El mes de septiembre se inició al ritmo de políticas zigzagueantes que reflejan el apuro, la falta de coherencia y la improvisación de un gobierno desesperado que niega una realidad adversa. Este ritmo dislocado no alcanza, sin embargo, para ocultar la permanencia de una música que no admite cambios y nos habla de un futuro dorado sin populismo en el país. Desde un inicio, este ha sido uno de los objetivos estratégicos perseguidos por este gobierno. Hoy permanece inalterable.
En sus cuatro años al mando, Macri buscó cooptar a un sector del peronismo al que caracterizó como racional. Paralelamente, con una brutal campaña de intimidación, miedo y persecución política, intentó embretar al peronismo K. Hoy Miguel Pichetto, el mas destacado exponente de la variante "racional" del peronismo, es candidato a la vicepresidencia en la fórmula de Macri. El peronismo K, mientras tanto, ha logrado construir un frente que, aglutinando a distintos sectores políticos, se perfila como futuro ganador de las elecciones de octubre.
Esta realidad desnudada por las PASO cayó como un rayo entre los fondos de inversión norteamericanos que tienen una porción de su capital expuesto en el deporte de la especulación financiera local. En consecuencia, ráfagas brutales del viento de la desgracia arrasaron al día siguiente de las PASO al mercado de cambios y el dólar levitó, descontrolado. En los últimos días del mes de agosto, su disparada y el frenético vaciamiento de las reservas del país llevaron al gobierno a “perfilar” la deuda contraída. A pesar del eufemismo utilizado, el gobierno no pudo evitar que las nuevas políticas fuesen declaradas como una forma de default por parte de las calificadoras de riesgo más importantes del mundo.
Un dato significativo de este default fue su coexistencia con la continuidad de una apertura total a los flujos de capital. Sin control de la fuga de capitales y de la liquidación de divisas de exportación, la declaración del default potenció el pánico del mercado, acelerando el ritmo de la corrida cambiaria y la caída de las reservas del BCRA. El jueves 30 de agosto la caída de los depósitos en dólares fue de 957 millones de dólares. El viernes 31 el dólar traspasaba los $ 62 sin que el BCRA pudiera contenerlo vendiendo 400 millones de dólares de sus reservas. Mientras tanto se perdían depósitos por valor de 1118 millones de dólares. Por ese entonces se hizo evidente que la corrida cambiaria conducía a una corrida sobre los depósitos de los bancos.
A escasos días de haberlo negado, el domingo 1° de septiembre, el gobierno inauguró el control de cambios. Esta política aplicada durante el gobierno K y denostada por Macri como cepo —es decir un instrumento de tortura—, corona ahora los últimos meses de su gestión. Empeñado en proclamar a los cuatro vientos que es una “medidas que no nos gusta... para controlar la emergencia… y cuidar a todos los argentinos” (cronista.com 4 9 2019), Macri deja que su compañero de fórmula aclare con gran sentido democrático que la intención es eliminar el cepo al día siguiente de ganar las elecciones (lpo.com 2.9 2019). Estas declaraciones buscan atraer el voto de vastos sectores de la clase media, desde los que intentan mantener el valor de sus ingresos comprando dólares a fin de mes, hasta aquellos adictos a los viajes al exterior y al consumo ostentoso.
Así, en pocos días el gobierno pasó de defaultear la deuda que contrajo a introducir el control de cambios. Sin embargo, esta alteración del orden de los factores no ha cambiado el resultado. El ritmo es caótico, pero la música es la misma. El ritmo llena de brumas al escenario político y oculta al potente faro que guía las políticas de Macri: destruir al populismo. La política cambiaria, el default y el cepo buscan atar de pies y manos al candidato que triunfe en las elecciones de octubre. El legado de Macri no es otra cosa que el ajuste y el endeudamiento ilimitado que impulsa el FMI, cabecera de puente de la geopolítica norteamericana en la región. Se busca así condicionar al próximo gobierno, imponiéndole un perfilamiento o reestructuración de la deuda —con acreedores locales, extranjeros y el FMI— determinado por Macri y el FMI en estos meses que preceden al cambio de gobierno en diciembre. La letra chica de estos arreglos quedara bien guardada hasta que asuma el próximo gobierno.
Asimismo, si bien estas políticas se presentan como necesarias para facilitar la vida del próximo gobierno, en la practica conducen a un resultado que es exactamente el opuesto. Tanto la política cambiaria como el cepo llevan a vaciar las reservas del BCRA. Esto ocurre por distintas vías. La salida del sistema bancario de los depósitos en dólares, algo que ha quedado a discreción de los inversores, impulsa la caída de los dólares que constituyen el encaje de los bancos en el BCRA y por esta vía disminuyen las reservas de la entidad monetaria. Esta salida de depósitos del circuito bancario local ha agotado las existencias de cajas de ahorro en bancos y entidades de seguridad, y ha llevado a la multiplicación de nuevas cuentas en dólares en el exterior.
Por el otro lado, el cepo impuesto no cumple con el cometido de todo cepo, que es precisamente la protección de las reservas internacionales, y concretamente los dólares que se obtienen con el intercambio comercial. El cepo macrista no impide el drenaje de reservas vía compra de dólares y consiguiente fuga de capitales. Permite que los particulares accedan a la compra de hasta 10.000 dólares por mes. Actualmente existen aproximadamente 1.100.000 millones de personas que compran dólares mensualmente. Suponiendo que en promedio compren U$S 1.500 por mes, por esta vía el cepo financiaría una fuga de U$S 1.600 millones de dólares mensuales, cifra que supera el superávit mensual de la balanza comercial conseguidos en este momento a costa de una recesión brutal (ámbito.com 4 9 2019).
Así, ya sea por una vía o por otra, las reservas se ven amenazadas. Es posible que, a pesar del cepo y del default, el gobierno que viene se encuentre con las arcas del BCRA sin reservas disponibles en circunstancias en que no tiene acceso al crédito externo y debe enfrentar planes de reestructuración de deuda diagramados por este gobierno y el FMI. Mas allá del apuro y de las incoherencias atribuidas a estas políticas, ni el Presidente, ni la conducción del BCRA y del Ministerio de Hacienda, ni las autoridades del FMI, pueden desconocer el impacto que estas políticas tendrán sobre el futuro gobierno argentino. Si estas políticas se han adoptado, no es por ignorancia o distracción.
Hay, sin embargo, algo mas: la situación terminal de las finanzas macristas deja al desnudo un problema estructural que no ha sido enfrentado por los distintos gobiernos democráticos que se sucedieron desde el fin del Terrorismo de Estado. Este problema, constituido por una acumulación del capital en condiciones de dependencia tecnológica, constituye uno de los factores mas limitantes del próximo gobierno. Sin embargo, la brutal recesión impulsada por este gobierno y la caótica situación financiera que deja en herencia parecen brindar la oportunidad de empezar a cortar este nudo gordiano que imposibilitó el crecimiento económico y la inclusión social en el país. Así, el macrismo ha intentado destruir al peronismo. En el proceso ha dejado un caos financiero y productivo que, al desnudar las raíces estructurales que impiden el crecimiento con inclusión social, abre la vía para su superación.
Dependencia tecnológica, endeudamiento e inflación
La acumulación del capital, en condiciones de dependencia tecnológica tanto del agro como de la industria, ha engendrado una matriz productiva incapaz de generar a través del intercambio comercial los dólares que el país necesita para impulsar su crecimiento económico. Al mismo tiempo, ha generado conflictos sociales que dinamitan la inclusión social y la estabilidad política.
Desde principios de los '60 toda expansión de la acumulación del capital ha desembocado en un crecimiento de importaciones con componente tecnológico relativamente alto. Este crecimiento no puede ser atendido por las divisas provenientes de las exportaciones y ha derivado en endeudamiento externo. Esta tendencia ha sido agravada en periodos como el actual, donde coexiste con el deterioro de los términos del intercambio de los productos que exportamos. Cuando estos términos mejoran —como ocurrió durante el gobierno de Néstor Kirchner—, el impacto estructural de la dependencia tecnológica tiende a ocultarse. Esto ha contribuido a ignorar un fenómeno, cuya corrección implica la madre de todas las batallas que el país debe dar para crecer.
El fenómeno de la dependencia tecnológica se expande silenciosamente generando una matriz productiva cada vez mas desintegrada tanto dentro de un sector (i.e industrial) como entre sectores (agro/industria). Paralelamente produce una fragmentación creciente del mercado de trabajo (por calificación e ingresos tanto dentro de sectores, como entre sectores productivos) y genera bolsones de pobreza estructural caracterizados por el trabajo informal, desempleo y subempleo crónico, endeudamiento creciente y hambre.
La otra cara de esta economía desintegrada y fragmentada ha sido una creciente concentración del poder económico en áreas de importancia estratégica para el conjunto de la economía. Allí el control monopólico permite formar precios y maximizar rentas afectando los precios del conjunto de la economía y provocando enormes transferencias de ingresos y excedente entre distintos sectores empresarios y desde los muchos que poco tienen hacia un puñado que concentra la riqueza. Esta forma de acumulación ha prosperado bajo distintos gobiernos desde fines de la década de los '60, engendrando una tendencia estructural al endeudamiento. Esta tendencia ha sido potenciada por la inserción del capital financiero internacional en la economía local a partir de los '80 y las consiguientes recetas del FMI. Ambos fenómenos fueron impulsados por los distintos gobiernos neoliberales que se sucedieron desde el Terrorismo de Estado hasta la fecha. En este contexto, la experiencia macrista sobresale al haber impulsado aceleradamente una recesión de magnitud y duración inéditas en una coyuntura geopolítica de nuevo tipo.
Los planes del FMI buscan ahora atornillar al país rápidamente a un proceso de endeudamiento ilimitado que tenga por garantía una creciente primarizacion de la estructura productiva y vastos recursos no renovables de importancia estratégica mundial. Entre ellos: la segunda reserva mundial de gas no convencional y la cuarta de petróleo también no convencional.
Estas políticas ocurren en un contexto internacional amenazado por una inminente crisis económica y financiera internacional en circunstancias en que la guerra comercial entre China y Estados Unidos provoca cimbronazos en las cadenas de valor global. Paradójicamente estas circunstancias, sumadas a la recesión industrial actual, pueden brindar una oportunidad única para cambiar la matriz productiva local. Para ello, sin embargo, es necesario tener en claro hacia dónde se quiere ir. También es crucial tener la fuerza que se necesita para legitimar una intervención estatal tendiente a la imposición de nuevas reglas del juego a todos los actores económicos, y especialmente a los económicamente más poderosos .
Esto ultimo implica una política clara hacia los monopolios locales. Estos tienen nombre y apellido y a pesar de sus disidencias con la política macrista han apoyado en bloque a este gobierno en la campana electoral que desembocó en la debacle de las PASO. Hoy muestran interés en dialogar con la oposición, pero ninguno ha roto con el gobierno de Macri, ni con las políticas del FMI. Macri, mientras tanto no pierde el tiempo. Si bien insta a este sector a confiar en el resultado electoral, también toma medidas que, como en el caso de Vaca Muerta (beneficios impositivos para inversiones de TGS, (ámbito 23 8 2019) y nuevas concesiones a Shell a ser anunciadas próximamente) satisfacen los intereses particulares de este sector y condicionan severamente al futuro gobierno.
Al mismo tiempo que esto ocurre, las placas tectónicas de la sociedad empiezan a sacudir conflictos en torno a demandas postergadas de salarios y empleo digno y se escucha el grito desgarrador de los movimientos sociales, sindicatos y organizaciones que se movilizan y cortan calles en todo el país exigiendo esta semana una ley de emergencia alimentaria. La respuesta oficial no ha tardado: el hambre es ninguneado como “tema de campaña electoral” (Avelluto, clarín.com 5 9 2019) y “esta gente (los piqueteros) que no labura y no labura para siempre… es responsable del endeudamiento” del país (Pichetto, cronista.com 5 9 2019). Así, poco a poco, la grieta trasciende al peronismo-antiperonismo y se encarna en un odio de clase cuyos ecos resuenan desde los orígenes de la República.
La guerra comercial y las cadenas de valor global
La guerra comercial entre China y Estados Unidos tiene cada vez mas peso en la coyuntura internacional. Se fluctúa entre el anuncio del reinicio de negociaciones que no llegan a concretarse y son sustituidas por una escalada en la aplicación de tarifas aduaneras. Esto aumenta la volatilidad del mercado norteamericano de acciones y ha llevado a concluir que lo que está en juego es algo más sustancial que una guerra comercial, y por ende que esta no será resuelta en el corto plazo y ha llegado para quedarse. Un informe del Deutsche Bank estipula que China ha cambiado de estrategia, y se concentra ahora en resolver los problemas internos apostando al mediano y largo plazo para resolver las tensiones con Estados Unidos (zerohedge.com 3 9 2019).
Dos razones estarían detrás de este cambio de estrategia. La principal seria la certeza de que estos problemas trascienden el orden comercial e incluyen la seguridad nacional, el control de la frontera tecnológica y el poder geopolítico, incluyendo problemas de soberanía china sobre territorios que considera propios y son amenazados por los Estados Unidos. Otra razón residiría en el convencimiento chino de que el daño de la guerra comercial a su economía es manejable, y que, por lo tanto, puede esperar todo el tiempo que sea necesario hasta que llegue al gobierno norteamericano una administración más proclive al dialogo. Trump, en cambio, estaría acuciado por la necesidad de impedir que el cimbronazo de la guerra comercial sobre la economía norteamericana se acreciente en los meses que vienen y deteriore la posibilidad de su reelección. De ahí su presión constante para obtener resultados a corto plazo, situación que por el momento no lo favorece.
Otros estudios muestran que la guerra comercial ya ha empezado a provocar dislocaciones en las cadenas de valor global que reverberan en la propia economía norteamericana. Esto, sumado al peso creciente de la deuda corporativa norteamericana, explicaría la creciente presión de Trump sobre la Reserva Federal para que baje las tasas de interés y haga al dólar más competitivo a nivel internacional. Sin embargo, la proliferación de deuda global con tasas de interés negativa conspira contra este objetivo al atraer capitales a ser invertidos en deuda norteamericana que todavía tiene tasas de interés levemente positivas. Esta situación afecta a las economías emergentes sujetas a la permanente amenaza de salida de capitales.
Así, en un contexto de amenaza creciente de salida de capitales de las economías emergentes, de guerra comercial/tecnológica que afecta a las cadenas de valor global, de síntomas de recesión industrial global, y de importancia creciente de la robotización de la producción industrial en los países desarrollados, cabe preguntarnos por la racionalidad de nuestra propia estructura industrial integrada desde eslabones fácilmente reemplazables en cadenas de valor global dominadas por corporaciones multinacionales. En este sentido, y entre otros ejemplos, se destaca la necesidad que tendrá el nuevo gobierno de pensar el futuro de nuestra industria automotriz, de importancia vital en el conjunto de la industria pero que hoy está severamente afectada por la recesión local y global. Utilizando poco mas de un tercio de su capacidad instalada, hoy pone en riesgo el futuro de fuentes de trabajo altamente calificadas en términos relativos y con niveles de salarios altos.
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