La dictadura y sus horas
Experiencias y transformaciones de la clase obrera entre 1976 y 1983
Como ante una cebolla, quienes investigamos la última dictadura cívico militar nos encontramos muchas veces con nuevas capas, escondidas, traslucidas e incluso sutiles, debajo de lo que ya conocíamos. Cada una amplía y a veces transforma lo que sabemos.
Acerquemos aquí un ejemplo mirando lo que pasó con la jornada laboral legal, basado en una investigación sobre las resoluciones que tomó entre 1976 y 1983 el Ministerio de Trabajo y que iluminan no sólo el golpe sino también las conquistas del período anterior.
La reconstrucción del período muestra dos grandes tendencias. Por un lado, pueden verse las conquistas en términos de reconocimiento de insalubridad y reducción de las jornadas laborales legales en los años que van desde 1973 hasta marzo de 1976. Recordemos que el reconocimiento estatal permitía a los varones afectados trabajar por igual salario seis horas en lugar de ocho (las mujeres estaban y están excluidas de las tareas que la ley considera insalubres) además de obligar a la patronal a tomar medidas sobre el ambiente laboral para garantizar la reducción daños. Por otro lado, la tendencia opuesta se observa a partir de 1976: crecen disposiciones que declararon como “normales” tareas que habían obtenido el reconocimiento de insalubres o que se encontraban en trámite cuando el golpe militar se hizo del poder. La pesquisa documental demuestra, además, que los reconocimientos dados por el tercer gobierno peronista son mayoritariamente el subproducto de trámites iniciados a partir de 1969, demostrando que las demandas que se generalizaron después del Cordobazo buscaron conquistar un nuevo orden sin desconocer las vías administrativas y legales para hacerlo.
Gracias al registro de los establecimientos y de las secciones afectadas podemos, más aún, identificar con certeza el vínculo entre los lugares donde se redujeron las horas de trabajo entre 1973-1975 y los que luego las perdieron, confirmando que el ataque que se llevó adelante tenía como objeto revertir las conquistas post-69, y no simplemente cambiar la orientación hacia el futuro.
Los reclamos no provenían, como quizás podría pensarse, sólo desde el mundo industrial y el empleo privado. Los ferrocarriles nacionales Mitre, Belgrano, Roca, San Martín, Urquiza y Sarmiento, por ejemplo, tuvieron importantes conquistas. Entre 1959-1972 habían logrado el reconocimiento de insalubridad 14 secciones, y entre 1973 y 1975 el número ascendió a 51. Esos reconocimientos fueron revertidos casi en su totalidad entre el 1976 y el 1983 (el 77%), como sucedió también con los Subterráneos de Buenos Aires, que habían logrado el reconocimiento para todas las líneas en 1973, y las perdieron en 1980.
De conjunto puede apreciarse que cuando el gobierno militar intervino en las condiciones bajo las que era erogada la fuerza de trabajo lo hizo produciendo un doble movimiento. Por un lado, revirtió las conquistas del período anterior y cerró un ciclo de protestas y demandas de transformación. Por otro, trazó los lineamientos de las relaciones laborales post-dictatoriales, estableciendo una relación de fuerzas de muy difícil reversión. En el centro de estas operaciones estaba la búsqueda de restablecer la disciplina mucho más allá de la relativamente rápida “recuperación” de la autoridad y el poder de dirección de las patronales. Como bien señala Daniel Dicósimo en su libro Los trabajadores y la última dictadura: oposición, desobediencia y consentimiento, la instalación del terror permitió un replanteo de aspectos más profundos con miras a que la victoria circunstancial se convirtiera en una verdadera reorganización de la vida laboral del país. A la violencia, el asesinato y la desaparición se sumaron entonces una batería de herramientas legales y el establecimiento de nuevas condiciones de contrato y trabajo que daban por tierra con conquistas históricas y con algunas del período inmediatamente anterior. La reimposición de la disciplina, el aumento de la productividad (por este y otros medios) y la intensificación de la explotación fueron parte de un nuevo orden y una nueva política productiva que la dictadura dejó y cuyos ecos se escuchan aún hoy.
Nuevos estudios sobre conflictividad y cambios estructurales
Esta investigación sobre lo que pasó con la jornada laboral integra el libro Clase Obrera y Dictadura Militar: Nuevos estudios sobre conflictividad y cambios estructurales, que editamos con Juan Pedro Massano (puede verse el índice acá).
El libro ofrece una visión nacional y renovada sobre las experiencias que vivió y las transformaciones que sufrió la clase obrera entre 1976 y 1983, reponiendo la complejidad que tuvieron los años ‘70 y presentando los resultados de una verdadera ampliación y diversificación que se produjo en este campo de estudios en la última década.
En la primera parte se agrupan los trabajos que exploran las estrategias represivas y las experiencias de organización y resistencia contra el “Proceso de Reorganización Nacional”. Como apertura se sitúa el trabajo de Andrés Carminati sobre la ola de conflictos “olvidada” del año 1977. En el segundo capítulo, Andrea Copani presenta un conflicto en la destilería La Plata de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), avanzando en la muchas veces postergada tarea de desentrañar el rol del sindicato y las dirigencias sindicales establecidas además de analizar las estrategias empresariales durante el conflicto y su relación con la dinámica represiva en la zona.
En el capítulo siguiente Laura Ortiz dirige su mirada hacia uno de los complejos fabriles más importantes de la Argentina de entonces: Córdoba, y explora la dinámica local utilizando los radiogramas y memorandos producidos por los servicios de inteligencia de la Policía Federal Argentina. Marianela Galli se aboca también a ese espacio pero en Fiat Córdoba, cuyos trabajadores habían protagonizado el surgimiento del clasismo. Según la autora, es un contexto de importantes cambios económicos que presionaban a la industria automotriz hacia una reestructuración el que impulsa en las fábricas Concord y Materfer de Fiat que el Ejército y la compañía constituyan una alianza con el objetivo de desarticular la organización obrera.
Un escenario distinto dentro de esa misma provincia es el que reconstruye Susana Roitman, enfocándose en lo que sucedió entre 1976 y 1983 en las Fábricas Militares de Villa María y Río Tercero. En el microclima de la producción militar en expansión, dentro de la guarida del lobo, las formas más brutales de violencia y las desapariciones de activistas fueron reemplazadas por cesantías, organizando lo que la autora ha llamado una doble vara de la represión. Fueron, paradojalmente, esos trabajadores cesanteados junto con otros los que integraron el armado clandestino de una alternativa sindical dentro de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), que tendría relevancia nacional a partir de 1983.
Laura Rodríguez Agüero presenta en el sexto capítulo las características principales que tuvo la represión en la provincia de Mendoza, rastreando las estrategias llevadas a cabo en pos de “normalizar” el proceso de trabajo y desactivar las resistencias y posibles ofensivas de las y los trabajadores. A continuación se presenta el trabajo de Ana Belén Zapata, que se focaliza en el disciplinamiento y la represión en la ciudad de Bahía Blanca mostrando su vínculo con los procesos de conflicto y organización obrera que tuvieron lugar en el período previo, y destacando cómo determinados territorios de la ciudad se consideraron “focos de importancia” para la reinstauración de un ordenamiento productivo que resultara más acorde a los cambios económicos y al modelo de acumulación instaurado.
Siguiendo la reflexión sobre el territorio, el capítulo octavo nos lleva a la zona sur del Gran Buenos Aires, donde Jerónimo Pinedo reconstruye, a través del estudio de la experiencia de los trabajadores y las trabajadoras de las fábricas Rigolleau y Peugeot, la instalación de una “nueva territorialidad” producto de las prácticas represivas. La reconstrucción de esa estrategia de “dominio permanente del espacio”, que tuvo al ámbito industrial y la represión como un eje organizador, hace visibles los desafíos posteriores para la acción colectiva de las clases populares.
La segunda parte del libro agrupa trabajos que, a partir de sus exploraciones, proponen repensar el comportamiento de las y los trabajadores, de sus organizaciones sindicales y los vínculos entre trabajadores y representación. Daniel Dicósimo examina las actitudes de los dirigentes sindicales a partir del estudio de las seccionales de la UOM Tandil y de AOMA Barker. Edward Brudney presenta el conflicto generado por los planes de cierre de la empresa Deutz Argentina en 1980, y reflexiona sobre el hecho de que tanto las autoridades laborales del gobierno, la gerencia empresarial, los dirigentes sindicales y los obreros de Deutz apelaron para resolver el conflicto a las instituciones políticas y legales, especialmente del Ministerio de Trabajo, la justicia federal, y la misma Junta Militar. Esto le permite (re)considerar y hacer visibles estrategias que no siempre han sido reconocidas, y poner en entredicho interpretaciones previas de la historia laboral del período. Analizando un conflicto laboral prolongado que no terminó en violencia física sino con una victoria obrera –aunque fuera limitada– el trabajo se pregunta sobre el mandato de la ley y sobre cómo funcionó y cuáles fueron las consecuencias de la aplicación de la legislación laboral dentro de las fábricas. Le sigue Camilo Robertini, que en busca de ese entredicho indaga en las vivencias del “obrero común” en lugar de en las experiencias obreras de sectores organizados. A partir de un trabajo de investigación sobre el imaginario, los relatos y las representaciones de un grupo de obreros de Fiat Concord en la zona sur del Gran Buenos Aires, Robertini aborda los problemas de la aceptación cultural de la última dictadura cívico-militar y las subyacentes representaciones en juego.
Esta sección se cierra con dos textos que hacen hincapié en la vida sindical, pensando tanto en las disputas presentes como en la relación entre esas direcciones y sus representados. Por un lado, Mariana Stoler propone un análisis de la Jornada de Protesta Nacional de 1979, analizando cómo varió la posición de bases y dirigencias durante esa coyuntura según la conflictividad que cada sector venía desplegando en distintos lugares de trabajo. Leandro Molinaro, por su parte, se dedica a analizar un período fuertemente relegado como es la coyuntura post guerra de Malvinas, ocupándose de las acciones de base en Capital Federal y Gran Buenos Aires en la etapa final de la última dictadura militar.
La tercera y última parte del libro reúne trabajos que exploran aspectos centrales de la reestructuración capitalista llevada adelante a partir de 1976. En primer lugar está el trabajo de Juan Pedro Massano y Andrés Cappannini, que vuelven sobre ideas claves del libro clásico de Pablo Pozzi para recuperar su reflexión sobre la vinculación entre transformaciones estructurales y conflictividad social. La sección continúa con el trabajo de Débora Ascensio y Lucas Iramain, que a partir de distintos indicadores laborales proponen un análisis de las transformaciones de las relaciones laborales en siete empresas que conformaban la Sindicatura General de Empresas públicas: Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), Gas del Estado, Ente Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), Agua y Energía Eléctrica (AyEE), Obras Sanitarias de la Nación (OSN), Ferrocarriles Argentinos (FA) y Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires (SEGBA). El trabajo propone, además, pensar en el vínculo entre la ofensiva de clase de la que son víctimas las y los trabajadores, y los beneficiarios de la implementación de las políticas económicas.
El libro termina con la investigación que presentamos al comienzo, debatiendo los avatares que sufrió la jornada laboral legal a partir de las disputas por los reconocimientos de insalubridad.
Para quienes llegaron hasta aquí, resta una invitación a la presentación del volumen, que se hará el lunes 18 de octubre a las 16, con la presencia de Agustín Nieto (CONICET-INHUS) y Silvia Simonassi (Universidad Nacional de Rosario) y la coordinación de Aníbal Viguera (FaHCE-UNLP). El encuentro es virtual y se transmitirá en vivo por Facebook Live @unlp.fahce
* La autora es Lecturer en Relaciones Laborales, Cardiff University, Reino Unido.
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