DOLARIZACIÓN Y MIEDO A LOS DE ABAJO
En la concepción de los grandes empresarios, los de abajo deben ser contenidos con todo el poder del Estado
La batahola del cierre de listas y el humo producido por las maniobras del gobierno para conformar unas PASO a su medida y sin candidatos que le roben votos por derecha, han oscurecido el significado de la silenciosa reunión que tuvo lugar esta semana en Nueva York con participación del ministro Nicolás Dujovne, funcionarios del gobierno y altos directivos de poderosos fondos de inversión. Esta reunión arrojo una luz fugaz sobre la espina dorsal que sostiene al ajuste del FMI y al proyecto de reelección de Macri.
En la misma, el Vicepresidente del BCRA, Gustavo Cañoñero —ex funcionario del FMI y hasta hace muy poco integrante de un poderoso fondo de inversión— sintetizó los logros del gobierno: en un país donde hay mas dólares que pesos, la política monetaria ha llegado para quedarse. En este contexto, “tanto los stocks como los flujos de capital están cada vez más dolarizados”. Esto ayuda a mantener un control estricto sobre las condiciones monetarias y hace que la política monetaria sea cada vez más fácil de sostener (lpo.com. 25 6 2019; bankmagazine.com.ar 26 6 2019). De este modo, los dólares del FMI han impulsado una dolarización de la economía que pretende tener continuidad en el tiempo. La relativa estabilidad cambiaria obtenida con el uso del crédito del FMI, sumada a las tasas de interés mas altas del mundo, aseguran la posibilidad de hacer grandes ganancias en un tiempo récord, con seguro de cambio y salida de capitales si la inseguridad electoral así lo recomienda.
El gobierno buscó aprovechar con esta reunión el veranito que llegó a las finanzas internacionales hace pocos días como consecuencia de la decisión del titular de la Reserva Federal de mantener las actuales tasas de interés, pero con la posibilidad de recortarlas a corto plazo si las circunstancias lo requieren. Esto ha puesto a las economías emergentes en la mira de los fondos de inversión que, como aves de rapiña, revolotean por el mundo buscando maximizar ganancias lo más rápido posible. La bicicleta financiera impulsada por el gobierno pretende atraerlos. La dolarización garantiza la continuidad de esta política. Al mismo tiempo va de la mano del endeudamiento ilimitado: es decir, del reciclaje de una deuda insostenible contrayendo una deuda nueva. Este es el norte que orienta a las políticas del FMI en el mundo. Así, a pesar de ser mantenida por el préstamo del FMI, la dolarización deviene en un fenómeno que, naturalizado, atropella silenciosamente e impregna progresivamente a todos los poros de la sociedad. Al potenciar al ajuste, acelera el endeudamiento ilimitado y, con él, la penetración del saqueo en las entrañas de la economía y en las venas que la irrigan: los recursos naturales, y en particular, los no renovables.
Hoy vivimos un presente donde la dolarización de los “stocks y los flujos” se generaliza. En mayo el sector privado respondió por un incremento del 59% en la venta de dólares, en relación a lo ocurrido en el mismo mes del 2018. Más significativo aun, las empresas del sector real fueron vendedoras netas de moneda extranjera por 2.134 millones de dólares (ámbito.com 25 6 2019). Este fenómeno muestra el impacto de la restricción monetaria: para funcionar las empresas tienen que vender los dólares atesorados. Al mismo tiempo, permite atisbar la fenomenal dolarización de la economía ocurrida durante este gobierno.
La fuga de capitales ha sido una constante del gobierno de Macri: 70.885 millones de dólares, cifra cuya importancia resalta si se la compara con el monto actual de las reservas internacionales: 65.000 millones de dólares. Este fenómeno se ha agravado en los últimos tiempos, especialmente desde que el FMI asumió la dirección de la política económica del país. En un acto de total impunidad, este organismo —cuyos estatutos prohíben expresamente el financiamiento de la fuga de capitales— ha desembolsado el 65% de su cartera en un préstamo destinado prácticamente en su totalidad a sostener una ingeniería cuyo eje central es la fuga de capitales. En un año, 30.000 millones de dólares del préstamo del FMI han sido utilizados para financiar este saqueo. En lo que va de 2019, esta fuga acumula 9.532 millones de dólares. En mayo ascendió 2.500 millones de dólares, un 6% superior al mes anterior, un 152,2% superior a mayo de 2017 y un 328 % superior a mayo de 2016 (ámbito 26.6 2019).
La dolarización viene, sin embargo, de la mano de una sorpresa no esperada por el gobierno. La total apertura de la cuenta capital sumada a la política monetaria restrictiva y a la dolarización de tarifas y combustibles han dado lugar a una inflación desmadrada. A pesar de los intentos por minimizar la inflación y anticipar una reversión de su tendencia, la inflación de precios mayoristas indica que el fenómeno persiste y es incontrolable. En el mes de mayo este índice creció un 4,9%, muy por encima del índice de precios minoristas. En los primeros cinco meses acumula un incremento del 18,8% y en un año un 68,5%, muy superior al 57.3% de la inflación minorista (ámbito.com 18 6 2019). Así, la brutal restricción monetaria convive con inflación imparable. Este problema fue resaltado por la titular del FMI como algo” preocupante” que “dura más de lo anticipado”, un fenómeno “complejo” que “fue subestimado” tanto por el FMI como por el gobierno (lanacion.com 5 6 2019).
Dolarización y conflicto social
Las políticas económicas adquieren significado a la luz de los conflictos sociales que expresan. La dolarización no es un fenómeno neutro, vacío de relaciones de poder y por ende de conflictividad social. En el pasado, el FMI apoyó a distintos gobiernos argentinos que, con Martínez de Hoz primero y luego con Cavallo, han intentado dolarizar la economía. Habiendo aprendido las lecciones del pasado y en una coyuntura económica global muy cambiada, el FMI avanza hoy sobre la economía argentina provocando un ajuste que rápidamente ha sumergido a la producción en una recesión profunda y sin limites. Los dólares de este préstamo hacen posible una estabilidad cambiaria ficticia y fugaz que sin embargo acelera la dolarización, la bicicleta financiera y la fuga de capitales. Esta vez la dolarización va visiblemente de la mano del endeudamiento creciente que la hace posible.
Tanto en los experimentos del pasado como en el presente, el objetivo buscado con la dolarización ha sido el mismo: colocar un chaleco de fuerza a los conflictos sociales que han sacudido la historia económica y política del país desde mediados de la década del '40. La grieta que desde los orígenes de la humanidad perfora a todas las sociedades se ha expresado en la historia que vivimos en el enfrentamiento entre un proyecto de país que intenta incluir a los que nada tienen y son muchos, con otro proyecto que pretende acumular poder y dinero en un pequeño sector de la sociedad, sacudido en su interior por una voracidad desesperada por apropiarse de una mayor tajada del excedente, los ingresos de la población y la riqueza del país. La incapacidad de consensuar dentro de este sector minoritario y poderoso ha contribuido a que la violencia intrínseca al saqueo de los muchos emerja a la luz del día. Así, en un ir y venir espasmódico, estos proyectos antagónicos han precipitado al país en una creciente inestabilidad económica y política. El acceso de Macri y la coalición Cambiemos al gobierno a través de elecciones marcó un momento inédito en la historia política contemporánea, signado por la legitimidad de origen de un proyecto de exclusión de las mayorías.
Esta legitimidad es hoy cuestionada a diario por las acciones de un gobierno que, manipulando las instituciones, viola sistemáticamente al Estado de Derecho para perseguir a la oposición y asegurar su reelección. Es también cuestionada por políticas económicas que han agudizado los enfrentamientos entre los pocos que mucho tienen y entre estos y vastos sectores populares cada vez más amenazados por el desempleo, la pobreza, la indigencia y la perdida de derechos adquiridos. La contracara de este empobrecimiento generalizado de la población reside en la emergencia de un grupo pequeño de grandes empresas vinculadas al Presidente, su familia, sus amigos y entenados, que con impunidad mafiosa se han apropiado de un recurso de importancia estratégica para el país: la generación, transporte y distribución de energía. Dolarizando este insumo, se han asegurado una renta extraordinaria que hincha sus bolsillos con la apropiación del excedente y los ingresos del conjunto de la población a través de un tarifazo eléctrico que supera el 3000% en la era Macri. Asimismo, este tarifazo disputa la apropiación de parte de la renta monopólica absorbida por otras grandes empresas en otros sectores de la economía. La voracidad sin límites de este pequeño grupo empresario ligado al gobierno queda expuesta en el contraste entre lo recaudado con el tarifazo y la enorme desinversión, falta de mantenimiento y de regulación estatal implicados en el reciente apagón nacional, y en el apagón que todavía sumerge en la oscuridad a miles de vecinos de la Provincia de Buenos Aires.
Así, el tarifazo es un política que intensifica la grieta. Sin embargo, no es la única. La política de ajuste ha derivado en el endeudamiento y en la emergencia alimentaria y sanitaria de amplios sectores de la población. Estas políticas fragmentan a los de abajo en miles de partículas individuales. La contracara de estas políticas económicas reside en la intimidación con el objetivo de inculcar miedo, recurso atávico que busca contener y diluir el conflicto social. De esto se ocupa una campaña electoral del odio, basada en operaciones mediático judiciales y en el control de las redes sociales y de los medios para asegurar la divulgación masiva de noticias falsas.
La intensificación de la grieta también explica el apoyo dado por el conjunto de los grandes empresarios del país a la continuidad de este gobierno. Dejando atrás sus demandas encontradas y sus resquemores con un gobierno que pretende imponerles la dolarización de tarifas y combustibles, muchos pedalean alegremente la bicicleta financiera, se reciclan en el negocio importador y compran empresas desahuciadas. Todos se unen en el rechazo a negociar con una oposición política que intenta expresar las demandas de los de abajo. En la concepción de estos empresarios, los de abajo deben ser contenidos con todo el poder del Estado. Esto implica desoír sus demandas y destruir los derechos que históricamente les han permitido disputar una distribución más igualitaria de los ingresos. El miedo a los de abajo unifica a los grandes empresarios en la “defensa del capitalismo” y de las reformas laboral, previsional e impositiva. Así, no por casualidad el paro general contra el gobierno del 29 de mayo pasado dio origen al nacimiento del grupo “Nuestra Voz” constituido por 256 empresarios que representan el 80% del PBI del país. Unidos entre sí y con Macri a través del WhatsApp, buscan unificar ideas y valores y apoyar la reelección de Macri (ámbito.com 21 6 2019).
Sin embargo, más allá de las expresiones de fidelidad al status quo, los grandes empresarios no abandonan los feudos que les dan poder. El control monopólico de sus mercados les permite dolarizar sus precios y mantener sus rentas monopólicas disputando a través de la inflación una mayor tajada del excedente y los ingresos de la población. Asimismo han descubierto el potencial futuro de Vaca Muerta como generadora de dólares de exportación y piensan hacer de esta segunda reserva mundial de gas no convencional y cuarta de petróleo también no convencional, una “política de Estado”. La necesidad de vincular estos recursos con la expansión del mercado interno no aparece delineada (rionegro.com 16 6 2019; forbesargentina.com 12 6 2019).
Guerra y finanzas en un mundo convulsionado
Los escarceos de la política argentina parecen muy alejados de lo que ocurre en el mundo. Sin embargo, todo está relacionado. La sustentabilidad de la deuda externa argentina no solo depende de la política del país. También esta vinculada con las turbulencias que se acumulan en el escenario internacional.
Este fin de semana la cumbre mundial de líderes del G20 en Osaka, Japón, estará recorrida por tensiones geopolíticas que amenazan con escalar la guerra comercial entre China y los Estados Unidos y detonar un enfrentamiento militar entre Estados Unidos e Irán. Mas allá de las diferencias y especificidades de cada conflicto, existe un elemento común: la búsqueda de control norteamericano sobre las finanzas y el petróleo mundial en circunstancias en que este país esta devorado por serios conflictos internos que ponen en cuestión la legitimidad institucional, la autoridad constitucional del Presidente y su posible reelección en 2020.
El control de las reservas mundiales de petróleo y gas, tradicional y no convencional, y el control de sus flujos y sus precios, han sido parte integral de la estrategia de dominación geopolítica de los Estados Unidos en las últimas décadas. Después de la crisis financiera de 2008, la Reserva Federal articuló una política monetaria de flexibilización financiera y tasas de interés cercanas a cero. Esto estimuló la explotación de gas y petróleo no convencional en territorio norteamericano (ieefa.org october 2018). En muy poco tiempo, los Estados Unidos disputaron cuotas y precios del mercado mundial del petróleo, socavando el poder ejercido hasta ese entonces por los principales países productores de petróleo reunidos en una OPEC ampliada, con participación de Rusia (zerohedge.com 15 4 2019). Esto hizo posible ocasionales sanciones a Rusia manipulando los precios del petróleo a la baja. Una vez lanzada la guerra comercial con China, Estados Unidos dificultó su abastecimiento de petróleo, un recurso de importancia estratégica para una China jaqueada por la demanda creciente de sus mercados y la disminución de la capacidad de generación de sus propios pozos petroleros (nakedcapitalism.com; 10 8 2018; alternet.org 5 10 2017). Esto ha llevado a China a depender cada vez más del petróleo iraní.
El enorme endeudamiento de las empresas norteamericanas vinculadas a la explotación de petróleo y gas no convencional, su incapacidad para obtener una rentabilidad efectiva y la imprevista y rápida caída del rendimiento de los pozos explotados,(wsj.com 2 1 2019; zerohedge.com 9 6 2019) ha puesto en jaque a la estrategia petrolera norteamericana y ha llevado a Trump a extremar las sanciones económicas a la exportación de petróleo de Irán y Venezuela, intentando controlar sus respectivas reservas a través de una presión militar creciente. En las últimas semanas el conflicto con Irán ha escalado, encerrando a Trump en una posición de difícil retorno. Irán ha demostrado que, con sus aliados de la región, tiene capacidad militar para infligir daños no solo a las tropas americanas, sino a la producción de petróleo en los países vecinos y al transporte de este recurso en una región que concentra el 30% de su transporte marítimo mundial. Por otra parte, un episodio militar en la región no solo afectará vidas y bienes sino que hará estallar a los precios del petróleo, afectando inmediatamente al sistema financiero internacional basado en gran medida en transacciones y endeudamiento con derivados, es decir con instrumentos financieros complejos, que derivan su valor de una suma de activos o índices subyacentes (bonos, monedas, tasas de interés, commodities, etc.) y entre los cuales los precios del petróleo y las tasas de interés tienen fuerte incidencia. Por otra parte, un estallido de los precios del petróleo afectaría seriamente a la producción global.
Así, la fragilidad de la coyuntura económica y financiera internacional compromete el futuro del endeudamiento en dólares. Esto obliga a sortear las trampas de la dolarización, el ajuste y la agenda electoral del gobierno, organizando la participación colectiva para oponerse al tarifazo, la emergencia alimentaria, la manipulación mediático-judicial y un vaciamiento del Estado de Derecho que coloca al país en un callejón sin salida.
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