La disquería de Le Pen

El legado de la batalla cultural de la ultraderecha francesa del siglo XX

 

Con la muerte de Jean-Marie Le Pen desaparece el último ultraderechista violento, racista y antisemita del siglo XX. 

Muchas notas inundan los periódicos del mundo rememorando los hechos más sobresalientes de su vida. Su formación nacionalista, narrada en su autobiografía Hijo de la Nación, su defensa de la ocupación nazi de Francia y del colonialismo francés, su negacionismo y su antisemitismo, su experiencia como paracaidista en Indochina y oficial de inteligencia torturando en Argelia, según el mismo reconoció y luego negó. 

Otros analizarán que su fracaso político no fue definitivo, a la luz de sus más eximios descendientes que alumbran espacios políticos autoritarios, violentos, conservadores, integristas, racistas, ultramontanos, neofascistas, anti-inmigración e imperialistas, mezclando la variedad de ideas políticas, siempre de ultraderecha, que supo defender durante su vida política.

Aunque en Italia, en 1994, y en Austria, en 2000, espacios políticos de ultraderecha participaron de coaliciones gubernamentales, Le Pen fue el líder del primer partido de ultraderecha de Europa occidental que perduró durante más de medio siglo y que tuvo posibilidades de acceder al poder desde la Segunda Guerra Mundial, al enfrentarse en un balotaje en 2002 a Jacques Chirac. 

 

 

El lado negativo para la experiencia política de Le Pen es que, desde sus inicios, y casi por voluntad propia, el Frente Nacional se convirtió en un partido paria que todo el sistema político francés marginó. Otros espacios de ultraderecha europea han sabido moderar algunas posiciones o esconderlas detrás de narrativas democráticas para poder acceder al poder. Incluso su hija debió expulsarlo del partido que fundó por sus posiciones antisemitas y negacionistas hace casi una década.  

 

 

Legitimador de la violencia y el odio como herramientas políticas, sus provocaciones y sus insultos fueron dignos formadores de los líderes actuales de la ultraderecha. Su rechazo a la democracia, al socialismo, al liberalismo, a los extranjeros, a los judíos, al comunismo, a la integración, a los musulmanes, a las feministas, a los gays, a los enfermos de sida, a los anti-colonialistas fue acompañado de una obstinada defensa de una Francia blanca, jerárquica, conservadora y patriarcal y del régimen de Vichy, el gobierno títere profascista que instaló Hitler en Francia luego de invadirla en 1940, a cargo del mariscal Pétain, héroe militar de la Primera Guerra Mundial.

 

 

En esta nota abordaré una página casi olvidada de su historia. Pero que podría ser reflotada por los seudoteóricos neofascistas de la batalla cultural que andan pululando hoy por las redes. Se trata de los discos de Le Pen. Mejor dicho, de su sello discográfico. Una aventura digna de ser recordada. 

 

 

La disquería de Le Pen

En marzo de 1963, Jean-Marie Le Pen, junto a Pierre Durand, un periodista que fue condenado en los ‘90 por odio racial en sus publicaciones, y Léon Gautier, un antiguo oficial de las SS, condenado en 1946 a trabajos forzados, fundó una compañía discográfica que se llamó Société d'Études et de Relations Publiques (SERP). En su inscripción legal sostenía que su labor era la edición de registros sonoros dedicados a la historia y a la literatura. Le Pen sostuvo que era una editorial de discos educativos. Su período de auge fue en la década del ‘60. Hasta el año 2000, cuando fue liquidada, había publicado más de 230 discos. 

 

 

Hay quienes dicen que, pese a no ser rentable comercialmente, Le Pen estaba fascinado con su labor militante y que se ocupaba de las maquetas y los diseños de las tapas y contratapas de los discos y de sus textos. Los que se convirtieron en herramientas de propaganda política no solo de la ultraderecha, sino parte de su lucha contra el Presidente De Gaulle. La batalla cultural durante los ‘60 y los ‘70 recurrió a los discos de vinilo. 

 

 

El revisionismo petainista

Para realizar esta nota paseé por el catálogo de discos editados por SERP, un modo particular de acercarse no solo a las ideas políticas de Le Pen, sino a la forma que tomó la batalla cultural en aquellos años para poder mirar desde otro lugar el fenómeno de la ultraderecha mundial que se ha consolidado electoralmente en la última década. Entre discos de música tradicional y popular, encontramos discos en los que Le Pen construye su revisionismo histórico de la historia de Francia en el siglo XX. Una serie de discos que comentan la historia de la Segunda Guerra Mundial lo tienen como narrador. 

 

 

Entre las producciones más polémicas que comenzó a editar están aquellas que se esconden detrás de una recopilación con fines históricos y didácticos. ¿Cuál es el objetivo? Reconstruir el relato de la historia de Francia durante la ocupación de los nazis para volver a convertir en héroe al mariscal Pétain, que colaboró con los nazis y fue el jefe del Gobierno títere comandado desde Berlín. Por ello, Le Pen no solo editará discos con los discursos de Pétain sobre ese periodo, sino conmemorando la heroica batalla de Verdún que, en la Primera Guerra Mundial, lo había convertido en el mayor héroe militar francés desde Napoleón. Le Pen acusaba a De Gaulle de haber orquestado la humillación de Pétain después de la guerra para revalorizar y engrandecer su propia gesta por la liberación de Francia del nazismo. Sostenía que De Gaulle, para convertirse en el francés más importante del siglo XX, debía demonizar a Petain. Le Pen continuaría esta batalla por el revisionismo petainista durante toda su vida y utilizaría los discos para tratar de desdemonizar a quienes colaboraron con los nazis que ocuparon Francia y que, según él, fueron injustamente perseguidos por la Justicia basada en el relato histórico de los ganadores.

 

 

Con el objetivo de resaltar las virtudes nacionalistas de los colaboracionistas del régimen de Vichy, Le Pen justificó el apoyo a los nazis porque enfrente tenían un enemigo común: el bolchevismo. Es típico de los autoritarios justificarse por el mal menor. Así lo hicieron los partidos anti-peronistas al aliarse con Aramburu y Rojas. Así lo hará ahora Macri para justificar su apoyo a la autocracia que quiere instalar Milei. Para Le Pen, De Gaulle era un caballo de Troya del bolchevismo y en ese contexto se puede entender la publicación de estos discos plagados de discursos de franceses colaboradores y cómplices de los nazis y el genocidio.  

 

El primero de nuestra selección es el de Pierre Laval, jefe de Gobierno del Estado francés durante la ocupación nazi. Colaboracionista convencido, luego de la invasión de los aliados se refugió en España. Franco fue presionado para devolverlo a Francia, donde fue juzgado y condenado a muerte. 

El segundo, de Jacques Doriot,  otro colaboracionista francés de la ocupación alemana que sostenía que el bolchevismo derrotado crearía una Europa Unida. Y por ello se alistó con los alemanes para combatir contra las tropas soviéticas. Luego de Normandía se refugió en Alemania y fue asesinado en un hecho poco claro.  

El tercero es de Philippe Henriot, un político conservador, católico tradicionalista, anticomunista, antisemita, crítico de la democracia, que también apoyó al gobierno de Pétain porque estaba convencido de que los nazis podrían erradicar al comunismo. Considerado el Goebbels francés, primero se desempeñó como periodista y luego fue secretario de Estado de Información y Propaganda del gobierno de Vichy. Luego del desembarco en Normandía, fue asesinado por miembros de la resistencia francesa. 

Por último, un disco homenajea a Jean Herold-Paquis, un periodista nacionalista, nombrado delegado de propaganda por el régimen de Vichy, que diariamente pedía por la destrucción de Gran Bretaña con su frase “Inglaterra, como Cartago, debe ser destruida” (ese es el nombre que Le Pen le puso al disco). Al terminar la guerra, se refugió en Suiza, donde fue encontrado por los franceses, juzgado y ejecutado por traición a la patria. 

Es muy claro que el objetivo de Le Pen era revisionar la historia del régimen de Vichy y salvar el honor de los nacionalistas que colaboraron con los nazis para defender a Europa del comunismo, su enemigo político por aquellos años. Y todos sabemos que el que defiende a los nazis es porque es nazi.

 

 

La exaltación del fascismo y del nazismo

Pero Le Pen no se quedó en esto, sino que su revisión de la historia incluyó también una revisión del Tercer Reich y, provocadoramente, una serie de discos con los discursos de los líderes de las fuerzas armadas nazis y las canciones que entonaban los soldados en los campos de batalla cuando combatían contra los propios franceses, incluyendo innumerables canciones contra Gran Bretaña, su aliado, una de ellas llamada Falkland Marsch.

 

 

 

Y hay más: editó los tres discos con los cánticos de las infames Juventudes Hitlerianas, en los que se incluían canciones cantadas por los adolescentes y jóvenes de entre 14 y 18 años que las conformaron dedicadas a glorificar a Hitler, Goebbels, Hess, Seys-Inquart, Hinderburg y a la cruz gamada, entre otros. 

SERP también editó otro disco con las canciones de las Waffen-SS, como la “Marcha personal de Hitler”, la “Marcha por la vuelta de Sarre”, el “Sermón de la fidelidad”, “Canción de los voluntarios en España” y “Cantos al rey Federico Guillermo”. Y obviamente no faltaron los discos con los discursos de Hitler y de Mussolini. Solo el primero fue llamado dictador. El dorso del disco de Mussolini hace una reseña que lo convierte en un héroe anticomunista. Sí, Le Pen entendió hace más de 60 años eso de la batalla cultural. 

 

 

 

El ultranacionalismo francés

Sin embargo, lo que la narrativa de Le Pen necesitaba era resaltar el nacionalismo francés. No alcanzaba con construir la valentía de Pétain. Por eso también editó un disco con discursos de los antiguos nacionalistas franceses que, en pleno caso Dreyfuss, organizaron el grupo ultraderechista Action Francaise, como Charles Maurras, un monárquico antisemita que proponía la restauración del catolicismo como religión de Estado. 

También publicó los discursos de Léon Daudet, un reaccionario monárquico y antisemita como Maurras, fundador del periódico de  Action Francaise junto Maurice Pujo, que también apoyó al gobierno títere de Petain. El texto en el dorso del disco, escrito por el hijo de su socio Pujo, resalta su corazón nacional, su genio puesto al servicio de la esperanza de Francia. Y también las palabras de un monárquico belga francoparlante que colaboró con los nazis luego de que ocuparan su país que proponía la abolición de la democracia por la corrupción de la política y que fundó la Legión Valona, que luchó junto a los alemanes contra los soviéticos. Refugiado en España, publico trabajos negando el Holocausto en una carta abierta al Papa sobre Auschwitz publicada en 1979.

 

 

No faltó el homenaje de Le Pen, a quien le permitió acceder por primera vez a una banca de diputado durante la Cuarta República.  En 1977 editó un disco con los discursos de Pierre Poujade, fundador de un movimiento político de pequeños comerciantes y artesanos en 1953 que se oponía a las inspecciones fiscales y proponía un gobierno corporativista. Su discurso era por la Francia tradicional y contra los corruptos. Le Pen se había unido a su movimiento en 1956 apoyando las denuncias de Poujade contra los que manejaban las finanzas internacionales y los intereses apátridas que renegaban del régimen de Vichy y eran los responsables del desmembramiento del imperio francés, una traición a la patria orquestada por la elite cosmopolita. Para Le Pen, el poujadismo fue como un antecedente del Frente Popular que venía armando desde 1972.  

 

 

 

La política partidaria

Su enemigo siempre fue De Gaulle y el gaullismo, y los discos le sirvieron como instrumento de la batalla cultural durante las décadas del ‘60 y del ‘70. En primer lugar, emitiendo los discursos de los críticos a De Gaulle, como los candidatos a Presidente Valéry Giscard d’Estaing y el socialista François Mitterrand. Pero también el de Jacques Soustelles, un miembro de la resistencia que había sido ministro y canciller de De Gaulle, pero que fue expulsado del gobierno por oponerse a la entrega de Argelia. Uno de los discursos del disco se llama “El neogaullismo como una gran decepción”. Le Pen utilizaba políticamente a todos los políticos de todo el arco ideológico para criticar a De Gaulle. Obviamente, incluyó sus propios discursos.

 

 

 

La defensa del imperialismo francés

El principal tema de su crítica nacionalista fue el desmembramiento del imperio francés. Le Pen había estado en Indochina y en Argelia. Y utilizó sus discos para difundir el relato nacionalista sobre aquellas derrotas cuyo responsable, para él, era De Gaulle. Para Le Pen, Francia tenía una misión civilizadora y su expansión colonial era no solo la demostración de su grandeza y su espíritu humanista, sino un baluarte para la lucha contra el comunismo. Por eso editó dos discos con discursos de dos héroes de la resistencia de la Segunda Guerra Mundial que lucharon por mantener el poder colonial de Francia. Lattre de Tasigny, que combatió en Indochina, y Juin, quien fue degradado militarmente por sostener que era impensable que Argelia pudiera separarse de Francia, porque era un peligro para Francia, para Europa y para el mundo libre. 

 

 

 

El gran simulador

Es interesante descubrir que, entre tantos discos de revisión histórica ultranacionalista, imperialista, antisemita y anticomunista, SERP editara una serie de discos con la historia de la Unión Soviética y de Israel. Seguramente con el objetivo de simular el sesgo ideológico del sello, lo realmente increíble es que los relatos de los tres discos de la historia de Israel los hiciera Jean-Marie Le Pen, quien ha sostenido hasta su muerte que los campos de concentración fueron una anécdota menor de la Segunda Guerra Mundial. 

 

 

 

El integrista

El espíritu provocador de Le Pen no descansaba. En la década del ‘70 publicó dos discos dedicados a difundir el pensamiento del obispo Marcel Lefebvre, quien, en sus homilías, criticaba a la modernidad y se opuso a los cambios que se aprobaron en el Concilio Vaticano II. Lefebvre fundó la Fraternidad Sacerdotal San Pío X para formar sacerdotes de manera tradicional en su seminario en Écône. En 1976 desoyó el pedido de la Iglesia para que no ordenara a los nuevos sacerdotes, declarando que “no se puede dialogar con los masones o con los comunistas, ¡no se dialoga con el diablo!”. Le Pen no solo publicó sus homilías, sino la ordenación que terminó significando para Lefebvre la expulsión de la Iglesia católica. Todo le servía para alimentar el relato de la ultraderecha.

 

 

El proceso de Petit Clamart

Para ir terminando con el recorrido por la discoteca de Le Pen, entraremos en una historia bastante oscura.

 

 

Es la historia de Bastien Thiry, un joven ingeniero militar de la Fuerza Aérea francesa, católico, que dejó de apoyar a De Gaulle cuando este manifestó la intención de Francia de dejar Argelia. Como vemos, este capítulo imperial siempre fue un tema que Le Pen apoyó. El 22 de agosto de 1962, en el barrio de Petit Clamart, en los suburbios de París, Bastien Thiry, junto a un grupo de leales, emboscó el Citroën en el que circulaba el Presidente De Gaulle y lo atacó con armas de fuego. De Gaulle y su esposa salieron ilesos. Pero Thiry debió enfrentarse a la Justicia.

Le Pen decidió apoyar a Bastien Thiry  y publicó un disco con las declaraciones políticas que hizo el acusado justificando el intento de asesinato para salvar a la nación francesa de quienes querían desmembrarla y entregarla. Thiry fue condenado a muerte. 

A Le Pen el juicio le sirvió para mostrar cómo las instituciones democráticas perseguían a los nacionalistas. Editó luego un disco con los discursos del abogado defensor de Thiry, Jean Tixier-Vignancour, un amigo de Le Pen, padrino de su hija Caroline y político de ultraderecha, que colaboró hasta 1941 con el régimen de Vichy en el que fue secretario de Estado de información y director de Propaganda y de la radio Vichy, que luego escapó a Túnez y que fue juzgado después de la guerra; se le prohibió ocupar cargos públicos por diez años. Tixier creó la revista Defensa de Occidente, en la que se cuestionaba la existencia del Holocausto y en 1963 fue candidato a Presidente con Le Pen como jefe de campaña. Otro de los abogados homenajeado en el disco es Jacques Isorni, quien consiguió que Pétain, condenado a muerte, pudiera salvar su vida. Le Pen había sido uno de sus guardaespaldas durante una campaña electoral en la década del ‘50. Isorni, enemigo declarado de De Gaulle, fue el abogado defensor de Raoul Salan, el fundador y jefe de los terroristas paramilitares de la OAS, que asesinaron y torturaron a cientos en Argelia. Isorni logró, nuevamente, que se le conmutara la pena de muerte por la prisión perpetua.

Este homenaje a los dos abogados de la ultraderecha francesa tenía un objetivo claro: combatir al gaullismo. Isorni afirma en el disco que “el general De Gaulle, después de llevar a cabo la política exterior del Partido Comunista, ahora está implementando su política exterior. Prueba de ello son las notas de satisfacción que le concedió Moscú. Así, en Francia, el marxismo experimenta esta monstruosa fortuna de viajar al amparo de una ilustre leyenda”. Le Pen lo despidió, cuando murió en 1989, como un gran patriota cuyo mayor triunfo fue evitar que fuera condenado a muerte Raoul Salan, el terrorista que asesinaba para mantener la Argelia francesa. 

 

 

 

Los juicios

La aventura discográfica de Le Pen no estuvo exenta de problemas que supo aprovechar políticamente. En 1968, SERP fue condenada por “apología de los crímenes de guerra”. ¿El motivo? En el disco de canciones Hombres y hechos del siglo XX / El III Reich / I - Voces y canciones de la Revolución Alemana se reproduce en la portada una fotografía del Führer con un texto que sostiene que sube “triunfalmente delante de la multitud, [...] una escalera monumental entre dos setos de miembros de las S. A. que portan pancartas con la esvástica”. Y en la contratapa del disco se lee: “El ascenso al poder de Adolf Hitler y el Partido Nacional Socialista se caracterizó por un poderoso movimiento de masas, en definitiva popular y democrático, ya que triunfó tras consultas electorales periódicas, circunstancias generalmente olvidadas. En este fenómeno jugaron un papel esencial la propaganda oratoria de los líderes de Hitler y las canciones políticas que expresaban la pasión colectiva. Este disco recupera su espíritu utilizando documentos originales de inestimable valor histórico”.

Le Pen se defendió diciendo que los procesamientos lo atacaban porque él era el jefe de campaña del candidato presidencial Tixier-Vignancour y que el motivo era atacar las críticas que le hacían a De Gaulle. Lo cierto es que, años después, la Justicia terminó defendiendo el derecho a la libertad de expresión. No había dudas de que toda provocación le servía a Le Pen para estar en el centro de los debates políticos, cosa que logrará en la década de los '80 y los '90, cuando su movimiento político crecerá electoralmente.

Lo cierto es que el poder de los discos como herramienta de comunicación política fue disminuyendo con los años y SERP fue liquidada en el año 2000. Pero recorrer su historia nos permite conocer las formas que tomó lo que hoy los herederos de Le Pen llaman batalla cultural. Le Pen sabía que las batallas políticas requieren de herramientas de difusión. La ultraderecha hoy continúa en las redes aquello que Le Pen hacía con los discos. Repasar estos discos olvidados nos permite también descubrir que los temas de la agenda de la ultraderecha siempre son los mismos: los políticos corruptos, los comunistas, los ateos, los traidores a la patria, el cosmopolitismo (hoy globalismo), los integracionistas, los gays, los extranjeros, los judíos y ahora los musulmanes. Cada uno de los personajes que merecieron que Le Pen les editara un disco defiende ideas similares a las que defienden hoy, obviamente con los matices que generan los contextos históricos, los ultraderechistas del mundo. Y muchos con los mismos métodos violentos, provocadores y llenos de odio. 

Hasta hace unos años, hubiera sostenido que las derrotas de Le Pen tenían un sentido aleccionador para los que defendemos la democracia y las ideas progresistas. Hoy no creo que pueda sostener lo mismo. Las derrotas electorales de Le Pen fueron mucho más que eso. Para la ultraderecha mundial, la participación electoral de Le Pen fue la muestra “heroica” de quien no renunció a sus convicciones frente a los demócratas, liberales, progresistas, socialistas y comunistas y que para eso fundó el partido de ultraderecha vigente más antiguo en las democracias occidentales. Y que, además, lo hizo competitivo. En manos de su hija, obtuvo en 2024 más de diez millones de votos en dos vueltas electorales. Las derrotas electorales no siempre son derrotas si garantizan la continuidad en la vida pública de una ideología política que sueña con convertirse alguna vez en opción real de poder. 

 

 

Creímos que el día en que enterráramos a Le Pen estaríamos despidiendo al fascismo violento, racista, conservador e integrista del siglo XX. Nunca pensamos que eso no sería cierto porque sus discípulos ya sembraron las semillas del fascismo violento, racista, conservador e integrista del siglo XXI. Siempre pensé que escribir sobre Le Pen era escribir sobre el pasado. Que rememorar su aventura discográfica cuasi gramsciana era una anécdota. Que estos discos estarían destinados al olvido o solo disponibles para el abordaje de historiadores y coleccionistas. Cuando hurgué en estos archivos olvidados de SERP, hace unos años, no pensé que el legado de Le Pen pudiera seguir vivo luego de su muerte. 

No es anecdótica, para terminar, que su última aparición pública, el 30 de septiembre de 2024, fuese cantando en su casa de Bretaña con un grupo de músicos de Sangre y Honor, una red europea de promoción de la música neonazi. Estoy seguro de que pensó que alguien les debería editar un disco. 

 

 

 

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