LA DOMA En LA JAULA DE HIERR0

Las burocracias profesionales de Cancillería y Defensa, sin reacción ante los desatinos presidenciales

 

En su clásico La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), el sociólogo alemán Max Weber utilizó la metáfora de la “jaula de hierro” para dar cuenta de la pérdida de libertad y autonomía que experimentaban los seres humanos ante la racionalización intensiva y la expansión de la burocracia como forma organizativa de las sociedades industriales. Pese a que concebía al orden burocrático como la forma más eficiente de organización del Estado y de control de la gestión administrativa, también interpretaba que el carácter técnico llevado al extremo producía una suerte de “desencantamiento del mundo”. Ante ello postulaba la centralidad de la política como respuesta a ese desencantamiento, ubicando a la racionalidad material —los conceptos políticos, éticos o culturales— por encima de la racionalidad formal, asociada al funcionamiento práctico e impersonal de las burocracias. En definitiva, la burocracia era fundamental para la eficiencia de las organizaciones modernas, pero sabiamente entendía que la política debía estar por encima y conducir los destinos de la sociedad.

En el plano de la política exterior, quien resumió con más agudeza el peso de las organizaciones en los procesos de toma de decisiones fue Theodore Sorensen, ex consejero, speechwriter y biógrafo de John F. Kennedy: “Raramente los Presidentes toman decisiones —especialmente en el campo de los asuntos internacionales—, en el sentido de escribir sus conclusiones en un pizarrón (…) Con frecuencia, las decisiones básicas, que confinan sus elecciones, se toman antes de que ellos intervengan” [1]. Puede inferirse de la afirmación de Sorensen que el peso decisorio de un Presidente, de un canciller o de un ministro de Defensa se encuentra acotado por el papel que juegan las burocracias profesionales tales como el servicio exterior, los profesionales civiles del Ministerio de Defensa, las propias Fuerzas Armadas o el servicio de inteligencia nacional.

En el plano de la teoría de la decisión, no podemos obviar el notable aporte de Graham Allison. El todavía activo experto estadounidense —con 84 años es miembro de la Junta Directiva del Belfer Center de la Universidad de Harvard, alma mater en la que dirigió por más de una década la Escuela de Gobierno “John F. Kennedy”— escribió a principios de la década de 1970 su obra seminal, La esencia de la decisión (1971). Allí desarrolla un minucioso análisis explicativo de la crisis de los misiles en Cuba (1962) a través de tres modelos analíticos, a los que denomina

  • del “Actor racional” (Modelo I),
  • del “Proceso organizacional” (Modelo II) y
  • de la “Política gubernamental” (Modelo III).

El segundo de ellos es útil para analizar el desempeño de las burocracias profesionales. Allison explica que en el modelo del “Proceso organizacional”, el comportamiento gubernamental se explica menos como un asunto de elección y más como resultados derivados del desenvolvimiento de varias organizaciones, coordinadas sólo tangencialmente por líderes gubernamentales, quienes "pueden perturbar esencialmente, pero no controlar esencialmente el comportamiento de estas organizaciones”, que resultan estar más determinadas por procedimientos de rutina, “con desviaciones que pocas veces son más que graduales. (…) Hay una significativa brecha entre lo que los conductores eligen (o habrían elegido racionalmente) y lo que las organizaciones implementan” [2].

 

 

En el campo de la política exterior y de la defensa, el gobierno de Javier Milei se encuentra en el reverso del Modelo II de Allison. La provisión de conocimiento experto por parte de las agencias burocráticas para la toma de decisiones se encuentra en su punto más bajo desde 1983. Tal vez un Presidente menos desatado, menos guiado por sus pasiones y más constreñido por la “jaula de hierro” de las burocracias profesionales, podría atemperar el daño que su política exterior y de defensa le está infligiendo al país.

Antes de referir algunos ejemplos que exhiben crudamente a un Poder Ejecutivo desandando lo poco que queda del núcleo de coincidencias básicas en materia de política exterior y de defensa, conviene recordar las enseñanzas de Maquiavelo de hace más de 500 años. En el capítulo XXII de El Príncipe aseveraba: “No quiero dejar sin tratar un punto importante y un error que difícilmente evitan los príncipes excepto si son extremadamente prudentes (…). No es de poca importancia para un príncipe la elección de los ministros, los cuales son buenos o malos según la prudencia del príncipe (…). La razón de esto es que no hay otro medio de defenderse de las adulaciones que hacer comprender a los hombres que no te ofenden si te dicen la verdad”. Si los ministros Mondino y Petri no están a la altura, las burocracias profesionales de Cancillería y Defensa deberían salir de su “estado de cautiverio” y expresar sin ambages el deterioro irreversible que la continuidad de las políticas actuales podría implicar para la consecución del interés nacional.

 

Agenda 2030 y condescendencia con el Reino Unido

Un buen ejemplo es lo que ha sucedido con la denominada Agenda 2030, aprobada por Naciones Unidas en 2015 y que fija 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en las esferas económica, social y ambiental. Entre ellos, se destacan el fin de la pobreza, la igualdad de género, la educación, la seguridad alimentaria, el crecimiento económico inclusivo y la lucha contra el cambio climático y sus efectos ambientales. En una muestra de abandono de los lineamientos históricos que han guiado a la diplomacia profesional, la economista Sonia Cavallo —hija del ex ministro y actual representante argentina ante la OEA— propuso dos proyectos de resolución en dicho organismo que, según Daniel Kersffeld, borran “todo rastro de afirmaciones referidas al fortalecimiento de la democracia; a la protección a los derechos humanos, medioambientales y reproductivos; a la lucha contra el racismo y la discriminación hacia personas con discapacidad, comunidades indígenas y afrodescendientes; y al reconocimiento de la perspectiva de género, incluyendo la violencia sexual contra mujeres y niñas”.

Como si esto fuera poco para un país que ha logrado avances notables en este plano —como las leyes de Matrimonio Igualitario e Identidad de Género, la de Reproducción Médicamente Asistida—, el desempeño argentino en la ONU exhibe un retroceso ostensible. En esta dirección, el gobierno criticó a fines de marzo un informe de la “Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer”, colocándose —a pesar de la autoproclamada defensa de los valores de Occidente— en una postura compartida con Nigeria, Rusia, Irak, Irán, Nicaragua y Mali. Lo hizo durante la mayor reunión anual de la ONU sobre igualdad de género y empoderamiento de las mujeres. En tándem con aquellas naciones, la representación argentina votó en contra de una declaración que enfatizaba la necesidad de "movilizar recursos financieros de fuentes públicas y privadas, garantizar la perspectiva de género en los procesos presupuestarios nacionales y evitar la fiscalidad regresiva que afecta de forma desproporcionada a las mujeres y niñas con ingresos bajos o nulos".

 

 

Como resultado del alejamiento por parte de la política exterior argentina de su núcleo de coincidencias básicas, el interés nacional se ha visto afectado en aspectos cruciales. Estos desvaríos se hacen sentir, por ejemplo, en un tema altamente sensible a nuestra historia como la cuestión Malvinas. Durante la última sesión del Comité Especial de Descolonización de la ONU (C24) en junio, el tradicional apoyo al reclamo argentino estuvo a punto de naufragar debido a que algunos países manifestaron malestar por “el cambio de la política exterior argentina, la postura anti Agenda 2030 y el alineamiento con Israel, especialmente el traslado de la embajada a Jerusalén”. Por otra parte, en julio Milei fue el único mandatario ausente en la 64° Cumbre de Presidentes del Mercosur y Bolivia. Uno de los resultados de esta desconexión de la región fue que, por primera vez desde 1996, la declaración final no contempló un posicionamiento respecto de las Malvinas.

A pesar de los elocuentes retrocesos en materia diplomática y de los altos costos que el país paga por estas improvisaciones, nada parece torcer el rumbo en la Cancillería. La estructura profesional del servicio diplomático parece no tener capacidad de respuesta frente a una canciller que semanalmente se supera en desaguisados, acompañada por una letrada de confianza de Karina Milei que tiene por tarea “filtrar temas de género y ambiente en los foros multilaterales” y una Secretaría de Malvinas, Antártida, Política Oceánica y Atlántico Sur que profundiza la lógica concesiva del escandaloso acuerdo Foradori-Duncan.

 

Policías militares y subordinación cibernética

Las cosas en Defensa no marchan mejor. Con una estructura profesional sin la tradición del servicio exterior; con carencia de cuadros político-técnicos con conocimientos en materia defensivo-militar y capacidad de conducción política del sector; con funcionarios internacionales cuya máxima experiencia en el área se limita a tres décadas de elaboración de análisis para algún capitán de fragata en el piso 5 del Edificio Libertad; y con una voluntad de sumisión al eje Washington-Londres que supera todo lo conocido hasta la actualidad, los resultados son los previsibles. A ello debe sumarse una conducción del Estado Mayor Conjunto con un nivel de identificación con Washington de nivel mileísta y jefes de cada una de las fuerzas sin el aplomo necesario para indicarle al ministro de Defensa el despropósito que implica en términos de desprofesionalización el proyecto enviado al Congreso de modificación de la ley 24.059 de Seguridad Interior para convertirlos en policías y que puedan empezar a combatir el terrorismo “a través de tareas de patrullaje, control de personas y vehículos, operaciones de control en puestos fijos o móviles, control y vigilancia de instalaciones inmuebles y aprehensión en flagrancia”. Tales destrezas poco se relacionan con las labores anticipatorias que desarrollan los servicios de inteligencia en su faz antiterrorista y que nada tienen que ver con lo internalizado durante años de formación en las Escuelas de Guerra.

Finalmente, y en un esfuerzo de superación que hay que reconocer en materia de colaboracionismo periférico y subordinación intelectual, el gobierno argentino —siguiendo las instrucciones del embajador Mark Stanley en una nota del 24 de junio— ha designado a un asesor de Ciberseguridad de los Estados Unidos que “dará apoyo al gobierno de la Argentina en las áreas pertinentes”. Como no podía ser de otro modo en materia de rendición de cuentas, la nota del martes 13 lleva la firma de alguien “casado y embarcado” con la embajada: el secretario de Asuntos Internacionales de la Defensa, Juan Erardo Battaleme.

Entre la información sensible a la que tendría acceso el designado asesor estadounidense se cuenta, según informa el sitio Agenda Malvinas, la “topología de redes e infraestructuras TI y TO de las organizaciones: IAF (Instituto de Ayuda Financiera), UNDEF (Universidad de la Defensa Nacional), IGN (Instituto Geográfico Nacional), SMN (Servicio Meteorológico Nacional), IOSFA (Instituto de Obra Social de las FFAA), TANDANOR S.A.C.I. y N. (Astilleros), FADEA SA (Fábrica Argentina de Aviones), COVIARA (Construcción de Viviendas para la Armada), Corporación Interestadual Pulmarí y FM SE (Fabricaciones Militares S.E.)”. Además del conocimiento sobre estas capacidades tecnológicas, las notas firmadas por funcionarios del Ministerio de Defensa relativas al “Memorando de Entendimiento entre el Gobierno de los Estados Unidos y el Gobierno de Argentina firmado el 25/03/2024” refieren al acceso a información relativa a formas organizacionales, dotaciones de personal, planes de emergencias ante ataques cibernéticos, existencia de play books específicos e informes de resultados, resiliencia de redes e infraestructura.

Como advierte el experto Oscar Niss: “Es casi un consenso internacional la necesidad de cooperar en materia de Ciberseguridad y Ciberdefensa, ya que el ambiente operacional es accesible y transversal a todas las naciones y contiene a sus infraestructuras críticas y en particular a sus sistemas de Defensa; y el carácter transfronterizo de las amenazas hace necesaria esa cooperación. Sin embargo, una cosa es cooperar mediante el intercambio de información, la capacitación de recursos humanos y los ejercicios conjuntos [3], y otra muy distinta es que un advisor del gobierno de una nación extranjera se interiorice de todos los aspectos clasificados de la seguridad cibernética de otro Estado, o de su Sistema de Defensa”.

 

 

Reflexión final

Según se aprecia, a pesar de no pertenecer al mundo de la política partidaria y de que la “rosca” propia de ese campo pareciera aburrirlo, Milei se ha mostrado implacable en materia de conducción política. El Presidente libertario ha dado lugar a una suerte de festival de doma de la “jaula de hierro” de las burocracias profesionales. La debilidad o incapacidad del servicio exterior de la Nación para persuadir a la ministra Mondino de poner freno a los desatinos, sumado a funcionarios del ministerio de Defensa que combinan desconocimiento de gestión y sumisión intelectual al eje Washington-Londres, arrojan por resultado una combinación letal para los intereses nacionales.

Weber planteaba la necesidad de la política como respuesta al “desencantamiento del mundo”. Paradójicamente, la Argentina de Milei requiere de la “jaula de hierro” para poner un freno a los extravíos de su política exterior y de defensa. Por el momento, la obediencia característica de las estructuras burocráticas ha obturado cualquier rapto de rebeldía por parte de hombres y mujeres que, se sabe —al menos en el caso de la Cancillería—, cuentan con conocimientos y expertise en la materia. Es tiempo de releer el El Príncipe de Maquiavelo y de que los burócratas profesionales empiecen a poner algún freno a la combinación de imprudencia y desmesura que caracteriza a los decisores gubernamentales.

 

 

 

* El autor es profesor e investigador (UBA-UNSAM-UNQ).

 

 

 

[1] Sorensen, T. (1967, 19 de marzo). “Hay que ir caminando al Trabajo”. New York Times Magazine.
[2] Allison, G. (1988). La esencia de la decisión [1971]. Buenos Aires: GEL.
[3] En efecto, durante el gobierno del Frente de Todos (2019-2023) hubo —como describe con precisión Sergio Eissa— “actividades académicas de enseñanza y capacitación" por parte de los Estados Unidos (como las hay con tantos otros países). Sin embargo, no hubo habilitación para reunirse con el Comando de Ciberdefensa ni con las áreas de Ciberdefensa de las Fuerzas Armadas, ni se le solicitó a ningún asesor estadounidense que lleve adelante tareas de relevamiento y análisis de la situación de la Ciberdefensa en el país. La cooperación bilateral definida por el gobierno de Milei pareciera no limitarse a capacitación y formación de recursos humanos, sino que el asesor de Estados Unidos sería parte de la planificación y el relevamiento de la totalidad de activos y redes de la jurisdicción Defensa.

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí