La memoria militar y sus dilemas

Primeras tensiones en Brasil entre militares y ultraneoliberales

 

Se cumplió el primer mes del gobierno de Jair Bolsonaro. Una de las variables de análisis en su compleja y abrupta emergencia fue el fracaso de las políticas de memoria, verdad y justicia en Brasil. Y los efectos de una Ley de Amnistía de 1979 infranqueable, como dispositivo del pacto permanente de impunidad. Hoy, cincuenta años después, hay cerca de 45 militares de alto rango en cargos de control de gobierno, algo inédito desde la dictadura. No sólo ocupan áreas neurálgicas de seguridad y defensa sino enclaves económicos estratégicos del Estado. José María Gómez vive hace 38 años en Río de Janeiro, es un docente argentino, doctor en Ciencias Políticas y es parte del movimiento de derechos humanos. Aquí analiza algo más acerca de ese bloque militar donde Bolsonaro no aparece sólo como emergente del fracaso de las políticas de memoria, verdad y reparación, sino como su contracara: una criatura que se produce justamente cuando esas políticas comenzaron, muy tardíamente, a avanzar. Su análisis también incluye las primeras medidas de gobierno, las tensiones en los distintos bloques de poder, Donald Trump, Venezuela y los neo-pentecostales. Y un novedoso contrapunto entre Argentina y Brasil que mira la institucionalización de memoriales, aquí sobre-representados y allí con casi ninguna marca territorial sobre los 21 años de dictadura. A eso le dice políticas de producción de olvido, y a Bolsonaro lo menciona como la figura más emblemática y tosca del triunfo de la memoria de la dictadura.

 

José María Gómez. Foto: Núcleo de Memoria de la PUC (Universidad Católica) de Río.

 

José María Gómez pasó por Buenos Aires durante el Primer Foro Internacional de Pensamiento Crítico de CLACSO. Todavía Bolsonaro no había ganado pero cundía el temor por represalias a la oposición. Su mesa hablaba de los espacios de memoria en Argentina. José María, entonces, dejó los papeles que había preparado. Y se puso a hablar de la práctica de producción de marcas en el territorio en clave de memoria.

¿Por qué importan esas marcas?

El primer hecho evidente cuando caminás como visitante ocasional de cualquier ciudad brasileña es la impresión de que nunca hubiese ocurrido nada, ningún vestigio y rastro de lo que pasó en términos de represión en los 21 años de dictadura. Y esto es una diferencia notable con Argentina. Cuando andás por Buenos Aires, pero también en Córdoba, La Plata o Rosario, ves marcas en todos lados. Señales territoriales en las calles, memoriales, baldosas, lugares para los ex centros clandestinos, marcas de la lucha por los derechos humanos, espacios y fechas de conmemoración, y sobre todo un movimiento de derechos humanos muy enraizado socialmente y muy activo políticamente, que es capaz de movilizar sus reivindicaciones y amenazas de retrocesos. No es el caso aquí, en Brasil, no en su alcance social y significado político. En ese sentido, existe un contrapunto enorme en relación al pasado político. Allá está muy vivo, con trasformaciones y disputas memoriales, aquí la construcción de la memoria pública es de enorme fragilidad. Y no porque no haya memoria social, pues hay mucha, fragmentada, inaudible e invisible, sino por el triunfo sistémico de políticas de olvido en el seno del Estado, y en la propia sociedad, con el papel decisivo de los medios y de la educación formal e informal sobre la historia de la dictadura y de sus herencias represivas, económicas, políticas y culturales. En las investigaciones sobre opinión pública con muestras de diversas edades, origen social, diferencias étnicas y de genero, prevalece de una manera impresionante el desconocimiento, la ignorancia pura y simple de lo que pasó en dictadura. O la indiferencia. Y en las generaciones mas jóvenes y pobres, lo que es mas brutal.

 

Instalación. Estación Traslados. Museo Sitio de Memoria ESMA. Foto: Carlos Campos.

 

¿Alcanzan los memoriales o, incluso, los juicios?

Creo que no es que el pueblo brasileño tenga propensión natural a la desmemoria. Es porque se ha hecho una masacre contra una de las sociedades mas desiguales y mas violentas, al ser sometida a una especie de producción constante de olvido: esa producción trata, y en gran medida consigue, naturalizar las violencias constitutivas de las relaciones sociales y de la propia cultura. No sólo es un problema relacionado a la dictadura militar. Hay una fragilidad en relación a la memoria histórica y pública sobre ese pasado que estuvo sostenido en un esquema de desigualdades, de violencia y de exclusiones sociales, de una matriz histórica de profunda dominación de clase y elitismo, muy racista, trazos que estuvieron siempre, y ahora aparecen con fuerza en tiempos de Bolsonaro.

¿Cómo leer en esa clave el triunfo electoral?

Bolsonaro es un capitán reformado del Ejército y diputado durante 28 años por partidos de la derecha tradicional clientelista, el llamado bajo clero. Representa un triunfo inédito de un partido de extrema derecha que era inexistente hasta antes de las elecciones. Hay una amplia base social donde él —como personaje misógino, racista, xenófobo que siempre exaltó la dictadura y la práctica de la tortura de los represores—, no está aislado. Encontró condiciones en medio de una bestial crisis política y económica, en retroalimentación constante durante cinco años, que prácticamente destruyó el sistema partidario y tenía como base este tsunami ultra conservador, que fue aglutinándose en torno de un anti-petismo y anti-izquierdismo muy fuerte, diseminado a través de los medios y de las redes sociales. Muy enraizado. Y en esto jugó un papel clave el Lava Jato, la cuestión de la corrupción y la justicia, el trabajo selectivo de persecución política, el moralismo reaccionario de costumbres del fundamentalismo neopentecostal y demás. Una simbología de la violencia que presenta al otro, al adversario, como un enemigo público interno que debe desaparecer de la escena pública, con un discurso de orden, antisistema, intolerancia y odio.

 

La construcción de la simbología de la violencia

 

¿Cuánto incidió la impunidad de los crímenes de la dictadura?

No hay que olvidar que aquí no hubo ningún represor juzgado. Ninguno. Y no es sólo por la Ley de Amnistía de 1979, sino por la interpretación que prevalece de esa ley. En Chile fue con la Ley de Amnistía que se hizo otra interpretación para juzgar y condenar a los represores. Pero esto aquí es impensable, porque existió ese pacto de omisión que tiene reverberaciones en la propia sociedad civil. Si bien Brasil tuvo toda una producción de verdad que surgió de la sociedad civil —cuya referencia mayor fue la investigación Brasil: Nunca Más—, eso no tuvo correlación en el Estado. Y el Estado se encargó constantemente de sabotearlo. En comparación, así como hubo un aprendizaje muy grande de la experiencia argentina, también hubo una diferencia sustancial en términos de enraizamiento social e histórico de la agenda de derechos humanos. A fines de los '70, esa agenda quedó progresivamente aislada social y políticamente ante la omisión y obstrucción del Estado y la dinámica democratizadora impulsada desde abajo, con otras reivindicaciones postergadas y nuevas. Esto es una característica que marca por qué este es el gran triunfo de la dictadura y de todo el esquema de poder: es decir, imponer una narrativa hegemónica de reconciliación nacional vía olvido, montado y renovado a partir del dispositivo jurídico de la Ley de Amnistía, que no era jurídico, sino profundamente político, cultural e ideológico.

Pero hubo avances en términos de verdad y memoria: archivos y comisiones, por ejemplo.

Creo que la Ley de Amnistía, además de asegurar la impunidad de las FF.AA., también fue un vector de olvido, silencio, ocultamientos y mentiras. Pero, por otro lado, permitió la libertad de presos políticos y el regreso de miles de exiliados aún bajo la llamada transición, que va de 1985 a 1989 con la nueva constitución y las primeras elecciones presidenciales después de 30 años. Ahí comenzó el período de normalización institucional democrática. Pero supuso un Estado que comenzó a avanzar lentamente en materia de testimonios, archivos (menos con los ultrasecretos de las tres Fuerzas). La Ley obstruyó la vía judicial a familiares, asesinados y desaparecidos y presos políticos. Entonces ese comienzo del proceso de ajustes de cuentas con las violencias de la dictadura en todos los planos fue tardío, lento y truncado. Cuando aparece alguna revisión, es asimétrica y desigual. De modo que hubo "bastante" verdad, por los archivos y documentos en el Archivo Nacional y el trabajo de varias comisiones, "poca" memoria, "mucha" reparación en favor de las víctimas, familiares y presos políticos, pero "nada" de justicia. Esos intentos se dieron entre 2007 y 2014 y culminaron con el importante fenómeno de la Comisión Nacional de Verdad, 26 años después de la dictadura. Tuvo oposición frontal de las Fuerzas Armadas. Pero todo el avance y el significado político del trabajo de la Comisión retrocede ante la irrupción y el desarrollo devastador de la brutal crisis económica y política de fines de 2014. Desde el impeachment de Dilma se produce un desmontaje brutal de lo que se había avanzado de modo desigual. Y genera un efecto que se agravó con el proceso electoral y el nuevo gobierno de Bolsonaro. Bolsonaro representa el triunfo de la memoria de la dictadura en el sentido de que toda la vida hizo apología de la dictadura, inclusive de la tortura, con declaraciones bestiales. En ese contexto, es la figura más emblemática de la lucha por la memoria de la dictadura, una memoria que triunfó con su triunfo electoral. Y hay que imaginar lo que se viene ahí, pues va a intensificarse lo ya hecho.

 

Las noticias sobre la Comisión por la Verdad.

 

Entonces Bolsonaro sería la expresión reactiva del rechazo al intento estatal de avanzar en el proceso de Justicia. Podría compararse la tensión entre los primeros juicios argentinos y los carapintadas.

El programa de la Comisión era producto de un programa de Educación elaborado por las redes nacionales y organizaciones defensoras de derechos humanos. Se presentó en 2009 y Lula lo sancionó por decreto en 2010. Y por primera vez planteaba directrices para instalar una Comisión desde el Estado. El único antecedente era la investigación Brasil: Nunca Más, surgida de una articulación de sociedad civil y la arquidiócesis de San Pablo como fiadora, pero nunca tuvo enraizamiento social. Pero más allá de eso, el proceso se truncó. En Brasil prácticamente no hay memoria de esa dictadura —de la generación que sufrió, de lo que significó para el país, de sus numerosos legados—, porque la propia dictadura fue controlando y definiendo los términos de la transición política, del pacto de impunidad, de silencio, de olvido. Y eso tuvo consecuencias también sobre el resto de la población porque supuso un triunfo del discurso de la dictadura. A su modo mostró un ideal realizado de orden, prosperidad y lucha contra el comunismo. Y aunque no lo crea, el triunfo de Bolsonaro movilizó una creencia en gente que aún piensa que existen comunistas en Brasil y que eso es un peligro. El olvido sistemático de parte del Estado en términos de verdad, memoria y justicia durante muchos años permitió que la memoria de la propia dictadura fuese desplazándose y ganando una legitimidad muy grande. Nunca fue profundamente cuestionada.

¿Qué pasa con las preocupaciones del movimiento de derechos humanos por archivos y esos procesos?

Creo que desde la asunción, las urgencias están cambiando. El proceso de integración de las distintas fuerzas en este nuevo bloque de poder cambian prioridades, pero la preocupación de presente y de futuro es la misma.

¿Cómo mira a este bloque de 45 militares?

Con la composición del gobierno se disiparon varias dudas. Bolsonaro había dicho que no haría negociaciones con los líderes tradicionales, pero no fue así. El gobierno tiene dos pilares fundamentales, por número y poder. El primero es militar, 45 altos mandos de las FF.AA., entre ellos 20 generales, 11 coroneles y hombres de las otras armas, sin hablar de instancias provinciales. Y no están sólo en áreas de Defensa o Seguridad, sino en áreas económicas como directores de Petrobras, en la Fundación Nacional del Indio, en la Caja Económica Federal, un banco público. Es decir, una presencia fundamental porque es el grupo más cohesionado y que actúa estratégicamente en diversas áreas. Esa es la estructura de poder mas importante y también mas temible y durable. Ese factor militar va a ser el que contenga a Bolsonaro cuando derrape o aquel que lo ponga fuera de juego, llegado el caso.

 

Hamilton Mourão, el general retirado del Ejército que ahora es vicepresidente de Brasil.

 

La prensa está marcando esas diferencias. Hay una reciente publicación notable de O Globo en ese sentido.

Es decisivo y es elemento de contención. Habrá que ver cómo funciona el próximo tiempo. El vice es un general, Hamilton Mourão. Se está desmarcando en algunas cosas. Tiene contacto amable con O Globo y la Folha, con quienes Bolsonaro mantiene una guerra abierta de intereses apoyado en la Récord y ahora la CNN Brasil. Es quien dijo que Lula debía ir al funeral de su hermano por razones humanitarias. Y declaró para oponerse al traslado de la embajada a Jerusalén. Hay cortocircuitos. Y va a haber más dado que no tienen sólo poder directo en el Ejecutivo, sino también en cargos estratégicos del Estado. Y van a confrontar tal vez internamente. El segundo bloque tiene al zar de la economía Paulo Guedes que puso gente con credenciales de los Chicago Boys con claros objetivos ideológicos, y ya está planteando la agenda ultraliberal. La agenda va de la reforma de la Previdência (Jubilación), inspirada en el modelo chileno de capitalización privada, reforma tributaria y privatizaciones del Estado, menos Petrobras y dos bancos públicos. Y el ajuste fiscal monstruoso porque la deuda pública es muy alta.

 

Publicación de O Globo por los primeros 30 días de gobierno. Las bases militares norteamericanas entre los medidas que volvieron atrás, y el dato de las tensiones al interior del bloque militar.

 

Dos pilares. ¿Cuáles son los otros?

Uno importante es (Sergio) Moro en el ministerio de Justicia, una derecha no tosca como el ultrabolsonarismo, que hace su propia carrera y va a tener recursos de poder como la policía federal y prioridad en el combate a la corrupción y al crimen organizado. Ese es el soporte de legitimación ideológica que se usó en la campaña. Un poder simbólico, pero que también empezó a chamuscarse por el escándalo que vincula al hijo mayor de Bolsonaro con transacciones financieras y relaciones más que peligrosas con las milicias.

 

Infografía de la Folha de San Pablo. Las vínculos de Flavio Bolsonaro con la milicia. Flavio Bolsonaro es diputado por Río de Janeiro desde 2003. El escándalo golpea contra una parte del voto ideológico.

 

La cuarta pata es la extrema derecha descarnada y grotesca, diría. Aquello que está representado en el canciller (Ernesto Araujo), que habla de lucha contra el globalismo cultural marxista occidental y que tiene a Trump como baluarte de esa defensa. Es el nombramiento que hizo el gran gurú ideológico Olavo de Carvalho, que formó a ese núcleo bolsonarista más ultra y domina mucho las redes sociales, a las cuales el propio Bolsonaro alimenta con su activismo virtual. Y luego el ministro de Educación que dice que está contra la ideología de género, la escuela sin partido, ese reaccionarismo moral de la ultra derecha con apoyo de los sectores neopentecostales. Y la inenarrable ministra pastora de la familia, la mujer y los derechos humanos.

Hay parecidos con al comienzo del macrismo, la idea del ensayo y error. ¿Qué pasa con la calle?

Hay una cantidad de decisiones que toman y luego dan marcha atrás. Es un comienzo muy confuso, muy poco claro, a lo que se suma una nueva operación y por lo cual sólo se comunica por Twitter. Pero la gran cuestión es la estrategia de plantear la agenda neoliberal para anunciar que vienen con todo. La reforma de la Previdência va a ser brutal. Y la reforma tributaria. Por eso es necesario no dedicar toda la atención a las cosas ideológicamente más bárbaras, sino ver lo que viene por atrás, la (in)seguridad militarizada, la economía política, las políticas económica, financiera y social. Van a tener un problema serio en el Congreso porque no será fácil articular apoyos para las banderas muy anti-populares. Y creo que van a tener problemas si comienzan a perder sustento ideológico, por eso es importante todo lo que sucede con el hijo. ¿Pero qué ocurrirá? Hay que esperar, porque el futuro inmediato es imprevisible. Lo cierto es que no hubo luna de miel. Y ya comienzan a manifestarse las primeras frustraciones y hay muy bajas expectativas de parte de los 57 millones de electores que lo votaron hace exactamente tres meses.

 

 

 

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