La ofensiva sensible

Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político

 

La convocatoria a la “libre” realización personal y el entusiasmo con los nuevos medios de adhesión a la vida sin sufrimientos, ambos característicos de este vitalismo neoliberal, funcionan sobre la base de la expulsión de toda conciencia de muerte. El principio de la conectividad alcanza y sobra para equiparar en un mismo acto consumos felices y sometimientos humillantes. El sensualismo del capital es despótico, y no cuajar, persistir en el malestar, es riesgoso.

Politizar el malestar, sin embargo, de ninguna manera implica rechazar el disfrute. Pero sí implica afirmar todo aquello que en nosotros aparece como incapacidad de acatar  la voz de mando que nos ordena gozar, consumir, ser productivos. ¿Qué sucede hoy con aquello que no cuaja con los dispositivos de la felicidad? ¿Qué hacer con las anomalías (con las enfermedades, las angustias, los ataques de pánico), qué hacer con las disidencias y los impulsos igualitaristas? Estas preguntas ponen de relieve todo aquello que en la vida es fragilidad y que no admite ser resuelto en una mera adecuación. Aquí llegamos a una cuestión de vital importancia: el síntoma y la fragilidad, la anomalía deseante y, en general, los fenómenos de autonomización de las maneras de cooperación, pueden ser también vías para la politización de las formas de vida, en la medida en que padecen la agresiva intolerancia del mando neoliberal, que no es sino el esfuerzo por evitar que se abra una brecha entre la realización de mercancías y el deseo. El mando neoliberal es –y su devenir fascista lo vuelve obvio– una tentativa autoritaria que busca impedir su propia crisis. Crisis por la imposibilidad de subjetivar neoliberalmente a una parte de la sociedad. Crisis en el sentido de no poder producir aquellos mundos deseantes en los cuales el consumo de sus mercancías sea realización. ¿Es posible sostener acaso que hay una correlación práctica entre la impotencia capitalista para gobernar la vida (y los deseos) y la crisis de rentabilidad empresarial? ¿Es la autonomización de las formas de vida un factor potencial influyente en las crisis de reproducción del neoliberalismo?

Es muy evidente que en la Argentina, al menos desde la última dictadura, la política emancipatoria debió sus grandes momentos a estas formas de escucha del síntoma: de los organismos de derechos humanos, las organizaciones piqueteras o los movimientos feministas. Nuestra época neoliberal plantea una relación directa entre la trama sensible de la vida y el orden social y político; y, dado que las formas de vida replantean el problema de la igualdad y de la libertad en términos de transformación, en términos de la capacidad de atravesar las crisis e innovar en las formas colectivas, es en el terreno de lo sensible donde debemos inventar y multiplicar los ejercicios espirituales de nuestro tiempo: en torno a los consumos, a los usos del tiempo, a los modos de habitar los territorios, a las formas de concebir el amor. Se trata de ejercicios que trabajan sobre las posibilidades de desligarnos del poder de mando, que habilitan la pregunta sobre quiénes somos, quién es cada uno, partiendo de nuestros malestares. Mapear desde el malestar puede llevarnos a desplazamientos significativos, puede ayudarnos a dar a luz a nuevas formas de vida, a bosquejar posibles que nos resulten deseables.

 

 

 

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