LA MENTIRA SOBRE EL ESTADO
Que hay detrás de la fantasía simplificadora del gobierno manirroto
La revista británica The Economist le dedicó tres notas de su última edición semanal a Javier Milei. La primera de ellas aparece entre las Leaders, el grupo de las seis primeras notas que encabezan el semanario y resumen los temas más relevantes que se tratan. Se titula “Javier Milei sería un peligro para la democracia en Argentina”. En esta se lo describe como alguien que “parece excéntrico, incluso para los estándares de los políticos de Argentina”.
Con la ideología enternecedora que caracteriza a este medio cada vez que se refiere a los conflictos inter e intra nacionales, el editorial confiesa su simpatía por la pretensión de Milei de “introducir en Argentina una nueva época de liberalismo”. Pero califica a sus políticas de “pobremente concebidas” y concluye que, antes de llegar a un consenso, este candidato a Presidente tan peculiar se encontraría con una enconada resistencia de la dirigencia política para gobernar.
La nota más extensa, que la Leader resume, sintetiza una entrevista de tres horas que Milei mantuvo con la revista, en la que repitió sus lugares comunes, afortunadamente menos conocidos para los lectores del mundo anglosajón que para quienes mantienen estoicamente el interés en una política nacional que se encuentra en estado crítico.
Interesan tres detalles
- describe su propuesta de recortar el gasto público en un 15% del PBI para llegar a un déficit fiscal primario (previo al pago de intereses de la deuda pública) en el primer año de gobierno. Su manera de alcanzar este resultado consiste en eliminar los subsidios a la energía y al gas, y recortar el número de ministerios del gobierno nacional, pasando de 18 a 8. Además, pretende disminuir las transferencias a las provincias, financiar la obra pública con un sistema de competencia privado (con ese grado de imprecisión), y eliminar jubilaciones de privilegio. Y, obviamente, utilizar extravagancias como los vouchers para financiar el acceso a la educación.
- The Economist estudió bien las excentricidades de Milei, al tal punto que los dos subtítulos de la nota y tres gráficos sobre datos de economía que la acompañan aluden a canciones o nombres de álbumes de los Rolling Stones, su banda preferida. El último se titula “Protéjanme con perros” (Gimme Dog Shelter), encabezando una sección en la cual se recuerda que Milei describe a su perro Conan –muerto en 2017— y su hermana como “los únicos que nunca me traicionaron”. La revista subraya que Milei no confirma ni desmiente los rumores sobre ser asesorado –dicho en esos términos— por sus cinco perros clonados en base a Conan, pero responde que “de ser así, son los mejores analistas políticos del mundo”.
- The Economist alude varias veces al proyecto de dolarización, algo ineludible en una nota de estas características. Resalta que en el entorno del candidato se admite que financiarla tiene sus dificultades, y esboza algunas soluciones particulares, que no vienen al caso.
Pero, específicamente, de eso se trata la tercera nota de la edición sobre Argentina, que no es nada menos que la columna sobre enfoque económico, cuyo nombre es Free Exchange, y en esta edición lleva el título “Argentina debe defaultear, no dolarizar”. La revista da cuenta de la inspiración que Milei tiene en Milton Friedman para su propuesta. Friedman criticaba la capacidad de los Bancos Centrales de controlar la inflación actuando para disminuir la actividad económica, por la presión política que se ejerce sobre ellos para que la población no se someta a sus consecuencias. Milei y sus adláteres sostienen que, sin el Banco Central de la República Argentina, su gobierno está imposibilitado de imprimir dinero, acabando de esta forma con la inflación.
En la columna se asevera que no es tan sencillo que el gobierno argentino deje de gastar, incluso si se le amputa la posibilidad de “darle a la maquinita”. Entonces se enumeran varias de estas “presiones”, como los costos de pagarle a la burocracia, o simplemente, los servicios que los electores esperan recibir del Estado. Por lo que es más previsible, concluye el análisis, que una iniciativa de estas características, en un país que carece de dólares, concluiría en un desastre.
Endeudamiento ineludible
La descripción de The Economist se suma a un conjunto de reacciones adversas. Una nota del Financial Times publicada el sábado 2 de septiembre advierte que su victoria en las PASO produjo preocupación en los inversores internacionales, que incrementaron sus posiciones en contra de los bonos argentinos y se sienten más tranquilos con Patricia Bullrich. En ese mismo diario, Eduardo Levy Yeyati publicó una columna de opinión advirtiendo contra la dolarización, a la que también contribuyó Marina Dal Pogetto. Ambos son economistas cercanos a Juntos por el Cambio.
Se da un movimiento interesante. No es casual que el noticiario británico se haya referido a Milei en esos términos, ni que se ahonde tanto en sus insuficiencias políticas, como en las rémoras que aquejan a sus tentativas económicas. La prensa especializada está haciendo notar que los prestamistas no están dispuestos a financiar un experimento de estos rasgos, y le dan lugar a su competencia política directa –la “centro derecha” de Juntos por el Cambio— para que expresen su oposición y eviten la propagación de cualquier clase de ilusión.
Para llevar adelante la dolarización y cualquier forma de apertura de la economía es ineludible financiamiento externo. No solamente por las circunstancias que hacen a este momento, sino simplemente porque el país utilizaría un dinero que no puede crear. En consecuencia, en la medida en la cual se requiera dinero para la circulación mercantil asociada a la actividad interna, será necesario recurrir al endeudamiento. Está tendencia estructural se agrava si no se sostiene el superávit comercial, que es la única forma mediante la que Argentina puede obtener dólares a largo plazo.
Más economía es más dinero
Lo cual induce a examinar el vínculo que mantienen el Estado y la actividad económica, que toma forma por medio del gasto público. El Estado, utilizando instrumentos legales cuya contrapartida es la coerción, directa o indirecta, establece la vigencia de las relaciones sociales de producción capitalistas y sus instrumentos asociados, así como la infraestructura y las bases de la estructura social necesarias para que una sociedad funcione con un nivel dado de las fuerzas productivas.
El trabajo asalariado y la propiedad privada de los medios de producción son relaciones capitalistas de carácter estrictamente jurídico e histórico. El dinero es un instrumento necesario para que circule la mercancía, que por definición es la forma de apropiación social de la producción que acompaña al capitalismo. Los precios se miden en dinero y se conforman de acuerdo al gasto que los productores o los vendedores desembolsan para realizar sus actividades, contemplando la necesidad de obtener una ganancia.
A razón de ello, el productor está condicionado por los costos. La cantidad de dinero en circulación responde al nivel de precios y del nivel de actividad, porque el dinero se “emite” tanto cuando una persona o una empresa solicitan un préstamo bancario, como cuando el gobierno ajusta sus gastos a los precios existentes o los expande antes de haber recaudado. Y el gobierno no puede establecer sus fuentes de recaudación antes de definir sus gastos porque sencillamente lo segundo depende de las necesidades que determine lo primero. La creación de dinero es, entonces, un efecto de lo que sucede en una economía, sea la existencia de cualquier tasa de inflación, el crecimiento de la actividad o un mayor gasto público. Nunca su causa.
Pretender resolver algo recortando el gasto público por el afán de limitar la inflación no solamente es errado como respuesta. Además, es socialmente nocivo, porque el gasto público no se conforma en base a caprichos “populistas”. El acceso público a la educación y la obra pública tienen las funciones de permitir que la nación alcance niveles de actividad económica que les permitan a sus habitantes mantener cierto nivel de vida, mediante la formación de la fuerza de trabajo en el primer caso, y permitiéndole desplazarse en el segundo.
Jubilaciones y Subsidios
Otros componentes, como las jubilaciones y los subsidios económicos, se encuentran directamente ligados al nivel de vida mismo, puesto que consisten en transferencias de ingresos o subvenciones para complementar los ingresos que se obtienen de manera directa. Y ambos representan una cuestión sinuosa en la política argentina. Mucho se dice sobre la dilapidación de fondos que comportan el sistema previsional argentino y los subsidios a las tarifas, pero nada se explica sobre cuál sería la alternativa óptima desde el punto de vista social.
Y resulta que esto tuvo alguna incidencia en el retroceso económico de los últimos años. De acuerdo a la Oficina de Presupuesto del Congreso, el gasto en prestaciones sociales, que incluyen las jubilaciones y las asignaciones familiares, cayó en términos reales en un 0,2% desde 2022. El de subsidios económicos alcanzó una reducción del 11,3%. En los primeros siete meses de 2023, las prestaciones sociales tuvieron una disminución del 8,7% frente a igual período del año anterior. Dentro de las mismas, la de jubilaciones y pensiones fue del 3,8% y la de asignaciones familiares del 25,3%. La contracción de los subsidios económicos alcanzó una tasa del 16,2%, encabezados por los de energía, cuyas bajas son del 22,9%.
Varios economistas se quejaron de que el subsidio a la energía promueve un descuido en sus usos, pero sus argumentos simplemente tienden a proponer una reducción del consumo, que en algún punto se extiende a encarecer usos de la energía que son ineludibles. Es decir que esto desemboca en limitar la capacidad de compra de los salarios, como ocurre actualmente.
Lo que sucede con las jubilaciones y las asignaciones familiares admite menos matices, porque los receptores del primer tipo de transferencias se vieron muy perjudicados por la situación inflacionaria actual, y el segundo tipo se destina específicamente a la asistencia de grupos poblacionales pobres.
Entonces es justo concluir que el mantra al que recurre un sector de la política de que el problema de la Argentina consiste en desordenes provocados por excesos en el nivel del gasto público es una fantasía simplificadora, que exime a quienes recaen en ella de tener que inquietarse por problemas más complejos, y enmascara el propósito pernicioso y reaccionario de evitar alterar la estructura social de nuestra nación utilizando los recursos estatales con el temor a provocar “desórdenes”. Milei es una expresión desinhibida de esta manera frívola de aproximarse a la política, que bien podríamos contrarrestar hablando de los medios de los cuales dispone el Estado para incidir en la vida de los argentinos en vez de obturar todo debate con sandeces fiscalistas.
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