La Patagonia en su laberinto
El caso de Río Negro
El mundo se asoma a nuevos experimentos de conquista y sumisión, sin atender las vigentes situaciones de guerra sin salida, que por su magnitud y crueldad nos desacreditan como civilización.
Sin embargo, en medio de esos conflictos, una ola de ambiciones recorre a algunos países, que asumen el carácter retrógrado de esa nueva actitud de dominación, que pone en duda los supuestos avances de la humanidad.
Latinoamérica está especialmente en la mira de los eventuales ocupantes, aunque esta vez por la vía sutil, pero no menos cruel, de la invasión económica. Aunque no impida las otras.
Y la Argentina es un bocado muy apreciado por sus particulares condiciones de abundancia de recursos y de oferta incondicional de renuncia a sus derechos soberanos y a su dignidad nacional con exceso de liberalidad en ello.
En ese camino que expresa nuestro gobierno nacional, deseo detenerme en las particularidades que manifiesta, entre otras, una provincia argentina por su práctica de sumisión a los intereses extranjeros.
Es el caso de Río Negro, en la cual se observan varios elementos de renuncia a su autonomía provincial, entendida no ya como diferenciación respecto del gobierno nacional sino como declinación de sus derechos ante agresiones provenientes de intereses foráneos. Entre varios otros, me refiero al caso de Joe Lewis (amparado en firmas fantasmas que le responden) y sus posesiones en la región cordillerana así como en la costa, con la pista de aterrizaje similar al aeropuerto Jorge Newbery, ambos casos sin control aparente de entes oficiales, provinciales o nacionales. De alguna manera, enclaves amparados y defendidos por organismos de la provincia, tanto del Ejecutivo (Policía y Administración provincial), del Legislativo (ausencia de actividad responsable ante los hechos) como del Judicial (con fallos de protección de irregularidades diversas de esas posesiones).
Al caso anterior se suma la incipiente y eventualmente suspendida oferta de la firma australiana-inglesa Fortescue de invertir en la producción de hidrógeno verde, que le ha permitido la concesión por parte del Legislativo de alrededor de 600.000 hectáreas de territorio provincial de manera confusa respecto del objetivo planteado.
Siguiendo esa línea de comportamiento, por su territorio pasaría la mayor parte de las riquezas argentinas de recursos naturales al presente: gas y petróleo. Para lo cual se les ha concedido a las multinacionales productoras permisos de paso por su territorio y puertos para su extracción de esas riquezas, sin dejar en el país ni en la provincia nada más que migajas, como resultado del RIGI, al que por supuesto adhirió Río Negro.
A ello se suma la facilidad otorgada a empresas o intereses inmobiliarios extranjeros para la adquisición de tierras, transgrediendo a menudo limitaciones constitucionales y/o legales, ya sea por estar ubicadas en zonas de frontera, como por derechos planteados sobre ellas por comunidades originarias. Todas en las mejores zonas provinciales por sus calidades turísticas y por la disposición de acceso rápido y abundante al recurso del agua.
Tampoco se ha visto reacción oficial provincial ante el anuncio y/o decisión de privatizar el INVAP, de titularidad accionaria mayoritaria de Río Negro, dado el asentamiento territorial de su sede, empresa central en el desarrollo nacional del conocimiento, técnica y producción de los más importantes instrumentos del avance tecnológico mundial: partes estratégicas de centrales nucleares, producción de satélites y su puesta en funcionamiento, prototipos de generación nuclear de vanguardia, construcción y venta mundial de reactores nucleares científicos y con fines medicinales, prototipos de avanzada en generación eólica y otra serie de actividades tecnológicas de relevancia mundial con modalidades de la actividad privada en su producción y venta.
Río Negro basa su riqueza en la industria frutícola y en menor medida en la pesquera, en la de hidrocarburos, en el turismo y en la ganadería. La relación entre su producto bruto y su población es razonable. No es una provincia pobre, aunque tiene las desigualdades que en general se dan en todo el país. Por lo tanto, no requiere una exagerada propensión al estímulo para que ingresen capitales de cualquier origen y sin un especial control. Sí merece un desarrollo lógico para su crecimiento, aunque adecuado y respetuoso de las leyes y la Constitución de la que es su Patria.
Algunos funcionarios y ex legisladores provinciales han advertido contra aquella enumeración de resignación de facultades provinciales. Sin éxito. Por el contrario, la inclinación que aquí destacamos sigue creciendo.
La descripción de actitudes de la provincia ante los intereses foráneos, que no es única ni privativa de ella en el conjunto nacional, tampoco es total ni definitiva, pero indica una intencionalidad y predisposición clara en esta subordinación ante lo extranjero a la que es proclive.
La cuestión es que Río Negro es parte de la Argentina, de la Patagonia, y la mirada actual de aquellos aprestos conquistadores mencionados al comienzo tienen ya una historia de menciones a esta zona del mundo, a veces con tono amenazante, que la realidad actual torna preocupante.
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