La ofensiva norteamericana

China pasó a ser el enemigo estratégico de Estados Unidos porque puede afectar su hegemonía

 

Hoy el tema internacional dominante es el conflicto palestino-israelí, su probable evolución y consecuencias. Dejándolo provisionalmente de lado, revisaremos los dos procesos de larga evolución que concentran el interés de Estados Unidos: la guerra Rusia-Ucrania y sus provocadas tensiones con China. El hilo que une ambos extremos es su decisión de no perder la hegemonía mundial, consolidada a partir de la implosión de la Unión Soviética. Estados Unidos aprieta simultáneamente los dos extremos eliminando el acceso europeo al barato gas ruso y reforzando el cerco militar, económico y tecnológico sobre China. Rusia y China son los principales países no subordinados de la “isla Eurasia”, la gran masa territorial que el inglés Halford Mackinder indicaba necesario controlar para dominar el mundo.

 

La guerra Rusia-Ucrania

Los partes militares occidentales saturan con informaciones de avances de la contraofensiva ucraniana. Pero se filtran fundadas evaluaciones en contrario. El experto en temas militares de la Universidad de Chicago John Mearsheimer afirma que la misma ha fracasado rotundamente, con Rusia bien atrincherada en las provincias ruso-parlantes y ataques infructuosos de las tropas ucranianas: 20% del armamento que Ucrania envió al campo de batalla resultó dañado o destruido, incluyendo poderosas máquinas de combate (tanques y vehículos blindados de transporte de personal) y fueron seriamente dañadas las nueve brigadas que la OTAN armó y entrenó para la contraofensiva, con miles de soldados muertos. El avance del invierno congelará los movimientos hasta la primavera boreal.

Rusia y Ucrania superan el medio millón de soldados muertos o heridos. La mayor población rusa hace que el costo humano sea mucho más pesado para Ucrania, a quien le cuesta cada vez más reponer los soldados perdidos. El experto catalán Rafael Poch cita declaraciones del jefe de reclutamiento de la región ucraniana de Poltava: “De cada cien personas movilizadas el pasado otoño, quedan entre diez y veinte, el resto están muertos, heridos o incapacitados”.

Estos resultados adversos estaban en los cálculos norteamericanos. El objetivo de Estados Unidos es que la guerra continúe indefinidamente, debilitando a Rusia mientras se desangra y destruye Ucrania, que está perdiendo la guerra. Ese desenlace podría concretarse si los mandos ucranianos fuerzan la ofensiva hasta que la masacre termine insubordinando las tropas.

La presión legislativa republicana suspendió el apoyo económico a Ucrania por “al menos dos meses” y Biden pretende que sea Europa quien cubra ese bache, con pocos entusiasmados allende el Atlántico. Rusia ha incrementado en 100.000 millones de dólares su presupuesto militar en 2023 y prevé un aumento adicional del 50% para 2024, cuando llegará al 6% de su PBI, mientras en 2021 era el 3,2%.

 

Más de medio millón de soldados muertos o heridos dejó hasta ahora la guerra en Ucrania. Foto: AFP.

 

Estados Unidos no reconoció la voladura del gasoducto ruso-alemán Nord Stream, autoría denunciada en la investigación del laureado periodista Seymour Hersh. Europa no está saliendo indemne del presente conflicto, designio apenas disimulado de la estrategia norteamericana. El costo económico de la eliminación del gasoducto para Europa y en especial para Alemania y Rusia es muy importante. Ésta deja de percibir un flujo importante de divisas por la exportación de gas, falencia que está compensando con exportaciones hacia China, India y otros países. Alemania y el resto de Europa han visto encarecer los costos industriales y de calefacción de la población al tener que importar gas de Estados Unidos, a precios que superan varias veces los de Rusia.

Esta semana el FMI publicó su proyección del PBI por países. El crecimiento mundial pasó del 3,5% en 2022 al 3% en 2023. La Zona Euro cae del 3,3% al 0,7% en 2023, con Alemania llevando la peor parte: del 1,8% al -0,5% este año. Rusia tuvo caída del 2,1% en 2022, y crecerá 2,2% este año. Estados Unidos mantiene el 2,1% en ambos años mientras China pasa del 3% en 2022 al 5% en 2023.

A pesar de la seria afectación económica para la Unión Europea, son pocas las voces críticas a las imposiciones norteamericanas. Ello refleja la dependencia europea, y también el resultado de la maquinaria propagandística norteamericana volcando las poblaciones europeas contra Rusia, ocultando que la invasión fue provocada por Estados Unidos al desconocer los acuerdos de Minsk de 2014, cuando se comprometió a no incorporar Ucrania a la OTAN.

Los alemanes se han llamado a silencio, mientras las voces críticas vienen de Europa oriental. Polonia es cada vez más crítica del costo de recibir refugiados y afrontar la competencia del grano ucraniano. Hungría y Eslovaquia no aceptan la prohibición de importar gas ruso por los costos en sus economías. El populismo de derecha es más crítico que conservadores o socialdemócratas. Europa no es un país sino una laxa comunidad de países donde el más poderoso, Alemania, está conducido por el temeroso Olaf Scholtz.

 

La ofensiva contra China

China ha pasado a ser el enemigo estratégico de Estados Unidos porque tiene la potencialidad de afectar su hegemonía. No así Rusia, a pesar de tener 5.000 cabezas nucleares, ya que representa sólo el 2,2% del PBI mundial frente al 25,4% de Estados Unidos y el 18,1% de China. En cuanto a desarrollo científico y tecnológico, China supera a Rusia en la mayoría de los campos, en especial en las tecnologías de información y comunicación.

La ofensiva contra China está presente en todos los campos, incluido el militar. Estados Unidos tiene 800 bases militares en el mundo, 300 en Europa mirando a Rusia, y otras tantas en Asia Pacífico apuntando a China. Ha gastado US$ 812.000 millones en capacidad ofensiva en 2022, el 3,51% de su PBI, mientras China le dedicó US$ 298.000 millones para consolidar su defensa, el 1,6% de su PBI. Rusia gastó US$ 72.000 millones en 2022 (4,1% de su PBI) y se prevé que gaste hasta el 6% en 2024. Un conjunto de alianzas militares cerca a China en su salida al Pacífico. Estas fuerzas están diseminadas ente Hawaii y Guam (Estados Unidos) y varios países incluyendo Japón, Corea, Australia, Indonesia, Filipinas, la isla británica Diego García y otras. Además de los acuerdos de defensa bilaterales se destacan el AUKUS (Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia) y la proto-alianza en formación QUAD (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral), incluyendo Estados Unidos, Japón, Australia e India, sin que esto agote las distintas iniciativas del hegemón. China incrementa sus fuerzas defensivas pero evita que las provocaciones norteamericanas en Taiwán la empujen a un conflicto armado mientras existan serios desbalances militares en la región.

Una parte importante de la ofensiva es el cerco tecnológico que Estados Unidos ha impuesto a China, prohibiendo la exportación de chips avanzados de 7 nanómetros (nm) y menos, así como los bienes de capital para su producción, sean norteamericanos o de otros países con partes norteamericanas. Cuanto más pequeño el chip menos energía gasta, más información procesa y obtiene más velocidad de respuesta, cruciales en el campo de batalla.

Las prohibiciones van mucho más allá de la potencial utilización militar de los chips avanzados y sus equipos de producción, tal el caso –entre otros– de la reciente ofensiva contra las tecnologías incluidas en el auto eléctrico. El objetivo es doble: impedir el acceso a las tecnologías más sofisticadas y frenar el desarrollo económico chino en general.

El cerco a China comenzó en 2018 como una guerra comercial desatada por Trump con altos aranceles a las importaciones de acero y aluminio, tecnologías maduras. Se ha ido sofisticando durante el gobierno de Biden. La ley CHIPS impulsa una política de re-industrialización nacional en las áreas críticas de chips avanzados, que habían sido transferidos al Asia por la diferencia de costos, política que demorará años en obtener sus frutos. Pero desde ya prohíben a todos sus aliados exportar a China chips avanzados y los bienes de capital para producirlos. El caso más importante es el de los equipos de litografía EUV (ultra violeta extremo), equipos fabricados solamente por la holandesa ASML y utilizados por las más avanzadas fábricas (“fundiciones”) de chips. Miles de proveedores en los pocos países especializados proveen a ASML de sus complejas partes. Sólo pueden exportar a China sin pedir autorizaciones a sus gobiernos hasta el fin de 2023 las máquinas de litografía DUV (ultra violeta profundo) que puede producir chips en el rango de 28 a 14 nm.

En septiembre pasado Huawei lanzó al mercado su teléfono inteligente 5G Mate 60 Pro. La fundición estatal china SMIC produjo el chip de 7 nm con máquinas de DUV japonesas o de ASML de 14 nm usando la compleja y más costosa técnica “multipatrón” (o empaquetadura, o chiplet). Sin embargo ello no es lo mismo que reemplazar esos equipos por diseños nacionales en el corto o mediano plazo. Se necesitan avances en múltiples tecnologías muy complejas, hoy distribuidas en muchísimas empresas extranjeras en países aliados de Estados Unidos.

Los controles de exportación comenzarán a tener impacto importante dentro de un par de años, cuando China agote su stock de chips avanzados y Estados Unidos, Taiwán, Corea y Japón construyan centros de datos de IA generativa de próxima generación y China no. En ese lapso no es posible lograr equipos nacionales EUV capaces de producir chips de 3 nm como los de la taiwanesa TSMC. Durante 2023 se ha visto una caída importante de importación china de chips avanzados, tanto de Taiwán como de Corea y equipos avanzados de Japón. Es el principio del desacoplamiento (decoupling) que comienza por el vértice superior de la tecnología.

 

Potencias emergentes y nuestra situación

Las alianzas de Estados Unidos son más poderosas que las de China y Rusia. La integran los países más desarrollados tecnológicamente y aún con alta participación en el PBI mundial. Rusia recupera el crecimiento económico, pero puede repetir el error de la Guerra Fría con el incremento de su presupuesto militar al que lo empuja Estados Unidos. China está sola en su intento de autoabastecimiento en los campos de microchips avanzados, sus equipos de producción y el desarrollo de IA basado en ellos, por nombrar sólo algunos ejemplos del vértice tecnológico que conduce su desarrollo económico.

El apoyo chino a la ampliación de los BRICS, su participación en el acercamiento Irán-Arabia Saudita, la Nueva Ruta de la Seda, la alta participación económica en Asia Central, Medio Oriente, África y América Latina busca compensar el cerco al que Estados Unidos la somete, con bastantes éxitos y algunos fracasos.

La prohibición norteamericana a países díscolos para usar o transferir dólares hará retroceder su liderazgo como moneda internacional, mientras el avance del yuan es lento por la entendible negativa de China de abrirse totalmente a las finanzas internacionales. Basta imaginar qué hubiese ocurrido si en vez de la prolongada intervención estatal en curso para desinflar la burbuja inmobiliaria china sus actores financieros hubiesen sido los de Estados Unidos de 2008.

China apuesta que con Asia como motor del crecimiento económico mundial los demás países terminen valorando más las ventajas económicas y comerciales que los temores a ser invadidos por ellos. Temores creados por Estados Unidos, el principal invasor y depredador desde 1945 a la fecha. “El ladrón cree que todos son de su condición”.

Para lograr un mundo menos unipolar se necesita que se desarrollen económicamente otros países independientes del hegemón actual. El beneficio para el resto del mundo –pensando más en América Latina y la Argentina– sería disponer de más grados de libertad para intentar superar nuestros atrasos. Pero nuestro bienestar depende de las políticas nacionales para lograr el desarrollo acelerado de las fuerzas productivas, utilizando todos nuestros recursos naturales y basándonos en el valor agregado de trabajo capacitado y complejo. No hay soberanía política sin fortaleza económica y fuertes reservas internacionales. Nuestras ansiedades nos llevan a creer cercanos esos cambios tectónicos que vemos emerger en Asia, mientras nuestro continente va quedando rezagado y nuestro país enfrenta un momento crucial.

Las prohibiciones tecnológicas dilatan el tiempo que necesita China para emparejar con Estados Unidos sus capacidades científicas, tecnológicas y de defensa. Más complicado aún es para los que estamos más atrás. Si nuestros países no logran captar las rentas de sus recursos naturales para complejizar su aparato productivo con talentos y mano de obra capacitada, estaremos condenados a una lucha de suma cero por la distribución de un ingreso nacional estancado y una deuda externa creciente que mantendrá nuestra dependencia.

 

 

 

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