La fama es puro cuento

Cuando las palabras contrastan con la realidad

 

Resulta notoria la velocidad de ahondamiento en los últimos días de la distancia entre los cada vez más exultantes discursos, mensajes e interpretaciones del oficialismo, sus voceros y de los veneradores anarcocapitalistas —tantos locales como del exterior— respecto a la realidad de la Argentina.

Los fans libertarios pueden creer en la ponderación que hizo Javier Milei en una nueva visita a España de que “venimos del futuro para contar una historia que es deseable evitar: el daño que causa el socialismo”, al referirse a las declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, sobre el “resurgimiento” de la Argentina. Pueden también conmoverse con el discurso del primer mandatario en la recepción de una distinción brindada por acólitos entusiastas en Alemania, afirmando, sin sustento: “Estamos saliendo adelante, estamos siendo exitosos en controlar la inflación, está la actividad recuperándose”. También, por supuesto, pueden entusiasmarse con éxtasis futuristas con la inmodesta auto-proclamación de Milei en la República Checa de esperar recibir en el futuro el premio Nobel de Economía. Pero, ya en la Argentina, resulta cada vez más evidente que las desmesuras verbales, loas ideológicas y profecías deseadas no pueden ocultar la verdad.

El gobierno se encuentra, a pocos meses de asumido, ante un cuadro de rápido empeoramiento y una encrucijada de opciones en el horizonte. Se trata de crecientes problemas, en buena medida también derivados de sus propias acciones y falsas expectativas. Sus manifestaciones son tan diversas como:

  • La naturalización de la caída de ingresos de la mayor parte de la población que conlleva el rápido aumento de la desocupación y la marginación social.
  • Las mayores exigencias de ajustes del FMI que pueden hacer ahondar aún más la enorme desarticulación de la sociedad, previendo que “la recesión podría prolongarse más provocando más penurias y tensiones sociales”.
  • Las demandas y presiones crecientes de exportadores para una devaluación del peso, que, pese a ser reiteradamente negada por el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, su salto se reflejaría en un nuevo impulso inflacionario.
  • La recesión inducida, sin visos de reversión en el horizonte inmediato, aunque se afirme lo contrario, que, contra las promesas iniciales de Milei de que antes de subir un impuesto se corta un brazo, se viene retroalimentando con mayores tributos impulsados por el propio gobierno (aumento de derechos de exportación y tasa de impuesto PAIS al comenzar su mandato, la reimposición ahora de ganancias personales definida en la flamante la ley Bases).
  • La desconfianza que se evidencia en el comportamiento de jugadores financieros luego del festival especulativo y de mayor endeudamiento público de los primeros meses de gobierno, que se pone en evidencia con el crecimiento del denominado “riesgo país” y la negativa a brindar nuevos “fondos frescos” por parte de organismos multilaterales o inversores privados para desregular el mercado cambiario.
  • La gestión gubernamental muestra serios grados de falta de rumbo, imprevisión, inacción e incapacidad que se expresan en la ola de escándalos, cambios a los manotazos por disputas internas y denuncias y renuncias de funcionarios gubernamentales de alto nivel.
  • Las divergencias que han ido creciendo en el establishment económico y financiero, tanto local como del exterior, que compró el “fenómeno Milei” también azuzando, saludando y apoyando en un principio las medidas de dureza económica y social inmediata de “motosierra”, pero que ahora plantean reservas. Se perciben cada vez más incongruentes referencias a exigir más medidas para “salir de la recesión”, no pudiendo siquiera reconocerse que la profundización del mismo rumbo puede ser un tirabuzón seguro de deterioro económico, productivo y social y generar aun mayores desequilibrios monetarios, fiscales y financieros.

Los caballitos de batalla argumentales de Milei y de su, por ahora, ministro de Economía, de inflación prometida en baja por severos recortes públicos, anulación de la emisión monetaria y la confianza inmediata de los mercados en los “logros” de equilibrio, confianza, estabilidad y previsibilidad, se verifican volátiles o directamente inexistentes.

 

 

Las alternativas

Con la aprobación de la ley Bases por parte del Congreso nacional, el gobierno consiguió concentrar, con aval político de libertarios, el PRO, la UCR, Corriente Federal y Coalición Cívica, poderes de “emergencia pública en materia administrativa, económica, financiera y energética”. El interrogante es qué hará con la amplia capacidad discrecional ganada. No habrá más excusas de impedimentos de “castas políticas” cuando ha negociado y logrado el apoyo de ellas, que espera consolidar en Tucumán en julio con el respaldo de gobernadores.

Pero las urgencias económicas acosan, y su propio camino recorrido y las promesas desvariadas acotan las opciones inmediatas que enfrenta al gobierno a:

  1. Ahondar aún más el ajuste fiscal y la recesión económica, manteniendo el sistema de control de cambios de devaluación de la cotización del 2% mensual y el mix de liquidación de exportaciones con la esperanza de que la mayor recesión, con un paralelo aumento de desocupación y caída de los ingresos de la mayor parte de la población, al nivel que llegue, discipline precios y tasas de interés, deshaga expectativas devaluatorias y desarticule la protesta social.
  2. Con mayor probabilidad, pese a analistas que suponen la existencia de un “Javier Milei en guerra con el FMI”, aceptar las exigencias devaluatorias del organismo en Washington por vía directa o indirecta, afirmar la presión tributaria, acelerar ajustes tarifarios, mantener acotamiento de gastos del “no hay plata”, afirmar la desregulación laboral y desarmar la promesa de inflación en baja que ha sido la referencia discursiva central del oficialismo en el último período.

Ambos caminos serían un “más de lo mismo” de la desarticulación nacional y social por priorizar los condicionamientos financieros, con las únicas expectativas endebles de reversión de lograr inversiones de enclave por las enormes ventajas ofrecidas por el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) incluidas en la ley Bases o la ilusión de nuevos créditos y concesiones para liberar el mercado de cambios que aspiran las minorías que “ven dólares”.

Vale entonces considerar la atinada observación de la letra del tango “La vieja viola” para describir la turbulencia de promesas y fantasías de éxito creído por fulgores ilusorios, que bien pueden ser también los circunstanciales del poder. Para quienes sufren el despojo y la arbitrariedad de políticos efímeros, es la necesidad de no quedar paralizados y comprender que “la gola (garganta, y en este caso el palabrerío) se va, la fama es puro cuento y andando mal y sin vento (dinero), todo, todo se acabó”.

Urge hoy no quedarse solo en la resignación o la queja melancólica, sino bregar por defender la sociedad y proponer caminos y propuestas alternativas consistentes. Con tanto desatino y agresión hay que hacerlo con seriedad y sin demora.

 

 

 

 

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