La participación de lxs trabajadorxs

La pandemia refuerza la necesidad de aplicar el artículo 14 bis de la Constitución

Los trabajadorxs producen la riqueza. Esta afirmación, que el neoliberalismo se encargó de ningunear, la pandemia de Covid-19 demostró que es absolutamente cierta. Los empresarios de todo el mundo reclaman que no se detenga la producción amenazando a los gobiernos con quebrantos y despidos masivos. Sin trabajadores no hay ganancia capitalista.
Será entonces el momento de dar el debate sobre la participación de lxs trabajadorxs en los directorios y juntas directivas de empresas y grupos económicos, el debate de cuánto y cómo participan lxs trabajadorxs en las ganancias tal como lo indica el artículo 14 bis de la Constitución y la intervención directa en los comités de higiene y seguridad para que el funcionamiento de las empresas esté supervisado por Comités Mixtos de salud y seguridad en el Trabajo, una deuda histórica y una herramienta indispensable para trabajar colectivamente en estrategias preventivas ante casos dramáticos como la actual pandemia.
Varias razones convalidan la presencia de la clase trabajadora en el puesto de mando: conforma una de las dos caras que tiene un núcleo productivo y se debe terminar con la mirada parcial del tema que tiene al dueño del capital como un tirano que decide todo. Los méritos reales de lxs trabajadorxs en el proceso de producción son los que cuentan. Para dirigir los destinos, nadie mejor que sus partícipes necesarios y sus imprescindibles responsables.
La participación deberá estar asegurada en las ganancias. Las pérdidas de los años malos son siempre cargadas a lxs trabajadorxs y el beneficio de los años buenos se va a paraísos fiscales lejos de los ojos de la sociedad.

 

 

Lo mío es mío y lo tuyo también es mío

El modelo neoliberal desplegado por el capitalismo globalizado desde la época de Ronald Reagan y Margaret Thatcher no requiere mayores explicaciones. Es la ruptura del compromiso político entre los intereses del inversionista y los del trabajo, y plantea la imposibilidad de conciliar la economía capitalista de mercado y el compromiso social del bienestar.
Es comúnmente aceptado que la riqueza se produce por la unión activa de Capital + Trabajo. El capitalista arriesga con relativa seguridad su inversión, acumula riqueza y se apropia de los resultados de la gestión. Existe un erróneo reconocimiento generalizado de que el inversor de capital es dueño absoluto y puede hacer lo que quiera con su propiedad. Si decide no reinvertir, cerrar el negocio o vender y fugar lo producido, el ciclo virtuoso se interrumpe y lxs trabajadorxs que pusieron su tiempo de trabajo, su técnica, sus conocimientos, su vida toda en el emprendimiento, quedan abandonados a su suerte.
Una sociedad necesita acuerdos para mantener su unidad. Para reducir la pobreza en el mundo, la pregunta que debemos hacernos no es “¿por qué hay pobres?” sino “¿por qué hay ricos?". Todxs queremos crear nuestra propia riqueza es una verdad evidente del individualismo que se apoya en que la principal contradicción de nuestro tiempo: vivimos en una coyuntura donde el incentivo mayor es el emprendedurismo que nos condenaría a ser nuestros propios patrones –o gerentes de nuestro trabajo– y por medio de la autoexplotación trabajar hasta dejar exprimida nuestra vida.

 

 

Esa película ya la vimos

El dinero de los demás es un film de 1991 protagonizado por Danny DeVito, quien interpreta el personaje de “liquidador" de una compañía pública dirigida por un viejo que es un importante empleador en una ciudad pequeña. Un intercambio de discursos sobre la empresa proporciona un retrato preciso y dramático de las dos caras de un concepto económico que Joseph Schumpeter denominó “destrucción creativa”. El capitalismo devalúa constantemente la riqueza existente (ya sea a través de guerras, negligencia, o crisis económicas regulares y periódicas) para hacer espacio para la creación de nueva riqueza.
El control especulativo de las empresas, los negocios sin corazón, son mostrados con claridad. Para el liquidador nada tiene sentido salvo el dinero: el medio ambiente, la moralidad de los actos, el respeto de los demás, son pequeños incidentes de los que puede prescindir. Incluso, de forma descarnada, desprecia la industria que para otros es un modo de vida.
La distribución de la riqueza, con base en el famoso fifty-fifty (mitad y mitad entre capitalistas y trabajadorxs) de la época del primer gobierno peronista va cada vez más en desmedro de lxs trabajadorxs. El capital está cada vez más concentrado en menos manos. Incluso los 12.000 aportantes estimados inicialmente para el impuesto a las grandes fortunas parece que apenas pasarían de 8.000. Cada vez son menos los que tienen más. ¿Es justo que los otros 45 millones de habitantes debamos sobrevivir con los restos de semejante banquete?

 

 

El Estado, y el dinero de otros

Artículo 14 bis de la Constitución Nacional: "El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial".
"Queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga. Los representantes gremiales gozarán de las garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión sindical y las relacionadas con la estabilidad de su empleo".
"El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable. En especial, la ley establecerá: el seguro social obligatorio, que estará a cargo de entidades nacionales o provinciales con autonomía financiera y económica, administradas por los interesados con participación del Estado, sin que pueda existir superposición de aportes; jubilaciones y pensiones móviles; la protección integral de la familia; la defensa del bien de familia; la compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna”.
En la actualidad existe un amplio apoyo al “aporte solidario” exigible a las grandes fortunas. Incluso varios estudiosxs han considerado que las compañías que ganan con el Covid-19 deberían pagar un impuesto especial. Son dos modos bien diversos de analizar el mundo del trabajo y las empresas. Uno, el del capitalismo salvaje, donde lo único que importa es el rendimiento. El otro punto de vista es alternativo hasta que duela. La empresa es contemplada desde sus aspectos más humanistas, con una crítica a quienes intentan ser modernos dioses con el dinero de otros, sin construir nada. Su clamor es tremendo: una empresa es mucho más que el precio de las acciones, son sueños, esperanzas e ilusiones. Una empresa tiene dos caras y dos clases sociales que estando de espaldas pugnan por desafiarse frente a frente. El derecho de la población trabajadora al ocio creativo es totalmente incompatible con la idea de que la esencia de nuestra especie sea trabajar. Y la propiedad privada del capital deberá responder por la legitimidad de su origen.

 

 

 

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