La repentina pereza del FMI
Desconcierto del Fondo ante el estado de coma del desahuciado programa argentino
Tres detalles del comunicado que difundió la oficina de prensa del Fondo Monetario Internacional, minutos después de que concluyeran las conferencias de prensa del ministro de Hacienda debutante Hernán Lacunza y del presidente del Banco Central Guido Sandleris, denotaron el desconcierto del organismo sobre la manera adecuada de responder a la debacle electoral del oficialismo y al estado de coma de su desahuciado programa económico: evitó respaldar explícitamente las medidas ya anunciadas por el gobierno de Mauricio Macri, avisó que sus técnicos viajarían “pronto”, lo cual no significa “inmediatamente” y podría haber sido “demasiado tarde” (el viernes a última hora se confirmó que llegarían el sábado), y lo firmó uno de sus burócratas, el vocero Gerry Rice, en lugar del director gerente interino y representante del gobierno de los Estados Unidos David Lipton.
El préstamo stand-by original acordado entre el FMI y el gobierno de Macri en junio del año pasado prometía alcanzar cuatro objetivos, que el documento enumeraba, casualmente o no, en este orden: lograr que la deuda pública sea sustentable, recortar la inflación, promover el crecimiento y la creación de empleo y reducir la pobreza. El acuerdo cuantificaba en decimales precisos el grado de avance esperado anualmente hasta 2023 en todos, menos uno, de esos rubros. Al final de 2019, la deuda pública nacional representaría el 64,5% del producto bruto interno, la inflación anual descendería al 17,0%, el país crecería un 1,5% y el desempleo se habría estabilizado en 8,6%.
No hace falta el mismo rigor aritmético para contrastar aquellas ilusiones con las inclemencias actuales. Cuando termine el año, la inflación será más del triple de la proyectada entonces, el tamaño de la economía nacional seguirá encogiéndose por segundo año consecutivo en lugar de crecer, cientos de miles de compatriotas habrán perdido el trabajo o canjeado empleo de calidad por rebusque precario y el país deberá igual o más dinero que el que sus habitantes producimos en doce meses. El dato preciso omitido en los papeles de trabajo del Fondo es la pobreza, que, tras un año de tutela del FMI, padecen dos millones y medio de argentinos más que antes según datos del INDEC y estimaciones preliminares del Observatorio de la Universidad Católica Argentina.
Ninguno de los tres firmantes de ese acuerdo original continua en funciones. Christine Lagarde renunció al cargo de directora gerente del FMI después de que los jefes de estado de la Unión Europea la eligieron para ocupar la presidencia de su Banco Central. Tras dejar la presidencia del nuestro, Federico Sturzenegger volvió a dar clases de economía en la Universidad San Andrés y administra un fondo que invierte en empresas fintech. La epifanía populista de Macri post PASO le adelantó las vacaciones a Nicolás Dujovne, cuyo paradero actual se desconoce. Las consecuencias de lo que ellos firmaron han sido menos amables con la mayoría de los argentinos que no goza de sus facilidades para cambiar de oficios y geografías.
Mientras Macri tuvo chances de ser reelecto, las autoridades del Fondo no dudaron ni demoraron en girarle a su gobierno miles de millones de dólares cada tres meses a pesar de que el acuerdo debió modificarse cuatro veces en un año con resultados progresivamente peores. Ahora que su reelección es una quimera, no puede descartarse que resuelvan postergar la aprobación del desembolso de US$ 5.400 millones que deberían transferir a partir del 15 de septiembre aduciendo tecnicismos que antes soslayaban.
Para que el FMI le siga prestando montos “excepcionales” a la Argentina, su reglamento requiere que el staff le informe previamente al Directorio Ejecutivo que se cumplen cuatro pautas: el país experimenta o puede experimentar presiones excepcionales de balanza de pagos, su deuda todavía es sustentable aunque no lo sea con un alto grado de probabilidad, el país tiene perspectivas de recuperar el acceso a los mercados de capitales privados antes de que se le vuelva imposible devolver lo que le prestó el Fondo, y el programa económico acordado tiene una perspectiva razonablemente alta de éxito.
Tradicionalmente, esa evaluación se basa en las cifras y circunstancias existentes al cierre del trimestre calendario anterior (en este caso el 30 de junio), pero como ya sucedió en las dos revisiones anteriores, el staff actualizará su informe con datos más recientes que reflejarán la fuerte devaluación, su impacto inflacionario y recesivo, el deterioro de las metas fiscales, las dificultades para refinanciar la deuda local de corto plazo, la suba del riesgo país que expresa la decepción de los mercados y la baja de las notas que documenta la desconfianza de las calificadoras de riesgo. Es un cuadro de situación que no deja dudas sobre el cumplimiento del primero de los requisitos (dicho en criollo, faltan dólares), pero podría servirle de argumento al FMI para concluir que ya no se cumple uno o más de los otros tres. Suspender el próximo desembolso, que en cualquier caso no arribaría antes de octubre, le permitiría reservar esos 5.400 millones como prenda de negociación con un eventual gobierno de Alberto Fernández.
Las autoridades y los técnicos del Fondo no pueden aducir sorpresa ante el recrudecimiento de la crisis. En el punto 42 de su último informe sobre la economía argentina, fechado el 3 de julio, escribieron:
“Argentina sigue expuesta a la posibilidad de episodios de volatilidad de mercado en los próximos meses, principalmente vinculados a la incertidumbre vinculada a las elecciones… Un debilitamiento de la confianza del mercado puede traducirse rápidamente en un riesgo país más alto y en dificultades para atender las necesidades fiscales y podría impactar la sustentabilidad de la deuda. Un giro en las preferencias de los inversores que los lleve a desprenderse de activos en pesos podría presionar al tipo de cambio (lo que influiría directamente sobre la dinámica de la deuda dado que un porcentaje grande de la misma está denominado en moneda extranjera) y provocar una pérdida de reservas mayor a la proyectada en la estimación de base del staff”. Puede decirse que, al menos esta vez, le acertaron con el pronóstico.
La voluntad popular expresada en las urnas el 11 de agosto comenzó a despejar la “incertidumbre electoral” que tanto preocupaba a los autores del informe. Donde ellos ven un problema, millones de argentinos vislumbramos el principio de una solución. A partir de diciembre, con mucha, poca o ninguna ayuda del FMI, quien resulte electo Presidente deberá trabajar en pos de los mismos objetivos que el programa del Fondo se limitó a enumerar, pero reordenándolos de manera distinta: aliviar la pobreza, reactivar la economía, crear empleo, bajar la inflación, y, habiendo logrado todo lo anterior, conseguir que la deuda sea sustentable.
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