La provocación de Biden
Relación China-Estados Unidos: viajes de distensión hasta que Biden embarró todo
En mayo viajó a la República Popular China Elon Musk; en junio, Bill Gates; hace una semana, el propio secretario de Estado, Anthony Blinken, y hasta el centenario Heinz “Henry” Kissinger, el que cenó varias veces con Zhou Enlai y el propio Mao Zedong hace más de medio siglo palitos en mano, no se subió al avión porque ya no viaja tanto pero salió a hablar de la necesidad de acordar y no intentar guerrear con China.
La guerra en Ucrania ya se extiende demasiado y, frente a la alegría de los fabricantes de armas cuyas acciones vuelan en Wall Street y la postura belicista de muchos dirigentes, militares y analistas de Estados Unidos, la Unión Europea y la Organización del Tratado de Atlántico Norte, va generándose una corriente de opinión que busca bajar las tensiones en la principal relación bilateral que le marca el pulso al planeta.
Acaso la visita de Musk sea la menos significativa en este punto, pero aun así no deja de ser llamativo que el segundo hombre más rico del mundo (acaba de ser destronado por el dueño de Louis Vuitton y otras marcas de lujo, el francés Bernard Arnault) haya viajado a Beijing para mejorar el clima de negocios con China. En, por ejemplo, autos eléctricos e inteligencia artificial, dos áreas donde el gigante asiático lidera en varios aspectos y a la vez el magnate tiene algunos de sus filones. Musk busca consolidar posiciones, que haya un escenario global lo más pacífico posible y hasta construir una segunda planta automotriz Tesla en Shanghai, donde ya posee una desde 2019. El también dueño de SpaceX, Twitter y otras megaempresas fue recibido nada menos que por el canciller chino, Qin Gang.
Cuando estos personajes de Occidente viajan a China suelen desatar furor, no le pasa solo a –en el plano deportivo– Lio Messi o a Diego Maradona, que también lo vivieron. Le pasó al físico británico Stephen Hawking cuando anduvo por la Gran Muralla y ofreciendo conferencias. Millones de fieles lo siguieron desde entonces en las activísimas redes chinas y lamentaron su muerte en 2018. El fenómeno Bill Gates, ahora, es similar. El fundador de Microsoft hizo en China varios comentarios sobre negocios y paz, y sostuvo que con el gobierno chino hablaron de desafíos mundiales en materia de salud y desarrollo, desigualdad sanitaria y cambio climático.
Tuvo alfombra roja y hasta lo recibió nada menos que el líder Xi Jinping, quien llamó “viejo amigo” a Gates y agregó: “A menudo digo que la base de las relaciones entre China y Estados Unidos está en su pueblo. Deposito mis esperanzas en el pueblo estadounidense”. Ninguna caricia similar han recibido Presidentes y funcionarios del país norteamericano por parte de un dirigente chino en años.
Es más, en la reunión que en lo político institucional tuvo la mayor jerarquía, la que hizo unos días después el secretario Blinken, el canciller Qin afirmó que la relación bilateral más importante del mundo está en su “punto más bajo” desde aquel deshielo de Mao y Richard Nixon en 1972. Y criticó las posturas estadounidenses.
“Esto no sirve a los verdaderos intereses de ambos pueblos ni cumple con las expectativas de la comunidad internacional”, lanzó. Dijo Qin: “La política china hacia Estados Unidos permanece consistente y estable. Se guía fundamentalmente por los principios del respeto mutuo, la coexistencia pacífica y la cooperación de beneficio mutuo que lleva adelante el Presidente Xi Jinping (…) China espera que Estados Unidos adopte una perspectiva objetiva y racional, trabaje en la misma dirección que China, mantenga los fundamentos de la relación bilateral y sepa manejar eventos inesperados y esporádicos de manera calma, profesional y racional”.
En tiempos de Deng Xiaoping, la idea prevaleciente en los asuntos exteriores era no mostrar ninguna petulancia, ni siquiera algún tono elevado de voz, mientras avanzaban las “cuatro modernizaciones” y la “reforma y apertura” que, sobre las bases fundamentales dejadas por el maoísimo, iban llevando sigilosamente a China al lugar que hoy ocupa. Hoy eso se acabó y tanto Xi como sus principales colaboradores son bien asertivos y explícitos.
No hubo comunicado conjunto tras las reuniones de Blinken con los funcionarios comunistas, pero de las tratativas con Xi, Qin y también con Wang Yi, el ex canciller que ahora dirige los asuntos exteriores chinos desde el Comité Central del PCCh, surgieron comentarios levemente optimistas tanto desde la parte estadounidense como de la china.
El miércoles, sin embargo, el inquilino de la Casa Blanca llamó “dictador” al jefe de gobierno chino, cuando no habían pasado ni 24 horas desde la visita de Blinken. Biden, quien en los últimos tiempos no se lleva bien con sus palabras y discursos, para dolor de cabeza de sus asesores y del Partido Demócrata que ruega se baje de la reelección presidencial, lo dijo en un evento de recaudación de fondos en California y refiriéndose al caso del derribo de un globo chino en Estados Unidos en febrero de este año, en lo que Washington afirma era una misión espía. “La razón por la que Xi Jinping se enfadó mucho –sostuvo– cuando derribé ese globo que tenía dos cajas llenas de equipo de espionaje, es que él no sabía que estaban allí. Eso es una gran vergüenza para los dictadores, cuando no saben lo que pasó”, lanzó el mandatario. La respuesta provino de la portavoz de la Cancillería china, otra funcionaria sin pelos en la lengua, Mao Ning. “Es irresponsable y una distorsión de los hechos que viola la dignidad política de China. Es una idea absurda”, expresó.
No fue la única reacción. La embajada china en Washington DC calificó las declaraciones de “provocación” y advirtió sobre las consecuencias, según informó CNN, que citó este fragmento de la postura diplomática: el gobierno estadounidense dijo que “respeta el sistema chino y no pretende cambiarlo (...) Pero las recientes declaraciones irresponsables sobre el sistema político chino y su máximo dirigente no pueden sino suscitar dudas sobre la sinceridad de la parte estadounidense”.
Faltarán, pues, más gestos de distensión. Y más viajes. Uno previsto, en respuesta al de Blinken, era el de Qin a Norteamérica. Ahora habrá que ver.
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