La daga en el cuello
Consecuencias de la administración cómplice del programa económico impuesto por el FMI
La visita del Alberto Fernández a Brasil volvió a revelar el fracaso de una política económica delineada para gestionar y administrar los parámetros estructurales diseminados por el macrismo luego de su cuatrienio de gobierno finalizado en 2019. Las condicionalidades del Fondo Monetario Internacional no solo se basan en un monstruoso endeudamiento. También supone un monitoreo constante de las decisiones institucionales y un permanente debilitamiento de la gobernabilidad.
Todo lo que supone un padecimiento para el Presidente y para su ministro de Economía, Sergio Massa, aparece como un regocijo para la entente conformada por el FMI, Juntos por el Cambio y las corporaciones empresariales. La satisfacción de esta tríada se relaciona no solo con el debilitamiento progresivo del actual gobierno sino, sobre todo, con el éxito de una lógica ortodoxa que intentarán profundizar si la derecha gana las elecciones de octubre. Lo que no dijo Lula, luego de su encuentro con Fernández, es que la daga en el cuello no solo fue apostada en 2018, mediante el crédito más grande jamás otorgado por el Fondo, sino que su coacción se profundizó gracias a la aquiescencia masoquista del actual gobierno, que no solo viabilizó su refinanciación a principios del 2022 –legitimando la estafa– sino que auspició la actual situación de fragilidad al dilapidar el superávit comercial conseguido a partir de 2020.
Fernández viajó a Brasilia el último martes aferrado al capital simbólico de haber visitado en julio de 2019 al actual Presidente, Luiz Inácio Lula Da Silva, mientras éste se encontraba detenido en la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba. La nutrida comitiva argentina –que incluyó al ministro de Economía, al jefe de gabinete Agustín Rossi, al canciller Santiago Cafiero y a la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz– regresó a Buenos Aires sin haber garantizado el financiamiento ambicionado.
La única satisfacción obtenida por la delegación albertista fue el compromiso del gobierno brasileño de disciplinar a su representante ante el FMI, Afonso Bevilaqua, quien se ha constituido en uno de los mayores opositores al adelanto del desembolso de 10.600 millones de dólares solicitado por Massa para evitar próximas corridas cambiarias y evitar la devaluación tan deseada por el establishment.
La declaración de Lula se constituyó también en un doble mensaje. Por un lado, hacia quienes olvidan el obvio sesgo político del crédito otorgado a Mauricio Macri para lograr su reelección, y, por el otro, para desafiar a los bolsonaristas residuales que cuestionan la política exterior encabezada por el actual ministro Mauro Vieira, que tiene como objetivo central el relanzamiento de los BRICS y el alejamiento progresivo del unilateralismo impuesto por Estados Unidos: “Yo pretendo conversar, a través de mi ministro de Hacienda, con el FMI, para quitarle el cuchillo del cuello a la Argentina. El FMI sabe cómo se endeudó la Argentina, sabe a quién le presto el dinero y por lo tanto no puede seguir presionando a un país que solo quiere crecer, generar empleo y mejorar la vida del pueblo”.
El salvoconducto financiero solicitado por la delegación argentina a las autoridades de Brasil supone largas tratativas y negociaciones de índole técnico, que tienen como centro las garantías que el Banco Central no puede otorgar. A favor del pedido de Sergio Massa, sin embargo, aparece la propia necesidad de los exportadores brasileños, que ven limitados sus envíos a la Argentina y que verían con agrado el financiamiento por parte del Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social (BNDES). Según información de diferentes medios paulistas, las terminales automotrices se encuentran reduciendo las jornadas laborales, debido –entre otros factores– a la paulatina reducción de las ventas a la Argentina. Esta situación, afirman los analistas brasileños, podría habilitar al gobierno de Lula –cuestionado por los bolsonaristas de auxiliar a gobiernos populistas con dinero de los contribuyentes– para otorgar líneas de crédito que utilicen el Sistema de Pagos en Moneda Local (SML), un mecanismo acordado en 2008 durante las presidencias de Cristina Fernández de Kirchner y Lula.
Miren para Eurasia
El plan brasileño de rescate proporcionado por Lula, sin embargo, no brinda respuestas inmediatas, aunque orienta una escapatoria de índole estratégica ligada a los BRICS más que al Fondo Monetario. El 29 de mayo, el Presidente de Brasil se reunirá con los líderes de China, India, Rusia y Sudáfrica. Según manifestó Lula, en ese encuentro se abordarán las peticiones de ingreso de varios países –entre los que se encuentra la Argentina– y la asistencia financiera a la Argentina por parte del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS (NDB), presidido por Dilma Rousseff.
En el punto séptimo del documento conjunto compartido por las cancillerías de Brasil y la Argentina se informó que la próxima visita de Alberto Fernández a Brasilia se llevará a cabo en junio próximo, en el marco de la celebración de los 200 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países. En esa ocasión, aseguraron analistas acreditados en el Palacio de Planalto, Lula tendrá algo más para ofrecer a su colega argentino, en el marco de un movimiento combinado que incluye de forma prioritaria a China, que viene de posibilitar el swap de monedas acordado en noviembre del año pasado, por el cual se abonarán importaciones chinas con yuanes por un monto de 1.040 millones de dólares en abril y de 790 millones en mayo.
Estos movimientos –que tienen la brújula orientada hacia el Sur Global– son los que verdaderamente preocupan a Estados Unidos y sus acólitos locales, los juntistas y ultraliberales neofascistas. En principio porque implica un posible ecosistema de desdolarización paulatina –dejando a los tenedores de divisas estadounidenses ante una creciente incertidumbre–, pero por sobre todo porque reduce la capacidad de extorsión de Washington, que es el verdadero mandamás del FMI. Este nuevo escenario tiene a Lula como su expresión al interior de América Latina, hecho que quedó demostrado en su última visita a Beijing, cuando expresó la necesidad de liberarse del dólar como moneda obligada del comercio internacional y ubicó a Washington como corresponsable de la guerra de la OTAN contra la Federación Rusa.
La reconfiguración hacia el Este, con un nuevo epicentro global en Eurasia, es la gran preocupación del atlantismo. Para impedir su consolidación, recurre a las presiones fondomonetaristas, a las visitas recurrentes de funcionarios estadounidenses y a los consabidos discursos interesados en favor de la libertad de empresa. Las medidas exigidas por Kristalina Georgieva no solo buscan la devaluación brutal –para dejarle el terreno limpio a un potencial gobierno cambiante– sino que se articulan con la búsqueda por interrumpir o revocar los acuerdos realizados con la República Popular China. Esa fue la motivación de las visitas, durante el último mes, de la subsecretaria del Departamento de Estado, Wendy Sherman, la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, el presidente de la Comisión Reguladora Nuclear estadounidense, Christopher Hanson, y el secretario adjunto de Energía, David Turk. La extorsión de Estados Unidos, que tiene al FMI como su punta de lanza, pretende la discontinuidad de los contratos sino-argentinos relacionados con el litio, las frecuencias 5G, la adquisición de 12 aviones de combate JF-17 Thunder y la cooperación energética de índole nuclear.
El gobierno se encuentra en una encrucijada de la que fue también causante. La patrocinó cuando aceptó el disfraz de supuesta misericordia fondomonetarista, cuando persiguió el consenso con aquellos que hoy buscan de forma desesperada la devaluación, y cuando optó por la pasividad frente a los oligopolios alimenticios y mediáticos. La fábula del escorpión y la rana fue atribuida a Esopo, aunque posee origen desconocido. Lo que no puede alegarse que sea desconocido es el rol de quienes coartan, de forma sistemática, la potencialidad soberana de aquellos que buscan un desarrollo autónomo, ajeno a cualquier imposición extranjera. Negociar con el escorpión tiene epílogos conocidos. Y la ingenuidad, en política, termina siendo una de las tantas formas de la complicidad.
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