La reconstrucción

La universidad de Bahía Blanca reúne donaciones ante los daños que sufrió en la inundación

 

Han pasado dieciséis soles, aunque en Bahía Blanca cada día parece el mismo. Puertas y ventanas siguen vomitando, hacia las veredas cubiertas de polvo, ropas y muebles reunidos por generaciones y deformados por el agua en unas pocas horas. Fotos antiguas se borraron para siempre sin copia de respaldo, y los libros pueblan los cordones como desabridos ladrillos de papel. Aún se lloran, desde luego, las 16 muertes producidas por la inundación que el viernes 7 arrebató el amanecer a la ciudad y sus localidades aledañas. Tardará mucho en irse la tristeza, casi tanto como el miedo al cielo.

 

 

Mientras tanto, diversos sectores de la comunidad porfían desde el esfuerzo. La búsqueda de reconstruir lo que se pueda es incesante. No será fácil, porque lo perdido aún está inventariándose y el contexto económico es de los peores que podrían imaginarse para enfrentar este tipo de consecuencias naturales de la acción o inacción humanas.

Un caso ilustrativo es el de la casi octogenaria Universidad Nacional del Sur, una de las instituciones más valoradas en el sudoeste bonaerense. Sin abandonar su rol como articuladora de iniciativas solidarias hacia los sectores más desfavorecidos por la inundación y la economía, la UNS se encuentra por estos días enfocada en la paralela tarea de trazar un diagnóstico sobre las pérdidas sufridas y diagramar acciones para mitigarlas.

 

Postales de la destrucción

Hasta el momento, se estima que unos 5.000 metros cuadrados pertenecientes a la UNS fueron afectados por las lluvias que desbordaron el arroyo Napostá, rebotando contra una costa en pleamar. El espacio más perjudicado fue el histórico complejo de aulas y laboratorios donde hace casi medio siglo la Triple A asesinó al dirigente estudiantil comunista David “Watu” Cilleruelo. Allí, el agua alcanzó a costosos equipos de Ingeniería, Física e Ingeniería Eléctrica, ubicados en los subsuelos.

 

 

Aunque en las últimas dos décadas varias unidades académicas se trasladaron a edificios a estrenar, en el sector más alto de la ciudad, en la antigua sede permanece también la Biblioteca Central de la UNS: la inundación dejó bajo agua unos 70.000 volúmenes, constituyendo el peor registro de pérdidas bibliográficas y documentales tras la catástrofe. Particularmente afectado resultó el Centro de Documentación Bibliotecológica. Acervo único en el país, fue creado en 1962 por el especialista croata Nicolás Matijevic, cuyo nombre es actualmente el de la Biblioteca. También sufrió los efectos del agua el repositorio de tesis de posgrado de profesionales de la UNS. El propio rector Daniel Vega encontró entre los volúmenes arruinados el trabajo con que accedió al doctorado en Física, en 1999.

 

Foto: UNS.

 

“Estamos trabajando con mucho compromiso para poner en marcha todo nuevamente, pero el panorama en algunas áreas es desolador”, dijo Vega, que debió reprogramar el inicio de clases del 17 al 31 de este mes.

Frente al daño sufrido, la UNS lanzó una campaña de recolección de donaciones para ponerse de pie. A través del sitio Reconstruir UNS pueden efectuarse aportes para contribuir a recuperar parte de lo perdido, un objetivo difícilmente accesible con un presupuesto menguante. En esa misma web pueden formularse consultas o emprender una recorrida en imágenes por el saldo de la catástrofe.

 

 

Mientras tanto, grupos de voluntarias y voluntarios trabajan en la descarga de camiones de donaciones, la distribución entre los sectores afectados y el rescate de material bibliográfico en condiciones de ser salvado, con particular dedicación sobre las gemas más preciadas de la colección: aquellos volúmenes de singular valor por su difícil o muy costosa reposición, o los que guardan historias en sí mismos, por ser ejemplares únicos o haber pertenecido a personalidades destacadas.

En el resto del país, todas las universidades públicas iniciaron acciones para colaborar no sólo con la UNS sino con el conjunto de la comunidad afectada por la inundación. Al comunicarlo, el miércoles 12, el Consejo Interuniversitario Nacional que las reúne instó al gobierno a acompañar “con un financiamiento extraordinario” a la institución bahiense y a sus equipos docentes y no docentes, para “procurar el retorno a su normal funcionamiento”. En un pedido por escrito, la UNS le puso cifras: estimó que se necesitan 500 millones de pesos para atender a los requerimientos básicos y urgentes. Ambas solicitudes permanecen, al cierre de esta nota, a la espera de respuesta.

 

Sobre mojado

Si ningún momento es bueno para un evento como el vivido en Bahía Blanca, es difícil imaginar un contexto peor al que recibió a la inundación del viernes 7 y sus efectos. La ciudad apenas estaba reponiéndose del temporal sufrido el 16 de diciembre de 2023, cuando inusitados vientos produjeron 13 muertes, varios heridos y cuantiosas pérdidas materiales.

A ello se sumó la motosierra que por esa fecha puso en funcionamiento el gobierno de Javier Milei sobre las numerosas dependencias públicas de la administración nacional. Las que tienen sede en Bahía Blanca atienden a una amplia región y dinamizan el consumo local.

Una de las órbitas afectadas fue la de la UNS, cuyo presupuesto perdió la carrera contra una inflación que lo licuó. Horas antes de la inundación, en la tarde del miércoles 5, el rector Vega y la vicerrectora Andrea Castellano lo dejaron plasmado en el informe anual de gestión que presentaron ante las representaciones de docentes, no docentes y estudiantes que componen la Asamblea Universitaria de la institución.

Al compartir el documento, el Rectorado lamentó la “intensa campaña de desprestigio hacia la universidad pública y el sistema científico-tecnológico, acompañada de un recorte presupuestario sin precedentes en nuestra historia”, factores a los que se sumaron “una elevada inflación, la suspensión de programas de internacionalización, la interrupción del pago a bibliotecas digitales y la pérdida de institucionalidad en diversas áreas”. Los índices inflacionarios del último año de gobierno de Alberto Fernández fueron acelerados con la devaluación con que estrenó el suyo Milei, agregando el alza de tarifas por los otrora considerados servicios públicos.

Esas variables económicas, junto a las consecuencias del temporal de diciembre de 2023, obligaron a la institución a readecuar su diluido presupuesto para reparar los daños edilicios, sostener actividades académicas básicas y privilegiar el acompañamiento a los sectores de la comunidad estudiantil más desprotegidos. La merma en el presupuesto de la UNS no afecta sólo a quienes trabajan o estudian en ella, porque casi su totalidad se vuelca sobre la economía local bajo la forma de salarios o pago a proveedores.

El informe anual de gestión del Rectorado de la UNS concluyó, sin embargo, con una constatación más grata, referida a los multitudinarios acompañamientos de la comunidad local a las marchas convocadas en abril y octubre: “Mientras una parte de la sociedad nos cuestionaba, otra nos respaldaba con firmeza”, apuntaron Vega y Castellano.

La campaña solidaria para Reconstruir UNS podrá sumar pruebas de que esa frase también puede leerse con entonación profética.

 

 

 

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