La fiesta ajena
La ministra Pettovello celebró en Arabia datos que en verdad deberían alarmarla
El optimismo libertario desbordó el enero árabe junto a la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, que celebró como auspiciosos números que mejor invitan a la alarma o –cuanto menos– la cautela.
El miércoles 29, Pettovello participó brevemente en un panel de la Conferencia Mundial del Mercado Laboral, en la capital saudí. Luego se reunió con su par local, Ahmed Al-Rajhi, que no llegó al Ministerio de Recursos Humanos y Desarrollo Social de la monarquía desde algún tipo de militancia gremial, sino como un empresario que representa a otros. El suyo no es el país que más respeta los derechos obreros, en particular de los migrantes.
Tanto en su disertación como a través de las publicaciones de Capital Humano que la reseñaron, la ministra compartió datos que “reflejan el impacto de las políticas en la mejora de las condiciones laborales y la reactivación económica”. Como correlato de una “batalla cultural” que supondría recuperar el valor del trabajo, Pettovello expuso que
- la población con empleo registrado alcanzó 13,27 millones de personas; y
- el empleo asalariado en el sector privado llegó a 6,245 millones en octubre.
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Los números provienen de estadísticas reales, pero los propios registros gubernamentales deberían mesurar tanto optimismo:
- el trabajo registrado cayó en seis de los once meses de 2024 relevados hasta noviembre, y sólo en dos logró tímidas recuperaciones; y
- la contracción anual estuvo impulsada no por las casi 38.000 desvinculaciones en el estigmatizado empleo público, sino por la destrucción del sector privado para el que se pensó la reforma de las regulaciones laborales que –en la formulación que la ministra llevó a Arabia– “históricamente desincentivaban la contratación formal”.
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Lo libre es la caída
Pettovello basó su exposición en los datos publicados por la Secretaría de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, que reúne la muestra más completa de empleo registrado. A diferencia de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, que proyecta sus recolecciones sobre 31 aglomerados urbanos, los periódicos informes de la Secretaría se basan en las declaraciones juradas que deben presentar los empleadores de todo tamaño y sede. El único sesgo es mínimo, porque las presentaciones patronales pueden demorarse. Por ello, los datos son consignados como provisorios entre diez y doce meses después de la fecha a que corresponden.
El último informe presenta números de noviembre, cuando existían 13,281 millones de personas con empleo asalariado registrado: 10,148 se repartían entre el sector privado, el público y la labor en casas particulares, y 3,133 millones eran monotributistas o autónomos.
Confrontado con el último mes completo del gobierno de Alberto Fernández, el total bajo registro se redujo casi dos puntos, que equivalen a 186.500 trabajadoras y trabajadores menos. La mayor contracción no obedeció a la voraz motosierra sobre el denostado ámbito público, que cayó 1,5%, sino al presuntamente favorecido sector privado: su empleo retrocedió 1,9%. Peor aún fue la caída entre el personal de casas particulares, que llegó al 3,3%, siempre en términos interanuales.
Previsiblemente, la distribución en el territorio siguió las tendencias corroboradas en otras variables de la economía y el desarrollo. Sólo cuatro provincias (Neuquén, Chubut, Mendoza y Río Negro) presentaron variaciones positivas en la comparación interanual, aunque en ningún caso superaron un alza de 2,5%. En cambio, cinco jurisdicciones del noreste y el noroeste se incluyeron entre las ocho de más intensas caídas: en Formosa fue de 10,1%, en La Rioja de 9,2%, en Santiago del Estero y Catamarca de 7,8% y en Chaco de 5,2%.
Privados de trabajo
Los 119.600 trabajadores menos en el sector privado correspondieron en mayor medida al rubro de la construcción, que se desplomó 15,3%. En hotelería y gastronomía la merma fue de 2,8% y en industrias manufactureras, de 2,1. El mismo porcentaje de retroceso correspondió a las labores vinculadas al transporte, el almacenamiento y las comunicaciones.
Con los últimos datos procesados, a septiembre pasado, el gobierno de Javier Milei acumula tres trimestres de caída interanual en el empleo asalariado registrado del sector privado. La primera no llegó a medio punto, pero las dos siguientes se ubicaron en 2,2 y 2,7 contra iguales periodos del año anterior. La serie histórica de los últimos 28 años evidencia que los retrocesos nunca se limitan a un único periodo trimestral. Por el contrario, suelen anudar como mínimo tres.
La última serie extensa de retracciones se produjo entre el festival de fuga de capitales de la segunda parte del macrismo y el inicio pandémico del gobierno de Fernández, cuando se acumularon once trimestres de caída. Desde el segundo de 2021 hasta el último de 2023 las variaciones fueron positivas.
Otras series de destrucción de empleo estuvieron vinculadas con la crisis económica internacional de 2008 y 2009, que frenó los porcentuales de crecimiento del kirchnerismo, de dos dígitos en una decena de periodos consecutivos. Esos traspiés, que abarcaron nueve meses, significaron los únicos registros interanuales negativos bajo los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Entre el 25 de mayo de 2003 y el 10 de diciembre de 2015 hubo medio centenar de trimestres en que no hizo falta eliminar derechos laborales para aumentar el empleo. Por el contrario, se reabrieron paritarias.
Como contrapartida, los peores registros de las últimas tres décadas se dieron durante el derrumbe de la convertibilidad. En los cuatro años que debió ocupar el mandato de Fernando de la Rúa, sólo hubo un muy tenue crecimiento interanual del empleo asalariado privado durante dos trimestres. Fue en el lapso inmediatamente posterior a la flexibilización laboral consagrada a banelcazos y el pasamanos de deuda que se conoció como un “blindaje” otorgado por el propio acreedor, el Fondo Monetario Internacional.
Lo fugaz y módico de ese resultado debería tener efectos pedagógicos, porque son las mismas dos llaves en que confía ahora el gobierno de Milei para revertir la tendencia. Como entonces, en un año de elecciones legislativas es lindo dar buenas noticias.
Hipertensión
La exposición de Pettovello en Riad no fue la única autocongratulación ministerial, a poco más de un año de gobierno. El jueves 6, en otro de sus recientes comunicados, Capital Humano celebró también que “el nivel de conflictividad laboral en el sector privado observado durante el segundo semestre de 2024 ha sido el más bajo de los últimos 19 años”.
El documento contrasta un promedio mensual de 14 conflictos con paro en 2024 con 47 en 2014. Sin quererlo, desmiente así que los gremios no vayan a huelga bajo gobiernos peronistas o kirchneristas. Por entonces, un reclamo habitual de los sectores mejor remunerados era no pagar el Impuesto a las Ganancias, punto incumplido entre las promesas con que Mauricio Macri destacó en la campaña electoral de 2015.
Con la amenaza represiva siempre latente y la constante destrucción de puestos de trabajo, no es incomprensible que la conflictividad se halle fuertemente condicionada a favor de un gobierno que regula a la baja las paritarias acordadas. Ni el dólar ni las negociaciones de partes son libres en la Argentina libertaria.
La EPH del INDEC estimó que, en los 31 aglomerados urbanos sobre los que recolecta y proyecta datos, la desocupación cerró el tercer trimestre de 2024 en 6,9%. Con ello, redujo los porcentuales del primer semestre, ubicados entre 7,6 y 7,7% con cada corte, pero se mantuvo todavía más de un punto por encima del nivel en que la dejó Alberto Fernández. La brusca devaluación tras el recambio presidencial afectó tanto a los salarios como a los precios de los productos y servicios que ya cada vez menos bolsillos pueden pagar. Más de la mitad de los actuales desocupados comenzó sus búsquedas de trabajo entre abril y septiembre, mes hasta el que llegaban los últimos registros del INDEC al cierre de esta nota.
Pero, como advirtió El Cohete en octubre de 2023, el análisis del mapa laboral no se agota en el índice de desocupación. No es el único factor que tira hacia abajo salarios y condiciones: también deben sumarse quienes tienen empleo pero pretenden cambiarlo o complementarlo y el resto de la mano de obra disponible, con lo que la presión real sobre el mercado de trabajo no es de un dígito, sino que en el penúltimo trimestre de 2024 se situó en 30,2%. Tres puntos y medio por encima del último lapso trimestral completo de Alberto Fernández.
Menos puestos, más personas que los necesitan. Golpes certeros de una mano que algunos perciben o anuncian invisible.
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