meramente protocolar, ni gestual, sino la ejecución de políticas planificadas desde Estados Unidos por parte de actores locales, como en otros ámbitos de la economía, la política y la sociedad. En la Argentina, desde hace tiempo, muchas de las decisiones estratégicas ya no se toman pensando en los intereses y necesidades de nuestra Patria sino que devienen de un proyecto imperialista que –en su decadencia y con una correlación de fuerzas cada vez menos favorable– necesita reafirmar su hegemonía en el “patio trasero” como reservorio de materias primas y recursos estratégicos, y fundamentalmente ganar territorios seguros para defender sus intereses y los de los actores locales que se alían a este objetivo estratégico del imperio.

Desde el Centro de Estudios Energéticos (CEDEN), consideramos urgente que la sociedad y la dirigencia política pongan en su agenda la defensa de nuestra territorialidad.

La soberanía energética, así como la alimentaria, podría definirse en la actualidad como “el derecho y potestad de los pueblos conscientes y sus comunidades a tomar sus propias decisiones sobre la producción, generación, distribución y consumo de energía (alimentos), de modo que éstas sean apropiadas a las circunstancias sociales, económicas, productivas y culturales, asegurando la independencia y seguridad energética (alimentaria) del territorio en que habitan, debiendo el Estado garantizar su realización” [1].

 

La Argentina es una y es de todos los argentinos

La Argentina es un país riquísimo en recursos naturales (agua, gas, petróleo, litio, minería) y humanos, en sus universidades e industrias, en el campo científico, en la infraestructura estatal –a pesar de los gobiernos entreguistas–, así como en la fortaleza y unidad del pueblo detrás de los colores de su bandera.

De Ushuaia a la Quiaca y de la cordillera a las costas marítimas y rivereñas, su pampa húmeda, sus recursos minerales, ictícolas y energéticos permiten pensar un proyecto de país para todos y todas. El buen vivir y la defensa del territorio nacional deben ser el horizonte que guíe a los y las dirigentas del campo nacional y popular y a la sociedad toda para las próximas décadas. Por eso debemos hacer retroceder, cuanto antes, la pesadilla cruel de la actual administración.

El campo fue entregado a los terratenientes y a las grandes semilleras y aceiteras, el mar a los pesqueros internacionales, la minería se está enajenando a favor de las grandes mineras transnacionales y de políticos provinciales feudo-empresariales. Ahora vienen por el resto: el agua, el litio y la energía. Lo afirmó la generala Richardson al preguntarse “¿por qué es importante esta región?” y enumerar las riquezas de nuestro continente, para sentenciar al final que “a Estados Unidos le queda mucho por hacer en esta importante región, ya que tiene que ver con la seguridad nacional y tenemos que empezar nuestro juego”.

 

 

Pasó del discurso al acto al conseguir poner a disposición de su país la base militar argentina en Tierra del Fuego, que le permitirá controlar el paso bioceánico, el Atlántico Sur, la Antártida y nuestras Islas Malvinas, territorios con un inabarcable e incalculable valor económico, energético y geopolítico. En paralelo, también se está entregando al Cuerpo de Ingenieros del Ejército estadounidense el manejo total de la Hidrovía que une el noreste argentino con Paraguay y Brasil, también estratégica en términos energéticos, económicos y políticos.

A esta ofensiva estadounidense por apropiarse de nuestra Patria se suma la iniciativa de destruir la unidad nacional con la excusa del centralismo porteño y bonaerense a través de la partición del país en proto-repúblicas autónomas, retrotrayéndose a la época del virreinato, previo a la unidad nacional y a la creación de la Argentina. Se pretende avanzar en la creación de una Unión Patagónica, otra del Norte Grande, otra del Centro con Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe y, por último, otra Mesopotámica con Formosa, Chaco, Corrientes, Misiones y Entre Ríos.

El litio del oeste argentino, el carbón, el viento y los recursos hídricos del sur, el petróleo patagónico y marítimo, son recursos de carácter estratégico que hacen a la unidad territorial y soberana de la Argentina, que hoy están en juego y que pueden llegar a perderse por un alineamiento erróneo del gobierno actual.

Estamos asistiendo a un cambio profundo de la correlación de fuerzas a nivel mundial, la multipolaridad está reemplazando a la hegemonía imperial, la constitución de bloques de naciones con proyectos de desarrollo y cooperación sostenidos en el respeto mutuo van ganando lugar en el concierto internacional. Los BRICS son un ejemplo de ello. La Argentina, como dijimos, cuenta con recursos estratégicos y unión territorial que la colocan en inmejorables condiciones para ser un actor importante en ese concierto planetario, siempre y cuando los sectores populares y sus dirigencias tengan la visión, la voluntad y el coraje para impedir este cuarto intento, en los últimos 48 años, de desindustrialización y primarización de nuestra economía, a la que se ha incorporado la desintegración territorial.

La escandalosa votación en Diputados de la Ley Bases, que entre otras cosas podría significar la privatización de empresas estratégicas, que le quita al Estado capacidades regulatorias en la gestión de la energía y elimina la obligación de satisfacer el mercado interno, debe ser rechazada por los y las senadoras de la Nación; y a los gobernadores les pedimos que tengan una visión estratégica y patriótica, pues –como dijera Leopoldo Marechal– “de todo laberinto se sale por arriba”. Nada más dañino que ser meros espectadores como pueblo y sumisos administradores de la entrega de la Patria. El ingenio y la creatividad deben traducirse en acciones que rompan esta anomia y perforen el piso a donde nos quiere arrastrar esta administración y sus aliados colaboracionistas. Una generación entregó su vida y su pasión por construir una Patria igualitaria, con movilidad social ascendente, independencia económica y soberanía política. “No arrastramos los pies hasta la tumba”, el futuro es hoy y no debemos renunciar a realizarlo.

 

[1] Autores varios, Revista Ecologistas, 2018.

 

 

 

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