El camión del Servicio Penitenciario enfiló hacia la puerta de proveedores, la única entrada despejada. Lunes 7 de septiembre. Cuando llegó la puerta estaba cerrada. Atrás del camión que llevaba a Lázaro Báez, avanzaba el auto de su abogado. El abogado marcó un número. Ayres del Pilar es un barrio cerrado, organizado en torno a una sociedad anónima conducida por un directorio cuyos integrantes se renuevan una vez al año, y con apoderado. El apoderado es otro abogado. Cuando el abogado de Báez le pidió que por favor abra la puerta, dijo: no puedo. Y dijo: si la abro, me matan. Pocos minutos después la caravana probaba por la única puerta que les dejaron abierta: la entrada principal ubicada frente a las barreras de seguridad, un vallado que a esa hora, todos sabían, era una trampa.
El juzgado federal de Campana investiga desde entonces dos datos de la caceroleada que le impidió finalmente a Baez cumplir prisión domiciliaria en su casa. Los daños al móvil del SPF. Y la actitud de uno de los vecinos, campera roja, empleado de una concesionaria de autos usados en San Isidro. Es la persona que en medio del gentío se apartó un momento, caminó, y buscó algo. Todo estaba en revuelo. Las barreras bajas. Y el vecino levantó, entonces, una maza del piso y de un golpe partió el parabrisas del móvil donde estaba el empresario.
Como los vidrios estaban revestidos de lámina, no se cayeron. El hombre fue demorado de todas maneras el jueves pasado. El juez federal Adrián González Charbay, que suele entender las protestas, también entiende los límites cuando algo pone en juego la vida de otros. En este caso identificó al hombre, Jorge Guimarey, quien vive en el barrio, lo notificó, le dijo que había una causa, hizo allanamientos y encontró escondida la camperita roja en la concesionaria de autos usados.
Ayres de Pilar existe desde 1999. Viven unas 780 familias, algo más de 3.000 personas, con promedio de edad debajo de cincuenta años. Hay cancha de fútbol y cancha de tenis, pero faltan espacios abiertos para deportes y espacios comunes. Nadie se cruza demasiado con nadie y cada cual vive para adentro. Es uno de los lugares atravesados por unos y otros. Pero los otros son los que en este momento ganan la calle. En el mes de julio, alguien avisó en el chat general que a Lázaro Báez iban a darle la domiciliaria. Esa vez también salieron, pero en los chats no sólo circulaban las voces de los vecinos, también estaban las de TN.
–Este mensaje me lo mandó la periodista de TN –dijo una mujer—. Convoquen, traten de ir todos a las diez de la noche a la puerta, con los chicos, mucha gente, que ahí nos va a filmar. Y piensen qué marido o cuál de ustedes quiere aparecer en las cámaras.
Algo parecido sucedió el lunes pasado. A las cuatro de la tarde comenzaron a circular los mensajes.
–Este país es un viva la pepa –dijo uno--: todos los delincuentes a la calle.
Y otros.
En los chats también circulan mensajes de una tal Liliana y María Cristina, muy activas, pertenecen al espacio político de Marcela Campagnoli, diputada de la coalición cívica libertadora de Elisa Carrió, hermana del fiscal de las campanas. Campagnoli avivó la proclama esa tarde en las radios y a través del Twitter. Se quejó de la justicia corrupta. A las 16.33 todavía faltaban horas para el mazazo contra el auto pero otra de las vecinas preparaba los ánimos. A esa hora todos habían discutido, pensado y repensado cuál era exactamente la parcela de Báez. Ya está, dijeron, es el lote 37, la arbolada. Y una de ellas, entonces invitó a todos a acercarse, había que llegar temprano, dijo, para quemarla, antes de que llegue.
No era el lobo. Era Báez.
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