La Forestal y el espejo de África
Las lecciones que deja la política predatoria de La Forestal, a un siglo de la rebelión histórica
Hace un siglo temblaba el norte santafesino. Los trabajadores de La Forestal se declaraban en rebeldía, exigiendo mayores salarios, mejores condiciones de vida y de trabajo y respeto de los jerárquicos. Actualmente se realizan conmemoraciones en Santa Fe, con el apoyo del gobierno y algunos municipios. La resistencia de los de abajo es una de las lecciones sobre las que conviene ahondar en estos días, sobre todo en vistas a intervenir en el áspero campo de las memorias y los olvidos, donde el negacionismo hace de las suyas. Pero un repaso de lo que dejó y se llevó La Forestal tras más de medio siglo de presencia en el país puede arrojar algún balance igual de útil.
Caja de herramientas
La Forestal es una gran caja de herramientas que nos permite conversar y reflexionar sobre distintos problemas de la realidad. El de la violencia empresarial contra el trabajo es uno de ellos. Aquella gran rebelión terminó a comienzos de 1921, con la política de lockout y la movilización de una Gendarmería Volante financiada por la empresa que persiguió y asesinó a centenares de obreros y sus familias. El profesor David Quarin encontró recientemente un documento que enseña el asombro del jefe de policía santafesino por las barbaridades que cometía esta policía montada en presencia de los gerentes y altos empleados.
Pero existen muchas otras problemáticas que conviene abordar desde un presente en el cual las poblaciones son permanentemente maltratadas, hostigadas y expropiadas por las políticas de las grandes corporaciones. En un reciente encuentro en San Lorenzo, debatimos con docentes y futuros docentes terciarios y estudiantes de secundario de la región sobre “las Forestales de la actualidad”, como las llama el colega Carlos del Frade. Allí nos sorprendimos al escuchar a chicxs de quince años denunciar y problematizar su realidad familiar de desocupación y enfermedades laborales, en una localidad por cuyo puerto las empresas mineras y aceiteras se llevan cuantiosas riquezas. Del Frade escribió sobre ello.
Sobre el drama de la fuga de riquezas nativas, ya sean recursos naturales o el esfuerzo del trabajo de la población, La Forestal tiene todo para decir. Los obrajes de quebracho en el chaco santafesino, incluso un primer desarrollo industrial con aserraderos y fábricas de tanino (extracto), ya existían cuando se creó La Forestal en 1906. Los capitales franceses y alemanes instalados con anterioridad recurrieron entonces a Londres para ampliar la escala de producción de la fabulosa riqueza descubierta del quebracho colorado, que ofrecía un tanino que no tenía comparación en el mundo por su capacidad para curtir, colorear y dar flexibilidad a las pieles de animales (industria del cuero). Esta industria nacía con el sello del imperialismo, sumado al proceso previo de conquista, expropiación y proletarización de los pueblos originarios y al fraudulento regalo de tierras por deuda externa. La compañía cerró su última fábrica en 1963 y con ello fue destruida esa industria en el país, que subsiste de manera marginal en Chaco y Formosa controlada por capitales franceses.
Lo que deja la historia de La Forestal es una gran fuga de recursos y un triple trauma colectivo:
- la masacre,
- la depredación del bosque milenario de quebracho y
- el abandono.
La presencia de La Forestal se empequeñece cada vez más, aunque persiste en las memorias. Lo que nos queda por reflexionar es mucho todavía. En este sentido, la mirada en espejo con el desarrollo de esta industria en África puede ser frustrante, pero a la vez liberador.
Metales, mimosa y finanzas
Pese al incremento de su presencia en la Argentina, ya en la década de 1910, The Forestal penetró en Sudáfrica avanzando sobre dos empresas competidoras entre ellas, la South African Extract Company Ltd. y Natal Tanning Extract Company. Con posterioridad, hacia 1920, cuando la rebelión obrera en la Argentina estaba en su momento crucial, fundó The Kenya Tanning Extract Company en el este africano. Desde entonces creció con fuerza la industria del extracto (o tanino) de mimosa, pasando a compartir el mercado mundial del tanino con los extractos de castaño (en Europa) y de quebracho. The Forestal controlaba los circuitos de la mimosa y del quebracho y con ellos llegó a dominar más del 80% de la producción y comercialización total.
Mientras en Argentina se atravesaba la “época de oro” de La Forestal, los capitales seguían fluyendo hacia África. The Forestal controló también por entonces la East African Tanning Company en Kenya y desde 1945 la Wattle Company en Zimbabwe. Al mismo tiempo se consolidaba la comercialización del tanino de mimosa a través de la compañía Humpreys, Percival Elis, fundada en 1926 y comprada por The Forestal en 1930, cambiaría varias veces de nombre hasta la actualidad, cuando opera bajo la razón social Forestal Mimosa Limited.
Consolidado este tanque productivo y comercial en tierras de la Commonwealth, cuando The Forestal interpretó que los costos en Argentina se habían elevado demasiado (no únicamente los laborales, sino los de transporte por haber depredado las reservas en las cercanías de las fábricas), decidió abandonar el chaco santafesino. La etapa de crisis se extendió varios años, entre las décadas de 1940 y 1960. “Cuando La Forestal cerró fue como que se hubiese abierto la tierra y nos tragaba a nosotros que nos quedamos sin trabajo”, le contó un antiguo poblador de Villa Guillermina a la antropóloga Marcela Brac, para su investigación de doctorado sobre las memorias e identidades de los pueblos forestales.
La liquidación de la industria del quebracho, similar a las transformaciones que vivió la industria del azúcar, se adelantaron en más de una década a la “desindustrialización” iniciada por la última dictadura, pero no faltaron conexiones de todo tipo con el arrasador mundo de los capitales financieros que todo lo transformaba violentamente por entonces. En efecto, uno de los últimos directores de La Forestal en Argentina a fines de los años '60 fue José Alfredo Martínez de Hoz.
The Forestal vendió sus activos en África a fines de los años '60 al conglomerado británico Slater Walker, que por entonces sería conocido como un holding financiero especializado en conquistar compañías y alterar sus políticas y cuyo principal accionista Jim Slater terminaría condenado en 1975 por distintos cargos de violación a las legislaciones comerciales y financieras. Slater Walker salió del pozo cambiando de manos en varias oportunidades, hasta su forma actual bajo el nombre de Invesco Ltd., un gigante de fondos de inversión estadounidense con sede en Atlanta que opera con activos financieros en la Argentina y cuyo jefe de estrategia, Sean Newman, ya vaticinó a sus accionistas un cómodo triunfo de Alberto Fernández en las muy próximas elecciones presidenciales y advirtió mantenerse atentos frente al regreso del “populismo”.
Cuando Slater Walker entró en crisis en los años '70, las fábricas de The Forestal en el este africano fueron adquiridas por London and Rhodesian Mining and Land Company Limited (LONRHO) y las del sur africano por la Anglo-American Company, ambas mayores productoras mundiales de los metales del platino, entre otras producciones, y ambas hoy intervenidas por Sibanye-Stillwater, una de las diez mayores productoras de oro en el mundo. Antes de esta última intervención, a fines de los años '90, Lonrho y Anglo-American salieron del negocio del extracto de mimosa, siendo cerradas las fábricas en Kenya y transformándose las de Sudáfrica, que continúan en funcionamiento.
Cuestión de costos
Uno de los grandes debates al momento de retirarse La Forestal del país era la posibilidad de reforestación del quebracho colorado, árbol que tarda décadas en poder explotarse. Desde la compañía siempre se alegó que aquello no era posible y que distintas instancias experimentales no habían rendido frutos. Lo cierto es que, como recuerda el investigador Adrián Zarrilli, para 1940 La Forestal consumía diariamente más de 1300 toneladas de rollizos, unas 400.000 toneladas anuales, significando el exterminio por esa vía de 16.000 hectáreas de bosques al año. La Forestal terminó sus días aquí ordenando a los hacheros el “degüello” de quebrachos jóvenes.
Pero tempranamente se había advertido sobre la depredación. En 1941, Arturo Ragonese, ingeniero de la provincia de Santa Fe, y Guillermo Covas, investigador de la Universidad de La Plata, sintetizaban años de denuncias y llamaban a reglamentar de inmediato la explotación y reforestación del quebracho. Unos años más tarde, el reconocido doctor en ciencias químicas Ernesto Mazzey argumentaba en favor de la multiplicación natural y replantación de este árbol y señalaba que “las informaciones gentilmente facilitadas por esta importante compañía confirman la posibilidad de conseguir un crecimiento, aunque muy lento”. Pero el capital no entiende de tiempos lentos. A comienzos de los años '70, Leopoldo Romero, a pedido del Consejo Federal de Inversiones, proponía alternativas para mantener en pie a la industria del tanino que decaía junto al achicamiento mundial de la industria del cuero. No hubo caso.
La perspectiva en África fue distinta. Una rápida visita al sitio web de The Natal Tanning Extract Company deja ver que ya llevan 90 años de explotación de las plantaciones de mimosa. La mimosa, no lo dijimos antes, es el nombre común en castellano para una especie de acacia y en inglés lleva el nombre de silver wattle. En Sudáfrica, muchas de estas compañías explotan también otras especies de acacias, llamada genéricamente black wattle, entre otros árboles. En la web de esta compañía hija de The Forestal, se explica: “Existen alrededor de 110.000 hectáreas de plantación comercial de black wattle, cultivada por unos 2500 granjeros, la mayoría de los cuales son pequeños productores negros. Los árboles crecen en un ciclo de 8-10 años y son administrados de tal manera que se asegura que los cultivadores reciban un ingreso regular por sus árboles y que una provisión regular de su corteza esté disponible para procesar en las fábricas de extracto”.
El espejo africano
¿Pudo haber sido este el camino a recorrer por los pueblos forestales? No podemos saberlo ni tampoco hay por qué creer que este diseño sudafricano esté exento de todo tipo de conflictos. Lo cierto, de todas formas, es que la constatación del funcionamiento de esta actividad en otra parte del mundo arroja una sombra fulminante sobre los anhelos industrialistas de los pueblos forestales, desde los cuales se viene trabajando fuertemente en los últimos años para desterrar el estigma de “pueblos fantasmas”. Un buen ejercicio crítico es seguir los movimientos de capitales que, lógicamente, sólo están interesados en la acumulación y no aceptan controles ni regulaciones de ningún tipo. La historia de La Forestal en el país sumó el hecho de que los Estados permitieron ese proyecto cortoplacista.
Son muchos los debates que dispara La Forestal, enormes y profundas las problemáticas que llegan hasta el día de hoy, con comunas y comisiones que hurgan sus memorias y recuperan su identidad de pueblos forestales, que incorporan institucionalmente temas silenciados durante décadas. En este caso, lo que por mucho tiempo se negó a través de un entramado cultural regido por la empresa, al cumplirse los cien años de aquella rebelión obrera, vuelve a cobrar sentido. Mucho más cuando accedemos a análisis especializados sobre el rol del imperio británico en África, como el que hicieron Jean Jacques Van Helten y Youssef Cassis en el libro Capitalism In A Mature Economy: “La capacidad financiera [de The Forestal] para intervenir en Sudáfrica y expandir la producción del extracto de acacia provino –explican— no tanto de la venta de la gran estancia en 1920 en Argentina, sino de la reserva de ganancias acumuladas de la producción de quebracho entre 1906 y 1919”.
Entonces cobra sentido la rebelión de hace un siglo y que, después de sofocarla violentamente, la empresa haya consolidado sus posiciones en África al mismo tiempo que desarrolló una política de “beneficios forestales” con la que conquistó los corazones de una buena parte de aquellas poblaciones. Bienestar que todavía perdura sedimentado en las memorias, pero cuyo recuerdo puede terminar de agrietarse si se conmueve frente al espejo africano que revela lo que se perdió de ser.
Un espejo al que nos enfrentamos todos, en tiempos de cambios políticos.
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