La oficina ilegal de BlackRock en la City
La CNV se cruza de brazos y sostiene que, como no está registrada, no puede hacer nada
Durante muchos años “tener poder” podía traducirse como tener la capacidad de decidir el curso de las cosas sin ser percibido, acaso completamente ignorado. Decisivo e invisible a la vez. Pero en la era 5.0 de la globalización financiera y el tutelaje económico de la gestión política a escala planetaria (y con la centralidad adquirida por entidades supranacionales visibles pero incomprensibles), cabría retocar esa traducción: tener poder es tener la capacidad para decidir el curso de las cosas sin que nadie (o casi) pueda impedirlo ni reprochártelo, ni asociar tu marca visible a esos manejos. Algo así sería BlackRock, un logo menos conocido que los de Bayer o Monsanto, pero que los controla.
Te compra, te presta, te espera, te ejecuta
Munidos de la autorización excepcional de la que goza el periodismo en pandemia para hacer cualquier tipo de cosa, incluso periodismo, desechamos el Google Street View y nos apersonamos embarbijados en la City para corroborar paisaje y clima, pero lo que es mucho más importante: para chequear si el fondo de inversiones que tiene el 13% de la suma global de bonos de deuda argentina a reestructurar, si ese estado supranacional que administra fondos equivalentes a los PBI de Alemania y Francia o a 18 de la Argentina, que es copropietario de 17.000 empresas en todo el mundo, que a través de su Director Ejecutivo de Mercados Emergentes amenazó al Ministro de Economía de un Estado soberano con el clásico “ustedes no saben con quién se meten”, si tal como nos apunta un experto operador de fortunas evasoras, uno de los factores de poder que ya sabe que la pospandemia será capitalista y especulativa o ninguna otra cosa y administra con sabiduría ecuménica programas y recursos de la Reserva Federal estadounidense y el gobierno chino, ha reconvertido su oficina de operaciones locales sita en Maipú 1210, mezclando entre sus portfolios managers y oráculos asistidos por plataformas electrónicas de cálculo a vendedores de fondos. Convirtiendo así una oficina de asesoramiento para inversores argentinos y uruguayos tenedores de bonos de deuda (casi todos ellos con más de la mitad de su patrimonio escondido y libre de impuestos), un enclave para mantener una relación más estrecha con el Ministerio de Economía, en una “oficina comercial”.
¿Y qué es una oficina comercial de una administradora global de fondos? Pues lo mismo que una oficina de banca privada después de la reforma del mercado de capitales del macrismo en 2018: una representación oficial –autorización de la CNV mediante— para vender oportunidades de inversión dentro y fuera del país a millonarios rioplatenses offshore. El blanqueo de operatorias que facilitan la evasión y fuga de divisas, la subdeclaración de activos patrimoniales y rentabilidades empresarias prácticamente sin disimulo y debajo de las narices de la mismísima Comisión Nacional de Valores y por qué no de la Unidad de Investigaciones Financieras.
Hernán Arbizu explica cómo funcionan éstas oficinas: “No les ofrecen a clientes individuales o corporativos estas oportunidades –salvo que tengan un piso de 2 millones y medio de dólares—, sino que van a las distintas unidades de banca privada de los bancos que ya tienen acuerdos firmados con BlackRock, y esos banqueros les ofrecen a sus clientes fondos de BlackRock que no están ni registrados ni controlados por la CNV (de hecho yo tenía trato continuo con las de Fidelity y Templeton). Esto es ilegal y se hace en la Argentina, y seguramente dentro de los fondos que administran habrá clientes que son tenedores de deuda y a la vez son parte de los que tienen 400.000 millones de dólares sin declarar en el exterior; así como hay argentinos con su plata sin declarar que tienen bonos argentinos y hay otros que los tienen a través de fondos como BlackRock, Templeton y Fidelity. Son a la vez clientes, acreedores y evasores de la Argentina, una locura. Montar una oficina argentina para vender fondos offshore para ciudadanos argentinos que tienen la guita afuera, eso demuestra el poder que tienen. No sólo amenazan a las autoridades del país sino que les mojan la oreja”.
Esta trapisonda es posible gracias a la Ley 27.440 de Mercado de Capitales macrista, sancionada en mayo de 2018, aún vigente y ponderada en la web de la CNV que debería autorizarlos a operar y residir en el país donde tiene su base de operaciones. Pues bien, en tiempo de servicios mínimos, críticos o telegestionados, con un mail alcanza y sobra.
Con la colaboración de Hernán Arbizu le remitimos a la dirección electrónica de la CNV que atiende estos asuntos, el enlace donde Funds Society —una publicación de prestigio y consumo obligado entre traders y brokers de la City y al alcance de casi cualquiera— anuncia que el responsable de las oficinas de BlackRock en Argentina, Francisco Rosemberg, asume “nuevas funciones”, consistentes en ofrecer sus productos a inversores argentinos. Se pregunta si la CNV ha registrado y autorizado al fondo para esas operaciones y si no es pasible de sanción en caso de no ser así.
La respuesta de la Oficina de Atención al Inversor es corta y precisa:
"Se hace saber que se ha efectuado la consulta pertinente a la Subgerencia de Registro de esta CNV. Dicho sector nos informa que la sociedad BlackRock no se encuentra dentro de los registros de agentes autorizados por esta CNV, como tampoco el Sr. Rosemberg como persona humana en los registros de idóneos o agentes intermediarios.
Desde este sector no podemos emitir opinión sobre sociedades no registradas ante esta CNV.
Atte".
Opinar pública o abiertamente tal vez no, pero sería deseable que ejecute sus facultades fiscalizadoras vigentes, incluso a pesar del retroceso que la ley macrista que mencionamos (que no fue derogada y votó el peronismo amigable que hoy es parte del Frente de Todes) produjo recortando las atribuciones regulatorias y sancionatorias de la CNV sobre el mercado de capitales previstas en la Ley 26.831, que el gobierno de Cristina Fernández sancionara en 2012 y con Alejandro Vanoli al frente de la CNV.
Fondos especulativos empoderados
Pedro Ramigo y Erika González —investigadores del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) y autores del libro Adónde va el capitalismo español— afirman que antes de la crisis de coronavirus, y con mayor agresividad en el contexto actual, “las grandes corporaciones están intentando sostener sus beneficios a través de la reducción de costes, la creación de burbujas especulativas para recuperar en el corto plazo altos niveles de rentabilidad y la mercantilización de nuevos sectores y servicios; todo esto con la complicidad de los estados soberanos y dejando a BlackRock y otros fondos de gran porte en inmejorables condiciones para direccionar los flujos de inversión especulativa y administrar recursos inflando o desinflando economías enteras”.
BlackRock desprecia las utilidades rápidas, porque condiciona la suerte manipulando variables geopolíticas que no se resumen en un algoritmo y rehuye las confrontaciones directas con Estados, prefiere asociarse a ellos, sumarlos a su cartera de inversores. Hoy constituye un peligro sistémico más allá de su “actitud racional” para la reestructuración de deuda argentina, es una amenaza planetaria que sin embargo no es percibida como tal por el sentido común dominante de los pueblos que padecen y padecerán su voracidad especulativa.
Larry Fink, uno de sus fundadores y que percibe un sueldo de 40 millones de dólares anuales, anticipa el futuro que se empeña en moldear al margen de negocios de coyuntura: “Nosotros ayudamos a consolidar un nuevo capitalismo de largo plazo, que no se fija en beneficios trimestrales, para transformar la economía de mercado sin transformar su esencia y para eso necesitamos asociarnos a Estados más dinámicos y flexibles”.
Y esa frase sopla fuerte, despeina y destempla como las ráfagas otoñales que empujan a los pocos transeúntes de la City contra las paredes, frío sobre frío, pandemia sobre pandemia, invisibles las dos y sin embargo tan reales.
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