O el gobierno impone su ajuste o el pueblo, en la calle, garantiza sus derechos
La decisión de los dirigentes del sindicato de camioneros “los Moyano” de convocar a una movilización nacional sacudió el escenario de representación sindical de los últimos años. El hecho consagró la fractura del triunvirato y congregó a nuevos espacios dentro de la CGT, sumando a ambas expresiones de la CTA y al amplio espectro de las llamadas organizaciones sociales.
La convocatoria se fue ampliando y la reivindicación de los choferes es uno de varios ejes convocantes. La reforma previsional, revancha pendiente de las marchas de diciembre, aparecen junto a la reforma laboral entre los dientes de los convocantes, que se preparan para una pelea en serio. Es, sin dudas, el mismo espectro que movilizó días antes del 1º de mayo de 2016. La foto del movimiento obrero en lucha.
El gobierno tiene urgencias por mostrar autoridad y desarrolla varias estrategias para frenar el estado de movilización permanente. Por un lado, desempolvando prontuarios de burócratas de bajo precio, para mezclarlos con dirigentes reconocidos que han conquistado mucho bienestar para sus bases, ponerlos en la licuadora de la prensa exprés y exhibir como producto al sindicalismo responsable del atraso y de la inflación. Llama la atención que luego de derogar la paritaria nacional docente no hayan llamado a discutir recuperación salarial en ninguna provincia. Las patronales bancarias ofreciendo un aumento del 9% frente a una inflación anual fijada por el gobierno en un 15% hacen pensar que la ley de inversiones público-privadas es también para las paritarias. El gobierno despide, ellos despiden. El gobierno no da aumento, ellos tampoco.
La enorme resistencia que se ha ido construyendo alrededor de los despedidos de todo el país, empezando por la mina de Río Turbio y siguiendo por los petroleros patagónicos, los trabajadores de Fanazul y Cargill en General Lagos (Santa Fe), el Indec, el Hospital Posadas, el INTI, metalúrgicas de La Matanza, etcétera, da cuenta de conflictos no cerrados y de la intención de agrandar la pelea para poder encontrar una salida.
La fecha del 21 de febrero actuará como punto de partida de una escalada que contiene, de por sí, al mes de marzo. El 8 marca la convocatoria internacional de los movimientos de mujeres con el formato de un paro global, y el 24 la histórica marcha de la Memoria, la Verdad y la Justicia que este año marcará un nuevo récord de concurrencia.
Los motivos sobran. Las condiciones para una gran marcha están aseguradas. Apareció lo que faltaba: la decisión política de construir la unidad necesaria para plantar una dirección que garantice continuidad al plan de lucha.
Un gobierno que cierra puertas pero ningún conflicto sigue apostando a la “mano dura” y la intransigencia. Esta estrategia puede servir para ganar una elección. Nunca para gobernar. La permanente contradicción entre el discurso y la práctica lo hace navegar permanentemente en las aguas del como si. Impone decisiones reñidas con la Constitución y las leyes en nombre del dialogo y el consenso. Impone reformas estructurales presionando como nunca antes a un parlamento vallado y rodeado de cientos de miles de ciudadanos que reclaman, mantiene ministros que han protagonizado actos repudiables y felicita a policías que atropellan y matan. El mensaje simbólico del presidente pretende mostrar autoridad para infundir miedo.
El gobierno de Macri le desorganizó la vida a la sociedad. Ya no es la sumatoria de individuos con problemas económicos crecientes, sino colectivos mayoritarios como los jubilados, a los que los ajusta en el presente y les socaba los mecanismos que hacen sustentable lo poco que les resta de futuro.
Frente a este estado de cosas, una convocatoria que sobrepase los límites de los que pensamos parecido empieza a despuntar como alternativa para un camino de salida.
Para quienes reclaman que la convocatoria debía haber sido hecha para hoy, o mañana a más tardar vale recordar que los conflictos en marcha no se agotaran de aquí a 15 días. Los grandes triunfos del movimiento de los trabajadores requirieron de tiempo y organización. Cuando el poder del Estado y sus aparatos están del otro lado, hasta las peleas más chicas requieren de aliento largo.
La agenda de protestas sumará esta semana el plan de lucha de los bancarios, la paritaria docente y las luchas por reincorporar a los despedidos, garantizando hasta el 1o. de mayo un escenario de movilización permanente. Ese clima realineará la política y la derecha empezará a encontrar la oposición parlamentaria que merece. Del resto se ocuparan los acreedores. Pensar que fabricarán lluvia de dólares por la vía del endeudamiento implica renegar de la lógica del capitalismo a escala planetaria. O el gobierno impone su ajuste o el pueblo, en la calle, garantiza sus derechos. La historia suele mostrar muchas veces escenarios parecidos y el desenlace nunca es demasiado diferente. La masividad de las movilizaciones es el único antídoto a un gobierno que sigue apostando al escarmiento.
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